2024-03-08

2017.-Vivir la vida se ha convertido en el lema de nuestro tiempo.

 


El afán de superación del ser humano ha sido una constate en el trascurrir de la historia, en base a ello se han ido fijando metas orientadas a la consecución de nobles ideales, presididos por la Verdad, el Bien y la Belleza. Cada época histórica ha quedado sellada con una impronta que le define como tal. El periodo clásico Greco-Romano estuvo marcado por la búsqueda de la Verdad, la Edad Media por el Bien y a partir del Renacimiento asistimos a un proceso progresivo de apertura a la Belleza, que adquiere el mismo rango que la sabiduría. Verdad, Bien, Belleza, como trascendentales, que son del “Ser” han estado siempre ahí para dar sentido a la vida de los hombres y mujeres, así hasta que llegaron los nuevos tiempos actuales en que se rompe con el pasado y los planteamientos son ya completamente diferentes; como dijera Marshall  Berman: “Con la llegada de la posmodernidad todo lo sólido  se desvanece en el aire”  

El cambio producido no ha sido por exigencias de una nueva alternativa cultural que viniera apretando y pidiendo paso, sino porque se tomó la decisión de prescindir de todo lo anterior, haciendo borrón y cuenta nueva, para comenzar desde el principio como si nada hubiera sucedido.  Simple y llanamente se metió la piqueta y de lo anterior no quedó títere con cabeza. Algo así, como quemar las naves sin tener otras de repuesto.  Todos sabemos que el demoler es bastante más fácil que construir y lo que costó muchos siglos en consolidarse pudo ser barrido en cuestión de décadas 

Hasta tal punto esto es así, que todos los absolutos pasaron a ser, peyorativamente considerados, abstracciones metafísicas irreales, por no decir, pura fabulación de tiempos pasados, “sine fundamento in re”. El escenario en que actualmente nos encontramos, ha quedado bien descrito por nuestros mejores intérpretes, quienes nos aseguran que vivimos en un mundo virtual, en el que la realidad ha sido sustituida por las representaciones y  los sentimientos. “La “posmodernidad,” la era que nos ha tocado vivir, es conocida también como “la posverdad” y con esto está dicho todo. Lyotard la identifica con “la provisionalidad”, Vattimo con “el pensamiento débil, Derrida con “la desconstrucción”, Bataille con el “pensamiento cansado”, Bauman  con “el pensamiento líquido”   y Lipovetski  la califica como “La era del Vacío”, donde  “todo vale” que es  tanto como decir que “nada vale”, porque cuando  se dice que “todo vale” es porque hemos hecho desaparecer los límites fronterizos que separan lo objetivamente valioso de lo que no lo es. 

 Después de haber desertado de la razón y de las realidades metafísicas que les eran connaturales, ya solo nos quedaban dos salidas posibles: una la del existencialismo nihilista y desesperanzado, que se perdía por los caminos del absurdo,  en que nada tiene sentido  y  la otra, por paradójico que parezca, era encontrar sentido a la vida en ese presunto “sin-sentido”  y  tratar de vivir gozosamente nuestra contradictoria libertad, sin ningún tipo de cortapisas. Precisamente ésta habría de ser la última razón por la que se echó por la borda la objetividad de estos tres supremos valores metafísicos, quedando a expensas de la subjetividad de los hombres, quienes a partir de este momento pasarían a ser sus creadores, convirtiéndose así en “la medida de todas las cosas”.  Una vez conseguido ser dueños y señores, sin estar sometidos a nada ni a nadie es cuando podían considerarse absolutamente libres para pensar, hacer y ser lo que les viniera en gana, tal como pronosticaran Dostoyevski y Sartre, al decir : Muerto Dios, fundamento de toda realidad y orden, todo estaría ya permitido y esto es precisamente lo que ha sucedido. De estar sometidos a la los deberes y preceptos trascendentales, se pasó a "prohibir toda prohibición que nos viniera impuesta", para quedarnos  a  expensas de un libertarismo tóxico.

 A partir de entonces la Verdad Absoluta y Omnímoda, ésa que se impone a  todos y en   cualquier circunstancia, comenzaría a ser vista  como el  enemigo público número uno a batir, porque si tal verdad existiera, entonces el acomodarse a ella sería una exigencia de todo punto necesaria  y ya no podríamos pensar, ni  discernir, ni legislar, ni colorear la realidad como a  cada cual le  viniera en gana; de modo que se decidió  prescindir de ella,  sin reparar siquiera que con  esta argucia nos estábamos haciendo trampas a nosotros mismos.  

 Partiendo de esta situación artificialmente creada, de lo que se trataba era de aprender a ser incondicionalmente libres, en medio de un vacío sobrecogedor.  El lema para nuestro mundo habrá de ser a partir de ahora éste: “Vive la vida y deja vivir”, que se traduce por sacar todo el jugo posible al momento presente y no dejar para otro día lo que pueda disfrutarse hoy. Nada de trascendentalismos, nada de previsiones, nada de ahorros, nada de guardar para mañana y sobre todo no desaprovechar la ocasión que se nos ponga a tiro, pues con vivir el día a día es ya suficiente.

Si importante es vivir la vida a tope, lo es tanto o más, dejar en paz a los demás, permitiéndoles disponer alegremente de su propia vida y esto por pura razón de conveniencia personal, tal como corresponde al individualismo egoísta, característico de los hombres de nuestro tiempo. Para que nadie me moleste a mí, tengo yo que comenzar por no molestar a nadie.  No metiéndome yo en la vida de los demás, tengo asegurado que los otros tampoco se entrometan en mis asuntos y “acaben haciéndome la pascua”. De este modo tan práctico y expeditivo la convivencia queda garantizada.  Sin duda que otra consigna de vida como por ejemplo: “Vive y ayuda a vivir a los demás” hubiera resultado ser más altruista y solidaria, pero ya implicaría un serio compromiso y esto no va con los nuevos tiempos.

  Está claro que la nuestra es la época del pensamiento débil, con carencias metafísicas, sin bases sólidas, que puedan servir como puntos de referencia, y sin creencias religiosas arraigadas;  como dice Gille Lipovetski, de :“ Todos los grandes valores  y finalidades que organizaron las épocas pasadas se encuentran progresivamente  vaciadas de  sustancias “. Como consecuencia de esta desertización han desaparecido los principios universales, las profundas convicciones, y el hombre se ha visto empobrecido, quedando reducido a su dimensión puramente biológica, que solo le permite aspirar a un tipo de bienestar materialista, canalla y ramplón, consistente en la satisfacción de los instintos más elementales y primitivos. Lo curioso del caso es que aquí casi nadie siente ningún tipo de nostalgia por todo lo perdido, ni parece echar de menos todo lo que le falta. Digamos que nuestro mundo se siente a gusto y complacido tal como nos lo recuerda el citado autor:  Dios ha muerto, las grandes finalidades se apagan, pero a nadie le importa un bledo, esta es la alegre novedad.“  Así es, el hombre de hoy  no tiene ningún cargo de conciencia  y se siente gozosamente resignado  con lo que tiene, sin  ningún tipo de nostalgia por haber  tenido que renunciar a los sueños del espíritu.

 Al final “vivir la vida”  a salto de mata sin más, puede resultar ser un ejercicio sin mayores  complicaciones, pero también sin otras compensaciones que no sean las de ir tirando como buenamente se pueda, hasta que el cuerpo aguante. Es como el pasajero que emprende un viaje sin destino sin saber “por qué” ni “para qué” con el solo propósito de ir disfrutando de cuanto encuentra en el camino, pero sabiendo muy bien que después de la última curva no va a vislumbrar meta alguna que suponga un dichoso colofón a su aventura. Nada de esto parece preocupar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo quienes al ver llegar el final de su periplo, se dan por satisfechos de poder decir serenamente que nadie sino ellos mismos  fueron  los dueño de su  propio destino y en el momento en que todo haya pasado, solo aspiran a que “la tierra les sea leve”

 

2016.-Los curas de La Sacristía de la Vendée se rebelan contra lo políticamente correcto

 


La Sacrista de la Vendée es como se conoce a la tertulia sacerdotal contrarrevolucionaria semanal, que se emite todos los jueves a las 19 h. a través de You-tube y  que está integrada por varios sacerdotes, algunos de ellos pertenecientes a la archidiócesis  de Toledo, entre los que se encuentra el P. Rodrigo Menéndez Piñar, nieto de Blas Piñar, uno de los parlamentarios más brillantes y honestos que haya tenido España,

La cuestión es que dicha tertulia ha pasado al primer plano de actualidad por el hecho de que en el trascurso de la misma, el sacerdote Gabriel Calvo se expresó en estos términos “ Yo rezo mucho por el papa, para que pueda ir al cielo cuanto antes”, manifestación, que en forma semijocosa, fue compartida por otros contertulios. Esto fue todo. La noticia ha originado una enorme escandalera que está siendo aprovechada para desprestigiar  a este colectivo. No seré yo quien trate de juzgar a este grupo de sacerdotes intachables, respetuosos con la doctrina de la Iglesia, sumisos a la autoridad del papa y que tienen por lema “Ubi Petrus, ibi Ecclesia”. Lo que sí que me gustaría es tratar de aclarar ciertos extremos.  Veamos

¿Es tan grave lo de estos curas tertulianos de la Sacristía de Vendée? En realidad este deseo  fue la oración preferida de muchos santos dirigida a Dios  ¿No fue Sta. Teresa la autora del bello y elevadísimo poema de “Muero porque no muero”. A lo mejor, precisamente ésta  sea también  la súplica, que él mismo Francisco dirige  a Dios todos los días. Solo cuando se tiene una fe y esperanza frágiles puede decirse que “el cielo puede esperar y aunque en la casa del Padre se esté muy bien en ninguna se está mejor que en la casa propia”. Seguramente que si en su lugar hubieran dicho que rezan a Dios para que Francisco permanezca encadenado a una silla de ruedas durante una larga vida, purgando como todo ser humano, por sus faltas de acción u omisión, por sus silencios o incontinencias verbales, también les hubieran criticado ésos que ven con tan buenos ojos la eutanasia y es que esto de rezar  por los demás se ha vuelto complicadísimo y si no que se lo pregunten a quienes acuden a las clínicas abortivas para pedir por las víctimas inocentes y por sus madres.

Sea como fuere,  el hecho es que y el arzobispo de Toledo  se ha dado prisa para llamarles al orden y apercibirles  muy seriamente y a mi me gustaría saber si la jerarquía eclesiástica está midiendo a todos por el mismo rasero, porque según parece  a los de casa se les amonesta rápida y contundentemente,  mientras que ante quienes van diciendo por ahí que “la iglesia que más ilumina es la que arde” y ante los “asaltacapillas”, la actitud es ponerse de perfil y lo único que se les ocurre decir, es que hay que ser comprensivos y tolerantes porque todos alguna vez hemos sido jóvenes e impulsivos.

Cierto que lo ocurrido en la tertulia de la Sacristía de Vendée ha producido un gran revuelo social, pero cabe preguntar ¿quíenes son los que se han escandalizado? Pues aunque parezca paradójico han sido los anticlericales  de siempre y los pseudoprogresistas de izquierdas que defienden la eutanasia y a los que nunca se les ha oído una palabra de reproche contra los abyectos asesinos de miles de sacerdotes y religiosos y de no pocos obispos durante la década de los años treinta . ¿ Puede caber mayor cinismo?

No nos engañemos; el episodio puramente anecdótico de  La Sacristía de Vendée, del cual  ya se han disculpado los responsables, no es más que un mero pretexto para seguir masacrando  a quienes se resisten al pensamiento único. El problema de fondo, según yo creo, no está en que se rece o se deje de rezar sino que la cuestión  está en quienes lo hacen. Esta es la  clave para entender lo que está pasando. En el caso que nos ocupa se trata de un colectivo de sacerdotes tildados de ultraconservadores, fachas, defensores a ultranza de los valores tradicionales de la España eterna, admiradores de Franco al que consideran un cristiano ejemplar  y promotores del imperio de Cristo Rey  en todos los órdenes de la vida, tanto privada como pública y claro está, ante la mirada de los guardianes del orden establecido, esto no se corresponde con lo políticamente correcto, razón por la cual la tertulia contrarrevolucionaria de estos  valientes sacerdotes ha comenzado a crear cierta alarma social ¿Cómo no va a crearla?  Si estamos viviendo bajo un régimen de despotismo encubierto en donde la libertad de expresión es una engañifa y quienes se salen del guion  están ya proscritos de antemano

Al margen del episodio  que ha ocasionado este follón y como telón de fondo  está  el hecho de que  dentro de la Iglesia  Católica, por fin,  ha surgido   un nutrido y compacto grupito de sacerdotes preparados que son conscientes de su sagrado ministerio, que asumen su responsabilidad  como tal y están  dispuesto a hablar y dar la cara en unos tiempos de silencios cómplices en que  son pocos los que se  atreve a dar la cara, debido a los complejos y miedos que todos conocemos o tal vez para no perder las prebendas. Ellos no, ellos se la están jugando a sabiendas que se exponen al destierro , al ostracismo o simplemente a quedar a expensas de  la misericordia de sus superiores, pero no les importa, porque lo que buscan no es hacer carrera, sino  que lo que buscan es servir a la Iglesia y a  la sociedad..

La buena noticia es que no se trata ya de “francotiradores” que van a su aire, sino de un grupo organizado con un proyecto en común y si bien carecen de medios y de apoyos están llevando a cabo una misión encomiable. Las cifras hablan por sí solas. Acaban de iniciar su periplo y ya cuentan con 50.000 suscriptores en Yutube y varios miles de reproducciones. ¿Dónde está la clave del éxito? Pues ni más ni menos, que en su autenticidad, es decir, en predicar clara y llanamente el mensaje del evangelio e ir a lo esencial, que es lo que en definitiva el pueblo cristiano en su mayoría está necesitando.  El mero hecho de ir contracorriente que todo lo quiere   arrasar, ya sería motivo suficiente para tomarles en consideración y por su puesto, su entrega generosa para hacer presente a Dios en medio de un mudo descreído. Con ello están prestando un servicio a los hombres de nuestro tiempo y ¡ojalá! que el esfuerzo que están haciendo, les sea reconocido cuanto antes, sin que nadie trate de cortarles las alas, sino que se vean recompensados con el apoyo que merecen para seguir creciendo.  En estos tiempos presididos por la desorientación y la mentira necesitamos gente como ellos que no tenga miedo a proclamar la verdad a los cuatro vientos.


2015.- Origen y sentido de la cuaresma

 



En tiempos del emperador Constantino el Grande existía la celebración de unas fiestas paganas en honor al dios Baco, muy arraigadas en el pueblo, por lo que resultaba comprometido suprimirlas sin más, de aquí que se pensara en sustituirlas por otras, que con el tiempo habrían de  ser conocidas como las “Carnestolendas”, lo que hoy llamamos Carnavales.  Dado que estas fiestas carnavalescas  dejaban mucho que desear desde el punto de vista moral, el Concilio de Nicea  en el siglo 325  intentó contrarrestar su influjo pernicioso  estableciendo la Cuaresma, un ciclo litúrgico que habría de durar 40 días, en  recuerdo a  los 40 días que duró el diluvio universal, 40 años de peregrinación en busca de la tierra prometida, 40  días y cuarenta noches de Jesús en el desierto  y sobre todo en consideración a que este número estaba imbuido de una profunda simbología, que apuntaba a la conversión. 

 El deseo de transformación del hombre nuevo por el hombre viejo, fue la fuerza que alentó la cuaresma en sus inicios, inspirándose, sin duda, en las palabras de Isaías, que convocaban a dar libertad a los oprimidos, desatar los lazos de maldad, partir el pan con el hambriento, acoger en casa a los sin techo, vestir al desnudo y no apartarse nunca del prójimo. Las prácticas cuaresmales,  en un principio, resultaron ser rigurosas e imbuidas de espíritu cristiano, pero fueron mitigándose considerablemente a medida que el tiempo iba pasando, hasta quedar reducidas al ayuno, la abstinencia y como mucho a la limosna.

Durante la edad Media, allá por el siglo XIV, encontramos un testimonio valiosísimo debido a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, quien a través de su relato alegórico titulado “La batalla entre D. Carnal y Dña. Cuaresma”, nos trasmite el mensaje de que, entre el desenfreno y la moderación, entre la virtud y el vicio, no es posible la reconciliación, sino una lucha encarnizada a vida o muerte.  En el sentir del insigne presbítero, la razón de la cuaresma sería acabar simplemente con los excesos del comer y del beber y esto se lograría con el triunfo de D. Ayuno sobre la gula glotona.  Al ayuno y abstinencia de alimentos, como prácticas cuaresmales, se unía también la abstinencia sexual, destinada a frenar la lascivia lujuriosa, hasta el punto de que, durante este tiempo cuaresmal, se prohibían ciertos espectáculos mundanos y se cerraban los burdeles, confinando a sus moradoras en lugares de no fácil acceso, hasta pasada la Pascua. El proceso de aligeramiento cuaresmal fue en aumento   hasta llegar a la venta de bulas, Privilegio de la Santa Cruzada, en que se pagaba dinero para quedar libres de la abstinencia prescrita.

Así hasta llegar a los tiempos actuales, en que la cuaresma ha ido perdiendo sentido, quedando reducida a unas prácticas, consideradas como antiguallas, que no responden a los tiempos modernos.  En el mejor de los casos, la exigencia cuaresmal para la mayoría de los cristianos, ha quedado reducida a cambiar la dieta de los viernes, pasando del consumo de carne al de pescado, que en general resulta ser una dieta más sabrosa y cara, sobre todo si pensamos en mariscos, con lo que se ha llegado a crear una situación nada fácil de entender ¿Qué podemos decir a todo esto? Pues con toda seguridad, que lo que estamos necesitando en estos momentos es recuperar el genuino sentido de este ciclo litúrgico. Se hace necesario comenzar a iluminar el misterio inefable de la vida a través de un proceso de reconversión personal, que nos permita mantenernos unidos a quien es la fuente de la alegría, del amor y la misericordia. 

Hemos de comenzar por ser conscientes, de que el hombre actual está atravesando una profunda crisis de identidad personal. Hoy como nunca nos sentimos extraños a nosotros mismos y vivimos ajenos a los grandes interrogantes humanos, relacionados con nuestro origen, destino y sentido de la existencia humana.   Cuestiones todas ellas sobre las que los seres humanos estamos llamados a meditar y hemos de hacerlo a la luz de la fe, ello implica volver la mirada sobre nosotros mismos e inspeccionar los rincones más recónditos, proyectando sobre ellos la luz del evangelio. Para poder hacer una introspección interior con tranquilidad, nada mejor que retirarnos al desierto místico y quedarnos a solas con nosotros mismos, olvidándonos puntualmente de los afanes que nos tienen distraídos. Del mismo modo que el cuerpo necesita descanso para poder recuperarse del duro bregar, también el espíritu atribulado por tantas preocupaciones y problemas, necesita encontrar la calma en medio de la soledad. De lo que se trata es de proyectar nuestra mirada hacia la interioridad y buscar a Dios en el silencio de la noche.  O tal vez sea suficiente con disponernos a la escucha y dejar que sea Dios el que nos hable. Yo estoy a la puerta y llamo, nos dice, si alguno oye mi voz y abre la puerta entraré a él”. Lo que sucede es que hay demasiado ruido a nuestro alrededor para poder escucharle.  

 Las sacudidas profundas, las conversiones súbitas, las llamadas misteriosas, suelen tener como escenario esas regiones silenciosas y arcanas del espíritu; es allí donde a lo largo de la historia se han ido fraguando las decisiones más trascendentales, los sentimientos más nobles y profundos. Todo ello en la mayoría de los casos ha sido fruto de reflexiones íntimas y secretas.  Por esta y otras razones, la cuaresma hemos de comenzar a verla como un periodo de retiro espiritual, propicio para aislarnos de todos los ruidos provenientes del exterior y disponer debidamente nuestros oídos, de modo que podamos escuchar con claridad la llamada de Dios, conocer cuál es su voluntad, qué es lo que espera de cada uno de nosotros. Una cuaresma para poner fin a tanto relajamiento e indiferencia, tiempo en fin de perdón y misericordia, que ha de servirnos para emprender con éxito el camino de una auténtica y duradera conversión. Cuando el árbol se encuentra ajado y mustio, solo una nueva savia puede regenerarlo. También en nuestro ser lo rancio debe ser renovado, el hombre viejo ha de morir para que resurja el hombre nuevo y los impulsos espirituales prevalezcan sobre los corporales, sin que ello signifique, ni mucho menos, que cuerpo y alma tengan que ser considerados como enemigos irreconciliables, por el contrario ambos se necesitan mutuamente y han de ser vistos como realidades creadas y queridas por Dios, llamadas a entenderse y a colaborar conjuntamente, en orden a un mismo fin. Las nobles aspiraciones del espíritu hay que contemplarlas desde la perspectiva de nuestra frágil condición humana, solo así se hará posible el anhelado equilibrio entre las necesidades del cuerpo y del espíritu al modo y manera de nuestro humano modelo, Jesucristo   

La cuaresma ha de servirnos, en fin, para recuperar nuestra paz interior y abrir de par en par nuestro corazón a la luz de la esperanza, que buena falta nos hace. La cuaresma no deja de ser  una sagrada tregua que la Iglesia nos concede en el duro caminar de nuestra vida, una oportunidad que nos permite poner las cosas en orden, mirar la vida con  los ojos del espíritu  y enderezar nuestros pasos hacia un horizonte de luz,  que nos impida volver a ser, ya nunca más,  vagabundos errantes que no sabemos dónde estamos y adonde nos dirigimos. Tiempo es de gracia, que nos permite llenarnos de Dios y gozar de Él, sin que por ello tengamos que despreocuparnos por lo que pasa a nuestro alrededor. La vida de un cristiano solo se entiende como vocación de servicio a los demás, razón por la cual se nos pide salir al encuentro de un mundo que nos necesita y que está huérfano de Dios  

Aunque no vaya con los tiempos que corren, el espíritu cuaresmal nos trae a la memoria la gran verdad que todos necesitamos tener siempre presente y que no es otra que la que nos habla de que solo somos viandantes de paso, flor de un día, que disponemos de un tiempo breve para madurar,  aprender a amar y volver a la casa del Padre, donde está nuestro última morada.      


127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...