2021-09-24

23´- La ideología de género aspira a dominar el mundo

 

 





Finalizada  la segunda guerra mundial y antes de que se produjera el derribo del muro de Berlin, Jean-Francois  Lyotard tomaba conciencia de que la sociedad europea había cambiado de rumbo. Los acontecimientos de uno u otro signo le hicieron ver que los grandes metarrelatos de la historia se habían agotado y con ello se ponía fin a la Modernidad . Una etapa de la historia llegaba a su fin y otra nueva comenzaba su andadura sin saber muy bien cual era su destino. Lo único que parecía claro es que los hombres habían aprendido la lección  de que las ideologías de otros tiempos ya no servían para los presentes y que teníamos que conformarnos con narrativas cortas que apuntaban no a la verdad omnímoda y absoluta sino a verdades fragmentadas conforme a  las exigencias de una sociedad pluralista donde los puntos de vista son múltiples y diversificados. Lyotard fue un visionario pionero que trató de alertarnos de que el mito de Sisimo empeñado en subir la piedra hasta la cúspide de la montaña era una aspiración que ya no servía para los hijos de la posmodernidad.

 En esta misma línea de pensamiento el pensador francés Francis Fukuyama daba por finalizadas la ideologías políticas, y a lo más que se podía llegar era  a pensar en un neoliberalismo difuso a expensas de la ideología de mercado. Así pareció verlo también Norberto Bobbio; pero de un tiempo a esta parte hemos sido testigos de novedosos acontecimientos. Actualmente todo trascurre muy de prisa y los cambios de perspectiva se suceden, de modo que cuando creíamos que el tiempo de las ideologías había pasado aparece en escena la ideología de genero con la aspiración universalista de imponerse a cualquier otro punto de vista y de constituirse en pensamiento único. Visto lo cual, uno, con todos los respetos a los grandes intérpretes de la historia contemporánea, comienza a dudar que hayamos llegado al final de las ideologías.  Hoy vivimos bajo el síndrome de  la igualdad de sexos que nos arrastra a posturas maximalistas, más allá de las directrices marcadas por la propia naturaleza. La identidad entre el sexo masculino y femenino se nos impone como un supuesto sobre el que hay que trabajar. Desde finales del siglo pasado el término sexo ha desaparecido para ser sustituido por el de genero dando a entender que las diferencias entre varón y mujer no existen, que la masculinidad y la feminidad son producto de la educación y de la cultura . Todo el mundo nace en un estado neutro y ha de ser decisión personal de cada cual optar por un sexo u otro.  Los únicos rasgos diferenciadores entre el hombre y la mujer son totalmente externos y vienen marcados por el género que no por el sexo por lo que jocosamente lo más que   podemos decir es que los hombres son mas-culinos mientras que las mujeres son mas-culonas. En esta dirección de indiferenciación sexual se ha venido trabajando durante los últimos años  hasta llegar a una construcción ideológica revolucionaria sin precedentes en la historia

 Ya  hace algún tiempo que Simone de Beauvoir dejó sentenciado en su famoso libro “ El segundo sexo” “que no se nace mujer sino que  se llega a serlo”. De siempre esta frase  fue  entendida como la expresión de un sentimiento reivindicativo, que intentaba proclamar la igualdad integral entre los sexos sin barreras genéticas de por medio. Nunca fue considerada como la conclusión bien probada de una seria argumentación filosófica, ni mucho menos como  fruto de una rigurosa comprobación científica. Nada de eso, detrás de esas palabras lo único que había era pura intencionalidad visceral, motivada eso sí, por un prolongado e injusto sometimiento de la mujer a lo largo de la historia. Lo que en realidad se pretendía era acabar con la triste situación de la mujer oprimida por el hombre secularmente personificada en el modelo patriarcal y para ello se pensó que nada mejor que acabar con el matrimonio , con la maternidad, con los roles de esposa, ama de casa y con todo aquello que nos recordara  de alguna forma la jerarquización familiar, hasta llegar a convertir a la mujer en un segundo hombre y poder así compartir con él su mismo rango y destino. Lo más lamentable de esta estrategia fue que no se supo distinguir entre desigualdad y diferencia entre separación y discriminación. Se pensó que todas las injustas situaciones que venía padeciendo la mujer a lo largo de la historia, tenían su origen en la diversificación entre los sexos. Lo triste ha sido que no se supiera comprender que la diferenciación sexual es sinónimo   de complementariedad y que para corregir las injusticias, agravios y atropellos históricos sobre la mujer no era necesario que la mujer  tuviera que renunciar a su identidad y dejar de ser mujer. Todo esto ha sido muy lamentable porque no puede haber mayor ignominia para la mujer que dejar de ser lo que por esencia le corresponde. No se supo comprender  en fin, que el mal no está en la diversificación de los sexos sino en la discriminación de los mismos

El caso es que estás semillas del feminismo rebosantes de radicalismo igulitario, lanzadas al viento por la filósofa francesa, fueron bien acogidas por muchas de las mujeres de su generación, dando origen a lo que ahora se conoce como la ideología de género que se ha convertido actualmente en un movimiento político-social con muchos intereses de por medio, sin duda. Existen lobbys y fuerzas ocultas dispuestos a dejarse la piel, porque es mucho lo que les va en ello. Se habla de que este movimiento forma parte de un plan internacional con el objetivo de  destruir no solo los valores cristianos sino  de imponer una visión contraria  a la milenaria cultura occidental. De hecho todos los gobiernos del mundo occidental están impulsando este tipo de ideología utilizando  mecanismos de imposición. Su presencia se hace notar en las escuelas, colegios y universidades, donde lo que priva es la educación unisex; en los parlamentos, donde se defiende con pasión la globalización del sexo; en los medios de comunicación que se han convertido en órganos al servicio de esta causa; en la sociedad o en las familias donde cualquier gesto diferenciador es interpretado como machismo, incluso en el mundo de la jurisprudencia se cuestiona la diversificación genética hasta el punto de quedar suprimidos del código civil los términos padre, madre , esposo, esposa. El plan de sus poderosos promotores  se está viendo recompensado y hoy día puede decirse que la mayoría de sus reivindicaciones forman parte de nuestro actual acerbo  cultural  hasta el punto de que  aquello que ayer parecía como absurdo e impensable hoy se ve con completa normalidad.  Se trata de una ideología en auge, la única que ha podido sobrevivir a la hecatombe posmodernista y que está poniendo en jaque a una estructura milenaria que hasta ahora venía sustentándose en la bipolaridad de los sexos.

El asunto es de tal calado que amenaza con cambiar de rumbo de la historia. Si esta ideología llegara a triunfar se produciría una subversión del orden mundial, las estructuras e instituciones hasta ahora consideradas de carácter natural cambiarían de signo y hasta la propia continuidad de la especie humana se vería afectada. La amenaza subyacente está ahí con todo lo que ello implica, no es un tema menor y de él debiéramos tomar conciencia urgentemente. Ya nos lo advirtió Benedicto XVI y nos lo vuelve a recordar ahora el Papa Francisco. Ciertamente, masculinizar el mundo supondría romper el equilibrio existente entre dos tipos de humanidad complementarios, llamados a entenderse. Hacer desaparecer a la mujer para convertirla en hombre es empobrecer la especie humana, es deshumanizarla y privarla de los elevados valores de la feminidad, es condenarla a vivir huérfana de maternidad . 

Naturalmente lo que a continuación procede es conocer las razones en que se fundamentan los postulados de la ideología de género y de ello trataremos en el próximo artículo

127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...