No
sé muy bien porqué mecanismo psicológico, pero lo cierto es que a las personas
se las respeta más cuando han fallecido que cuando están vivas. Si se trata de
una persona de nuestro agrado se la recordará con cariño y si no es el caso, lo
que sucede es que se la olvida simplemente, pero sin ensañarse con ella de por
vida. No parece suceder así con la izquierda española, que incapaz de olvidar, sigue
odiando a personas después de mucho tiempo de haber desaparecido. Las fobias
enfermizas de Zapatero y Sánchez les han empujado a hurgar en las heridas
cerradas, con ello lo que han conseguido es enfrentar a la sociedad y no dejar
descansar en paz a los muertos, todo ello como consecuencia de haberse negado a
perdonar y no aceptar el perdón que se les ofrece, pero
lo más triste y doloroso de todo, es que la Iglesia Católica haya podido ser
acusada de cierta ambigüedad, cuando no de hacer el caldo gordo en este tipo de actuaciones políticas
inspiradas en el odio y el revanchismo
A
Sánchez y sus secuaces ajenos a todo espíritu de reconciliación se les ha
ocurrido la peregrina idea de organizar numerosos actos, no para conmemorar el
nacimiento sino de la muerte de Franco, ocurrida hace ya cincuenta años,
naturalmente no sin cierto regodeo, cuyo coste, según fuentes gubernamentales,
asciende a 20 millones de euros, que tendremos que pagar todos los españolitos.
Esta necrológica celebración va a ser
aprovechada, sin duda, para expandir su nefasta propaganda política y confundir
a la ciudadanía. Según ellos, se trataría de reconstruir la memoria
histórica, cuando en realidad de lo que se trata es de una burda propaganda
para hacer valer su subjetiva y sesgada visión histórica, llena de prejuicios. ¿Qué
se puede esperar de quienes meticulosamente escudriñan la paja en el ojo ajeno
y son incapaces de ver la viga en el propio?
Ya que se resisten a pasar página y están empeñados en el revisionismo
histórico, vamos a refrescarles la memoria, trayendo a colación algunos hechos
significativos, que dan idea de lo que ha sido y ha hecho la izquierda en
España en estos últimos años de su historia, con el fin de que resplandezca la
verdad.
Si nos retrotraemos a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, tendríamos que comenzar a preguntarnos ¿Quién asesinó a los
presidentes de gobierno Antonio Cánovas del Castillo, José Canalejas, Eduardo Dato?
¿Quién incendió España en la década de los años 30 del siglo pasado? Ya por
aquel lejano 14 de abril de 1931, al poco tiempo de haberse proclamado la II
República, comienzan a producirse actos vandálicos con quemas de iglesias y
conventos, ardiendo alrededor de 100 edificios religiosos por aquellos días,
mientras al Sr. Manuel Azaña, a la sazón ministro de la guerra, tan solo se le
ocurría decir que”Todos los conventos e iglesias de Madrid no valían la vida
de un republicano”.
Nadie
podrá negar así mismo, que las Milicias Antifascistas (MAOC), ya en 1934,
estaban operando con el propósito de implantar la Revolución a través del
terror. En octubre de este mismo año
tiene lugar la Revolución de Asturias que, según palabras del Dr. Marañón, fue
el primer intento de establecer en España una república soviética promovida por
el PSOE. Es entonces cuando con una virulencia inusitada se desencadena una persecución
religiosa, en la que son asesinados los hermanos de la Salle de Turón,
juntamente con otros muchos sacerdotes y religiosos, incluso también
seminaristas, algunos de ellos menores de edad. Se da por cierto que un nutrido
número de religiosos y sacerdotes fueron asesinados. La catedral de Oviedo fue incendiada,
con su rico patrimonio cultural perdido para siempre. Triste presagio de lo que
habría de venir después.
Sofocada
la Revolución de Asturias, las aguas retornan a su cauce, pero pasado muy poco
tiempo la persecución religiosa vuelve a tomar fuerza: Asesinatos, quema de
iglesias y conventos, profanación de cementerios, poniendo así de manifiesto cómo
el odio puede llegar a rebasar incluso la barrera de la muerte.
De todos es sabido que en los meses previos a estallar la guerra
civil, la violencia se intensificó de forma alarmante; las
mismas elecciones de febrero de 1936 se
celebraron en medio de un clima de agitación extrema, teniendo como telón de fondo las
palabras incendiarias del dirigente socialista Largo Caballero,
quien no se cansaba de repetir que la clase obrera
debería adueñarse del poder político, ya que la democracia es incompatible con
el socialismo, por lo que si los socialistas son derrotados en las urnas, tendrán que ir a la guerra
civil.
Una vez ganadas las elecciones de febrero del 1936 por
el frente popular, no voy a entrar a valorar si de forma fraudulenta o no, las Milicias Antifascistas asaltaron
en abril el Convento de
Santa Cristina, en la calle Antillón de Madrid, para convertirlo en la primera “checa” de las muchas
que llegó a haber en Madrid, lugares de triste recuerdo, en las que se
torturaba y asesinaba impunemente. A mediados de junio la violencia llegó a ser
tal que se aconsejaba a los extranjeros no viajar a España. En
los días de julio que precedieron a la guerra civil española, la violencia
se había adueñado de las calles. Del 11 al 20 de este mes la situación se había hecho insostenible.
El asesinato del jefe de la oposición, Calvo Sotelo, iba a ser la gota que
colmara el vaso. En la madrugada del lunes 13 de julio de 1936, guardias de asalto y
miembros de las milicias a las órdenes de un capitán de la guardia civil
socialista, acababan
con su vida.
Cuatro días después del magnicidio se produciría el Alzamiento Nacional.
Durante
la guerra civil alcanzaría cotas inimaginables “el terror rojo” lo que
obliga a proyectar el foco sobre dos dirigentes socialistas, como fueron Largo
Caballero, conocido como el “Lenin” español, e Indalecio Prieto. Al poco tiempo
de haberse iniciado la contienda fueron despeñados al vacío por el
impresionante tajo de Ronda, cientos de personas, entre las que se encontraban
mujeres y niños. Esta masacre pudo
servir a Ernest Hemingway para escribir su novela "Por quién doblan las
campanas". En la diócesis de Barbastro, se asegura que el
98 % de los sacerdotes, incluido el obispo, fueron asesinados. En
Lérida, las cifras alcanzaron también cotas sobrecogedoras
La ola de “terror rojo” se extendió por toda la España
Republicana a velocidad de vértigo. Sin entrar en detalles,
haremos solo mención de algunas de las
atrocidades relatadas, que ponen los pelos de punta. En escaparates de los comercios de
Antequera se exhibían los cuerpos desnudos de monjas. Los cementerios eran
profanados y se desenterraron los cuerpos de religiosas que hacía tiempo que
habían muerto. En ocasiones a los hombres se les empalaba vivos, obligándoles a
presenciar cómo eran violadas sus mujeres e hijas, para después ser rociadas
con gasolina y quemadas vivas. A los curas se les abría en canal y se les
llenaba el estómago de cal viva. En la costa de Málaga podían verse los
cadáveres decapitados, flotando en el agua.
En
agosto del 36 salía una ley por la que quedaban clausurados los edificios
religiosos, dando lugar a que los obispos clérigos, frailes y monjas, quedaran
en el más absoluto desamparo a merced de las hordas criminales. Solo en este
mes se contabilizan unas 2000 víctimas, número que sería incrementado hasta
alcanzar cifras asombrosas. Se calcula que pudo haber unos 10.000 mártires, entre los
cuales se encuentran, 4000 seglares católicos. Seguramente la persecución religiosa habida en
España pudo ser la de mayor magnitud que la Iglesia Católica haya conocido a lo
largo de su historia. Naturalmente las cifras señaladas a lo largo de estas
páginas hay que tomarlas con cautela por cuanto una precisión total es poco
menos que imposible
Los efectos del “terror
rojo” tuvieron naturalmente su mayor repercusión en ciudades grandes como
Barcelona, Valencia y sobre todo Madrid, donde las checas comienzan a funcionar
en julio del 36. Para quien no lo sepa, las checas fueron centros facultados
para realizar detenciones, requisas, torturas y asesinatos extrajudiciales. Funcionaban por barrios, de
forma organizada y estaban regentadas por sindicatos y comités de partidos. A las
checas iban a parar los desafectos al bando republicano. Madrid estaba plagada de checas, entre las que cabe recordar,
Dirección de Seguridad, checa de Fomento, checa de la Guindalera de S Bernardo,
la de S: Antón de donde salió Muñoz Seca
camino de Paracuellos, la del Marqués de
Griñón, la de servicios especiales del Ministerio de la Guerra y como no, la
tristemente célebre denominada “Brigada de investigación criminal”, regentada
por el sanguinario Agapito García Atadell, socialista para más señas.
Estas checas serían el
preludio de lo que vendría después, en forma de sacas de presos, una de las cuales
tuvo lugar en agosto de 1937 en Rivadedeveva (Aturias), lugar en que milicianos del frente popular asesinaron a más de 100
personas, entre las que se encontraban 87 guardias civiles. Se
prodigaron las prácticas conocidas
eufemísticamente como “el paseo” que consistía en sacar a los detenidos de los centros penitenciarios para
dispararles un tiro en la nuca y
dejarles tirados en la cuneta de las carreteras o en la tapia de los
cementerios. Se perpetraron horrendas
masacres en Aravaca, en la que figuran hombres ilustres como Ramiro Ledesma y
Ramiro de Maeztu quien antes de morir pronunció esta frase que invita a la
reflexión: “ Vosotros no sabéis porque me matáis, pero yo sí sé porque
muero: Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros.” Matanzas espantosas las hubo también en Torrejón,
Rivas Vaciamadrid y sobre todo
Paracuellos, de la que tanto sabía Santiago Carrillo, a quien se le permitió
irse “de rositas”, sin dar una explicación a los familiares de las víctimas.
Para ser justos hay que decir que no todos los republicanos
fueron como Agapito García, Santiago Carrillo, Largo Caballero o Indalecio
Prieto; entre ellos hubo personas decentes, que mostraron su descontento por
los abusos cometidos y que tuvieron que pagar por ello. Hasta dónde llegaría el
salvajismo, que hubo ciudadanos republicanos que interpusieron denuncias contra
los milicianos, por los desmanes cometidos. Se cuenta incluso que, cierto
portero republicano de un piso de Madrid, pistola en mano, hizo frente a los
milicianos impidiéndoles entrar en la finca.
No es necesario extenderse más, pienso que este breve repaso
de nuestra historia reciente, puede ser suficiente para extraer algún tipo de
conclusiones. La primera sería, que el PSOE no ha sido ni mucho menos ese
partido modélico y honrado que muchos han querido vendernos, sino que tiene las
manos manchadas de sangre. Segunda, que sus activistas, lejos de ser esos
héroes luchadores por la libertad y la democracia, que nos han pintado, no
pasan de ser unos execrables asesinos sin entrañas, que como sus compañeros del
frente popular merecen un juicio severísimo de la historia. Cierto que la
guerra civil española es un asunto complejo, no lo voy a negar, pero hay cosas
evidentes que no se pueden discutir. Es un hecho, el que la Iglesia lleva
reconocidos a más de 2128 mártires y que previsiblemente a esta lista se unirán
6000 más en los próximos años. Consta que en los archivos martirológicos
existen más de 10.000 fichas, referentes a los mártires de la guerra civil
española. ¿Qué
quiere decir esto? Pues ni más ni menos, que un número ingente de compatriotas
nuestros fueron asesinados “in odium fidei”, es decir simplemente
por odio a la fe, por Cristofobia, lo cual es inasumible y nadie podrá
justificarlo por mucho que la memoria histórica pretenda, por arte de birlibirloque,
convertir a los verdugos en víctimas propiciatorias y a los mártires en unos
fanáticos, enemigos del pueblo y de la libertad. La aquiescencia de unos a este satánico relato
histórico, resulta ser una perversión y el silencio cómplice de los otros un
escándalo. Ya no solo es repudiable en sí, la matanza de un ejército nutrido de
mártires, reconocidos por la Iglesia y por tanto santos, cuya festividad se
celebra el 6 de noviembre, sino que lo es tanto o más la saña endiablada y feroz
crueldad, con que dicho genocidio fue llevado a cabo. La pregunta ahora es: ¿Cuál
hubiera sido el futuro de España y de la Iglesia Española de no haber parado
los pies a estos genocidas?
Teniendo en cuenta el oscuro memorial histórico del PSOE, no
debiera sorprendernos que el Sr. Sánchez tenga a Bildu como socio y aliado en
las tareas de gobierno, que el Sr. Eguiguren, presidente del partido socialista
en Euskadi, considerara como un héroe a Josu Ternera o que Zapatero se
entendiera a las mil maravillas con ETA, tanto que sus emisarios en las
negociaciones de paz con los terroristas, llegaron a decir: “Nos
tenemos que ayudar, estamos en el mismo barco”. La frase lo dice todo y es
que, en realidad, entre los milicianos socialistas de los años 30 y los
terroristas etarras existe un aire de familia.
En resumidas cuentas y visto lo visto, lo
mejor que le podía suceder a España es que el partido socialista y sus
adláteres desaparecieran para siempre.