Hablar de regeneración moral o dignificación de las personas, implica necesariamente que se comience por reconocer la existencia de la Verdad y El Bien, como valores absolutos, objetivos, válidos en sí mismos, independientemente de los gustos y las voluntades de los hombres. No hacerlo así es colocarnos en una pendiente que sólo puede conducir al abismo. |
Siempre se ha pensado que
el deseo de Felicidad era una de esas aspiraciones universales que hermanan a
los hombres. Felices quieren ser los pobres, los ricos, los blancos, los
negros, felices queremos ser todos. Algo parecido sucede con la Verdad y el
Bien, a todos nos gusta estar en posesión de la verdad, a todos nos gusta que
las gentes nos consideren personas de bien, por eso a lo largo de los siglos
los hombres nos hemos venido preguntado que es la felicidad y donde
encontrarla, a lo largo de los siglos las mentes se han venido preguntando
cual es la Verdad de las cosas y donde está el Bien. En torno a estas cuestiones fundamentales ha habido quienes han encontrado
respuestas positivas; pero también ha habido gentes que no han podido superar
las dudas e incertidumbres. El sí y el no de la verdad de las cosas ha sido
una constante histórica que ha venido alimentando la tensión agónica del
pensamiento humano. Desde tiempos de Sócrates han existido hombres dispuesto
a morir por la verdad, mientras otros pensaban que el mundo de las ideas no
pasaba de ser un juego de sutiles recursos dialécticos. En cualquier caso el
ser o no ser de las cosas ha sido y seguirá siendo la cuestión fundamental en
la vida de los hombres. Cuestión fundamental, digo, porque de ella depende
todo lo demás. A lo que parece la cultura de nuestro tiempo se muestra preocupada tan solo
por las verdades provisionales y concretas de la vida real, aquellas que
pueden traducirse en mayor bienestar material y que se rigen por criterios de
utilidad y conveniencia, hasta el punto de llegar a identificar lo verdadero
con lo útil, en cambio se ha dejado de prestar atención a ese otro tipo de
Verdades Trascendentes que afectan a la esencialidad del hombre y en las que
nos jugamos nuestro destino. Aún así el hecho es que el hombre sigue ahí con
sus problemas e interrogantes de los que nunca va a poder desembarazarse en
tanto no disponga sus oídos a escuchar la voz que le llega desde lo más
profundo de su ser, por encima de fanatismos infundados y del relativismo
corrosivo, convertido hoy en la corriente de moda y por ello considerado por
algunos como la enfermedad más grave que padece la sociedad europea en el
momento actual. A mí me gustaría comenzar diciendo que la verdad del hombre y de las cosas
existe, que está ahí, que su descubrimiento es cosa de todos y que nadie
excepto Dios es poseedor absoluto de las mismas. Éste es un terreno en el que
nadie puede arrogarse monopolios exclusivistas, nadie debiera pensar que de
un lado está todo el mal y error y del otro toda verdad y bien. Me gustaría
decir que nuestros logros en el campo del saber son siempre parciales, decir
también que las verdades no son todas de la misma naturaleza y que lo mismo
que se puede hablar de verdades universales e intemporales se puede hablar de
verdades del aquí y el ahora. Verdades que pueden ser las tuyas y verdades
que pueden ser las mías, en consonancia con nuestra libertad, verdades que
pueden serlo para unas culturas y verdades que pueden serlo para otras, de
modo semejante a como sucede con las leyes positivas. Más aún, todo esto
puede ser así porque existe la Verdad en referencia a la cual nuestras
verdades pueden serlo también. Esta Verdad referencial, plena y absoluta es
la que se nos ofrece a los hombres como una meta y nunca como una completa
posesión Nuestras representaciones del mundo no agotan nunca su complejidad, siempre
son versiones incompletas de una realidad sobrecogedora que nos trasciende y
a la que sólo podemos acceder desde nuestra perspectiva personal. A nadie
debiera resultarle preocupante escuchar cosas como éstas. Ya desde tiempos de la Escolástica se viene repitiendo a modo de axioma
gnoseológico que todo lo que mentalmente se recibe al modo del recipiente es
recibido, lo que sin duda alguna nos alerta de que nuestro conocimiento, en
parte, depende del sujeto que conoce y seguramente también del tiempo y el
lugar en que éste se encuentre, algo en lo que Kant posteriormente habría de
cargar desmesuradamente los tintas y que ahora dejamos fuera de nuestra
consideración, para prestar atención a unas palabras suyas que nos hablan de
que el hombre no puede saltar sobre su propia sombra sin trascender su
capacidad de conocimiento humano aunque ello no obsta para que el hombre
pueda progresar cognitiva y moralmente. Nada de esto debiera resultar
preocupante, más aún de alguna forma todas las filosofías estarían dispuestas
a asumirlo y no está mal que así sea, siempre y cuando queden a salvo los
derechos de esa Verdad que nos trasciende y a la que aspiramos según nuestros
modos humanos. Lo mismo podíamos decir de nuestros bienes y bondades, lo son
como participación del Bien Absoluto y pleno que está en Dios. Buscar la verdad no crearla es la tarea común de todos los hombres y
culturas. Aspirar al Bien y no inventárnoslo es lo que corresponde a nuestra
humana condición. En el camino hacia estas metas, los hombres todos, estamos
llamados a encontrarnos. En la naturaleza de nuestro propio ser podemos
encontrar lo que andamos buscando, en ella está el verdadero fundamento de
nuestra dignidad de hombres que a todos nos iguala. Desaparecidos del
horizonte humano la Verdad y el Bien que puede orientarnos, ya sólo queda la
duda y el capricho al servicio del interés personal. Desde que allá por los
comienzos del siglo pasado William James identificara la verdad con la
utilidad, hemos visto como en la sociedad del bienestar lo único que cuenta
son los éxitos, son los resultados. Preguntad qué es la verdad en el mundo de
las finanzas, preguntad a los estadistas cual es lo políticamente correcto,
preguntad a la gente de la calle donde está la verdad de sus vidas. Perdida
la pasión por la verdad el hombre ha dejado de ser lo que debería ser y todo
está amenazando ruina. Mientras la Verdad y el Bien no queden rehabilitados,
todos los intentos que se hagan por dignificar al hombre están condenados al
fracaso |
2021-09-23
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