Hombres y mujeres están llamados a entenderse dentro de un mundo globalizado igual para todos. Dado que no puede haber dos mundos por separado, uno para mujeres y otro para hombres, va a ser de todo punto necesario aprender a convivir, sabiendo conjugar las cualidades de ambos sexos, como sucede en las buenas familias, donde la rectitud del padre tiene que estar atemperada por el afecto de la madre. El padre está ahí para animar al hijo a asumir el riesgo de escalar la montaña, mientras la madre no dejará de advertirle afectuosamente a cada paso que tiene que tener cuidado de no tropezar y hacerse daño. La virilidad del hombre y la feminidad de la mujer se necesitan mutuamente como contrapeso. Un mundo al que le falte el polo femenino, no dejará de ser un mundo desequilibrado y empobrecido, en cambio un mundo bipolarizado resulta, sin duda, mucho más acogedor y sobre todo más equitativo, teniendo en cuenta que la mitad de las personas que lo habitan son mujeres y ellas tienen el mismo derecho a gobernarle porque también les pertenece
Si esto es así ¿por qué el Universo
ha de aparecer siempre sostenido por los forzudos brazos de
un hombre y nunca animado por el soplo mágico de una mujer? Dando por cierto
que existen fuerzas ocultas interesadas en que el mundo siga siendo lo que
siempre ha sido, conviene decir no obstante, que alguna culpa de lo que está
pasando también lo tienen aquellas mujeres transgresoras de la feminidad, que
intoxicadas por la ideología de género están creando problemas a la mujer, al
identificar lo viril con valioso y la
feminidad con lo débil e inferior, conformándose tan solo
por llegar a convertirse en esa superwoman importándoles
muy poco o nada, si el mundo en que viven está masculinizado o no, porque su obsesión es el éxito personal, es triunfar en la vida a
cualquier precio como si esto lo fuera todo.
Cierto
es que la mujer ha ido copando puestos
relevantes en la política y que las damas están presentes en los gobiernos y en
los parlamentos, pero cabe preguntar ¿Esto que aparece ante nuestros ojos no será
todo una farsa? “Cada jeque, dice Victoria Sendón, se rodea de sus chicas y
elige a las menos molestas, a las más sumisas, a las que no le van a robar
protagonismo, como mucho a las que le darán más votos”. Yo voy a decir más, aún
en el caso en que el jeque fuera la propia mujer, incluso entonces, el
escenario en que se ve obligada a moverse la mujer no deja de ser un escenario diseñado por hombres. Y ésta es
la cuestión. ¿Qué sucede entonces?....
Mucho me te temo que si esta pregunta se la hubiéramos hecho, tanto a la
Sra. Thatcher, como a la Sra. Merkel, o
la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, la respuesta dada sería la misma, nos
hubieran dicho, que el puesto de supremas mandatarias ostentado por ellas, no era
precisamente para cambiar el orden establecido, sino para mantener inalterable el “status quo”, no ciertamente para
defender la causa de las mujeres, sino los intereses de su país o, los
intereses de su partido. que es quien les puso ahí y ante el que deberían
rendir cuentas.
Así las
cosas, no hay muchas alternativas donde elegir para cambiar el rumbo, y
enriquecer nuestro mundo con los aportaciones y valores propios de la mujer. En
todo caso sólo cabe pensar en la posibilidad de una asociación fuerte de
mujeres a nivel internacional, que en nombre de la mitad de la población
planetaria, llamaran a las puertas de los organismos mundiales, donde se
toman las decisiones importantes y una vez dentro, ya en la sala de máquinas,
dar el golpe de timón que la humanidad está necesitando, en orden a conseguir
ese mundo pilotado simultáneamente por hombres y mujeres, en el que se empezara
a ver la mano femenina al margen de presiones políticas, al margen de intereses
económicos, ajeno también a aspiraciones bastardas.
Naturalmente
que para alcanzar este sueño tendrían que ocurrir muchas cosas. Previo a todo,
sería indispensable acabar con los prejuicios sexistas, pues mientras no se dé
el convencimiento de que los valores femeninos son equiparables a los
masculinos poco se podrá hacer. A partir de aquí y cuando todas las mujeres se sintieran orgullosas de
serlo, se podría pensar en superar las barreras que las tienen divididas y hacer un frente común por encima de
nacionalidades, ideologías y partidismos.
Haría falta por último un icono con rostro de mujer, querido y admirado
por todas, que encarnara esta conciencia femenina. Naturalmente no estoy
pensando en un mito prefabricado, sino en una mujer singular dotada de
liderazgo y del carisma necesario con capacidad, prudencia e inteligencia
necesarias para llevar a cabo tal proyecto.
¿Es esto una utopía? quien sabe….
A lo
largo de los tiempos la mujer ha venido demostrando que es capaz de todo y que
puede sorprendernos en cualquier momento, pues en su alma anidan secretos
profundos, como queda reflejado en este poema anónimo, que pone de manifiesto
la fuerza de su interioridad. “Nada más
contradictorio que ser mujer...Mujer que piensa con el corazón, actúa por la
emoción y vence por el amor...Que vive un millón de emociones en un sólo día, y
transmite cada una de ellas con una sola mirada...Que vive buscando la
perfección, que vive tratando de buscar disculpas para los errores de aquellos
a quienes ama...Que hospeda en el vientre otras almas, las da a luz
y después queda ciega, delante de la belleza de los hijos que
engendró...Que da las alas y enseña a volar,
pero no quiere ver partir a los pájaros, aun sabiendo que no le
pertenecen. Que se arregla toda y perfuma la cama, aunque su amor no perciba
más esos detalles. Que como una hechicera transforma en luz y sonrisa los
dolores que siente en el alma, sólo para que nadie lo note...Y aún tiene
fuerzas, para dar consuelo a quien se acerca a llorar sobre su hombro...¡Feliz
del hombre que tan solo por un día sepa entender el alma de la mujer!”. Ese
mundo mejor del que tanto se habla y que todos anhelamos, seguirá siendo una
promesa mientras mantengamos viva la esperanza en el poder de la feminidad y en
el hechizo de la inocencia de los niños.
Lo peor
que podía sucedernos es que la mujer perdiera su identidad y la viéramos
convertida en un sujeto masculinizado, que en nombre de una libertad mal
entendida se conformara con poder imitar
aquellos comportamientos denigrantes que la están poniendo a la altura de unos seres
humanos degradados. Da vergüenza escuchar de boca de feministas radicales, que
entre las aspiraciones de las mujeres de hoy están las de poder emborracharse y
volver a casa a las horas que les apetezca, hacer sus necesidades en medio de
la calle, o en los portales que les pillen a mano, eructar donde y cuando les
apetezca, proferir blasfemias y tacos al más puro estilo chocarrero, olvidarse
del más elemental decoro para dar rienda suelta a cualquier tipo de grosería y
chabacanada. Si esto lo hacen los hombres, apostillan ¿Porque no van a poder hacerlo las mujeres? Si existen
en nuestra sociedad jóvenes
gamberros ¿ por que no jóvenes gamberras? No se dan cuenta que en cuestión de
formas y maneras y por lo que se refiere a dignidad, recato,
compostura, urbanidad y buenos modales, las
mujeres han estado siempre tres o cuatro escalones por encima de los hombres y
de ello eran conscientes los caballeros quienes rendidos se inclinaban ante las
damas quitándose el sombrero.
Lo que
se debiera hacer, no es precisamente animar a la mujer a imitar los malos modos
masculinos, sino exactamente al revés, se tendría que pedir y exigir que en estas
cosas como en tantas otras fueran los hombres quienes tomaran ejemplo de las
mujeres. Son muchas cosas las que las mujeres
tienen que enseñar a los hombres si queremos que algún día el mundo cambie para
bien. Por eso, ellas no pueden vender su alma al diablo, tienen que seguir
siendo mujeres de cuerpo entero, convencidas de su alta misión en el mundo de
mañana que nos aguarda. Las necesitamos en su versión genuina sin ningún tipo
de adulteración. Desgraciadamente las cosas discurren en dirección opuesta a
nuestros deseos, hasta el punto de que quienes por la naturaleza estaban
llamadas a ser maestras en el arte de la exquisitez y delicadeza, se han dejado
corromper por la zafiedad de quienes debieron ser sus aprendices. A decir verdad, en todo este
asunto mucho tiene que ver la masculinización de una escuela que ha postergado
todos los valores femeninos y desterrado de sus muros todo vestigio de
feminidad.
Después de tantos siglos de orfandad debido a
un estúpido misoginismo, seguramente que nuestro mundo se ha ganado a pulso el
poder tener una madre que sepa cuidar de
él desde el amor y el afecto, desde esa profunda piedad maternal capaz de
contrarresten el exceso de vigor varonil que a veces resulta agresivo y
violento. Necesitamos de una madre dispuesta siempre a curar las heridas del
guerrero y a poner unas gotas de compasión y de ternura en los corazones
atribulados. Su función en el mundo de ninguna manera es menos importante que la del hombre, pero es
distinta, digamos que es complementaria.
Hemos avanzado mucho técnicamente, nos hemos desarrollado materialmente
a velocidades de vértigo, pero seguimos deshumanizados, hemos llegado a
explorar mundos fuera de nuestra órbita, pero no acabamos de percatarnos de que
a nuestro lado se encuentra el hermano que muere de inanición y de soledad. Con
toda seguridad esto no pasaría en un mundo más feminizado, en el que las
mujeres tuvieran capacidad de intervención y pudieran hacer valer sus
principios éticos inspirados en el altruismo y el cuidado maternal. Es una obligación de todos ir pensando en un
mundo más equilibrado, en el cual el corazón valga tanto como el cerebro, ello,
sin duda, es uno de los retos que tenemos por delante. Me gustaría creer que
cuando el siglo XXI fue declarado el siglo de la mujer se hacía pensando en que
había llegado el momento de un copilotaje, que hiciera posible la urgente humanización
de este mundo nuestro.