2024-03-08

2015.- Origen y sentido de la cuaresma

 



En tiempos del emperador Constantino el Grande existía la celebración de unas fiestas paganas en honor al dios Baco, muy arraigadas en el pueblo, por lo que resultaba comprometido suprimirlas sin más, de aquí que se pensara en sustituirlas por otras, que con el tiempo habrían de  ser conocidas como las “Carnestolendas”, lo que hoy llamamos Carnavales.  Dado que estas fiestas carnavalescas  dejaban mucho que desear desde el punto de vista moral, el Concilio de Nicea  en el siglo 325  intentó contrarrestar su influjo pernicioso  estableciendo la Cuaresma, un ciclo litúrgico que habría de durar 40 días, en  recuerdo a  los 40 días que duró el diluvio universal, 40 años de peregrinación en busca de la tierra prometida, 40  días y cuarenta noches de Jesús en el desierto  y sobre todo en consideración a que este número estaba imbuido de una profunda simbología, que apuntaba a la conversión. 

 El deseo de transformación del hombre nuevo por el hombre viejo, fue la fuerza que alentó la cuaresma en sus inicios, inspirándose, sin duda, en las palabras de Isaías, que convocaban a dar libertad a los oprimidos, desatar los lazos de maldad, partir el pan con el hambriento, acoger en casa a los sin techo, vestir al desnudo y no apartarse nunca del prójimo. Las prácticas cuaresmales,  en un principio, resultaron ser rigurosas e imbuidas de espíritu cristiano, pero fueron mitigándose considerablemente a medida que el tiempo iba pasando, hasta quedar reducidas al ayuno, la abstinencia y como mucho a la limosna.

Durante la edad Media, allá por el siglo XIV, encontramos un testimonio valiosísimo debido a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, quien a través de su relato alegórico titulado “La batalla entre D. Carnal y Dña. Cuaresma”, nos trasmite el mensaje de que, entre el desenfreno y la moderación, entre la virtud y el vicio, no es posible la reconciliación, sino una lucha encarnizada a vida o muerte.  En el sentir del insigne presbítero, la razón de la cuaresma sería acabar simplemente con los excesos del comer y del beber y esto se lograría con el triunfo de D. Ayuno sobre la gula glotona.  Al ayuno y abstinencia de alimentos, como prácticas cuaresmales, se unía también la abstinencia sexual, destinada a frenar la lascivia lujuriosa, hasta el punto de que, durante este tiempo cuaresmal, se prohibían ciertos espectáculos mundanos y se cerraban los burdeles, confinando a sus moradoras en lugares de no fácil acceso, hasta pasada la Pascua. El proceso de aligeramiento cuaresmal fue en aumento   hasta llegar a la venta de bulas, Privilegio de la Santa Cruzada, en que se pagaba dinero para quedar libres de la abstinencia prescrita.

Así hasta llegar a los tiempos actuales, en que la cuaresma ha ido perdiendo sentido, quedando reducida a unas prácticas, consideradas como antiguallas, que no responden a los tiempos modernos.  En el mejor de los casos, la exigencia cuaresmal para la mayoría de los cristianos, ha quedado reducida a cambiar la dieta de los viernes, pasando del consumo de carne al de pescado, que en general resulta ser una dieta más sabrosa y cara, sobre todo si pensamos en mariscos, con lo que se ha llegado a crear una situación nada fácil de entender ¿Qué podemos decir a todo esto? Pues con toda seguridad, que lo que estamos necesitando en estos momentos es recuperar el genuino sentido de este ciclo litúrgico. Se hace necesario comenzar a iluminar el misterio inefable de la vida a través de un proceso de reconversión personal, que nos permita mantenernos unidos a quien es la fuente de la alegría, del amor y la misericordia. 

Hemos de comenzar por ser conscientes, de que el hombre actual está atravesando una profunda crisis de identidad personal. Hoy como nunca nos sentimos extraños a nosotros mismos y vivimos ajenos a los grandes interrogantes humanos, relacionados con nuestro origen, destino y sentido de la existencia humana.   Cuestiones todas ellas sobre las que los seres humanos estamos llamados a meditar y hemos de hacerlo a la luz de la fe, ello implica volver la mirada sobre nosotros mismos e inspeccionar los rincones más recónditos, proyectando sobre ellos la luz del evangelio. Para poder hacer una introspección interior con tranquilidad, nada mejor que retirarnos al desierto místico y quedarnos a solas con nosotros mismos, olvidándonos puntualmente de los afanes que nos tienen distraídos. Del mismo modo que el cuerpo necesita descanso para poder recuperarse del duro bregar, también el espíritu atribulado por tantas preocupaciones y problemas, necesita encontrar la calma en medio de la soledad. De lo que se trata es de proyectar nuestra mirada hacia la interioridad y buscar a Dios en el silencio de la noche.  O tal vez sea suficiente con disponernos a la escucha y dejar que sea Dios el que nos hable. Yo estoy a la puerta y llamo, nos dice, si alguno oye mi voz y abre la puerta entraré a él”. Lo que sucede es que hay demasiado ruido a nuestro alrededor para poder escucharle.  

 Las sacudidas profundas, las conversiones súbitas, las llamadas misteriosas, suelen tener como escenario esas regiones silenciosas y arcanas del espíritu; es allí donde a lo largo de la historia se han ido fraguando las decisiones más trascendentales, los sentimientos más nobles y profundos. Todo ello en la mayoría de los casos ha sido fruto de reflexiones íntimas y secretas.  Por esta y otras razones, la cuaresma hemos de comenzar a verla como un periodo de retiro espiritual, propicio para aislarnos de todos los ruidos provenientes del exterior y disponer debidamente nuestros oídos, de modo que podamos escuchar con claridad la llamada de Dios, conocer cuál es su voluntad, qué es lo que espera de cada uno de nosotros. Una cuaresma para poner fin a tanto relajamiento e indiferencia, tiempo en fin de perdón y misericordia, que ha de servirnos para emprender con éxito el camino de una auténtica y duradera conversión. Cuando el árbol se encuentra ajado y mustio, solo una nueva savia puede regenerarlo. También en nuestro ser lo rancio debe ser renovado, el hombre viejo ha de morir para que resurja el hombre nuevo y los impulsos espirituales prevalezcan sobre los corporales, sin que ello signifique, ni mucho menos, que cuerpo y alma tengan que ser considerados como enemigos irreconciliables, por el contrario ambos se necesitan mutuamente y han de ser vistos como realidades creadas y queridas por Dios, llamadas a entenderse y a colaborar conjuntamente, en orden a un mismo fin. Las nobles aspiraciones del espíritu hay que contemplarlas desde la perspectiva de nuestra frágil condición humana, solo así se hará posible el anhelado equilibrio entre las necesidades del cuerpo y del espíritu al modo y manera de nuestro humano modelo, Jesucristo   

La cuaresma ha de servirnos, en fin, para recuperar nuestra paz interior y abrir de par en par nuestro corazón a la luz de la esperanza, que buena falta nos hace. La cuaresma no deja de ser  una sagrada tregua que la Iglesia nos concede en el duro caminar de nuestra vida, una oportunidad que nos permite poner las cosas en orden, mirar la vida con  los ojos del espíritu  y enderezar nuestros pasos hacia un horizonte de luz,  que nos impida volver a ser, ya nunca más,  vagabundos errantes que no sabemos dónde estamos y adonde nos dirigimos. Tiempo es de gracia, que nos permite llenarnos de Dios y gozar de Él, sin que por ello tengamos que despreocuparnos por lo que pasa a nuestro alrededor. La vida de un cristiano solo se entiende como vocación de servicio a los demás, razón por la cual se nos pide salir al encuentro de un mundo que nos necesita y que está huérfano de Dios  

Aunque no vaya con los tiempos que corren, el espíritu cuaresmal nos trae a la memoria la gran verdad que todos necesitamos tener siempre presente y que no es otra que la que nos habla de que solo somos viandantes de paso, flor de un día, que disponemos de un tiempo breve para madurar,  aprender a amar y volver a la casa del Padre, donde está nuestro última morada.      


127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...