2025-08-24

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

 


Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos sería traicionar a nuestros mayores y echar por la borda su rica herencia, que tantos sacrificios y heroísmos les costó. No olvidemos que la claudicación puede presentarse de muchas formas y una de ellas es la de no hacer nada para evitar que otro tipo de credos nos invada. No deja de sorprenderme por ello lo sucedido en Jumilla (España), convertido en centro de una polémica que tiene divididos a la ciudadanía y a la Iglesia Católica, al habérseles negado la autorización para la celebración de la festividad musulmana del Cordero.

Por una parte están los que, por imperativos de la libertad religiosa, se muestran favorables a ceder las instalaciones deportivas e incluso ceder edificios eclesiásticos para la celebración de dicha festividad, mientras que, por otra  parte, están quienes piensan que no se puede permitir a los musulmanes lo que se niega a lo cristianos en su propia ciudad, en clara alusión al hecho reiterado de que los cristianos de casa no se sienten amparados por esa misma libertad religiosa, para rezar el rosario y manifestar sus convicciones religiosas frente a las clínicas abortivas. No entienden por qué para unos sí existe libertad religiosa y para otros no. ¿Lo entiende alguien?

Como católico que soy, me muestro a favor de la paz y concordia universal entre todas las religiones y los pueblos, pero soy de la opinión de que, antes de intervenir en la casa de los demás, necesitamos poner orden en nuestra propia casa. Entiendo que, dentro de la Iglesia Católica haya puntos de vistas diferentes, creo que es bueno el que se pueda hablar libremente sobre todo lo opinable. El dialogo es siempre enriquecedor, pero lo es mucho más entre mentes no cegadas por la visceralidad y, sobre todo, cuando está presente la caridad. Seguramente que un diálogo menos radicalizado y más fraterno ayudaría a encontrar ese punto de equilibrio, que permita remar conjuntamente en la misma dirección, pues en esta noche oscura que estamos atravesando no sobramos nadie, todos somos necesarios.

 En medio de esta enconada polémica, que tiene como telón de fondo la migración, un nuevo caso de violencia ha venido a exacerbar aún más los ánimos. Un Joven magrebí acaba de prender fuego a la iglesia de Santiago Apóstol en Albuñol (Granada), después de reventar a martillazos imágenes religiosas, entre las que se encontraban tallas de la Virgen y de Cristo. Espero que, si a un vecino de este pueblo se le ocurre decir que no le gusta que alguien de fuera venga a devastar su patrimonio, no sea tildado de islamófobo o de cosas peores, por algún grupo católico pro-islamista.    

Naturalmente que el caso de Jumilla, que tanto revuelo ha ocasionado, no pasa de ser  algo meramente anecdótico, pero bien pudiera ser el iceberg de un asunto de mayor trascendencia, que apunta al diálogo interreligioso, en el que están involucradas tanto autoridades civiles como eclesiásticas  y en el que, en mi opinión, se debería tener muy en cuenta el peligroso avance territorial y social  que está experimentando el islamismo, considerado no solo como un conjunto de creencias, valores y forma de vida, sino como un tipo de civilización con aspiraciones políticas, poco respetuosa por cierto, con el pluralismo y menos aún con la libertad religiosa, tal como es sabido de todos. Sé que al decir esto algunos me tildarán de exagerado, pero hí están los datos. En Francia, los musulmanes representan entre el 8 y el 12 % de la población total. Si las previsiones de natalidad se cumplen, los hijos de nuestros nietos podrían asistir a un cambio demográfico espectacular, que permita hablar de una Francia musulmanizada. Triste presagio. La hermana mayor de la Iglesia, después de haber renegado de sus raíces cristianas, podría caer en manos de una civilización presidida por el fanatismo. El Gobierno Francés se muestra preocupado y en uno de sus informes pone de manifiesto que, el ascenso del grupo de los Hermanos Musulmanes, al infiltrarse en asociaciones culturales o de otra índole, amenaza la cohesión nacional. Los servicios de inteligencia descubrieron que este grupo había logrado imponer su agenda al conjunto de los musulmanes en Francia y que tenía como fin último instaurar la ley islámica. Según palabras del líder egipcio, hay que islamizar la sociedad, no por medio de la violencia sino mediante la infiltración en todos los estamentos sociales, escuelas, universidades, agrupaciones comunitarias. Es evidente que la ‘sharia’ (ley islámica) es incompatible con la civilización de occidente.

No hace falta ir a Francia, basta con analizar, lo que sucede en España. Mientras aquí se cierran o venden edificios religiosos e iglesias, el islamismo está cubriendo los huecos dejados por el catolicismo.  De la primera mezquita en 1980 hemos pasado a más de 1500 mezquitas y lugares de culto, lo cual no deja de ser preocupante, teniendo en cuenta que la mezquita no es simplemente un lugar de oración, es mucho más, es un lugar de adoctrinamiento, donde se inicia a los niños en el radicalismo y se les prepara para que puedan mostrarse refractarios a toda influencia procedente de otras fuentes. El poeta turco Ziya Gökalp, lo supo expresar muy bien en breves palabras: “Las mezquitas serán nuestras casernas, los minaretes nuestras bayonetas. ”Hace falta estar ciegos para no ver que, mientras  en occidente el catolicismo está  en retroceso, el islam, en cambio ha experimentado una expansión demográfica y social, inimaginable hace tan solo unas décadas.

Para avanzar en sus pretensiones expansionistas, al islamismo no le hace falta hoy recurrir a la Guerra Santa, como en aquellos tiempos de Covadonga, Poitiers, Lepanto o Viena; es suficiente con la apatía y la indiferencia, con la pasividad y ese “dejar  que sean otros los que llevan la voz cantante”  todo ello disfrazado de tolerancia. Hay que reconocer que el problema al que nos enfrentamos no solamente es político sino también religioso. Nuestra fogosidad religiosa no es tan ardiente como la de nuestros antepasados y nuestra voluntad de compromiso cristiano menos firme y decidida. Bien pudiera ser que, en nombre de una libertad religiosa malentendida, estuviéramos abriendo las puertas a un modelo de sociedad que poco tuviera que ver con el humanismo cristiano. El tiempo de reaccionar ha llegado y mañana podía ser ya demasiado tarde.

La libertad religiosa, de la que tanto se viene hablando, es un tema que hay analizar al margen de toda ideología, ya que no conviene mezclar lo político con lo religioso y mucho menos entenderla al margen de la fidelidad al evangelio. Por supuesto que la caridad cristiana ha de ser practicada con todos, por supuesto que hay que tener los brazos abiertos para acoger al peregrino, pero hay que hacerlo como Dios manda y lo mismo sucede con la libertad religiosa, que nunca debiera ser utilizada como excusa para justificar nuestra falta de compromiso y fidelidad al evangelio de Jesucristo. En ningún caso la libertad religiosa ha de ser entendida como una patente de corso que da derecho a todo. Los emigrantes, al igual que los nativos, han de acomodarse a las pautas de comportamiento vigentes en el país de acogida, siendo respetuosos con sus costumbres y tradiciones y nunca tratar de imponer su ley, convivir en paz con el resto de la ciudadanía y no ser motivo de discordia.  

El concilio Vaticano II nos dejó páginas esclarecedoras, que nos hablan de la libertad religiosa como antídoto a un autoritarismo implacable, que llevó el  terror a los espíritus en tiempos de la inquisición.  Es una forma de decirnos que el cristianismo tiene en cuenta la dignidad humana y respeta su libertad, por esta razón el mensaje evangélico no se impone por la fuerza o la violencia sino que, tan solo se propone, para que sea aceptado voluntariamente por aquel que lo desee, pero aquí no acaba la cosa, para comprender en todo su integridad el alcance de esta cuestión, hay que tener en cuenta la tradición y el magisterio de la Iglesia  ejercido a través de los pontificados  que van de Pio IX a Pio XII, según el cual todo católico ha de ser  sobre todo respetuoso con los derechos de Dios, que es tanto como decir que Él y solo Él es dueño y Señor de la historia humana, a quien se le debe todo honor y toda gloria y ha de saber también que Jesucristo es el Rey del universo ante el cual todo rodilla se dobla. El deber, tanto individual como social, de rendir culto a Dios está fuera de toda duda.  Solo quien reconozca en su corazón que hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, puede ser considerado católico. Más aún, no es suficiente con creer esto y guardárselo para sí mismo, es preciso comunicárselo a los demás, incluso a los musulmanes que han venido a nuestros países a convivir con nosotros, porque los cristianos estamos llamados a ser la luz del mundo y no a esconderla bajo el celemín. Eso y no otra cosa es la evangelización.     

243.-Las personas mayores debieran ser tenidas en cuenta

 




 El día 26 de julio, dedicado a los abuelos, da pie para que al menos una vez al año hablemos de ellos y les convirtamos en los protagonistas, que bien se lo merecen.

La veneración por las personas mayores fue cosa de otros tiempos, lo que hoy se lleva es el juvenismo. Ser joven lo es todo, los jóvenes representan la moda del momento. Hay que vestir, pensar y hasta vivir, como lo hacen ellos. A las personas mayores, en cambio, no se las tienen consideración, ni se las escucha, representan el pasado que ya no mueve molinos y hay que centrarse en el momento presente. Los mismos términos «clase pasiva» o «retiro» a la que pertenecen la mayoría de los abuelos, ponen bien a las claras que se trata de unas personas fuera de juego.  

Estas clases pasivas, integradas por jubilados, carecen de relevancia en todos los órdenes, quedando condenados a un ostracismo, que les hace sentirse unas personas inútiles a quienes, por compasión, se les soporta como una carga pesada. Nadie se acuerda de ellas a no ser los políticos en convocatoria de elecciones, y esto no debiera ser así, porque como bien se ha dicho, es la sociedad más que la bilogía la que hace sentirse a los ancianos trastos inútiles.  Ellos son seres humanos, con los mismos derechos que los demás, a quienes tenemos que estar agradecidos después de haber hecho tanto por los demás. Ellos son los que nos han dejado en herencia un acerbo de bienes culturales y económicos de gran valor, un legado importante por el que todos debieran estar agradecidos. Más aún, cada día que pasa siguen demostrado suficientemente que, en manera alguna, no son ese tipo de sujetos inactivos que la gente cree; por el contrario, son ellos los que en muchas ocasiones ayudan a las familias a salir adelante y colaboran con las comunidades y con las ONGs en proyectos humanitarios pero, por lo que se ve, su efectiva labor no siempre es tenida en cuenta a causa de los prejuicios. No hay duda de que su ayuda a los demás debiera tener un  reconocimiento más cumplido.

La discriminación que se ejerce sobre ellos, no solamente es laboral es también familiar, social, política y sobre todo humana y afectiva, que a veces se nos presenta bajo la forma de un cierto proteccionismo paternalista. En la discriminación de los viejos ha tenido mucho que ver la pérdida de valores tradicionales que han sido sustituidos por otros y ni siquiera los medios de comunicación han estado lo suficientemente comprometidos en este asunto, dejándose contagiar del espíritu mercantilista de la época en que vivimos.

Por razón de edad los abuelos se han visto obligados a retrotraerse sobre sí mismos y a vivir en un mundo de soledad y aislamiento. Es obligado mostrarse severos con una sociedad como la nuestra, que se niega a ver a los mayores como seres humanos, que tienen los mismos derechos y necesidades que los demás, pasando de este modo a ser víctimas de una cruel marginación. El abandono que sufren es la razón por la que hoy, decir viejo y decir segregado, ha llegado a ser un pleonasmo. Viejo es lo que ya no sirve, lo que está fuera de uso, es decir una especie de desperdicio, cuyo destino no es otro que el desguace.  La situación deplorable en que viven los ancianos en general es muestra fehaciente del fracaso de la civilización contemporánea. Una sociedad que no acoge y reverencia a las personas mayores está dando muestras de estar enferma. Los pueblos que arrincona a los abuelos es porque se han quedado sin corazón y carecen de sentimientos humanitarios.

No es esto solo. Hay razones de conveniencia propia, que debiera hacer pensar a las generaciones más jóvenes que el paso del tiempo no se detiene y que como ahora ven a los mayores un día ellos mismos se verán.

 Las mejoras en beneficio de los viejos de hoy, un día repercutirán a favor de los que todavía no lo son, pero un día lo serán. Lo que cuando eres joven hagas a favor de remediar la situación de los abuelos por ti mismo lo estás haciendo. Según el dicho popular : “ hijo eres, padre serás, lo que tú hagas a ti te harán” Nadie debiera sentirse a gusto con el abandono de los viejos “pues el llanto que tú le provocas puede ser el tuyo mañana”. Si cuando has sido joven te has portado bien con los viejos tendrás derecho a que los demás hagan lo mismo contigo cuando dejes de serlo, ya que según tratemos nos tratarán.

Circula por ahí una historieta que nos puede servir para ilustrar esto que estamos diciendo y con ella quiero concluir.  Se la conoce con el nombre de “el plato de madera”;  en ella se cuenta que un padre aquejado por las limitaciones propias de la edad, se fue a vivir con su hijo, su nuera y un nieto de cuatro años.  Llegó el momento en que sus manos, su vista, sus torpes movimientos, le impedían hacer las cosas con normalidad y  cuando se sentaba a la mesa era incapaz de sostener con firmeza la cuchara, por lo que la comida acababa en  el suelo y el líquido del vaso  se derramaba sobre el mantel, hasta que un día su presencia en la mesa se hizo insoportable, por cuyo motivo se le condenó a comer solo en una esquina del comedor en un plato de madera  para que en caso de que cuando cayera al suelo, cosa frecuente, no se quebrara. El abuelo por más que lo intentaba no podía evitar lo que tanto desagradaba a la familia y cuando alguna de estas cosas sucedía unas lágrimas empañaban sus ojos. Nadie se daba cuenta de su tragedia, solamente el niño era consciente del sufrimiento interior de su abuelo. Una buena tarde el niño estaba manipulando unos trozos de madera y cuando el padre le preguntó que hacía, él le respondió que estaba haciendo dos platos de madera para cuando sus padres fueran viejecitos. No hubo necesidad de más palabras. A partir de entonces todo cambió. El abuelo volvió a comer con todos en la mesa y a sentir el calor familiar que hasta entonces no había sentido.

El problema está en que la gente está instalada en el momento presente y no es previsora. Se comporta como si ellos nunca llegaran a ser viejos un día.

242.- En España empieza a amanecer





 Los jóvenes de hoy sin futuro alguno y a quienes se les ha robado toda esperanza, debieran saber que la España de sus abuelos, imbuidos de nobles ideales, fueron unos tiempos marcados por la ilusión y la alegría de vivir, donde olvidada toda rencilla, la existencia transcurría en paz. Orgullosos y enamorados de su Patria, los españoles al unísono trabajaron para hacer de ella Una, Grande y Libre. Fue la España de Franco que, con el tesón y el esfuerzo de todos los españoles, se hizo acreedora del mayor respeto. Los que en ella vivieron tenían la seguridad de que el trabajo no les iba a faltar, ni tampoco un hogar donde iniciar un proyecto en común. El conocido como “el milagro español” se produjo y en poco tiempo, sobre las ruinas de un solar devastado por la guerra, se pudieron sentar las bases de una nación próspera que llegó a situarse entre las primeras potencias económicas del mudo, pero esto no fue todo, ni siquiera lo más significativo. La Nación Española, después de haber vencido al comunismo opresor, materialista y ateo, se convirtió en referente, luz y faro, para todo occidente.  

 Así hasta que vinieron unos iluminados revanchistas, cegados por el odio y la venganza, dispuestos a meter la piqueta y derribar todo lo que tanto esfuerzo había costado y lo que parecía imposible, desgraciadamente se hizo realidad, no sin la colaboración de los cobardes y traidores, que disfrazaron sus intereses partidistas por un supuesto servicio a España que no fue tal. Después de no más de 50 años, el resultado no ha sido otro que el que todos conocemos. El más triste que pudiera imaginarse.  El valioso tesoro que recibimos de nuestros mayores en herencia fue dilapidado, tergiversada su memoria histórica y profanados los lugares más sagrados, que habían sido erigidos como símbolos de reconciliación. La alevosa intención de quienes vivieron obsesionados por destruir España, al final se vio cumplida de la forma más miserable y canallesca que imaginar se puede.           

Trascurrido medio siglo, queda meridianamente claro que el cambio ha sido un triste y lamentable engaño y que aquellas euforias democráticas no eran más que un fuego de artifició. Después de tantas corruptelas, desmanes, engaños y tomaduras de pelo, perpetrados por los políticos de turno, no debiera quedar nadie que aún creyera en ellos y les prestara apoyo.  Esto mismo es lo que los más jóvenes, un tanto decepcionados, comienzan a poner en cuestión y se preguntan ¿Por qué la ciudadanía no toma una determinación y se planta de una vez por todas, negándose a ser cómplice de un entramado político tan detestable y corrupto? Después de lo visto, uno no sabe qué más tiene que suceder para que el pueblo diga: ¡Basta ya de tanto escarnio!   Muchas han sido las generaciones perdidas, por lo que no deja de ser esperanzador que sean los propios jóvenes quienes se atrevan a dar el primer paso. Esto es lo que al menos, nos revelan las encuestas, según las cuales el desencanto político entre los jóvenes es un hecho palpable, su desconfianza en las instituciones, en los partidos y en la casta política es manifiesta, al tiempo que su desafección por la democracia les empuja a buscar otras alternativas.  Uno de los motivos de esta desafección, según el doctor Agustín Blanco, profesor de Sociología de la Universidad Pontificia Comillas, es que los jóvenes entienden que la política se ha convertido en una confrontación partidista, olvidándose del bien común, manifiestan así mismo que «La precariedad creciente, la inestabilidad y la tremenda incertidumbre que sufren los jóvenes, unida al coste inasumible de la vivienda, hacen que muchos piensen que la política no sirve para nada». Si a todo esto unimos el clima generalizado de corrupción, que se extiende por el arco parlamentario, comprenderemos que el amargo sabor de la decepción sea cada vez más habitual entre la juventud.

¿Qué ha pasado, que está pasando para haber llegado a semejante situación? ¿Dónde está el origen de tanto desmán? Pensando en los jóvenes voy a tratar de hacer algunas reflexiones que pudieran resultar útiles.

 

Digamos de entrada que, los sistemas políticos en los que se incluye la democracia, no son fin en sí mismos, son tan solo medios e instrumentos, que pueden resultar eficaces en orden al ordenamiento político; en realidad la democracia viene a ser un formulismo jurídico político y es así como debiera entenderse. El error ha estado en anteponer este formulismo a todo tipo de consideraciones, convirtiéndole en algo absoluto y sagrado, de modo y manera que si te comportas de forma democrática no necesitas ya nada más, porque se supone que has sido respetuoso con el estado de derecho, que es lo que en definitiva cuenta. Si esto fuera así, entonces ¿qué pasa con la moralidad?  Pues que ha quedado relegada al ámbito de lo privado, sin que sea tenida en cuenta en todo lo que hace referencia a la “res publica”.  Así las cosas, podemos encontrarnos con un perfecto demócrata, que a la vez es un sinvergüenza y corrupto. A regañadientes, la ciudadanía ha ido tolerando los numerosos casos de escándalos e injusticias, limitándose a decir que todos los políticos son iguales, por lo que las corruptelas en política resultan ser algo inevitable y esto es precisamente por lo que muchos jóvenes no están dispuestos a tragar y no les falta razón.

 

  Por lo que se ve, a los jóvenes de hoy no les cabe en la cabeza tanto conformismo y pasividad frente a los desmanes políticos, pero todo tiene su explicación.  Es innegable que el sistema democrático es un plan ideado para articular las distintas opciones, provenientes de los gobernantes, gobernados, instituciones o medios de comunicación. Los partidos políticos podrán odiarse a muerte, pero en lo tocante a preservar el sistema no hay ningún tipo de fisura entre ellos, todos a una le defenderán con uñas y dientes, conscientes de lo que en ello se juegan. A tal fin han ideado una estrategia eficacísima, que garantiza la continuidad temporal del sistema, que consiste en un plan de alternancia. Como es sabido, el tiempo acaba desgastando a los gobiernos, pero no importa, en la democracia siempre habrá otro de repuesto esperando la ocasión. Se cambia uno por otro y aquí no ha pasado nada. Quítate tú para ponerme yo y a empezar de nuevo, de modo que se puede estar eternamente dando vueltas a la noria, para volver al mismo punto de partida. ¡Genial!

 En cuanto a los gobernados, viene a ser parecido, aunque algo más complejo. Los votantes, pasado un tiempo, digamos 4, 6, 8 años, lo olvidan y lo perdonan todo, para volver a elegir a los mismos que en la legislatura anterior les defraudaron. Nunca escarmientan.  Es suficiente con que los rostros cambien, para caer en la misma trampa de siempre. Con lo fácil que es darse cuenta de que se trata de los mismos perros con distintos collares. Sería pues el momento de recordar aquel proverbio árabe que dice: “Si te engañan una vez la culpa será del otro, pero si continuamente te están engañando, la culpa será tuya, por dejarte engañar”.       

  Por si fuera poco, se parte del convencimiento generalizado de que hay que seguir votando, porque no hay otra alternativa mejor, aunque como todos sabemos, se vota más con el corazón que con la cabeza y ello explica muchas cosas. Aparte de esto, está la presión social. Ha de tenerse en cuenta que, en la sociedad en que vivimos, pasar por demócrata lo es todo y si no es así puedes verte afectado  en tu reputación, incluso poner en peligro tu puesto de trabajo, y si no que se lo pregunten a algunos periodistas. Por esta razón la gente procura no ir contracorriente y cuida los gestos para que los demás les tomen por unos demócratas de toda la vida y no les confundan con unos “proscritos fachas”.  

  Esta es la anti -España que ha apostatado de los valores más típicamente hispanos, es bien distinta de la España que heredamos. A veces me pregunto ¿Qué se puede hacer con los despojos de nuestra Madre Patria?  Si al menos pudieran ponerse a salvo en un cofre sagrado, inaccesible a las manos profanadoras, me daría por satisfecho. Me contentaré pensando que su espíritu permanecerá para siempre inaccesible a toda felonía. Que esto es la expresión de un sentimiento nostálgico, lo sé, pero uno es como es. También sé que en política nada hay para siempre, por eso tengo la esperanza de que en España vuelva a reír “la primavera” y a resurgir el aliento patriótico sin revanchismos, sin odios, sin tensiones.  El hecho de que la juventud española está despertando no es una conjetura, es una certeza, acreditada por los estudios realizados. Los jóvenes, esperanza del mañana, comienzan a estar convencidos de que el cambio de farsantes no sirve de nada, si no va acompañado también del cambio de “farsa”. Ésta es la gran novedad que nos permite pensar que en España empieza a amanecer y que bajo sus cielos limpios volverán a hondear las banderas al paso alegre de la paz y la concordia, aunque aquellas banderas victoriosas, portadas por nuestros héroes y mártires, que llevaban prendidas cinco rosas, ésas no volverán; pertenecen ya al patrimonio de la historia y así será por los siglos de los siglos pese a quien pese.     

241.- El odio rojo más allá de la muerte.

 




No sé muy bien porqué mecanismo psicológico, pero lo cierto es que a las personas se las respeta más cuando han fallecido que cuando están vivas. Si se trata de una persona de nuestro agrado se la recordará con cariño y si no es el caso, lo que sucede es que se la olvida simplemente, pero sin ensañarse con ella de por vida. No parece suceder así con la izquierda española, que incapaz de olvidar, sigue odiando a personas después de mucho tiempo de haber desaparecido. Las fobias enfermizas de Zapatero y Sánchez les han empujado a hurgar en las heridas cerradas, con ello lo que han conseguido es enfrentar a la sociedad y no dejar descansar en paz a los muertos, todo ello como consecuencia de haberse negado a perdonar  y  no aceptar el perdón que se les ofrece, pero lo más triste y doloroso de todo, es que la Iglesia Católica haya podido ser acusada de cierta ambigüedad, cuando no de hacer el caldo gordo  en este tipo de actuaciones políticas inspiradas en el odio y el revanchismo    

A Sánchez y sus secuaces ajenos a todo espíritu de reconciliación se les ha ocurrido la peregrina idea de organizar numerosos actos, no para conmemorar el nacimiento sino de la muerte de Franco, ocurrida hace ya cincuenta años, naturalmente no sin cierto regodeo, cuyo coste, según fuentes gubernamentales, asciende a 20 millones de euros, que tendremos que pagar todos los españolitos.  Esta necrológica celebración va a ser aprovechada, sin duda, para expandir su nefasta propaganda política y confundir a la ciudadanía. Según ellos, se trataría de reconstruir la memoria histórica, cuando en realidad de lo que se trata es de una burda propaganda para hacer valer su subjetiva y sesgada visión histórica, llena de prejuicios. ¿Qué se puede esperar de quienes meticulosamente escudriñan la paja en el ojo ajeno y son incapaces de ver la viga en el propio?  Ya que se resisten a pasar página y están empeñados en el revisionismo histórico, vamos a refrescarles la memoria, trayendo a colación algunos hechos significativos, que dan idea de lo que ha sido y ha hecho la izquierda en España en estos últimos años de su historia, con el fin de que resplandezca la verdad.   

 Si nos retrotraemos a finales del siglo XIX y comienzos del XX, tendríamos que comenzar a preguntarnos ¿Quién asesinó a los presidentes de gobierno Antonio Cánovas del Castillo, José Canalejas, Eduardo Dato? ¿Quién incendió España en la década de los años 30 del siglo pasado? Ya por aquel lejano 14 de abril de 1931, al poco tiempo de haberse proclamado la II República, comienzan a producirse actos vandálicos con quemas de iglesias y conventos, ardiendo alrededor de 100 edificios religiosos por aquellos días, mientras al Sr. Manuel Azaña, a la sazón ministro de la guerra, tan solo se le ocurría decir que”Todos los conventos e iglesias de Madrid no valían la vida de un republicano”.  

Nadie podrá negar así mismo, que las Milicias Antifascistas (MAOC), ya en 1934, estaban operando con el propósito de implantar la Revolución a través del terror.  En octubre de este mismo año tiene lugar la Revolución de Asturias que, según palabras del Dr. Marañón, fue el primer intento de establecer en España una república soviética promovida por el PSOE. Es entonces cuando con una virulencia inusitada se desencadena una persecución religiosa, en la que son asesinados los hermanos de la Salle de Turón, juntamente con otros muchos sacerdotes y religiosos, incluso también seminaristas, algunos de ellos menores de edad. Se da por cierto que un nutrido número de religiosos y sacerdotes fueron asesinados. La catedral de Oviedo fue incendiada, con su rico patrimonio cultural perdido para siempre. Triste presagio de lo que habría de venir después.

Sofocada la Revolución de Asturias, las aguas retornan a su cauce, pero pasado muy poco tiempo la persecución religiosa vuelve a tomar fuerza: Asesinatos, quema de iglesias y conventos, profanación de cementerios, poniendo así de manifiesto cómo el odio puede llegar a rebasar incluso la barrera de la muerte.

De todos es sabido que en los meses previos a estallar la guerra civil, la violencia se intensificó de forma alarmante;  las mismas elecciones de febrero de 1936  se celebraron en medio de un clima de agitación extrema, teniendo como telón de fondo las palabras incendiarias del dirigente socialista Largo Caballero,  quien  no se cansaba de repetir que la clase obrera debería adueñarse del poder político, ya que la democracia es incompatible con el socialismo, por lo que si los socialistas son derrotados en las urnas, tendrán que ir a la guerra civil.  

Una vez ganadas las elecciones de febrero del 1936 por el frente popular, no voy a entrar a valorar si de forma fraudulenta o no, las Milicias Antifascistas asaltaron en abril el Convento de Santa Cristina, en la calle Antillón de Madrid, para convertirlo en la primera “checa” de las muchas que llegó a haber en Madrid, lugares de triste recuerdo, en las que se torturaba y asesinaba impunemente. A mediados de junio la violencia llegó a ser tal que se aconsejaba a los extranjeros no viajar a España. En los días de julio que precedieron a la guerra civil española, la violencia se había adueñado de las calles. Del 11 al 20 de este mes la situación se había hecho insostenible. El asesinato del jefe de la oposición, Calvo Sotelo, iba a ser la gota que colmara el vaso. En la madrugada del lunes 13 de julio de 1936,  guardias de asalto y miembros de las milicias a las órdenes de un capitán de la guardia civil socialista, acababan con su vida. Cuatro días después del magnicidio se produciría el Alzamiento Nacional.

  Durante la guerra civil alcanzaría cotas inimaginables “el terror rojo” lo que obliga a proyectar el foco sobre dos dirigentes socialistas, como fueron Largo Caballero, conocido como el “Lenin” español, e Indalecio Prieto. Al poco tiempo de haberse iniciado la contienda fueron despeñados al vacío por el impresionante tajo de Ronda, cientos de personas, entre las que se encontraban mujeres y niños. Esta masacre pudo servir a Ernest Hemingway para escribir su novela "Por quién doblan las campanas". En la diócesis de Barbastro, se asegura que el 98 % de los sacerdotes, incluido el obispo, fueron asesinados. En Lérida, las cifras alcanzaron también cotas sobrecogedoras

La ola de “terror rojo” se extendió por toda la España Republicana a velocidad de vértigo. Sin entrar en detalles, haremos solo mención de algunas de las atrocidades relatadas, que ponen los pelos de punta. En escaparates de los comercios de Antequera se exhibían los cuerpos desnudos de monjas. Los cementerios eran profanados y se desenterraron los cuerpos de religiosas que hacía tiempo que habían muerto. En ocasiones a los hombres se les empalaba vivos, obligándoles a presenciar cómo eran violadas sus mujeres e hijas, para después ser rociadas con gasolina y quemadas vivas. A los curas se les abría en canal y se les llenaba el estómago de cal viva. En la costa de Málaga podían verse los cadáveres decapitados, flotando en el agua.

En agosto del 36 salía una ley por la que quedaban clausurados los edificios religiosos, dando lugar a que los obispos clérigos, frailes y monjas, quedaran en el más absoluto desamparo a merced de las hordas criminales. Solo en este mes se contabilizan unas 2000 víctimas, número que sería incrementado hasta alcanzar cifras asombrosas. Se calcula que pudo haber unos 10.000 mártires, entre los cuales se encuentran, 4000 seglares católicos.   Seguramente la persecución religiosa habida en España pudo ser la de mayor magnitud que la Iglesia Católica haya conocido a lo largo de su historia. Naturalmente las cifras señaladas a lo largo de estas páginas hay que tomarlas con cautela por cuanto una precisión total es poco menos que imposible

Los efectos del “terror rojo” tuvieron naturalmente su mayor repercusión en ciudades grandes como Barcelona, Valencia y sobre todo Madrid, donde las checas comienzan a funcionar en julio del 36. Para quien no lo sepa, las checas fueron centros facultados para realizar detenciones, requisas, torturas y asesinatos extrajudiciales.  Funcionaban por barrios, de forma organizada y estaban regentadas por sindicatos y comités de partidos.   A las checas iban a parar los desafectos al bando republicano. Madrid estaba plagada de checas, entre las que cabe recordar, Dirección de Seguridad, checa de Fomento, checa de la Guindalera de S Bernardo,  la de S: Antón de donde salió Muñoz Seca  camino de Paracuellos, la del Marqués de Griñón, la de servicios especiales del Ministerio de la Guerra y como no, la tristemente célebre denominada “Brigada de investigación criminal”, regentada por el sanguinario Agapito García Atadell, socialista para más señas.

 Estas checas serían el preludio de lo que vendría después, en forma de sacas de presos, una de las cuales tuvo lugar en agosto de 1937 en Rivadedeveva (Aturias), lugar en que milicianos del frente popular asesinaron a más de 100 personas, entre las que se encontraban 87 guardias civiles. Se  prodigaron las prácticas conocidas eufemísticamente como “el paseo” que consistía en sacar a los  detenidos de los centros penitenciarios para dispararles  un tiro en la nuca y dejarles tirados en la cuneta de las carreteras o en la tapia de los cementerios.  Se perpetraron horrendas masacres en Aravaca, en la que figuran hombres ilustres como Ramiro Ledesma y Ramiro de Maeztu quien antes de morir pronunció esta frase que invita a la reflexión: “ Vosotros no sabéis porque me matáis, pero yo sí sé porque muero: Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros.”    Matanzas espantosas las hubo también en Torrejón, Rivas Vaciamadrid  y sobre todo Paracuellos, de la que tanto sabía Santiago Carrillo, a quien se le permitió irse “de rositas”, sin dar una explicación a los familiares de las víctimas.

Para ser justos hay que decir que no todos los republicanos fueron como Agapito García, Santiago Carrillo, Largo Caballero o Indalecio Prieto; entre ellos hubo personas decentes, que mostraron su descontento por los abusos cometidos y que tuvieron que pagar por ello. Hasta dónde llegaría el salvajismo, que hubo ciudadanos republicanos que interpusieron denuncias contra los milicianos, por los desmanes cometidos. Se cuenta incluso que, cierto portero republicano de un piso de Madrid, pistola en mano, hizo frente a los milicianos impidiéndoles entrar en la finca.

No es necesario extenderse más, pienso que este breve repaso de nuestra historia reciente, puede ser suficiente para extraer algún tipo de conclusiones. La primera sería, que el PSOE no ha sido ni mucho menos ese partido modélico y honrado que muchos han querido vendernos, sino que tiene las manos manchadas de sangre. Segunda, que sus activistas, lejos de ser esos héroes luchadores por la libertad y la democracia, que nos han pintado, no pasan de ser unos execrables asesinos sin entrañas, que como sus compañeros del frente popular merecen un juicio severísimo de la historia. Cierto que la guerra civil española es un asunto complejo, no lo voy a negar, pero hay cosas evidentes que no se pueden discutir. Es un hecho, el que la Iglesia lleva reconocidos a más de 2128 mártires y que previsiblemente a esta lista se unirán 6000 más en los próximos años. Consta que en los archivos martirológicos existen más de 10.000 fichas, referentes a los mártires de la guerra civil española. ¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos, que un número ingente de compatriotas nuestros fueron asesinados “in odium fidei”, es decir simplemente por odio a la fe, por Cristofobia, lo cual es inasumible y nadie podrá justificarlo por mucho que la memoria histórica pretenda, por arte de birlibirloque, convertir a los verdugos en víctimas propiciatorias y a los mártires en unos fanáticos, enemigos del pueblo y de la libertad.  La aquiescencia de unos a este satánico relato histórico, resulta ser una perversión y el silencio cómplice de los otros un escándalo. Ya no solo es repudiable en sí, la matanza de un ejército nutrido de mártires, reconocidos por la Iglesia y por tanto santos, cuya festividad se celebra el 6 de noviembre, sino que lo es tanto o más la saña endiablada y feroz crueldad, con que dicho genocidio fue llevado a cabo. La pregunta ahora es: ¿Cuál hubiera sido el futuro de España y de la Iglesia Española de no haber parado los pies a estos genocidas?

Teniendo en cuenta el oscuro memorial histórico del PSOE, no debiera sorprendernos que el Sr. Sánchez tenga a Bildu como socio y aliado en las tareas de gobierno, que el Sr. Eguiguren, presidente del partido socialista en Euskadi, considerara como un héroe a Josu Ternera o que Zapatero se entendiera a las mil maravillas con ETA, tanto que sus emisarios en las negociaciones de paz con los terroristas, llegaron a decir: “Nos tenemos que ayudar, estamos en el mismo barco”. La frase lo dice todo y es que, en realidad, entre los milicianos socialistas de los años 30 y los terroristas etarras existe un aire de familia.

 En resumidas cuentas y visto lo visto, lo mejor que le podía suceder a España es que el partido socialista y sus adláteres desaparecieran para siempre.

 

 

240--Edith Stein y Simone de Beauvoir abanderan feminismos contrapuestos

 

A estas dos mujeres, figuras preminentes de la historia del feminismo, les tocó vivir una época agitada y convulsa. Edith Stein, judía, nace en Wroclaw 1891 (Polonia) para terminar sus días el año 1942, en el Campo de concentración de Auschwitz. Beauvoir nace un 9 de enero de 1908 en Paris, cuando su predecesora feminista polaca contaba 17 años, a la que sobreviviría hasta el 1986, año en que fallece en París. De ambas puede decirse que fueron unas luchadoras incansables, que desafiaron las normas y costumbres patriarcales de la época en que vivieron.  Defensoras fueron de los derechos de la mujer, atropellados por los prejuicios sociales, llegando a ocupar puestos relevantes en la docencia, anteriormente reservados a los hombres, lo cual supuso un paso adelante en orden a lograr una mayor igualdad entre los sexos.  Las dos estuvieron de acuerdo en su planteamiento inicial, cual es el de que la mujer históricamente ha estado postergada y necesita de una reivindicación, entendida como una forma de reconocimiento en todos los órdenes: social, laboral, cultural, político, una homologación que les permita asumir los roles que tradicionalmente se les venían negando. En su planteamiento inicial, tanto una como otra abogan por un tipo de relaciones entre los sexos presididas por una justa reciprocidad, basada en el respeto y la mutua valoración, sin que nadie se considere superior a nadie, con igualdad de derechos, con las mismas obligaciones y oportunidades, con la misma dignidad compartida. Estas dos feministas coetáneas, que trabajaron por una causa común justa, como es la dignificación de la mujer, nunca llegaron a encontrarse personalmente; cada cual recorrió su camino por separado. Seguramente Beauvoir, ni siquiera conoció los escritos de Edith Stein antes de escribir su obra “El Segundo sexo”.

 Una vez detectado el estado de discriminación que históricamente ha venido sufriendo la mujer ¿Cuál habrá de ser la terapia a seguir para acabar con tanta injusticia? ¿Cómo conseguir que la mujer sea reconocida, tanto de hecho como de derecho, en toda su dignidad y grandeza sin dejar de ser mujer?  La pregunta en sí da por supuesto, implícitamente, que la mujer tiene su identidad propia que la define como tal y es aquí   donde va estar la diferencia que separa a Beauvoir de Stein y por extensión, aquí va a estar también el abismo que separa al feminismo cristiano del que no lo es. Veamos.

 Simone de Beauvoir, como filósofa existencialista, colaboradora de Sartre, piensa que la existencia precede a la esencia. Ello quiere decir que los humanos al nacer, venimos a este mundo indeterminadamente, sin ser nada definidos, simplemente existimos. Lo que hayamos de ser, vendrá después de una elección personal y libre. Cada cual decidirá por sí mismo lo que haya de ser, ya que nada le es dado por naturaleza.  Antonio Machado lo expresaba poéticamente diciendo “Caminante no hay camino, se hace camino al   andar” "Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante no hay camino sino estelas en la mar".  Si no hay una esencia predeterminada, entonces no queda otra, que irnos construyendo a nosotros mismos y para ello solo disponemos de nuestra propia libertad, que nos permite diseñar nuestra propia existencia y decidir lo que queremos ser.

Partiendo de estos postulados, la filósofa francesa se ve obligada a decir que la mujer no nace, sino que se hace, de modo que la idea preconcebida que se tiene de la mujer responde a una construcción social y cultural, de corte machista. Éste es el mensaje capital de su obra “El segundo sexo”, que habría de convertirse en santo seña del feminismo contemporáneo y que marcaría un nuevo rumbo para la mujer. Ya no se hablará más de diferencia de sexos sino de igualdad, incluso biológica, entre hombre y mujer. Los roles sociales y familiares quedan trastocados y hasta la propia maternidad quedará ensombrecida. Aparecen nuevos modos de entender las relaciones sexuales, nuevas formas de matrimonio y de familia, todo ello interconexionado con lo que se conoce como ideología de género, que no tiene en cuenta la ley natural.

 Anterior a este feminismo, de corte marcadamente laicista, Edith Stein había sentado las bases de un feminismo netamente cristiano, en el que la experiencia femenina era analizada poniendo en marcha el método fenomenológico, que conducía a unas conclusiones completamente diferentes a las de Beauvoir.

 Edith Stein, figura preminente del siglo XX, fue una judía conversa, discípula predilecta de Husserl, insigne filósofa, monja carmelita, mártir y santa, patrona de Europa, fue también una feminista comprometida con la mujer, que defendió la igualdad de derechos entre los dos sexos, pero estableciendo unas diferencias esenciales entre ellos, que suponen riqueza y complementariedad. Sí, porque para ella la mujer tiene identidad propia, distinta de la del varón, por eso pueden complementarse mutuamente.  El hombre necesita de la presencia de la mujer para ser más hombre y en la medida que la mujer es consciente de este hecho, se sentirá a su vez más mujer. Ninguno de los dos podrá llegar a su plenitud sino es a través de la entrega recíproca.

En modo alguno se podrá decir que la mujer es igual al hombre, ni tampoco que es un constructo social, como pensaba Simone de Beauvoir. El alma humana tiene expresiones diferentes en el hombre y la mujer.  Ello da pie para establecer una vocación específica para cada sexo en intima reciprocidad, que hay que saber abarcar con la misma mirada iluminadora. Diferencias las hay, no solo en el cuerpo, sino también en el espíritu, por lo que frente al conocimiento intuitivo femenino está el conocimiento abstracto y analítico masculino. 

A la hora de ofrecernos la esencialidad femenina, la filósofa alemana prestará atención a la forma de relacionarse la mujer con los demás y nos dirá, al respecto, que la feminidad viene a ser una vocación especifica de la mujer, entendida aquella como expresión de la receptividad y de la acogida al otro, tanto por lo que respecta a la maternidad física, como por lo que se refiere a la maternidad espiritual. “El alma de la mujer, nos dirá, está diseñada como un refugio, donde otras almas pueden desarrollarse”. La feminidad vendría a ser la capacidad de la mujer de salir de sí misma para volcarse en los demás, en los hijos , en la familia , en su trabajo,  al tiempo que se muestra receptiva para todo lo bueno y lo bello que le puede llegar desde fuera.  Es así como la ipseidad de la mujer está en complicidad con la alteridad, con el encuentro personal que se manifiesta en el deseo de dar y recibir amor. La mujer va madurando en la medida que sale de sí misma y va al encuentro del tú. Dándose a los demás se encuentra a sí misma y no dejará de crecer en la medida en que su abnegación por amor sea cada vez mayor.

El análisis fenomenológico del comportamiento de la mujer, en su relación con el mundo y con los demás, lleva a Stein a concluir que lo específico de la mujer es su aptitud acogedora, maternal, de corazón abierto. Ella sola puede ser madre, acogiendo en su seno una nueva vida, alimentándola, protegiéndola, dándole aliento y después educándola.  Su aptitud acogedora y cordial la convierte en una madre de todos y para todos, siempre dispuesta a recibir a todos con los brazos abiertos, especialmente a los más vulnerables y necesitados. Su trato amable y respetuoso inspira confianza y se hace notar en todos los ámbitos:  social, familiar, laboral, comunal; creando un ambiente emocional característico, presidido por la empatía, disponibilidad, compasión y respeto.  Con vocación matrimonial o sin ella, en la mujer siempre está presente el instinto maternal, sublimado en aquellas almas femenina que se consagran a Dios de por vida.  De aquí que la vocación femenina puede ser vivida, no solo en el matrimonio, sino también en los muros de un convento o en el ejercicio de una profesión cualquiera.  Resumiendo: podíamos decir que, para Edith Stein, la empatía es la que mejor viene a definir la especificidad femenina. 

    Por efecto de la gracia, la vocación femenina está también presente en su relación con Dios. La mujer, en su ser y en su obrar, se ve favorecida cuando a través de la gracia entra en relación con Jesucristo. Al final será la vida de la fe la que dotará de sentido trascendente su empatía natural.  

La religiosidad femenina está impregnada de una sensibilidad característica, en la que se aprecia una mayor implicación afectiva, es como si las mujeres estuvieran mejor dispuestas a escuchar las palpitaciones del Sagrado Corazón de Jesús. De hecho, han sido dos mujeres, Margarita Mª de Alacoque y Gertrudis Magna, ambas elegidas por Él para ser las confidentes íntimas, a las que encargó encarecidamente la difusión de esta sacratísima devoción por todo el mundo.   En el amor, tal como brota del corazón de Cristo, es donde encontrará la mujer su fuerza vivificadora.

Edith Stein a través de sus escritos nos ha dejado un profundo análisis fenomenológico de la psicología masculina y femenina, que fecundados por una teología antropológica cristiana bien pudieran servir de faro para los tiempos actuales, en los que urge acabar con el enfrentamiento  entre los sexos y comenzar a hablar de armonía entre los mismos.   

 

 

239.-Cristianismo y Cristiandad

 



 Mucho me temo que, tanto creyentes como los que no lo son, confunden estas dos realidades.   Este malentendido lleva a unos a mezclar lo transcendente e inmutable con lo temporal e histórico y a los otros a arremeter contra la esencia del cristianismo, cuando en realidad sus alegatos no afectan al cristianismo en sí sino a la forma de vivirlo, cual es el caso de Feuerbach o Marx.  Al respecto Soren Kierkegaard se muestra muy explícito, al decir que es falso que Feuerbach atacara al cristianismo, a quien verdaderamente ataca es a los cristianos y otro tanto cabe decir de autores inspirados en él, como pudieran ser Schopenhauer, Nietzsche, Barth o Bultmann.

El cristianismo está por encima de toda consideración humana.  Se centra en el Hijo de Dios Encarnado, que se manifiesta a los hombres y les salva. Esto hace que el cristianismo, en cuanto religión, no se sustente sobre unas bases conceptuales, sino que gire en torno una persona. Guardini llega hasta decir que: “Jesús no es solo portador de un mensaje que exige una decisión, sino que es Él mismo quien provoca la decisión, una decisión impuesta a todo hombre, que penetra todas las vinculaciones terrenas y que no hay poder que pueda ni contrastar ni detener” (La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 1984, p. 47). Al contrario de lo que sucede en otras religiones Jesús no es un profeta de Dios, sino que conjuntamente con él Padre habla en nombre propio.  

 Todo comienza y acaba en Jesucristo.  Él es principio y fin, alfa y omega. “Yo soy el camino, la verdad y vida, nadie va al padre sino por mí” ((Jn. 14, 6). A través de su persona y de su palabra ha quedado revelado el Reino de Dios y su justicia. Él lo es todo para todos y no puede haber otro tipo de referencia, como tampoco puede haber cambio ni alteración alguna en su mensaje. Jesucristo fue, es y será, siempre el mismo; el ayer, el hoy y el mañana no existen para Él y quien trate de seguirlo habrá de hacerlo de forma incondicional. De aquí que al cristianismo se le defina como una religión que tiene como esencia la adhesión a Jesucristo, entendida como fe en su palabra, confianza en su promesa, cumplimiento de sus preceptos, interiorización de sus valores, pero sobre todo como adopción y entrega, como un abandono sin reservas, como un SÍ incondicional.  Para decirlo en pocas palabras, el cristianismo es adhesión a Jesucristo que se traduce por la unidad en el amor.

El cristianismo surge a partir de la muerte y resurrección de Cristo, ahora bien, ese ir tomando conciencia cada vez más clara del mensaje y las enseñanzas de Jesús es otra cosa bien distinta y habrá de ser labor de muchos siglos, hasta que llegue la Parusía. La Cristiandad, entendida como comunidad de creyentes o iglesia militante, va íntimamente unida a la historia temporal de los pueblos y naciones, con su cultura, aspiraciones, desarrollo, modas. A lo largo de la historia los hombres y mujeres del pueblo de Dios han sido peregrinos en un mundo cambiante, viéndose obligados a explorar caminos nuevos, según los signos de los tiempos.  Las turbulencias han sido constantes, las dudas y vacilaciones compañeras inseparables de viaje.  A veces se ha acertado, pero también se han cometido errores y desatinos. Los hombres y mujeres, que caminan hacia la Jerusalén Celeste, no son espíritus puros incontaminados sino simplemente humanos, con todas sus limitaciones e imperfecciones, en medio de un mundo hostil, donde tienen que ir abriéndose camino según los signos de los tiempos y los dictados de las legítimas opciones personales. La cristiandad es pues una aventura humana, con una historia detrás que ha ido cambiando con el paso de los tiempos. Hubo épocas de clara aspiración mística y otras de aspiración ascética y guerrera. El seguimiento a Cristo fue entendido de forma diferente por los eremitas del desierto, los cristianos medievales, o como lo hizo el hombre renacentista. Se entiende perfectamente que los primeros cristianos, para evitar ser seducido por el mundo, pusieran en práctica “La fuga del mundo”; tal no deja de ser una opción válida, como también lo es la de quienes quieren vivir en medio del mundo para servirle, participando de sus preocupaciones e inquietudes, corriendo el riesgo de ensuciarse con el polvo del camino.  De donde se deduce que hay caminos diferentes para alcanzar la misma meta, que no es otra que el mismo Jesucristo, quien dota de sentido a todos los esfuerzos humanos. Cabe por tanto decir que lo importante es ser fiel a la vocación que Él nos hace en las diferentes formas en que ésta pueda manifestarse, aún a sabiendas de que, por muy espirituales que queramos ser, no podremos sustraernos por entero a la mundanidad.  Nuestro compromiso con el mundo forma parte de nuestro compromiso con Dios; “estar en el mundo sin ser del mundo” es una de las grandes paradojas cristianas, que nos obliga a vivir en constante tensión, siempre en guardia, lejos de cualquier tipo de triunfalismos que nos induzcan a bajar la guardia.

Los más de 2000 años de singladura cristiana, en cuanto historia humana que es, ha tenido sus altibajos, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y errores. A pesar de todo, el rostro divino se nos ha ido revelando progresivamente con el paso del tiempo. Hoy podemos decir que tenemos una idea más aproximada de lo que entraña el misterio de Dios y de su relación con los hombres y en cuanto al balance del impacto que la cristiandad ha tenido en la la civilización, nadie puede dudar de que éste ha sido claramente positivo y constructivo. Dificultades de interpretación en muchos asuntos sigue habiéndolas y abundan las controversias internas en torno a temas conflictivos, porque los cristianos somos un pueblo en marcha, que para avanzar necesitamos seguir explorando. En la mesa de los despachos hay temas pendientes, esperando un estudio serio y concienzudo, tales como el celibato sacerdotal, la función ministerial de las mujeres, o dotar de sentido a la sinodalidad eclesial, que están pidiendo una respuesta urgente.

 Por otra parte, y sin que ello signifique dar crédito a la crítica corrosiva y tóxica de los enemigos del cristianismo, hay que ser conscientes de que en el pasado hubo ciertos errores y es bueno reconocerlos, porque es la única forma de enderezar lo torcido.  Como fruto de la intolerancia y los fanatismos radicalizados, surgieron la inquisición, o persecuciones y guerras encarnizadas que podían haberse evitado. Error fue el aburguesamiento del cristianismo, en épocas donde la Iglesia parecía estar más de parte de los ricos que de los pobres. En cuestiones políticas, tampoco puede decirse que fuera un gran acierto el cesaropapismo ejercido durante un prolongado periodo de la cristiandad, sobre todo si tenemos en cuenta las palabras de Jesucristo “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ahora bien, con detectar los errores del pasado no está todo hecho. Es necesario acertar con la terapia sin pasarse de rosca, porque bien pudiera suceder que, debido a la inercia de la ley pendular, cayéramos en el extremo contrario y de la intolerancia nos viéramos trasportados al permisivismo contemporizador que traga por todo, que del dogmatismo radicalizado pasáramos al relativismo, o del cesaropapismo al laicismo de estado.    

 Obligado es decir que, tanto ayer como hoy, el pecado más grave de la cristiandad ha sido y sigue siendo la falta de autenticidad. El mal ejemplo de la hipocresía podía estar en el origen tanto de los males de tiempos pasados, como de los tiempos presentes. Según la “Gaudium et Spes” (9) “En la génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado, más bien que revelado, el genuino rostro de Dios y de la religión.” La falta de autenticidad puede ir unida a la falta de compromiso con el mundo, que vendría a ser un de las características de los tiempos modernos.  Los cristianos de hoy hemos aprendido a contemporizar y convertir nuestra religiosidad en una cuestión privada, para no tener que enfrentarnos a los demás, olvidando así, no solo las palabras de Jesucristo que nos exhortan a ser "luz del mundo y sal de la tierra", sino que también hemos ido relegando su dimensión social y el resultado ha sido la pérdida progresiva del carácter corporativista y comunitario vinculado al concepto de cristiandad,  que debiera seguir siendo una comunidad religiosa de cristianos en el mundo, animados por la fuerza del espíritu, unidos por una sola fe y un solo bautismo, portadores de las mismas aspiraciones  e idénticos sentimientos con una misión social que cumplir.

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

  Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos ser...