2021-09-26

25.- El mundo siente la necesidad de los valores femeninos

 


 


Hombres y mujeres están llamados a entenderse dentro de un mundo globalizado igual para todos. Dado que no puede haber dos mundos por separado, uno para mujeres y otro para hombres, va a ser de todo punto necesario aprender a convivir, sabiendo conjugar las cualidades de ambos sexos, como sucede en las buenas familias, donde la rectitud del padre tiene que estar atemperada por el afecto de la madre. El padre está ahí para animar al hijo a asumir el riesgo de escalar la montaña, mientras la madre no dejará de advertirle afectuosamente a cada paso que tiene que tener cuidado de no tropezar y hacerse daño. La virilidad del hombre y la feminidad de la mujer  se necesitan mutuamente como contrapeso. Un mundo al que le falte el polo femenino, no dejará de ser un mundo desequilibrado y empobrecido, en cambio un mundo bipolarizado resulta, sin duda, mucho más acogedor y sobre todo más equitativo, teniendo en cuenta que la mitad de las personas que lo habitan son mujeres y ellas tienen el mismo derecho a gobernarle porque también les pertenece

Si esto es así ¿por qué el Universo  ha de aparecer  siempre sostenido por los forzudos brazos de un hombre y nunca animado por el soplo mágico de una mujer? Dando por cierto que existen fuerzas ocultas interesadas en que el mundo siga siendo lo que siempre ha sido, conviene decir no obstante, que alguna culpa de lo que está pasando también lo tienen aquellas mujeres transgresoras de la feminidad, que intoxicadas por la ideología de género están creando problemas a la mujer, al identificar  lo viril con valioso y la feminidad con lo débil e inferior,  conformándose  tan solo  por  llegar a  convertirse en esa superwoman importándoles muy poco o nada, si el mundo en que viven está masculinizado o no, porque  su obsesión es  el éxito personal, es triunfar en la vida a cualquier precio como si esto lo fuera todo.

 Cierto es  que la mujer ha ido copando puestos relevantes en la política y que las damas están presentes en los gobiernos y en los parlamentos, pero cabe preguntar ¿Esto que aparece ante nuestros ojos no será todo una farsa? “Cada jeque, dice Victoria Sendón, se rodea de sus chicas y elige a las menos molestas, a las más sumisas, a las que no le van a robar protagonismo, como mucho a las que le darán más votos”. Yo voy a decir más, aún en el caso en que el jeque fuera la propia mujer, incluso entonces, el escenario en que se ve obligada a moverse la mujer  no deja de ser  un escenario diseñado por hombres. Y ésta es la cuestión. ¿Qué sucede entonces?....  Mucho me te temo que si esta pregunta se la hubiéramos hecho, tanto a la Sra. Thatcher,  como a la Sra. Merkel, o la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, la respuesta dada sería la misma, nos hubieran dicho, que el puesto de supremas mandatarias ostentado por ellas, no era precisamente para cambiar el orden establecido, sino para mantener  inalterable el “status quo”, no ciertamente para defender la causa de las mujeres, sino los intereses de su país o, los intereses de su partido. que es quien les puso ahí y ante el que deberían rendir cuentas.

 Así las cosas, no hay muchas alternativas donde elegir para cambiar el rumbo, y enriquecer nuestro mundo con los aportaciones y valores propios de la mujer. En todo caso sólo cabe pensar  en  la posibilidad de una asociación fuerte de mujeres a nivel internacional, que en nombre de la mitad de la población planetaria, llamaran a las puertas de los organismos mundiales, donde se toman  las decisiones importantes  y una vez dentro, ya en la sala de máquinas, dar el golpe de timón que la humanidad está necesitando, en orden a conseguir ese mundo pilotado simultáneamente por hombres y mujeres, en el que se empezara a ver la mano femenina al margen de presiones políticas, al margen de intereses económicos, ajeno también a aspiraciones bastardas.   

 Naturalmente que para alcanzar este sueño tendrían que ocurrir muchas cosas. Previo a todo, sería indispensable acabar con los prejuicios sexistas, pues mientras no se dé el convencimiento de que los valores femeninos son equiparables a los masculinos poco se podrá hacer. A partir de aquí y cuando  todas las mujeres se sintieran orgullosas de serlo, se podría pensar en superar las barreras que las tienen divididas  y hacer un frente común por encima de nacionalidades, ideologías y partidismos.  Haría falta por último un icono con rostro de mujer, querido y admirado por todas, que encarnara esta conciencia femenina. Naturalmente no estoy pensando en un mito prefabricado, sino en una mujer singular dotada de liderazgo y del carisma necesario con capacidad, prudencia e inteligencia necesarias para llevar a cabo tal proyecto.  ¿Es esto una utopía? quien sabe….

 

A lo largo de los tiempos la mujer ha venido demostrando que es capaz de todo y que puede sorprendernos en cualquier momento, pues en su alma anidan secretos profundos, como queda reflejado en este poema anónimo, que pone de manifiesto la fuerza de su interioridad.  “Nada más contradictorio que ser mujer...Mujer que piensa con el corazón, actúa por la emoción y vence por el amor...Que vive un millón de emociones en un sólo día, y transmite cada una de ellas con una sola mirada...Que vive buscando la perfección, que vive tratando de buscar disculpas para los errores de aquellos a quienes ama...Que hospeda en el vientre otras almas,  las da a luz  y después queda ciega, delante de la belleza de los hijos que engendró...Que da las alas y enseña a volar,  pero no quiere ver partir a los pájaros, aun sabiendo que no le pertenecen. Que se arregla toda y perfuma la cama, aunque su amor no perciba más esos detalles. Que como una hechicera transforma en luz y sonrisa los dolores que siente en el alma, sólo para que nadie lo note...Y aún tiene fuerzas, para dar consuelo a quien se acerca a llorar sobre su hombro...¡Feliz del hombre que tan solo por un día sepa entender el alma de la mujer!”. Ese mundo mejor del que tanto se habla y que todos anhelamos, seguirá siendo una promesa mientras mantengamos viva la esperanza en el poder de la feminidad y en el hechizo de la inocencia de los niños.

 

Lo peor que podía sucedernos es que la mujer perdiera su identidad y la viéramos convertida en un sujeto masculinizado, que en nombre de una libertad mal entendida se conformara con poder imitar  aquellos comportamientos denigrantes que la  están poniendo a la altura de unos seres humanos degradados. Da vergüenza escuchar de boca de feministas radicales, que entre las aspiraciones de las mujeres de hoy están las de poder emborracharse y volver a casa a las horas que les apetezca, hacer sus necesidades en medio de la calle, o en los portales que les pillen a mano, eructar donde y cuando les apetezca, proferir blasfemias y tacos al más puro estilo chocarrero, olvidarse del más elemental decoro para dar rienda suelta a cualquier tipo de grosería y chabacanada. Si esto lo hacen los hombres, apostillan  ¿Porque no van a poder  hacerlo las mujeres? Si  existen  en nuestra  sociedad jóvenes gamberros ¿ por que no jóvenes gamberras?    No se dan cuenta que en cuestión de formas  y maneras y  por lo que se refiere a dignidad, recato, compostura, urbanidad y buenos modales,  las mujeres han estado siempre tres o cuatro escalones por encima de los hombres y de ello eran conscientes los caballeros quienes rendidos se inclinaban ante las damas quitándose el sombrero.    

 Lo que se debiera hacer, no es precisamente animar a la mujer a imitar los malos modos masculinos, sino exactamente al revés,  se tendría que pedir y exigir que en estas cosas como en tantas otras fueran los hombres quienes tomaran ejemplo de las mujeres.  Son muchas cosas las que las mujeres tienen que enseñar a los hombres si queremos que algún día el mundo cambie para bien. Por eso, ellas no pueden vender su alma al diablo, tienen que seguir siendo mujeres de cuerpo entero, convencidas de su alta misión en el mundo de mañana que nos aguarda. Las necesitamos en su versión genuina sin ningún tipo de adulteración. Desgraciadamente las cosas discurren en dirección opuesta a nuestros deseos, hasta el punto de que quienes por la naturaleza estaban llamadas a ser maestras en el arte de la exquisitez y delicadeza, se han dejado corromper por la zafiedad de quienes debieron ser  sus aprendices. A decir verdad, en todo este asunto mucho tiene que ver la masculinización de una escuela que ha postergado todos los valores femeninos y desterrado de sus muros todo vestigio de feminidad.  

 Después de tantos siglos de orfandad debido a un estúpido misoginismo, seguramente que nuestro mundo se ha ganado a pulso el poder tener  una madre que sepa cuidar de él desde el amor y el afecto, desde esa profunda piedad maternal capaz de contrarresten el exceso de vigor varonil que a veces resulta agresivo y violento. Necesitamos de una madre dispuesta siempre a curar las heridas del guerrero y a poner unas gotas de compasión y de ternura en los corazones atribulados. Su función en el mundo de ninguna manera  es menos importante que la del hombre, pero es distinta, digamos que es complementaria.  Hemos avanzado mucho técnicamente, nos hemos desarrollado materialmente a velocidades de vértigo, pero seguimos deshumanizados, hemos llegado a explorar mundos fuera de nuestra órbita, pero no acabamos de percatarnos de que a nuestro lado se encuentra el hermano que muere de inanición y de soledad. Con toda seguridad esto no pasaría en un mundo más feminizado, en el que las mujeres tuvieran capacidad de intervención y pudieran hacer valer sus principios éticos inspirados en el altruismo y el cuidado maternal.  Es una obligación de todos ir pensando en un mundo más equilibrado, en el cual el corazón valga tanto como el cerebro, ello, sin duda, es uno de los retos que tenemos por delante. Me gustaría creer que cuando el siglo XXI fue declarado el siglo de la mujer se hacía pensando en que había llegado el momento de un copilotaje, que hiciera posible la urgente humanización de este mundo nuestro.   

 

2021-09-24

24.-La sinrazón de la ideología de género

 

  




 Las huelgas internacionales de la mujer ponen de manifiesto que a medida que va pasando el tiempo la ideología feminazi va ganando terreno y hasta  la derecha acomplejada va rindiéndose a sus encantos o cuando menos no ofrece la resistencia que fuera de desear por aquello de lo políticamente correcto. El peligro que se cierne sobre nuestra sociedad es evidente y es hora ya de ir  desenmascarado los embustes de esta absurda bufonada. Lo califico así porque no deja de ser un disparate descomunal defender que las diferencias entre el hombre y la mujer no tienen su origen en la naturaleza, sino que son producto de la cultura, de los hábitos o costumbres y que todo depende de una cuestión personal. Sólo desde la más supina ignorancia se puede pensar así. 


Los recientes estudios neurofisiológicos nos ofrecen pruebas contundentes de la diferencia entre los sexos. Los análisis morfológicos llevados a cabo detectan ya desde el nacimiento diferencias orgánicas de musculatura, incluso estructuras cerebrales distintas tal como sostiene la famosa neurocientífica Sandra Witteson quien afirma sin ambages que el cerebro tiene sexo, ello hace que los hombres y mujeres nazcan ya con tendencias innatas , con inclinaciones y dotes naturales propias. Recientemente se acaba de descubrir que el componente cerebral responsable de la estimulación erótica es más sensible en el hombre que en la mujer. Desde el punto de vista anatómico cabe decir en general y sin entrar en más detalles que frente a la contextura flexible, delicada y blanda de la mujer , aparece la anatomía musculosa del hombre vigoroso y fuerte

Las diferencias genitales desde el punto de vista biológico y funcional vuelven a hablarnos de claras demarcaciones entre los sexos. No hace falta ser un cualificado ginecólogo para darse cuenta que los órganos masculinos y femeninos se complementan entre sí . Diríase que los unos están hechos para los otros, manifestándose una vez más el carácter de complementariedad entre ambos.

Los rasgos psicológicos del hombre y la mujer son también muy diferentes, nada más nacer, siendo ellos en definitiva los que explican muchos comportamientos, actitudes, formas de pensar y de sentir diferenciadosDesde siempre la psicología diferencial ha venido considerando a la mujer adornada de ciertas dotes y valores como pueden ser la paciencia , la abnegación, la ternura, la fina sensibilidad, mientras que al hombre le veía como un sujeto egocéntrico, independiente con capacidad de ejercer autoridad y mando. Las mujeres tradicionalmente han sido representadas por Venus y los hombres por Marte.

Todo esto y muchas cosas más suceden antes de que nadie les enseñe nada los niños y las niñas, ellos y ellas tienen sus preferencias lúdicas, y sus formas de entender la vida. Resulta oportuno traer aquí las palabras del escritor argentino Ernesto Sábato cuando dice : «Habrá siempre un hombre tal, que aunque su casa se derrumbe estará preocupado por el universo y habrá siempre una mujer tal, que aunque el mundo se derrumbe estará preocupada por su casa». En la diferencia de sensibilidades, no hay discusión posible.

.Por lo que respecta a las facultades superiores cabe decir que el entendimiento del hombre es calculador , frío y matemático en cambio el de la mujer se manifiesta en forma de presentimiento o intuición. La mujer para llegar a la comprensión de las cosas no necesita razonar , es como si se adelantara a la realidad de los acontecimientos y los viera antes de suceder, poseen una especie de radar capaz de captar objetos en medio de la oscuridad. En el campo de la afectividad las diferencias son, si cabe, aún más claras. En definitiva que hay sobradas razones para pensar que la diferencia entre los sexos es real, sin que con ello queramos decir que uno sea superior al otro. Simplemente son diferentes , son complementarios

Siendo las cosas así y no parece que puedan ser de otra manera, las consecuencias que se desprenden de ello son obligadas. No resulta difícil comprender que la familia necesita de un padre y de una madre, que el matrimonio necesita de un esposo y de una esposa, que la sociedad tiene necesidad de las aportaciones de los hombres y de las mujeres. ¡Qué mundo tan aburrido si los hombres fueran iguales que las mujeres! En una palabra que no tiene sentido pretender que las mujeres se conviertan en hombres y los hombres en mujeres. Si esto un día sucediera se rompería con equilibrio establecido por la propia naturaleza

Cuando se dice «que el hombre y la mujer no nacen sino que se hacen» no se está expresando una realidad lo que se está haciendo es defender los intereses a veces inconfesables de algunos colectivos minoritarios, aunque eso sí con mucha fuerza en nuestra sociedad, a los que no solamente se les respeta, sino que se les teme; porque su capacidad de influencia es enorme.

  Ha de quedar muy claro que estar  en contra de la ideología de género no quiere decir estar a favor de la discriminación de la mujer  en cualquiera de sus manifestaciones y para nada  impide defender  su igualdad en dignidad con respecto al hombre y sobre todo lo que ello significa  es ponerse de parte de todas aquellas mujeres que no quieren renunciar a su propia identidad negándose a sí mismas sino que quieren seguir siendo mujeres y no malas imitadores de hombre. Por igualdad bien entendida, esa que no desprestigia a la mujer, sino que la dignifica estamos todos.  Bienvenida sea la igualdad política, social, familiar, laboral, jurídica, empresarial, administrativa etc. que por derecho propio corresponde a la mujer. Bienvenida la igualdad de oportunidades , salarial, de derechos y deberes, bien están estas igualdades, pero sin que  ello implique la unificación de sexos sino su complementariedad. Hacer de la mujer un segundo varón es envilecerla. Menospreciar su legítima vocación a la maternidad, que es lo más excelso que posee el ser humano es un atentado contra su dignidad. Detrás de la cultura de genero o generismo,  se ocultan unas pretensiones oscuras que ponen en peligro la familia que siempre se ha visto como una institución necesaria que afecta esencialmente a la relación y convivencia social. La toxicidad de este tipo de ideología no deja de ser una amenaza para el género humano. No es extraño que muchas mujeres se sientan horrorizadas y piensen con Mª . Giovanna que la ideología de género es un suicidio para la mujer. Más aún la ideología de género, actualmente de moda, es la expresión de un cierto humanismo totalitario asociado a una oscura y siniestra interpretación de la sexualidad humana. Conviene reparar, eso sí,  que la ideología de genero no representa a todas las mujeres, sino solo a  las feminazis que son las que más gritan.

 

23´- La ideología de género aspira a dominar el mundo

 

 





Finalizada  la segunda guerra mundial y antes de que se produjera el derribo del muro de Berlin, Jean-Francois  Lyotard tomaba conciencia de que la sociedad europea había cambiado de rumbo. Los acontecimientos de uno u otro signo le hicieron ver que los grandes metarrelatos de la historia se habían agotado y con ello se ponía fin a la Modernidad . Una etapa de la historia llegaba a su fin y otra nueva comenzaba su andadura sin saber muy bien cual era su destino. Lo único que parecía claro es que los hombres habían aprendido la lección  de que las ideologías de otros tiempos ya no servían para los presentes y que teníamos que conformarnos con narrativas cortas que apuntaban no a la verdad omnímoda y absoluta sino a verdades fragmentadas conforme a  las exigencias de una sociedad pluralista donde los puntos de vista son múltiples y diversificados. Lyotard fue un visionario pionero que trató de alertarnos de que el mito de Sisimo empeñado en subir la piedra hasta la cúspide de la montaña era una aspiración que ya no servía para los hijos de la posmodernidad.

 En esta misma línea de pensamiento el pensador francés Francis Fukuyama daba por finalizadas la ideologías políticas, y a lo más que se podía llegar era  a pensar en un neoliberalismo difuso a expensas de la ideología de mercado. Así pareció verlo también Norberto Bobbio; pero de un tiempo a esta parte hemos sido testigos de novedosos acontecimientos. Actualmente todo trascurre muy de prisa y los cambios de perspectiva se suceden, de modo que cuando creíamos que el tiempo de las ideologías había pasado aparece en escena la ideología de genero con la aspiración universalista de imponerse a cualquier otro punto de vista y de constituirse en pensamiento único. Visto lo cual, uno, con todos los respetos a los grandes intérpretes de la historia contemporánea, comienza a dudar que hayamos llegado al final de las ideologías.  Hoy vivimos bajo el síndrome de  la igualdad de sexos que nos arrastra a posturas maximalistas, más allá de las directrices marcadas por la propia naturaleza. La identidad entre el sexo masculino y femenino se nos impone como un supuesto sobre el que hay que trabajar. Desde finales del siglo pasado el término sexo ha desaparecido para ser sustituido por el de genero dando a entender que las diferencias entre varón y mujer no existen, que la masculinidad y la feminidad son producto de la educación y de la cultura . Todo el mundo nace en un estado neutro y ha de ser decisión personal de cada cual optar por un sexo u otro.  Los únicos rasgos diferenciadores entre el hombre y la mujer son totalmente externos y vienen marcados por el género que no por el sexo por lo que jocosamente lo más que   podemos decir es que los hombres son mas-culinos mientras que las mujeres son mas-culonas. En esta dirección de indiferenciación sexual se ha venido trabajando durante los últimos años  hasta llegar a una construcción ideológica revolucionaria sin precedentes en la historia

 Ya  hace algún tiempo que Simone de Beauvoir dejó sentenciado en su famoso libro “ El segundo sexo” “que no se nace mujer sino que  se llega a serlo”. De siempre esta frase  fue  entendida como la expresión de un sentimiento reivindicativo, que intentaba proclamar la igualdad integral entre los sexos sin barreras genéticas de por medio. Nunca fue considerada como la conclusión bien probada de una seria argumentación filosófica, ni mucho menos como  fruto de una rigurosa comprobación científica. Nada de eso, detrás de esas palabras lo único que había era pura intencionalidad visceral, motivada eso sí, por un prolongado e injusto sometimiento de la mujer a lo largo de la historia. Lo que en realidad se pretendía era acabar con la triste situación de la mujer oprimida por el hombre secularmente personificada en el modelo patriarcal y para ello se pensó que nada mejor que acabar con el matrimonio , con la maternidad, con los roles de esposa, ama de casa y con todo aquello que nos recordara  de alguna forma la jerarquización familiar, hasta llegar a convertir a la mujer en un segundo hombre y poder así compartir con él su mismo rango y destino. Lo más lamentable de esta estrategia fue que no se supo distinguir entre desigualdad y diferencia entre separación y discriminación. Se pensó que todas las injustas situaciones que venía padeciendo la mujer a lo largo de la historia, tenían su origen en la diversificación entre los sexos. Lo triste ha sido que no se supiera comprender que la diferenciación sexual es sinónimo   de complementariedad y que para corregir las injusticias, agravios y atropellos históricos sobre la mujer no era necesario que la mujer  tuviera que renunciar a su identidad y dejar de ser mujer. Todo esto ha sido muy lamentable porque no puede haber mayor ignominia para la mujer que dejar de ser lo que por esencia le corresponde. No se supo comprender  en fin, que el mal no está en la diversificación de los sexos sino en la discriminación de los mismos

El caso es que estás semillas del feminismo rebosantes de radicalismo igulitario, lanzadas al viento por la filósofa francesa, fueron bien acogidas por muchas de las mujeres de su generación, dando origen a lo que ahora se conoce como la ideología de género que se ha convertido actualmente en un movimiento político-social con muchos intereses de por medio, sin duda. Existen lobbys y fuerzas ocultas dispuestos a dejarse la piel, porque es mucho lo que les va en ello. Se habla de que este movimiento forma parte de un plan internacional con el objetivo de  destruir no solo los valores cristianos sino  de imponer una visión contraria  a la milenaria cultura occidental. De hecho todos los gobiernos del mundo occidental están impulsando este tipo de ideología utilizando  mecanismos de imposición. Su presencia se hace notar en las escuelas, colegios y universidades, donde lo que priva es la educación unisex; en los parlamentos, donde se defiende con pasión la globalización del sexo; en los medios de comunicación que se han convertido en órganos al servicio de esta causa; en la sociedad o en las familias donde cualquier gesto diferenciador es interpretado como machismo, incluso en el mundo de la jurisprudencia se cuestiona la diversificación genética hasta el punto de quedar suprimidos del código civil los términos padre, madre , esposo, esposa. El plan de sus poderosos promotores  se está viendo recompensado y hoy día puede decirse que la mayoría de sus reivindicaciones forman parte de nuestro actual acerbo  cultural  hasta el punto de que  aquello que ayer parecía como absurdo e impensable hoy se ve con completa normalidad.  Se trata de una ideología en auge, la única que ha podido sobrevivir a la hecatombe posmodernista y que está poniendo en jaque a una estructura milenaria que hasta ahora venía sustentándose en la bipolaridad de los sexos.

El asunto es de tal calado que amenaza con cambiar de rumbo de la historia. Si esta ideología llegara a triunfar se produciría una subversión del orden mundial, las estructuras e instituciones hasta ahora consideradas de carácter natural cambiarían de signo y hasta la propia continuidad de la especie humana se vería afectada. La amenaza subyacente está ahí con todo lo que ello implica, no es un tema menor y de él debiéramos tomar conciencia urgentemente. Ya nos lo advirtió Benedicto XVI y nos lo vuelve a recordar ahora el Papa Francisco. Ciertamente, masculinizar el mundo supondría romper el equilibrio existente entre dos tipos de humanidad complementarios, llamados a entenderse. Hacer desaparecer a la mujer para convertirla en hombre es empobrecer la especie humana, es deshumanizarla y privarla de los elevados valores de la feminidad, es condenarla a vivir huérfana de maternidad . 

Naturalmente lo que a continuación procede es conocer las razones en que se fundamentan los postulados de la ideología de género y de ello trataremos en el próximo artículo

22.- El hombre y su mundo

 


 



Los humanos, además de naturaleza somos historia. Vivimos conformando nuestra singular personalidad a base de elegir unas posibilidades y dejar otras. Nos movemos en un mundo que al menos en parte es realización nuestra. La mundanidad y la temporalidad son ingredientes necesarios de nuestro humano vivir y también del escenario de nuestra histórica existencia 

Bertrand Russel comentaba sarcásticamente que el animal humano para ser la obra maestra de un Ser Omnipotente con tantos millones de años de experimentación no había sido una gran cosa que digamos, el resultado habría sido poco brillante. Lo que a mí me parece es que a medida que nos acercamos al misterio humano, vamos descubriendo que el hombre es un ser grandioso y singular, tanto que cualquier individuo, aún el más insignificante, vale más que una infinidad de mundos.

Innumerables son las definiciones que del hombre se han dado… Ninguna resulta satisfactoria. No porque sean falsas sino por que resultan ser insuficientes. Al final resulta que los hombres y mujeres somos siempre un algo más de lo que de nosotros se dice, porque nuestro proyecto humano permanece siempre abierto, inacabado. Siempre podemos llegar a ser algo más de lo que en un momento determinado somos. Agustín de Hipona decía que “el hombre es un ser siendo”. Tal como si dijéramos, que es un ser que nunca toca fondo, un ser que nunca acaba de ser lo que es. Es como si estuviéramos en tensión constante.

Es verdad que nacemos ya con una naturaleza específica que nos diferencia de todos los demás seres, pero no es menos cierto que esa naturaleza común está siempre a la espera de una realización personal. Con la personeidad se nace, en cambio la personalidad se adquiere decía Zubiri, a base de ir haciendo cosas y afrontando nuevas situaciones. En definitiva con nuestro comportamiento es como vamos escribiendo nuestra historia y eso es lo que vamos a dejar en herencia a los demás.

Tenemos que ir conformando nuestra propia vida y hay muchas formas de hacerlo. Frente a nosotros se abre un inmenso mundo de posibilidades, necesariamente tendremos que coger unas y dejar otras y este es precisamente el gran riesgo que corremos los humanos, pues podemos equivocarnos en la elección. Podemos incluso equivocarnos eligiendo no hacer nada. Hoy que tan de moda está la cultura del ocio, fácilmente puede asaltarnos la tentación de hacer el vago. Escuchamos por ahí decir a algunos que su máxima aspiración es que llegue el día que se pueda permitir el lujo de no hacer nada. Yo personalmente no quisiera que ese día llegara nunca para mí. De las mil posibilidades que cada día ofrece, me gustaría aprovechar una, aunque sólo fuera una. No se trata tampoco de hacer por hacer. No es suficiente con hacer algo, es preciso hacer bien lo que se hace. Mucho se podría decir al respecto.

Responsables somos de lo que hacemos y no tanto de lo que nos pasa. A veces nos suceden cosas que no queremos, ni hemos buscado. No está en nuestras manos conformar el curso de los acontecimientos en que nos vemos envueltos, esto es verdad, lo que sí depende de nosotros es la actitud con la que podemos enfrentarnos a ellos. Lo que haya de ser será. No está en nuestras manos elegir la carga que hemos de llevar; pero sí depende de nosotros robustecer los hombros para poder soportarla. Conocida de todos es la frase de Tagore “Si de noche lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”. Demos por descontado, que el infortunio tarde o temprano llamará a nuestra puerta, por eso mismo tendremos que aprender a llorar y tal vez como decía Unamuno ésta sea la suprema sabiduría.

Toda historia, también la del hombre requiere un escenario donde representarse. Los hilos de nuestra existencia se van entretejiendo dentro de un marco espacial y temporal. Un día fuimos arrojados al mundo y allí comenzó nuestro personal peregrinaje. Espacio y tiempo siempre han sido considerados condiciones inseparables de nuestra condición humana.

Nuestra corporeidad está en el origen de nuestra mundanidad. Nuestros sentidos, órganos o miembros corporales están pensados para ejercer su función en complicidad con el mundo exterior. Muchas reflexiones se podían hacer al respecto. Se puede hablar como lo hizo Max Scheler del puesto del hombre en el mundo y también se puede hablar del puesto del mundo en la vida del hombre como le gustaba decir a Julián Marías. Se cree y así es, de que los hombres ocupamos un lugar privilegiado en el mundo; si bien unos más que otros, pues aunque todos vivamos bajo el mismo cielo y nos alumbre el mismo sol, el entorno en que unos y otros nos movemos, es bien distinto, nuestros mundos al igual que las circunstancias que rodean nuestros “yos” son bastante diferentes. Para unos el mundo es un hotel de cinco estrellas, para otros no pasa de ser una choza. Hemos construido un mundo en el que mucha gente ha quedado excluida sin saber ya que hacer para seguir viviendo. Basta con decir que tres, sólo tres personas, acumulan en sus manos la riqueza equivalente a la de 48 países más pobres de la tierra. Nos quejamos de nuestro mundo y decimos que no nos gusta; pero en realidad este mundo no es otro que el que nosotros mismos hemos construido.

Inseparable de nuestra mundanidad está nuestra temporalidad. La vida no es otra cosa que proceso en marcha. Casi en forma de acertijo preguntaba Voltaire ¿ Cual es de todas las cosas del mundo la más larga y la más corta, la más rauda y la más lenta, la más divisible y la más extensa, sin la que nada se puede hacer, que devora lo pequeño y vivífica todo lo que es grande? No, no es el dinero. ¿Sabe alguien cual? Es el tiempo, que Platón define como la imagen móvil de la eternidad . Bella definición; pero con ella no queda desvelado el misterio que lo envuelve, así hablamos del pasado que ya no es, del futuro que todavía no ha llegado y del presente que antes de pronunciarlo se ha esfumado.

Los latidos del corazón del tiempo se nos escapan, como el agua entre las manos y aún con todo, nada podemos hacer sin él. Heidegger llega a decir del tiempo que es el fundamento ontológico de nuestra existencia. Es mentira eso que se dice por ahí de que el tiempo es oro. El tiempo es mucho más. Nikós Kazanzaki suplicaba un poco tiempo para concluir su obra. Poco antes de morir decía: El tiempo ha llegado a ser para mí el bien supremo: cuando veo a los hombres malgastar el tiempo, me dan ganas de ir a una esquina a tender la mano como un mendigo: dadme una limosna buenas gentes, dadme un poco de ese tiempo que perdéis, unos minutos, una hora… . Hoy, inmersos como estamos en la cultura despreocupada del “Carpe diem” sin apenas proyección de futro, convendría reparar en las responsabilidades que tenemos contraídas con nosotros mismos, con los demás y también con el mundo que nos rodea en orden a alcanzar aquellas metas personales y sociales en consonancia con nuestra condición humana




21.- Tiempos de crisis


 

                           

Esta sociedad nuestra que ha visto con indiferencia como se iban derrumbando los pilares de una cultura milenaria sin tener previsto nada que pudiera sustituirla, se siente ahora amenazada por una quiebra económica. Sin desear que esto se produzca, pienso que si ello acaba por resultar inevitable, al menos que sea un revulsivo capaz de hacer volver al hombre sobre sí mismo, que le ayude a recuperar su propia identidad y le haga pensar en otro tipo de esperanzas más firmes.

Rupturas, inseguridades, vacilaciones, innovaciones, desorientación son constitutivos de estos tiempos nuestros. Nos sentimos obligados a vivir de prisa contra-reloj, aunque no sepamos muy bien donde nos dirigimos. Todo parece cambiante y provisional, inexorablemente sometido a la ley del tiempo que todo lo trasforma. Es un hecho fácilmente constatable que el signo de la época que nos está tocando vivir, viene marcado por la aceleración y los cambios, apenas queda treguas para el necesario e imprescindible reposo. Los avances técnicos nos hacen vivir unos acelerones, cuyos ritmos son difíciles de acompasar. Apenas hemos asimilado nuevas formas de vida, tenemos que abandonarlas para adaptarnos a otras diferentes, lo peor de todo, es que inmersos en esta vorágine de acomodación tecnológica, no prestamos atención al desarrollo humano. Hemos llegado a hacer de la técnica el centro de nuestras aspiraciones olvidándonos de todo lo demás.

Nuestro mundo es un mundo materializado, hambriento de “autonomía” y de ”libertad”, El hombre moderno, a través del poder que le proporciona la técnica, aspira a ser dueño de su propio destino. Sus ansias de independencia le han llevado a cuestionar todo tipo de absolutos, sea en el terreno del conocimiento, la moral o la religión . El hombre ha asumido con gozo el llegar ser la medida de todas las cosas. Los valores, las instituciones, las creencias han de ajustarse a sus deseos, a sus caprichos, todo a merced de la subjetividad. Vive en permanente crisis, porque el hombre ha llegado a ser un problema para sí mismo. Si tuviéramos que hablar con propiedad, deberíamos decir que lo que se está produciendo, no son ya cambios en las diversas manifestaciones culturales, sino un cambio de época en toda regla.

El hombre moderno rico en lo técnico, pobre en lo humano se congratula de que hayan desaparecido todas las certidumbres, de que se hayan derrumbado todos los cimientos de una cultura milenaria y se siente satisfecho de que se vuelva reescribir la historia de la humanidad. Se trata de liquidar el pasado, para quedarnos sin referencias ni seguridades, sin absolutos ni certezas. Es la cultura del pensamiento débil, en la que nada es permanente y todo fluye de forma constante. A partir de la segunda mitad del siglo XX irrumpe con fuerza el sentimiento de que no hay más verdad que nuestras interpretaciones de la misma. Todo lo que podamos pensar o decir, incluso todo lo que creemos saber, no es más que pura interpretación. Bajo este horizonte de incertidumbre, la crisis generalizada en todos los órdenes tenía que llegar de forma inevitable, como así ha resultado ser. Ante esta situación de ausencia de cualquier tipo de verdad divina o humana, nos hemos ido acostumbrando a vivir el día a día, bajo el imperio de la provisionalidad, hemos llegado incluso a sumir el riesgo de no saber cómo será el despertar del nuevo día.

Para cualquier espectador de hace no más de un siglo el panorama que se contempla en nuestra sociedad industrializada hubiera sido impensable; pero a mí personalmente lo que más me sorprende, es que estos cambios tan radicales y profundos, que se han ido produciendo en los últimos años, no han sido motivo de ningún tipo de alarma generalizada, no ha habido reacción significativa ante mutaciones tan traumáticas, que han acabado por dejar a la sociedad a la intemperie.

Estamos asistiendo a un comportamiento generalizado de las conciencias que han asumido esta sustancial trasformación, como si fuera el resultado natural de un progreso cultural y humano, que es como muchos están empeñados en hacerlo ver. Hubiera sido motivo de escándalo; pero no lo es, el que desaparecieran las normas etico-jurídicas de la convivencia social o que se hayan removido las bases estructurales del matrimonio y la familia. Debiéra de resultar indignante para cualquier sensibilidad, el que no se respete la libertad educativa. Debiera verse como intolerable que no se respeten las convicciones religiosas, ni sus públicas manifestaciones, en países de milenaria tradición religiosa.

Tiempos de crisis, son los nuestros y también de desorientación, en los que las gentes parecen mirar para otra parte, porque lo que verdaderamente nos preocupa en los últimos tiempos es el bienestar material. ¿Qué sucederá ahora que la crisis según parece se va a hacer presente también en el terreno económico? Aquí sí que comienza a haber alarma social, la gente no sólo está preocupada por lo que se avecina, sino que está asustada. ¿ Qué va a pasar ahora?. Aquellas gentes que decía que no les importaba que el barco se hundiera, mientras las plataformas del surf económico les permitiera mantenerse en pie, a pesar del oleaje, puede que ahora, el cambio de dirección de los vientos les haga cambiar también a ellos de opinión.

No es que yo me alegre de la crisis económica, no; lo que si digo, es que a mí me hubiera gustado más, que nos hubiéramos preocupado más por otras crisis más sustanciales que desgraciadamente han ido pasando desapercibidas. Por otra parte ante lo que parece irremediable, prefiero ser positivo y no negativo, dispuesto estoy siempre, a aplicar la filosofía de aquel dicho popular que nos advierte, de que no hay mal que por bien no venga. De todo, en la vida se pueden extraer alguna aplicación positiva ¿ por qué no va a serlo ahora también, que comienzan a desplomarse los fundamentos económicos ?

Pudiera ser que esta crisis económica nos sirva de purga de tanto exceso sibaritista, de tanto empacho de bienestar material, tal vez obligue a las sociedades opulentas a probar el sabor de la austeridad, después de tanto derroche injustificado. A lo mejor esta crisis nos abre los ojos y nos damos cuenta de que vincular nuestra suerte al bienestar material, ni es tan constante ni tan definitiva como creíamos, por lo que en el futuro habrá que estar preparados por si vienen mal dadas. A lo mejor nos ayuda a todos a comprender que hemos de moderar nuestros afanes consumistas y que no es tan imprescindible cambiar el mobiliario del piso cada diez años y estrenar un nuevo modelo de coche cada cuadro. A lo mejor acabamos aprendiendo de que el dinero no lo es todo y nos damos cuenta de que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.

Ojalá que esta crisis nos sirviera para pensar en los demás, sobre todo en los más necesitados, haciendo converger todos los intereses personales en el bien común y universal dentro de un marco económico más equitativo y justo del que nadie quedara excluido. La presente crisis debiera hacernos más solidarios con los que nada tienen, puede que incluso nos ayude a humanizarnos y quien sabe si tal vez sea motivo para que reflexionemos de que las esperanzas puestas en el dios-dinero no debiera seguir siendo el último fundamento de nuestras vidas. Las gentes comienzan a preguntarse por el futuro de la humanidad y a mi este tipo de preguntas me gustan, porque el hombre ha de ser previsor y no vivir eternamente inmerso en el carpe diem.







2021-09-23

20.-Un presente sin pasado y sin futuro

 



Hemos llegado a creer que teniendo de nuestra parte la técnica y  la democracia lo tenemos todo: pero no es así  la democracia no es nada más que una herramienta como tantas otras.  A la democracia hay que llenarla de contenido y si no es así no es más que una cáscara vacía.      

 Para los estudiosos de la historia la tragedia de nuestro tiempo es que vivimos con intensidad el presente; pero nos hemos quedado sin pasado y sin futuro. La muerte de Dios y la muerte de la razón han llegado a ser portadoras de un virus mortífero con el que se ha contagiado la posmodernidad. Los metarrelatos o cosmovisiones que Lyotar sintetiza en cuatro: Cristianismo, Ilustración, Capitalismo y Marxismo han desaparecido, para dar paso a los no-relatos y así nos hemos ido acostumbrando a vivir en el vacío, cuestionando todo tipo de verdades heredadas, como dice Marshall Berman con la llegada del posmodernismo “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Una vez que las cosmogonías carecen de sentido, tampoco ha de tenerlo la historia.

Pasado el tiempo de los metarrelatos con lo único que contamos ya es con un conjunto de acontecimientos diseccionados, despiezados, sin sentido, sin una meta, sin una referencia, sin una teleología. Si el pasado no es aleccionador para nuestras vidas, entonces la historia resulta superflua, por tanto ha dejado de ser un valor que conviene conservar para convertirse en los escombros de un edificio viejo y en ruinas del que conviene deshacerse cuanto antes. ¿Para qué sirve entonces la conciencia histórica, para qué…?

 La pérdida de un Absoluto nos ha traído la ausencia de continuidad y de perspectiva en que pudiera fundamentarse la unicidad histórica. No nos queda más que lo inmediato, sin referencia alguna, lo cual supone en palabras de J. Baudrillard la liquidación de la historia. Nada tiene pues sentido y todo carece de importancia, llegamos así a un final sin historia. Es lo que tantas veces habíamos escuchado decir a Sartre y a Camus. “Todo es absurdo”. El hombre posmoderno es individualista, interesado sólo en el instante presente, un sujeto sin historia que ha cortado el cordón umbilical con el pasado. Como consecuencia inmediata de este desprecio por la historia estamos viendo como la vejez ha quedado devaluada y a los mayores se les niega un sitio en nuestra sociedad, porque lo que hoy se lleva es ser joven.

 Por otra parte, la desconfianza, fruto de muchos desengaños sufridos, tampoco nos permiten mirar al futuro con ojos esperanzados. Los sueños modernistas que hablaban de un desarrollo progresivo en el terreno de la moral y político, hasta alcanzar la plenitud humana, han quedado olvidados y en su lugar ha aparecido el desencanto. El posmodernismo trata de deshacerse de la herencia recibida; pero no tiene previsto una alternativa de repuesto. No le satisface el proyecto ideado por la modernidad; pero se muestra incapaz de diseñar un mundo mejor. Se dice que caminamos sin cartografía y sin brújula, conscientes de que estamos en el final de una época; pero sin saber todavía muy bien a donde nos dirigimos, el vaciamiento y la orfandad nos acompañan en nuestro caminar

 Los hijos de la posmodernidad después de haber sido testigos de unos acontecimientos trágicos no pueden seguir mirando al futuro con optimismo en la forma que lo hicieron los hijos de la modernidad. De la Ilustración a esta parte han pasado muchos cosas, llegando a pensar que los grandes sueños e ilusiones humanas, no estaban exentos de cierta ingenuidad. Un conjunto de acontecimientos como pueden ser las dos guerras mundiales, el holocausto judío, los gulags soviéticos.  El fracaso estrepitoso de la experiencia comunista, el Mayo francés de 1968, la caída del muro de Berlín, suponen un duro golpe a todas las ideologías. La desigualdad Norte –Sur nos impide hablar de fraternidad La gran depresión de 1929, la actual crisis económica, la corrupción, el paro y la mala gestión administrativa, han traído descontento y cara al futuro han engendrado desconfianza en el sistema político de corte modernista que está dando muestras inequívocas de agotamiento. Un conglomerado de cosas que hace que el hombre de hoy haya perdido la esperanza de futuro y se refugie en un presente provisional y anárquico para ser vivido a tope, y a ritmo vertiginoso, salpicado de proyectos a corto plazo, con contratos laborales pactados por semanas, meses o para un año, con planes políticos de desarrollo nacional que no van más allá de la legislatura vigente, ni siquiera el amor de la pareja es ya para toda la vida, sino mientras dure.

 Reflejo de este desarraigo es la moda al uso, bastante versátil, baladí y a veces, incluso, estrafalaria, sin que se sepa ya que inventar, las tendencias artísticas vanguardistas controvertidas y esperpénticas, no exentas de provocación y exhibicionismo, la arquitectura funcional o caprichosa, según y como, y en cualquier caso carente siempre de ornamentación, la pintura, escultura y literatura trasgresoras y atrevidas, la música estridente y ruidosa, sobre todo esa escandalosa música electrónica que no deja dormir al vecindario los fines de semana. En fin que todo resulta bastante banal, disperso o provisional, lo que nos permite hablar de una filosofía sin razón, de una historia sin pasado, de una religión sin fe y también de una estética puramente decorativa, sin esencia artística. Estos son los tiempos posmodernos que nos toca vivir

 Es así como nos hemos ido olvidando de los compromisos serios con la verdad, el bien o el sentido de la existencia humana; lo que importa ahora es vivir la vida. “Vive y deja vivir” es el lema de nuestro tiempo. Lo valioso en palabras de G. Vattimo, son los sentimientos, la diversión, el juego, la frivolidad, el placer. Lo que cuenta es ese presente efímero que hay que disfrutar plenamente porque nunca volverá”, o dicho de otra manera: estamos instalados en la cultura del Carpe diem. El hombre posmoderno viene de vivir muchas experiencias amargas. Alguien le ha comparado a Ulises, no al Ulises de las grandes hazañas y aventuras sin cuento, sino al Ulises en su regreso a Itaca, pues lo que ambos buscan es ya una vida placentera y tranquila, para holgar de los deleites de la vida, después de tanta decepción y desengaño. El hombre de hoy es consciente de que los esfuerzos por salvar al hombre, han servido de bien poco y no quiere, al menos por ahora volver a intentarlo. Al faltar convicciones fuertes, faltan también apuestas y decisiones arriesgadas, por eso lo que existe hoy es pasividad, lo que existe es apatía.

 Si la modernidad se había caracterizado por la muerte de Dios, la posmodernidad, según muchos, se caracteriza por la muerte del hombre, en el sentido de que desde el momento que es eliminada la razón, es eliminado también el sujeto cognoscente, incapaz ya de interpretar la realidad y de dar un sentido a la existencia; lo que equivale a decir que el hombre está muerto, con el mórbido consuelo, eso sí, de que poco es ya lo que le queda por perder

 Uno de los pocos compromisos serios del hombre pragmático de hoy es el que tiene con la sociedad del bienestar, reflejada en el sueño americano. A este tipo de aspiración es a la que nos estamos agarrando como a un clavo ardiendo, porque es la única que puede proporcionarnos ese tipo de felicidad canalla de la que habla Gustavo Bueno, con la que, según las estadísticas, se encuentran satisfechos un 80% de nuestros conciudadanos. ¡Qué horror…!

 Nadie discute que la razón técnico-científica nos haya llevado a una situación de desarrollo envidiable, en la que ahora nos encontramos. Con ella hemos llegado a alcanzar tasas altísimas de producción; pero también de un consumismo feroz, hasta ahora desconocido. En esta sociedad de la sobreabundancia ha hecho su aparición el hombre devorador de todo lo que pilla a su paso. Este consumista compulsivo ha elevado el bienestar a la categoría de ideología y ha hecho del disfrute de la vida su particular religión. Es cierto que hemos alcanzado niveles de civilización inimaginables pocos años atrás, que gracias al desarrollo técnico estamos disfrutando de beneficios innumerables por lo que debiéramos sentirnos seres privilegiados; pero no lo es menos que la excesiva tecnificación nos está costando un alto precio en forma de amenaza nuclear y devastación ecológica

19.- Pincelada sobre la posmodernidad

 



Vivimos tiempos de innovación como nunca los hubo a lo largo de la historia. Ha muerto la razón , ha muerto todo aquello que podía darnos algún tipo de estabilidad para quedarnos con un presente frágil e inconsistente sin referencias de pasado y sin esperanzas de futuro. Es  así como nos hemos ido acostumbrando a vivir en el vacío.

 Marshall Berman decía que “con la llegada de la posmodernidad todo lo sólido se desvanece en el aire”. La  pérdida de un Absoluto nos ha traído la ausencia de continuidad y ya no existe perspectiva en que pudiera fundamentarse la unicidad histórica. No nos queda más que lo inmediato, sin referencia alguna, lo cual supone en palabras de J. Baudrillard la liquidación de la historia. Nada tiene pues sentido y todo carece de importancia. Triste final de la historia.  Es lo que tantas veces habíamos escuchado decir a Sartre y a Camus. “Todo es absurdo”. El hombre posmoderno es individualista, interesado sólo por el instante presente, un sujeto sin historia que ha cortado el cordón umbilical con el pasado diluido del que sólo quedan residuos en forma de acontecimientos diseccionados, despiezados, sin sentido, sin una meta, sin una teleología. Un pasado así ya no puede ser referencia aleccionadora para nuestras vidas. La historia queda convertida así en un cementerio de acontecimientos desconexionados que ya nada nos aportan ¿Para qué sirve entonces la conciencia histórica, para qué…?

Por otra parte, la desconfianza, fruto de muchos desengaños sufridos, tampoco nos permiten mirar al futuro con ojos esperanzados. Los sueños modernistas que hablaban de un desarrollo progresivo en el terreno de la moral y político, hasta alcanzar la plenitud humana, han quedado olvidados y en su lugar ha aparecido el desencanto. Dos títulos pueden ser indicadores de lo que estoy diciendo. “Era del Vacío” de Gilles Lipovetsky y “ Pensamiento débil de G. Vattimo. Nuestra época queda caracterizada como la de una Ontología sin verdades, sin certidumbres, sin valores, sin sentido, sin capacidad de interiorización. El posmodernismo que ha renegado de la herencia recibida no tiene prevista una alternativa de repuesto. Se dice que caminamos sin cartografía y sin brújula, conscientes de que estamos en el final de una época; pero sin saber todavía muy bien a donde nos dirigimos, el vaciamiento y la orfandad nos acompañan en nuestro caminar.                                                                                                               Los hijos de la posmodernidad después de haber sido testigos de unos acontecimientos trágicos no pueden seguir mirando al futuro con optimismo. Desde la Ilustración han pasado muchos cosas y los hombres y mujeres del siglo XXI han perdido la inocencia, llegando a pensar que los grandes ilusiones engendrados por la diosa razón no estaban exentos de cierta ingenuidad y que la  bondad natural del hombre no era más que un sueño. Todo un conjunto de acontecimientos como pueden ser las dos guerras mundiales, el atentado a las torres gemelas en Manhattan, El 11 de Sept. “2001 el atentado del 11 M. 2004 en Atocha, hace muy difícil seguir creyendo en la bondad natural del hombre. El fracaso estrepitoso de la experiencia comunista, la caída del muro de Berlín, suponen un duro golpe a todas las ideologías. La desigualdad Norte –Sur  por mucho cinismo que  le echemos, nos impide hablar de solidaridad y fraternidad. La actual crisis económica, la corrupción, el paro y la mala gestión administrativa, está engendrando desconfianza en el sistema político de corte modernista liberal. Un conglomerado de cosas que hace que el hombre de hoy haya perdido la esperanza de futuro y se refugie en un presente provisional y anárquico para ser vivido a tope, y a ritmo vertiginoso, salpicado de proyectos a corto plazo, con contratos laborales pactados por semanas, meses o para un año, con planes políticos de desarrollo nacional que no van más allá de la legislatura vigente, ni siquiera el amor de la pareja es ya para toda la vida, sino mientras dure.                                                                                                      Reflejo de este desarraigo es la moda al uso, bastante versátil, baladí y a veces, estrafalaria, sin que se sepa ya que inventar, las tendencias artísticas vanguardistas controvertidas y esperpénticas, no exentas de provocación y exhibicionismo, la arquitectura funcional o caprichosa, según los casos, la pintura, escultura y literatura trasgresoras y atrevidas, la música estridente y ruidosa, sobre todo esa escandalosa música electrónica que no deja dormir al vecindario los fines de semana. En definitiva que todo resulta bastante banal, disperso o provisional, lo que nos permite hablar de una filosofía sin razón, de una historia sin pasado, de una moralidad sin ética, de una religión sin fe y también de una estética puramente decorativa, sin esencia artística. Estos son los tiempos posmodernos que nos toca vivir                                                             Es así como nos hemos ido olvidando de los compromisos serios con la Verdad, con el Bien  y ni siquiera se da por seguro que éstos existan. El sentido de la existencia humana debiera ser motivo de alguna reflexión; pero nadie se acuerda de estas cosas, lo que importa ahora es vivir la vida. “Vive y deja vivir” es el lema de nuestro tiempo. Lo valioso en palabras de G. Vattimo, son los sentimientos, la diversión, el juego, la frivolidad, el placer. Lo que cuenta es ese presente efímero que hay que disfrutar plenamente porque nunca volverá”, o dicho de otra manera: estamos instalados en la cultura del Carpe diem. El hombre posmoderno viene de vivir muchas experiencias amargas. Alguien le ha comparado a Ulises, no al Ulises de las grandes hazañas y aventuras sin cuento, sino al Ulises en su regreso a Itaca, que está de vuelta de todo , a quien sólo le interesa la vida placentera y tranquila, para holgar de los deleites de la vida, después de tanta decepción y desengaño. El hombre de hoy es consciente de que los esfuerzos por salvar al hombre, han servido de bien poco y no quiere, al menos por ahora volver a intentarlo. Al faltar convicciones fuertes, faltan también apuestas y decisiones arriesgadas, por eso lo que existe hoy es pasividad, lo que existe es apatía.   Si la modernidad se había caracterizado por la muerte de Dios, la posmodernidad, según muchos, se caracteriza por la muerte del hombre, pues eliminada la razón es eliminado también el sujeto cognoscente.                                                                                       Uno de los pocos compromisos serios del hombre pragmático de hoy es el que tiene con la ciencia; pero se trata de una ciencia de resultados prácticos, tecnificada, comercializada, ésa que puede dar respuesta solo a las necesidades materiales. Una ciencia capaz de alargar la vida, de producir trenes de alta velocidad, coches más seguros y confortables, de sacar al mercado móviles y productos digitales cada vez más sofisticados, una ciencia, en fin, convertida en instrumento eficaz al servicio de la sociedad del bienestar, reflejada en el sueño americano. A este tipo de ciencia es a la que nos estamos agarrando como a un clavo ardiendo, porque es la única que puede proporcionarnos ese tipo de felicidad  ramplona y canalla.                                                   Nadie discute que la razón técnico-científica nos haya llevado a una situación de desarrollo envidiable; pero también a un consumismo devastador. Ha hecho su aparición el hombre devorador de todo lo que pilla a su paso y a quien Eric Fromm le dedica estas certeras palabras. “Es el consumidor eterno; que se traga bebidas, alimentos, cigarrillos… Consume todo, engulle todo. El mundo no es más que un enorme objeto para su apetito, una gran mamadera, una gran manzana, un pecho opulento”. Este consumista compulsivo ha elevado el bienestar a la categoría de ideología y ha hecho del disfrute de la vida su particular religión. La excesiva tecnificación nos está costando un alto precio en forma de amenaza nuclear, de deshumanización y de desestabilización ecológica.

18.- La Verdad y el Bien existen


                                         


                                                             


Hablar de regeneración moral o dignificación de las personas, implica necesariamente que se comience por reconocer la existencia de la Verdad y El Bien, como valores absolutos, objetivos, válidos en sí mismos, independientemente de los gustos y las voluntades de los hombres. No hacerlo así es colocarnos en una pendiente que sólo puede conducir al abismo. 

Siempre se ha pensado que el deseo de Felicidad era una de esas aspiraciones universales que hermanan a los hombres. Felices quieren ser los pobres, los ricos, los blancos, los negros, felices queremos ser todos. Algo parecido sucede con la Verdad y el Bien, a todos nos gusta estar en posesión de la verdad, a todos nos gusta que las gentes nos consideren personas de bien, por eso a lo largo de los siglos los hombres nos hemos venido preguntado que es la felicidad y donde encontrarla, a lo largo de los siglos las mentes se han venido preguntando cual es la Verdad de las cosas y donde está el Bien. 

En torno a estas cuestiones fundamentales ha habido quienes han encontrado respuestas positivas; pero también ha habido gentes que no han podido superar las dudas e incertidumbres. El sí y el no de la verdad de las cosas ha sido una constante histórica que ha venido alimentando la tensión agónica del pensamiento humano. Desde tiempos de Sócrates han existido hombres dispuesto a morir por la verdad, mientras otros pensaban que el mundo de las ideas no pasaba de ser un juego de sutiles recursos dialécticos. En cualquier caso el ser o no ser de las cosas ha sido y seguirá siendo la cuestión fundamental en la vida de los hombres. Cuestión fundamental, digo, porque de ella depende todo lo demás. 

A lo que parece la cultura de nuestro tiempo se muestra preocupada tan solo por las verdades provisionales y concretas de la vida real, aquellas que pueden traducirse en mayor bienestar material y que se rigen por criterios de utilidad y conveniencia, hasta el punto de llegar a identificar lo verdadero con lo útil, en cambio se ha dejado de prestar atención a ese otro tipo de Verdades Trascendentes que afectan a la esencialidad del hombre y en las que nos jugamos nuestro destino. Aún así el hecho es que el hombre sigue ahí con sus problemas e interrogantes de los que nunca va a poder desembarazarse en tanto no disponga sus oídos a escuchar la voz que le llega desde lo más profundo de su ser, por encima de fanatismos infundados y del relativismo corrosivo, convertido hoy en la corriente de moda y por ello considerado por algunos como la enfermedad más grave que padece la sociedad europea en el momento actual. 

A mí me gustaría comenzar diciendo que la verdad del hombre y de las cosas existe, que está ahí, que su descubrimiento es cosa de todos y que nadie excepto Dios es poseedor absoluto de las mismas. Éste es un terreno en el que nadie puede arrogarse monopolios exclusivistas, nadie debiera pensar que de un lado está todo el mal y error y del otro toda verdad y bien. Me gustaría decir que nuestros logros en el campo del saber son siempre parciales, decir también que las verdades no son todas de la misma naturaleza y que lo mismo que se puede hablar de verdades universales e intemporales se puede hablar de verdades del aquí y el ahora. Verdades que pueden ser las tuyas y verdades que pueden ser las mías, en consonancia con nuestra libertad, verdades que pueden serlo para unas culturas y verdades que pueden serlo para otras, de modo semejante a como sucede con las leyes positivas. Más aún, todo esto puede ser así porque existe la Verdad en referencia a la cual nuestras verdades pueden serlo también. Esta Verdad referencial, plena y absoluta es la que se nos ofrece a los hombres como una meta y nunca como una completa posesión 

Nuestras representaciones del mundo no agotan nunca su complejidad, siempre son versiones incompletas de una realidad sobrecogedora que nos trasciende y a la que sólo podemos acceder desde nuestra perspectiva personal. A nadie debiera resultarle preocupante escuchar cosas como éstas. 

Ya desde tiempos de la Escolástica se viene repitiendo a modo de axioma gnoseológico que todo lo que mentalmente se recibe al modo del recipiente es recibido, lo que sin duda alguna nos alerta de que nuestro conocimiento, en parte, depende del sujeto que conoce y seguramente también del tiempo y el lugar en que éste se encuentre, algo en lo que Kant posteriormente habría de cargar desmesuradamente los tintas y que ahora dejamos fuera de nuestra consideración, para prestar atención a unas palabras suyas que nos hablan de que el hombre no puede saltar sobre su propia sombra sin trascender su capacidad de conocimiento humano aunque ello no obsta para que el hombre pueda progresar cognitiva y moralmente. Nada de esto debiera resultar preocupante, más aún de alguna forma todas las filosofías estarían dispuestas a asumirlo y no está mal que así sea, siempre y cuando queden a salvo los derechos de esa Verdad que nos trasciende y a la que aspiramos según nuestros modos humanos. Lo mismo podíamos decir de nuestros bienes y bondades, lo son como participación del Bien Absoluto y pleno que está en Dios. 

Buscar la verdad no crearla es la tarea común de todos los hombres y culturas. Aspirar al Bien y no inventárnoslo es lo que corresponde a nuestra humana condición. En el camino hacia estas metas, los hombres todos, estamos llamados a encontrarnos. En la naturaleza de nuestro propio ser podemos encontrar lo que andamos buscando, en ella está el verdadero fundamento de nuestra dignidad de hombres que a todos nos iguala. Desaparecidos del horizonte humano la Verdad y el Bien que puede orientarnos, ya sólo queda la duda y el capricho al servicio del interés personal. Desde que allá por los comienzos del siglo pasado William James identificara la verdad con la utilidad, hemos visto como en la sociedad del bienestar lo único que cuenta son los éxitos, son los resultados. Preguntad qué es la verdad en el mundo de las finanzas, preguntad a los estadistas cual es lo políticamente correcto, preguntad a la gente de la calle donde está la verdad de sus vidas. Perdida la pasión por la verdad el hombre ha dejado de ser lo que debería ser y todo está amenazando ruina. Mientras la Verdad y el Bien no queden rehabilitados, todos los intentos que se hagan por dignificar al hombre están condenados al fracaso


17.- "Y dijimos que estaba bien."

 

 


En la entrevista que le hicieron a Anne Graham en el Early Show, Jane Clayson le preguntó: “¿Cómo pudo Dios permitir que sucediera esto?“ (se refería a los ataques del 11 de septiembre). Anne Graham dio una respuesta sumamente profunda y llena de sabiduría, que merce ser recordada.

Dijo:

             “Al igual que nosotros, creo que Dios está profundamente triste por este suceso, pero durante años hemos estado diciéndole a Dios que se salga  de nuestras escuelas, que se salga de nuestro gobierno y que se salga de nuestras vidas ... siendo el caballero que Él es, creo que se ha  retirado tranquilamente. ¿Cómo podemos esperar que Dios nos dé Su bendición y Su protección cuando le hemos exigido que nos deje estar solos?”

A la luz de ciertos sucesos recientes... ataques de terroristas, balaceras en las escuelas, etc., creo que todo comenzó cuando Madeleine Murria O'Hare se quejó de que no quería que se rezara en nuestras escuelas, y dijimos que estaba bien.  Ella fue asesinada y hasta hace poco que se descubrió su cuerpo.

Luego alguien dijo que mejor no se leyera la Biblia en las escuelas... la Biblia dice no matarás, no robarás, amarás a tu prójimo como a ti  mismo. Y dijimos que estaba bien.

Luego el Dr. Benjamín Spock dijo que no debíamos pegarle a nuestros hijos cuando se portan mal porque sus pequeñas personalidades se truncarían y podríamos lastimar su autoestima. Dijimos que los expertos saben lo que están diciendoY dijimos que estaba bien. El hijo del Dr. Spock se suicidó.

 Luego alguien dijo que los maestros y directores de los colegios no deberían disciplinar a nuestros hijos cuando se portan mal. Los administradores de las escuelas dijeron que más valía que ningún miembro de la facultad de las escuelas tocara a ningún estudiante que se porte mal porque no queremos publicidad negativa y por supuesto no queremos que nos vayan a demandar (hay una gran diferencia entre disciplinar, tocar, golpear, cachetear, humillar, patear, etc.). Y dijimos que estaba bien.

Luego alguien dijo, dejemos que nuestras hijas aborten si quieren, y ni siquiera tienen que decirles a sus padres. Y dijimos que estaba bien.

 Luego uno de los consejeros del consejo de administración de las escuelas dijo: ya que los muchachos siempre van a ser muchachos y de todos modos lo van a hacer, démosle a nuestros hijos todos los condones que quieran para que puedan divertirse al máximo, y no tenemos que decirle a sus padres que se los dimos en la escuela. Y dijimos que estaba bien.

 Luego algunos de nuestros principales funcionarios públicos dijeron que no importa lo que hacemos en privado mientras cumplamos con nuestro trabajo. Estuvimos de acuerdo con ellos y dijimos: no me importa lo que nadie -incluyendo el Presidente- haga en su vida privada mientras yo tenga un trabajo y la economía esté bien. Y dijimos que estaba bien

  Luego alguien dijo vamos a imprimir revistas con fotografías de mujeres desnudas y decir que esto es una apreciación sana y realista de la belleza del cuerpo femenino. Y dijimos que estaba bien.

Y luego alguien más llevó más allá esa apreciación y publicó fotografías de niños desnudos, llevándola aún más allá cuando las colocó en Internet. Y dijimos que estaba bien. Ellos tienen derecho a su libertad de expresión.

Luego la industria de las diversiones dijo, hagamos shows por televisión y películas que promuevan lo profano, la violencia y el sexo ilícito. Y dijimos que estaba bien.

Grabemos música que estimule las violaciones, las drogas, los suicidios y los temas satánicos. Y dijimos, no es más que diversión, no tiene efectos negativos, de todos modos nadie lo toma en serio, así que adelante. Y dijimos que estaba bien.

 Ahora nos preguntamos:

        ¿por qué nuestros niños no tienen conciencia,

       por qué no saben distinguir entre el bien y el mal,

       y por qué no les preocupa matar a desconocidos, a sus compañeros de escuela, o a ellos mismos?

Probablemente, si lo pensamos bien y despacio, encontraremos la respuesta.Todo tiene que ver con que  “LO QUE SEMBRAMOS ES LO QUE RECOGEMOS”.

Es curioso cómo la gente simplemente manda a Dios a la basura y luego se pregunta ¿por qué el mundo está en proceso de destrucción?

Es curioso ver cómo creemos lo que dicen los periódicos, pero cuestionamos lo que dice la Biblia

Es curioso cómo hay artículos lujuriosos, crudos, vulgares y obscenos que circulan libremente por el ciberespacio

... pero la conversación de Dios en público se suprime en las escuelas, en los espacios de trabajo y a veces hasta en el hogar.

 

127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...