2025-08-24

239.-Cristianismo y Cristiandad

 



 Mucho me temo que, tanto creyentes como los que no lo son, confunden estas dos realidades.   Este malentendido lleva a unos a mezclar lo transcendente e inmutable con lo temporal e histórico y a los otros a arremeter contra la esencia del cristianismo, cuando en realidad sus alegatos no afectan al cristianismo en sí sino a la forma de vivirlo, cual es el caso de Feuerbach o Marx.  Al respecto Soren Kierkegaard se muestra muy explícito, al decir que es falso que Feuerbach atacara al cristianismo, a quien verdaderamente ataca es a los cristianos y otro tanto cabe decir de autores inspirados en él, como pudieran ser Schopenhauer, Nietzsche, Barth o Bultmann.

El cristianismo está por encima de toda consideración humana.  Se centra en el Hijo de Dios Encarnado, que se manifiesta a los hombres y les salva. Esto hace que el cristianismo, en cuanto religión, no se sustente sobre unas bases conceptuales, sino que gire en torno una persona. Guardini llega hasta decir que: “Jesús no es solo portador de un mensaje que exige una decisión, sino que es Él mismo quien provoca la decisión, una decisión impuesta a todo hombre, que penetra todas las vinculaciones terrenas y que no hay poder que pueda ni contrastar ni detener” (La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 1984, p. 47). Al contrario de lo que sucede en otras religiones Jesús no es un profeta de Dios, sino que conjuntamente con él Padre habla en nombre propio.  

 Todo comienza y acaba en Jesucristo.  Él es principio y fin, alfa y omega. “Yo soy el camino, la verdad y vida, nadie va al padre sino por mí” ((Jn. 14, 6). A través de su persona y de su palabra ha quedado revelado el Reino de Dios y su justicia. Él lo es todo para todos y no puede haber otro tipo de referencia, como tampoco puede haber cambio ni alteración alguna en su mensaje. Jesucristo fue, es y será, siempre el mismo; el ayer, el hoy y el mañana no existen para Él y quien trate de seguirlo habrá de hacerlo de forma incondicional. De aquí que al cristianismo se le defina como una religión que tiene como esencia la adhesión a Jesucristo, entendida como fe en su palabra, confianza en su promesa, cumplimiento de sus preceptos, interiorización de sus valores, pero sobre todo como adopción y entrega, como un abandono sin reservas, como un SÍ incondicional.  Para decirlo en pocas palabras, el cristianismo es adhesión a Jesucristo que se traduce por la unidad en el amor.

El cristianismo surge a partir de la muerte y resurrección de Cristo, ahora bien, ese ir tomando conciencia cada vez más clara del mensaje y las enseñanzas de Jesús es otra cosa bien distinta y habrá de ser labor de muchos siglos, hasta que llegue la Parusía. La Cristiandad, entendida como comunidad de creyentes o iglesia militante, va íntimamente unida a la historia temporal de los pueblos y naciones, con su cultura, aspiraciones, desarrollo, modas. A lo largo de la historia los hombres y mujeres del pueblo de Dios han sido peregrinos en un mundo cambiante, viéndose obligados a explorar caminos nuevos, según los signos de los tiempos.  Las turbulencias han sido constantes, las dudas y vacilaciones compañeras inseparables de viaje.  A veces se ha acertado, pero también se han cometido errores y desatinos. Los hombres y mujeres, que caminan hacia la Jerusalén Celeste, no son espíritus puros incontaminados sino simplemente humanos, con todas sus limitaciones e imperfecciones, en medio de un mundo hostil, donde tienen que ir abriéndose camino según los signos de los tiempos y los dictados de las legítimas opciones personales. La cristiandad es pues una aventura humana, con una historia detrás que ha ido cambiando con el paso de los tiempos. Hubo épocas de clara aspiración mística y otras de aspiración ascética y guerrera. El seguimiento a Cristo fue entendido de forma diferente por los eremitas del desierto, los cristianos medievales, o como lo hizo el hombre renacentista. Se entiende perfectamente que los primeros cristianos, para evitar ser seducido por el mundo, pusieran en práctica “La fuga del mundo”; tal no deja de ser una opción válida, como también lo es la de quienes quieren vivir en medio del mundo para servirle, participando de sus preocupaciones e inquietudes, corriendo el riesgo de ensuciarse con el polvo del camino.  De donde se deduce que hay caminos diferentes para alcanzar la misma meta, que no es otra que el mismo Jesucristo, quien dota de sentido a todos los esfuerzos humanos. Cabe por tanto decir que lo importante es ser fiel a la vocación que Él nos hace en las diferentes formas en que ésta pueda manifestarse, aún a sabiendas de que, por muy espirituales que queramos ser, no podremos sustraernos por entero a la mundanidad.  Nuestro compromiso con el mundo forma parte de nuestro compromiso con Dios; “estar en el mundo sin ser del mundo” es una de las grandes paradojas cristianas, que nos obliga a vivir en constante tensión, siempre en guardia, lejos de cualquier tipo de triunfalismos que nos induzcan a bajar la guardia.

Los más de 2000 años de singladura cristiana, en cuanto historia humana que es, ha tenido sus altibajos, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y errores. A pesar de todo, el rostro divino se nos ha ido revelando progresivamente con el paso del tiempo. Hoy podemos decir que tenemos una idea más aproximada de lo que entraña el misterio de Dios y de su relación con los hombres y en cuanto al balance del impacto que la cristiandad ha tenido en la la civilización, nadie puede dudar de que éste ha sido claramente positivo y constructivo. Dificultades de interpretación en muchos asuntos sigue habiéndolas y abundan las controversias internas en torno a temas conflictivos, porque los cristianos somos un pueblo en marcha, que para avanzar necesitamos seguir explorando. En la mesa de los despachos hay temas pendientes, esperando un estudio serio y concienzudo, tales como el celibato sacerdotal, la función ministerial de las mujeres, o dotar de sentido a la sinodalidad eclesial, que están pidiendo una respuesta urgente.

 Por otra parte, y sin que ello signifique dar crédito a la crítica corrosiva y tóxica de los enemigos del cristianismo, hay que ser conscientes de que en el pasado hubo ciertos errores y es bueno reconocerlos, porque es la única forma de enderezar lo torcido.  Como fruto de la intolerancia y los fanatismos radicalizados, surgieron la inquisición, o persecuciones y guerras encarnizadas que podían haberse evitado. Error fue el aburguesamiento del cristianismo, en épocas donde la Iglesia parecía estar más de parte de los ricos que de los pobres. En cuestiones políticas, tampoco puede decirse que fuera un gran acierto el cesaropapismo ejercido durante un prolongado periodo de la cristiandad, sobre todo si tenemos en cuenta las palabras de Jesucristo “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ahora bien, con detectar los errores del pasado no está todo hecho. Es necesario acertar con la terapia sin pasarse de rosca, porque bien pudiera suceder que, debido a la inercia de la ley pendular, cayéramos en el extremo contrario y de la intolerancia nos viéramos trasportados al permisivismo contemporizador que traga por todo, que del dogmatismo radicalizado pasáramos al relativismo, o del cesaropapismo al laicismo de estado.    

 Obligado es decir que, tanto ayer como hoy, el pecado más grave de la cristiandad ha sido y sigue siendo la falta de autenticidad. El mal ejemplo de la hipocresía podía estar en el origen tanto de los males de tiempos pasados, como de los tiempos presentes. Según la “Gaudium et Spes” (9) “En la génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado, más bien que revelado, el genuino rostro de Dios y de la religión.” La falta de autenticidad puede ir unida a la falta de compromiso con el mundo, que vendría a ser un de las características de los tiempos modernos.  Los cristianos de hoy hemos aprendido a contemporizar y convertir nuestra religiosidad en una cuestión privada, para no tener que enfrentarnos a los demás, olvidando así, no solo las palabras de Jesucristo que nos exhortan a ser "luz del mundo y sal de la tierra", sino que también hemos ido relegando su dimensión social y el resultado ha sido la pérdida progresiva del carácter corporativista y comunitario vinculado al concepto de cristiandad,  que debiera seguir siendo una comunidad religiosa de cristianos en el mundo, animados por la fuerza del espíritu, unidos por una sola fe y un solo bautismo, portadores de las mismas aspiraciones  e idénticos sentimientos con una misión social que cumplir.

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

  Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos ser...