2021-09-26

25.- El mundo siente la necesidad de los valores femeninos

 


 


Hombres y mujeres están llamados a entenderse dentro de un mundo globalizado igual para todos. Dado que no puede haber dos mundos por separado, uno para mujeres y otro para hombres, va a ser de todo punto necesario aprender a convivir, sabiendo conjugar las cualidades de ambos sexos, como sucede en las buenas familias, donde la rectitud del padre tiene que estar atemperada por el afecto de la madre. El padre está ahí para animar al hijo a asumir el riesgo de escalar la montaña, mientras la madre no dejará de advertirle afectuosamente a cada paso que tiene que tener cuidado de no tropezar y hacerse daño. La virilidad del hombre y la feminidad de la mujer  se necesitan mutuamente como contrapeso. Un mundo al que le falte el polo femenino, no dejará de ser un mundo desequilibrado y empobrecido, en cambio un mundo bipolarizado resulta, sin duda, mucho más acogedor y sobre todo más equitativo, teniendo en cuenta que la mitad de las personas que lo habitan son mujeres y ellas tienen el mismo derecho a gobernarle porque también les pertenece

Si esto es así ¿por qué el Universo  ha de aparecer  siempre sostenido por los forzudos brazos de un hombre y nunca animado por el soplo mágico de una mujer? Dando por cierto que existen fuerzas ocultas interesadas en que el mundo siga siendo lo que siempre ha sido, conviene decir no obstante, que alguna culpa de lo que está pasando también lo tienen aquellas mujeres transgresoras de la feminidad, que intoxicadas por la ideología de género están creando problemas a la mujer, al identificar  lo viril con valioso y la feminidad con lo débil e inferior,  conformándose  tan solo  por  llegar a  convertirse en esa superwoman importándoles muy poco o nada, si el mundo en que viven está masculinizado o no, porque  su obsesión es  el éxito personal, es triunfar en la vida a cualquier precio como si esto lo fuera todo.

 Cierto es  que la mujer ha ido copando puestos relevantes en la política y que las damas están presentes en los gobiernos y en los parlamentos, pero cabe preguntar ¿Esto que aparece ante nuestros ojos no será todo una farsa? “Cada jeque, dice Victoria Sendón, se rodea de sus chicas y elige a las menos molestas, a las más sumisas, a las que no le van a robar protagonismo, como mucho a las que le darán más votos”. Yo voy a decir más, aún en el caso en que el jeque fuera la propia mujer, incluso entonces, el escenario en que se ve obligada a moverse la mujer  no deja de ser  un escenario diseñado por hombres. Y ésta es la cuestión. ¿Qué sucede entonces?....  Mucho me te temo que si esta pregunta se la hubiéramos hecho, tanto a la Sra. Thatcher,  como a la Sra. Merkel, o la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, la respuesta dada sería la misma, nos hubieran dicho, que el puesto de supremas mandatarias ostentado por ellas, no era precisamente para cambiar el orden establecido, sino para mantener  inalterable el “status quo”, no ciertamente para defender la causa de las mujeres, sino los intereses de su país o, los intereses de su partido. que es quien les puso ahí y ante el que deberían rendir cuentas.

 Así las cosas, no hay muchas alternativas donde elegir para cambiar el rumbo, y enriquecer nuestro mundo con los aportaciones y valores propios de la mujer. En todo caso sólo cabe pensar  en  la posibilidad de una asociación fuerte de mujeres a nivel internacional, que en nombre de la mitad de la población planetaria, llamaran a las puertas de los organismos mundiales, donde se toman  las decisiones importantes  y una vez dentro, ya en la sala de máquinas, dar el golpe de timón que la humanidad está necesitando, en orden a conseguir ese mundo pilotado simultáneamente por hombres y mujeres, en el que se empezara a ver la mano femenina al margen de presiones políticas, al margen de intereses económicos, ajeno también a aspiraciones bastardas.   

 Naturalmente que para alcanzar este sueño tendrían que ocurrir muchas cosas. Previo a todo, sería indispensable acabar con los prejuicios sexistas, pues mientras no se dé el convencimiento de que los valores femeninos son equiparables a los masculinos poco se podrá hacer. A partir de aquí y cuando  todas las mujeres se sintieran orgullosas de serlo, se podría pensar en superar las barreras que las tienen divididas  y hacer un frente común por encima de nacionalidades, ideologías y partidismos.  Haría falta por último un icono con rostro de mujer, querido y admirado por todas, que encarnara esta conciencia femenina. Naturalmente no estoy pensando en un mito prefabricado, sino en una mujer singular dotada de liderazgo y del carisma necesario con capacidad, prudencia e inteligencia necesarias para llevar a cabo tal proyecto.  ¿Es esto una utopía? quien sabe….

 

A lo largo de los tiempos la mujer ha venido demostrando que es capaz de todo y que puede sorprendernos en cualquier momento, pues en su alma anidan secretos profundos, como queda reflejado en este poema anónimo, que pone de manifiesto la fuerza de su interioridad.  “Nada más contradictorio que ser mujer...Mujer que piensa con el corazón, actúa por la emoción y vence por el amor...Que vive un millón de emociones en un sólo día, y transmite cada una de ellas con una sola mirada...Que vive buscando la perfección, que vive tratando de buscar disculpas para los errores de aquellos a quienes ama...Que hospeda en el vientre otras almas,  las da a luz  y después queda ciega, delante de la belleza de los hijos que engendró...Que da las alas y enseña a volar,  pero no quiere ver partir a los pájaros, aun sabiendo que no le pertenecen. Que se arregla toda y perfuma la cama, aunque su amor no perciba más esos detalles. Que como una hechicera transforma en luz y sonrisa los dolores que siente en el alma, sólo para que nadie lo note...Y aún tiene fuerzas, para dar consuelo a quien se acerca a llorar sobre su hombro...¡Feliz del hombre que tan solo por un día sepa entender el alma de la mujer!”. Ese mundo mejor del que tanto se habla y que todos anhelamos, seguirá siendo una promesa mientras mantengamos viva la esperanza en el poder de la feminidad y en el hechizo de la inocencia de los niños.

 

Lo peor que podía sucedernos es que la mujer perdiera su identidad y la viéramos convertida en un sujeto masculinizado, que en nombre de una libertad mal entendida se conformara con poder imitar  aquellos comportamientos denigrantes que la  están poniendo a la altura de unos seres humanos degradados. Da vergüenza escuchar de boca de feministas radicales, que entre las aspiraciones de las mujeres de hoy están las de poder emborracharse y volver a casa a las horas que les apetezca, hacer sus necesidades en medio de la calle, o en los portales que les pillen a mano, eructar donde y cuando les apetezca, proferir blasfemias y tacos al más puro estilo chocarrero, olvidarse del más elemental decoro para dar rienda suelta a cualquier tipo de grosería y chabacanada. Si esto lo hacen los hombres, apostillan  ¿Porque no van a poder  hacerlo las mujeres? Si  existen  en nuestra  sociedad jóvenes gamberros ¿ por que no jóvenes gamberras?    No se dan cuenta que en cuestión de formas  y maneras y  por lo que se refiere a dignidad, recato, compostura, urbanidad y buenos modales,  las mujeres han estado siempre tres o cuatro escalones por encima de los hombres y de ello eran conscientes los caballeros quienes rendidos se inclinaban ante las damas quitándose el sombrero.    

 Lo que se debiera hacer, no es precisamente animar a la mujer a imitar los malos modos masculinos, sino exactamente al revés,  se tendría que pedir y exigir que en estas cosas como en tantas otras fueran los hombres quienes tomaran ejemplo de las mujeres.  Son muchas cosas las que las mujeres tienen que enseñar a los hombres si queremos que algún día el mundo cambie para bien. Por eso, ellas no pueden vender su alma al diablo, tienen que seguir siendo mujeres de cuerpo entero, convencidas de su alta misión en el mundo de mañana que nos aguarda. Las necesitamos en su versión genuina sin ningún tipo de adulteración. Desgraciadamente las cosas discurren en dirección opuesta a nuestros deseos, hasta el punto de que quienes por la naturaleza estaban llamadas a ser maestras en el arte de la exquisitez y delicadeza, se han dejado corromper por la zafiedad de quienes debieron ser  sus aprendices. A decir verdad, en todo este asunto mucho tiene que ver la masculinización de una escuela que ha postergado todos los valores femeninos y desterrado de sus muros todo vestigio de feminidad.  

 Después de tantos siglos de orfandad debido a un estúpido misoginismo, seguramente que nuestro mundo se ha ganado a pulso el poder tener  una madre que sepa cuidar de él desde el amor y el afecto, desde esa profunda piedad maternal capaz de contrarresten el exceso de vigor varonil que a veces resulta agresivo y violento. Necesitamos de una madre dispuesta siempre a curar las heridas del guerrero y a poner unas gotas de compasión y de ternura en los corazones atribulados. Su función en el mundo de ninguna manera  es menos importante que la del hombre, pero es distinta, digamos que es complementaria.  Hemos avanzado mucho técnicamente, nos hemos desarrollado materialmente a velocidades de vértigo, pero seguimos deshumanizados, hemos llegado a explorar mundos fuera de nuestra órbita, pero no acabamos de percatarnos de que a nuestro lado se encuentra el hermano que muere de inanición y de soledad. Con toda seguridad esto no pasaría en un mundo más feminizado, en el que las mujeres tuvieran capacidad de intervención y pudieran hacer valer sus principios éticos inspirados en el altruismo y el cuidado maternal.  Es una obligación de todos ir pensando en un mundo más equilibrado, en el cual el corazón valga tanto como el cerebro, ello, sin duda, es uno de los retos que tenemos por delante. Me gustaría creer que cuando el siglo XXI fue declarado el siglo de la mujer se hacía pensando en que había llegado el momento de un copilotaje, que hiciera posible la urgente humanización de este mundo nuestro.   

 

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