2021-09-23

18.- La Verdad y el Bien existen


                                         


                                                             


Hablar de regeneración moral o dignificación de las personas, implica necesariamente que se comience por reconocer la existencia de la Verdad y El Bien, como valores absolutos, objetivos, válidos en sí mismos, independientemente de los gustos y las voluntades de los hombres. No hacerlo así es colocarnos en una pendiente que sólo puede conducir al abismo. 

Siempre se ha pensado que el deseo de Felicidad era una de esas aspiraciones universales que hermanan a los hombres. Felices quieren ser los pobres, los ricos, los blancos, los negros, felices queremos ser todos. Algo parecido sucede con la Verdad y el Bien, a todos nos gusta estar en posesión de la verdad, a todos nos gusta que las gentes nos consideren personas de bien, por eso a lo largo de los siglos los hombres nos hemos venido preguntado que es la felicidad y donde encontrarla, a lo largo de los siglos las mentes se han venido preguntando cual es la Verdad de las cosas y donde está el Bien. 

En torno a estas cuestiones fundamentales ha habido quienes han encontrado respuestas positivas; pero también ha habido gentes que no han podido superar las dudas e incertidumbres. El sí y el no de la verdad de las cosas ha sido una constante histórica que ha venido alimentando la tensión agónica del pensamiento humano. Desde tiempos de Sócrates han existido hombres dispuesto a morir por la verdad, mientras otros pensaban que el mundo de las ideas no pasaba de ser un juego de sutiles recursos dialécticos. En cualquier caso el ser o no ser de las cosas ha sido y seguirá siendo la cuestión fundamental en la vida de los hombres. Cuestión fundamental, digo, porque de ella depende todo lo demás. 

A lo que parece la cultura de nuestro tiempo se muestra preocupada tan solo por las verdades provisionales y concretas de la vida real, aquellas que pueden traducirse en mayor bienestar material y que se rigen por criterios de utilidad y conveniencia, hasta el punto de llegar a identificar lo verdadero con lo útil, en cambio se ha dejado de prestar atención a ese otro tipo de Verdades Trascendentes que afectan a la esencialidad del hombre y en las que nos jugamos nuestro destino. Aún así el hecho es que el hombre sigue ahí con sus problemas e interrogantes de los que nunca va a poder desembarazarse en tanto no disponga sus oídos a escuchar la voz que le llega desde lo más profundo de su ser, por encima de fanatismos infundados y del relativismo corrosivo, convertido hoy en la corriente de moda y por ello considerado por algunos como la enfermedad más grave que padece la sociedad europea en el momento actual. 

A mí me gustaría comenzar diciendo que la verdad del hombre y de las cosas existe, que está ahí, que su descubrimiento es cosa de todos y que nadie excepto Dios es poseedor absoluto de las mismas. Éste es un terreno en el que nadie puede arrogarse monopolios exclusivistas, nadie debiera pensar que de un lado está todo el mal y error y del otro toda verdad y bien. Me gustaría decir que nuestros logros en el campo del saber son siempre parciales, decir también que las verdades no son todas de la misma naturaleza y que lo mismo que se puede hablar de verdades universales e intemporales se puede hablar de verdades del aquí y el ahora. Verdades que pueden ser las tuyas y verdades que pueden ser las mías, en consonancia con nuestra libertad, verdades que pueden serlo para unas culturas y verdades que pueden serlo para otras, de modo semejante a como sucede con las leyes positivas. Más aún, todo esto puede ser así porque existe la Verdad en referencia a la cual nuestras verdades pueden serlo también. Esta Verdad referencial, plena y absoluta es la que se nos ofrece a los hombres como una meta y nunca como una completa posesión 

Nuestras representaciones del mundo no agotan nunca su complejidad, siempre son versiones incompletas de una realidad sobrecogedora que nos trasciende y a la que sólo podemos acceder desde nuestra perspectiva personal. A nadie debiera resultarle preocupante escuchar cosas como éstas. 

Ya desde tiempos de la Escolástica se viene repitiendo a modo de axioma gnoseológico que todo lo que mentalmente se recibe al modo del recipiente es recibido, lo que sin duda alguna nos alerta de que nuestro conocimiento, en parte, depende del sujeto que conoce y seguramente también del tiempo y el lugar en que éste se encuentre, algo en lo que Kant posteriormente habría de cargar desmesuradamente los tintas y que ahora dejamos fuera de nuestra consideración, para prestar atención a unas palabras suyas que nos hablan de que el hombre no puede saltar sobre su propia sombra sin trascender su capacidad de conocimiento humano aunque ello no obsta para que el hombre pueda progresar cognitiva y moralmente. Nada de esto debiera resultar preocupante, más aún de alguna forma todas las filosofías estarían dispuestas a asumirlo y no está mal que así sea, siempre y cuando queden a salvo los derechos de esa Verdad que nos trasciende y a la que aspiramos según nuestros modos humanos. Lo mismo podíamos decir de nuestros bienes y bondades, lo son como participación del Bien Absoluto y pleno que está en Dios. 

Buscar la verdad no crearla es la tarea común de todos los hombres y culturas. Aspirar al Bien y no inventárnoslo es lo que corresponde a nuestra humana condición. En el camino hacia estas metas, los hombres todos, estamos llamados a encontrarnos. En la naturaleza de nuestro propio ser podemos encontrar lo que andamos buscando, en ella está el verdadero fundamento de nuestra dignidad de hombres que a todos nos iguala. Desaparecidos del horizonte humano la Verdad y el Bien que puede orientarnos, ya sólo queda la duda y el capricho al servicio del interés personal. Desde que allá por los comienzos del siglo pasado William James identificara la verdad con la utilidad, hemos visto como en la sociedad del bienestar lo único que cuenta son los éxitos, son los resultados. Preguntad qué es la verdad en el mundo de las finanzas, preguntad a los estadistas cual es lo políticamente correcto, preguntad a la gente de la calle donde está la verdad de sus vidas. Perdida la pasión por la verdad el hombre ha dejado de ser lo que debería ser y todo está amenazando ruina. Mientras la Verdad y el Bien no queden rehabilitados, todos los intentos que se hagan por dignificar al hombre están condenados al fracaso


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