2022-02-28

158.- El mundo en que nos movemos

 


Tiempos hubo en los que por diversas circunstancias, que no son del caso comentar, el apóstol, el misionero, el evangelizador, eran términos íntimamente asociados al sacerdotes y al religioso consagrado. De una parte estaban los pastores constituidos en maestros, (Iglesia Docente) que proclamaban la palabra de Dios y de otra parte estaba la grey receptora de esa palabra. (Iglesia  Discente), se decía. A partir sobre todo del Concilio Vaticano II, la identidad del cristiano lleva implícito la de ser testigo de su fe. Las palabras de Jesucristo : "Id por todo el mundo a predicar el Evangelio" es una interpelación a todos los que nos consideramos seguidores suyos.

Esta nueva dimensión de la fe coloca “al creyente de a pie” frente al reto más importante de la hora presente. Es así como se ha ido llevando a la conciencia de los cristianos, que Iglesia somos todos los bautizados en Cristo. Hemos de ir entendiendo, que la misión evangelizadora es una tarea que nos compete también a nosotros los laicos y si me apuran un poco, es una misión, que en las actuales circunstancias, nos compete fundamentalmente a los laicos. "La evangelización de los nuevos tiempos se hará por los laicos o no se hará". No es una frase mía, es una frase acuñada por el episcopado español, que a mí personalmente me suena muy bien y la suscribo totalmente. Las razones son obvias, no solamente por la escasez de sacerdotes, en edades avanzadas, sino también porque los laicos tenemos acceso a unos ámbitos donde más necesario es el testimonio cristiano. Ya no es la Iglesia, sino la calle, el lugar donde hay que hacer presente a Cristo en nuestra sociedad. Sí, ha llegado nuestra hora, ha llegado la hora de los laicos y de nosotros va a depender que en gran medida la tarea evangelizadora.

Conscientes de esta nuestra responsabilidad como cristianos, tendremos que comenzar a preguntarnos ¿ cómo habrá de ser la nueva evangelización en los albores del siglo XXI y cómo habremos de llevarla a cabo? Naturalmente el mensaje evangélico en esencia no ha cambiado, ni puede cambiar; sustancialmente siempre es el mismo y siempre habrá de seguir siéndolo. Esto hay que decirlo claramente, pero también hay que decir que la misión evangelizadora, en cuanto obra humana, está sujeta a los tiempos y no puede ser la misma en el siglo XXI que la que llevaron a cabo los primeros cristianos, la que se llevó a cabo en la Edad Media, o la que se llevó a cabo en el descubrimiento de América. No puede ser la misma porque las circunstancias históricas han cambiado.

Vivimos en un mundo cambiante y complejo y tendremos que ajustarnos a sus exigencias. Es normal que entendamos que los nuevos signos de los tiempos nos marquen el nuevo talante de la evangelización. Para saber cómo ha de ser la evangelización, nuestra evangelización, en el siglo XXI, tendremos que conocer las peculiares características de nuestra sociedad; tendremos que saber de sus necesidades y exigencias; tendremos que conocer las peculiaridades y características de los hombres de nuestro tiempo; tendremos que conocer cuáles son sus miedos y sus angustias. Por eso, antes de emprender nuestra tarea hemos de preguntarnos ¿cómo es la sociedad en la que nos ha tocado vivir y cómo son los hombres de esta sociedad, nuestros hermanos?

 Tendremos que darnos cuenta que no solo es preciso actualizar el mensaje evangélico, hablando con el lenguaje de nuestro tiempo, tendremos que aprender a utilizar los medios de comunicación que la técnica pone a nuestro alcance. Naturalmente tratar de hacer ahora una descripción exhaustiva de nuestra sociedad nos llevaría demasiado tiempo; por tanto me limitaré a señalar alguno de los rasgos que mejor pueda caracterizarla, en función del tema que nos ocupa y uno de estos rasgos, de nuestra sociedad occidental industrializada, no es otro que el que viene determinado por la ausencia de Dios. Nuestra sociedad ha dado la espalda a Dios, se ha olvidado de El.

En fechas no muy remotas, me estoy refiriendo al siglo XIX y gran parte del XX, de Dios siempre se hablaba y se hacía apasionadamente, bien fuera para afirmarle, bien fuera para negarle. Hasta para los ateos el tema de Dios era capital; así por ejemplo, la obra de Marx, o la obra de Nietzsche, no podían entenderse sin referencia a Dios ¿y qué decir de las ansias y el hambre de Dios, de un hombre supuestamente sin fe, como fue Unamuno? Ciertamente el tema de Dios en ninguna época histórica dejaba indiferente. Hoy sí, hoy nos deja fríos, no nos dice nada. El tema de Dios no apasiona; el tema de Dios en nuestra sociedad no interesa a casi nadie; hoy lo que interesan son otras cosas, demasiado triviales, por cierto. El hombre de hoy es el que dice que exista o no exista Dios es un problema suyo y es al propio Dios y no al hombre a quien debe importarle, la gente quiere que la dejen en paz, vivir su vida, ya tiene bastante con sus asuntos; ha aprendido a valerse por mí misma y no le necesito a Él para nada.

                 Esta es la situación actual y me pregunto ¿Por qué esta indiferencia?.....El hombre moderno ha logrado conquistas portentosas, que causarían asombro, no digo ya a los hombres que vivieron en la Edad Media, sino a los que fueron nuestros abuelos y lo más portentoso es lo que falta por venir. En un futuro próximo, que no va más allá de 40 ó 50 años vista, las conquistas que el hombre parece tener ya al alcance de la mano, en el campo de la Biología, de la Medicina, de la Astronomía, de la Comunicación, del Desarrollo Técnico, son sencillamente asombrosas. Ante este espectáculo maravilloso que nos brinda el hombre actual no hace falta ya, tener fe en esa verdad teológica que nos habla de que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios; no hace falta tener fe en esta verdad teológica, porque resulta evidente. Lo difícil está siendo no sucumbir a la tentación de creerse un pequeño dios. Esta es la gran tragedia del hombre actual, que le ha llevado a la indiferencia de Dios y a todo lo que con Él se relaciona. Diré más. Este hombre es el que no quiere incluso que se hable públicamente de Dios, le molesta que se hable de El y trata de impedirlo. Ha desplegado y está desplegando un gran esfuerzo para que el cristianismo quede encerrado en las sacristías, que nuestras creencias pertenezcan a la esfera de lo privado; está tratando de que el mensaje evangélico no trascienda a la vida pública.

La atmósfera que nos envuelve está cargada de irreligiosidad y por todas partes se respira laicismo: El estado laico, la sociedad laica, la escuela pública laica, la familia, ¿ qué decir de la familia?. Se parte del convencimiento que el fenómeno religioso es una cuestión privada. Por desgracia éste es un sentimiento que empiezan a compartir muchos cristianos, al menos implícitamente. Son bastantes los que piensan que su fe han de vivirla de "puertas adentro"; que a Dios hay que llevarle en el corazón, pero que no hace falta ir manifestándolo al exterior. Podemos encontrarnos con cristianos en la política y en la vida pública, que dicen tener una acendrada fe personal y que luego en la práctica y cara al exterior actúan y gobiernan como si Dios no existiera. Este sería el principal obstáculo para la evangelización en nuestros días: caer en la trampa de considerar que nuestra fe es sólo un asunto personal y que pertenece a la esfera privada y este sería el gran triunfo de los enemigos del cristianismo , que los hay.

En estos días vengo escuchando algo que, en forma de halago se viene diciendo del cristianismo de nuestro tiempo y es esto: Los cristianos de hoy son contemporizadores, están aprendiendo a respetar a los demás, haciendo de sus creencias una cuestión privada y personal, no sacando a relucir sus creencias en público y esto les acredita como cristianos maduros.

Yo no sé si esta imagen del cristianismo es cierta o no, pero si lo fuera, para mí no sería motivo de orgullo sino de vergüenza, porque un cristiano que renuncie a ser fermento del mundo, es porque está asustado, domesticado, acomplejado, o no entendido bien cual es su misión en el mundo de hoy. . Entiendo que el cristiano comprometido ha de serlo a todas las horas del día. Ha de serlo en casa, en la Iglesia, en la calle y en su puesto de trabajo. El cristiano ha de serlo en toda su integridad, sin dobleces ni camuflajes, sin disociar sus creencias de su vida pública o su vida privada. Cristiano es el que toma en serio las palabras de Cristo, que nos invita a ser "luz del mundo y sal de la tierra". Si ya de entrada renunciamos a hacer una manifestación pública de nuestra fe ¿cómo puede ser posible la evangelización? Nadie me puede negar que el cristiano, cuando menos, tenga los mismos derechos de expresar sus convicciones que los que tratan de echarlos por tierra con críticas demoledoras o con burlas descaradas. Ciertamente no son estos cristianos de la doble personalidad y la doble moral los que el cristianismo está necesitando, sino de aquellos que hacen lo posible porque Cristo reine, no sólo en los corazones de los hombres sino en las familias, en la sociedad, en las naciones, en todos los pueblos, en el mundo entero.

Otro de los obstáculos que dificultan la nueva evangelización lo encontramos en el exceso de individualismo y personalismo. En unos tiempos de globalización, los cristianos hemos de comprender que en la defensa de nuestra fe no puede ser que cada cual vaya por su lado, sino que tenemos que trabajar juntos, superando los "guetos", las "capillitas" y los "grupitos"; que debemos mantenernos unidos en estos tiempos difíciles. Hemos de comprender, de una vez por todas, que lo que importa no es mi causa, ni la de mi parroquia, ni la de mi diócesis, ni la de mi orden, ni la de mi congregación, sino que lo que importa es la causa de Cristo. Si queremos ver una evangelización floreciente, los cristianos tenemos que estar unidos. De aquí se comprende el esfuerzo ecuménico que se está haciendo por parte de Roma. Todos los cristianos unidos, no sólo para llevar a cabo una evangelización eficiente, sino para hacerla creíble a los ojos de los demás. En estos tiempos de la unión europea, de pactos políticos y militares , fusiones entre los bancos, de bloques; en estos tiempos de globalizaciones ¿sería mucho pedir , que los cristianos remáramos todos en la misma dirección?

Estas y otras dificultades nos habremos de encontrar en nuestra tarea evangelizadora, pero podemos enfrentarnos a ellas, pues aparte del poderoso motivo que encontramos en las palabras de Cristo, existe otro motivo que nos puede ayudar a mantenernos firmes en nuestro propósito.

Antes he hablado del portentoso poder del hombre actual, que cree ser como Dios. Hay no obstante un hecho irreversible que viene a demostrarle cada poco, que no es ningún dios, sino solamente un hombre y muy frágil por cierto. Este hecho es la realidad de la muerte, ante la que todas las seguridades se derrumban y los hombres se quedan sin palabras. Cuando el hombre ve la muerte de cerca, o es testigo de acontecimientos como los sucedidos el 11 de Septiembre, se da cuenta que no puede vivir sin un Dios que garantice unos horizontes de esperanza. La imagen desolada e impotente del poderoso presidente de los Estados Unidos, rogando y suplicando a Dios, lo dice todo.

Jesucristo nos ha confiado a nosotros, cristianos del Siglo XXI, que llevemos este mensaje de esperanza, en una noche oscura, a unos hombres y a una sociedad que es la nuestra. Que nunca más se nos pueda echar en cara: Vosotros cristianos, a los que se os confió la luz ¿Qué habéis hecho con ella? Cada cual sabrá que puede ir haciendo, a nivel personal, aunque sea muy poco, en su vida cotidiana, para poder llevar a cabo esta tarea evangelizadora.

157.- Atentos a las exigencias de los nuevos tiempos

 

 


 La razón por la cual  el cristianismo habría podido perpetuarse a lo largo de los siglos es que ha estado intelectualmente bien cimentado, parte  naturalmente de la promesa de Cristo del “non praevalebunt” que nos asegura que sus palabras tienen vigencia siempre. Se es injusto contra el cristianismo cuando, por algunos errores puntuales, productos de la época, se le acusa de retrógrado y se dice de él que es enemigo de la ciencia. La realidad es bien distinta, el cristianismo  ha estado y sigue estando a favor del progreso, el desarrollo y los avances científicos,  a lo que sí se opone, entiéndase bien, es al mal uso que de los nuevos técnicas e inventos puedan hacerse, pues no todo lo que está al alcance de la ciencia y la técnica es lícito, como tampoco podemos caer en la trampa de identificar progreso y desarrollo con laicismo, pues no siempre ambos van en la misma dirección. Por otra parte está por demostrar que los no creyentes sean más cultos que los creyentes.

 Los libres pensadores han tenido siempre la propensión de erigirse en los defensores a ultranza de una razón laica excluyente  enemiga de la religión,  que tratan de imponérsela los demás con el pretexto de liberarles de un fanatismo dogmático obscurantista y perturbador, no dándose cuenta que la razón por definición no es enemiga de nada, tan sólo de la falsedad y del error. Se equivocan cuando convierte a la razón en un tipo de pantalla refractaria a otros tipos de conocimiento supra-racionales que no van en contra de la razón sino simplemente que están por encima. En consideración a esto debiéramos de ser más rigurosos y poner en cuestión  eso de que, lo racional vale, lo demás carece de sentido que ha pasado a ser uno de los dogma de nuestra cultura occidental.

 

    Es un hecho evidente que la vida humana está llena de misterios impenetrables para el humano conocimiento, pues existe lo sublime , lo inefable, lo sobrenatural, existe el mundo religioso que como bien dice Wittgenstein sólo es expresable con un lenguaje místico y esto hay que reconocerlo, por eso cualquier expresión de racionalismo  debiera ser respetuosa con la religión y concederla  ese espacio cultural que la razón no puede ocupar. ¿Por qué la cultura ha de quedar circunscrita simplemente al conocimiento científico cuantificable, experimentalmente verificable? cultura es también  todo lo que corresponde al amplio complejo de manifestaciones humanas, entre las que se encuentra el sentimiento religioso. No verlo así supondría desvirtuar el significado profundo de la cultura o de la religiosidad,

 Pues bien, sin negar los valores inherentes a la racionalidad,  es obligado decir  que una razón  secular más humilde y menos arrogante resultaría más atractiva. El primero en mostrase autocrítico con aquellas actitudes racinalistas tan radicalizadas ha sido el mismísimo Habermas, quien al igual que lo hiciera en su tiempo Ortega y Gasset ven en ello un claro signo de totalitarismo. Y es que la razón humana  aún siendo un valor que nadie pone en duda, tiene sus limitaciones que es preciso reconocer. La razón y la fe están llamadas a entenderse, porque se necesitan . Desde los primeros siglos del cristianismo ambas han venido jugando un papel complementario como bien reza la formula escolástica “ Credo ut intelligam , intelligo ut credam” Creo para que pueda entender y entiendo para que pueda creer   

 El supuesto de que la razón y la fe puedan llegar a entenderse ha hecho que la Iglesia Posconciliar se muestre a favor de un dialogo abierto entre religión y la cultura con temporánea  a sabiendas de que ello no va a ser  tarea fácil; pero sí deseable y posible , tal y como lo  pudimos comprobar recientemente, en el cara a cara que tuvo lugar el  19 de Enero del 2004 en la Academia, Católica de Munich entre dos gigantes del pensamiento  el Cardenal Joseph Ratzinger – posteriormente Benedicto XVI-  por una parte y el filósofo  Jürgen Habermas, por otra.  Todo hace pensar que el cristianismo de los nuevos tiempos  está dispuesto a una comunicación más estrecha con la cultura laica, otra cosa es que los demás estén dispuesto a ello. De momento lo que podemos decir es que la visita del Papa Francisco al Parlamento Europeo y  su anunciada visita al Congreso de Estados Unidos permite abrigar fundadas esperanzas en este sentido.

 Los cristianos a través de una larga y dilatada historia hemos ido aprendiendo que la situación socio-cultural en la que hemos de vivir nuestra religiosidad va cambiando y   hemos de saber adaptarnos a estos cambios, lo que hace que nuestra fe se encuentre sometida a un constante dinamismo sin que por ello tenga que perder nada de su esencialidad. Racionalidad y religiosidad anidan en el corazón de todo hombre, y esta ambivalencia produce en su interior un estado agónico de lucha interior a la manera de Miguel de Unamuno, al margen que se declare creyente o no.  No ha habido nunca un  hombre de fe, que no haya sabido de las zozobras y tribulaciones , de tensiones y de dudas; pero lo mismo cabe decir del ateo, tampoco la suya es una postura cómoda, no lo fue para Andre Gide, ni para Jean Rostand, ni para Nietzsche, ni para Simone de Beauvoir o J. P. Sartre quien decía que “la negación de la existencia de Dios es un tarea larga y difícil que tiene que comenzar cada día” y esto es así porque la inquietud religiosa forma parte de las aspiraciones humanas y cuando ella falta se produce un vació doloroso que no puede ser suplido por nada, al menos así es como lo entendió Ortega y Gasset quien llegó a decir “ No concibo que ningún hombre pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso. A mi, al menos, continua diciendo, me produce un enorme pesar sentirme excluido de la participación de este mundo”.

 El cristianismo de siempre, no obstante es consciente que habrá de responder a las necesidades de los nuevos tiempos. La cristiana revolución pacífica que se proyecta para el siglo XXI además de los obstáculos procedentes del exterior tendrá que afrontar otras dificultades añadidas. La escasez del clero por una parte  y  por otra que el lugar de operaciones no van a ser los recintos sagrados, ni los templos, sino la calle, hace pensar que los protagonistas de la Nueva Evangelización tendrán que ser los seglares y así se  está dando a entender desde diversas instancias eclesiásticas hasta el punto de llegar a decir que ; “la evangelización de los nuevos tiempos se hará por los laicos o no se hará” pero esto en las actuales circunstancias  va a resultar complicado , hoy por hoy cuando menos es dudoso  que los cristianos de a pie estén preparados para asumir este desafío. Primeramente habría que concienciarles para que se sintieran parte activa de la Iglesia militante, porque hasta ahora la gran masa de cristianos lo que ha hecho es dejarse llevar y esperar a que se les diera todo hecho, necesario sería también deshacerse de muchos complejos o vergüenzas, recuperar el orgullo perdido de ser cristiano y  dejarse ilusionar por el proyecto,  para no sucumbir ante las dificultades que vayan surgiendo y naturalmente va hacer falta una actitud clara y decidida de compromiso por su parte. ¿ Llegará el cristiano de hoy a estar en disposición de poder asumir el reto de hora presente?

 Lo que hoy estamos viendo es que a la gente en general le cuesta mucho nadar contra corriente y los cristianos no somos una excepción, nos plegamos a lo políticamente correcto y sólo de vez en cuando surge el héroe o mártir que es capaz de morir por defender unos ideales. Nos hemos acostumbrado a lo fácil a permanecer neutrales y esconder nuestra confesionalidad  en la calle, en la familia, en las empresas donde trabajamos, en los sindicatos, hemos aprendido  a diseccionar nuestra vida en compartimentos estancos   y cuando se nos pide dar la cara, disponemos  de mil excusas para no hacerlo diciendo que una cosa es el ámbito publico y otra bien distinta el privado, que hay que ser cristiano en el templo pero olvidarnos de serlo en el parlamento cuando se hace política.  Es frecuente escuchar a los cristianos con cargos públicos palabras  como éstas. “Yo esto no lo haría ; pero no mueven un dedo para disuadir a los demás. “ Yo pienso así, dicen, pero allá cada cual con su conciencia.  Con semejante disposición  es difícil pensar en una revolución cristiana, más bien habría que decir que  con tanta pasividad y silencios  difícilmente saldremos de donde nos encontramos. No serán  ciertamente estos sujetos apáticos  los llamados a ser los  nuevos apóstoles  que el cristianismo renovado está necesitando; pero también es verdad y hay que decirlo que al político católico se le está dejando sólo abandonado a su suerte sin que cuente con el apoyo de su correligionarios que se muestran recelosos frente a todo partido confesional.  De modo que por una parte se le pide que se comporte como lo que es pero eso sí, ocultando su condición de cristiano. Lo que equivale a decir que se le pone en el disparadero de tener que tirar la piedra y ocultar la mano.

 Si algo está haciendo falta hoy día  es un fuerte movimiento laico cristiano, patrocinado organizado, estructurado y dirigido desde arriba  que al igual que lo fue en su día la Acción Católica sea capaz de coadunar  la vocación cristiana con la vocación político-social.  La misión encomendada a los laicos de sacar el cristianismo a la calle  comenzará a ser posible cuando todos unidos comencemos a remar en la misma dirección Sorprende grandemente que el Foro de Laicos impulsor del apostolado seglar  esté constituido solamente en España por no menos de  (  70)  organismos  carentes de peso específico en nuestra sociedad porque les falta vitalidad y les sobra dispersión. Sólo si algún día la desunión y la desarticulación reinante se traducen en conjunción y coordinación estaremos celebrando el triunfo del cristianismo .

  No se de donde haya podido salir, pero está corriendo por las redes un mensaje que quiere conciliar la aspiración cristiana con los nuevos tiempos titulado. “Santos sin sotana, sin velo”  y que dice así .  Lo que necesitamos dice son santos de jeans y zapatillas.
 Necesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos.
 Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad.
Necesitamos santos que busquen tiempo para rezar cada dia y que sepan enamorarse en la pureza y castidad, o que consagren su castidad.
Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo. Necesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales. 
 Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo. 
Necesitamos santos que tomen Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod. 
 Necesitamos santos que amen la Eucaristía y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos. 
 Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la música, la danza, el deporte. 
 Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros. 
 Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos". Esos tendremos que ser nosotros, los cristianos de a pie

156.- Otro año más

 

 


Los comienzos de año vienen acompañados de buenos propósitos que seguramente no se van a cumplir. “Año Nuevo vida nueva” se dice, para luego quedar todo en aguas de borrajas, nacen y  se renuevan los sueños que se irán apagando poco a poco con el paso de los días ; pero aún así mientras se mantengan vivas las ilusiones,  nos servirán de estímulo para seguir caminando y liberarnos   del tedio y la rutina en que viene envuelta  nuestra cotidianidad. Nada más irreal que las ensoñaciones llamadas a desvanecerse ; pero también, como decía Azorin, nada mas real y práctico porque vienen a ayudarnos a superar  el prosaísmo de nuestra pobre existencia poniendo un poco de sal y de pimienta en nuestra vulgaridad. Cada Año -Nuevo viene  inmerso en una magia especial como lo está la noche de Reyes para los niños  o la  que precede al gordo de Navidad para el jugador de loterías.  


Cada Nuevo -Año viene envuelto en un misterioso embalaje que hay que ir desembalando con mimo, como se hace con los regalos primorosamente empapelados, para luego, al final, caer en la cuenta de que todos vienen cortados por el mismo rasero y traen la misma marca de fábrica. Cada año está hecho de momentos agradables y desagradables que se van entremezclando, sin que nada sea definitivo y tal vez sea esto lo que convierta la vida humana en una aventura apasionante.  A ninguno año  le falta su primavera,  su verano, su otoño e invierno y cuando el ciclo haya pasado, habremos de comenzar otra vez  como si de una ruleta se tratara.  Y es que la cuestión no esta en el tiempo que fluye, “tempus inexorabile volat” sino en los espíritus que son los que tienen que traducirle en vida y permanencia. Al final lo que cuenta no es el tiempo que pasa como la corriente de un río, sino lo que nos dejó a su paso. “Somos lo que hemos hecho” nos dicen los filósofos de la historia, somos lo que nos ha quedado después de haber pasado el tiempo.

 El Año que comienza será lo que tú mismo decidas que sea. Será próspero en la medida que tú te empeñes en que lo sea. La suerte, eso que todos nos deseamos cuando estrenamos el calendario no es una “rara avis”, como a veces no lo imaginamos, que viene de lejanas tierras para depositarse sobre nuestras cabezas de forma fortuita, la suerte, en la mayoría de los casos, es  para quien tenazmente la ha buscado, una recompensa que tarde o temprano viene a decantarse del lado de quienes han trabajado duro para merecerla. Pasarse toda la vida esperando que nos toque el gordo o nos caiga del cielo el remedio a nuestros males , no deja de ser una temeridad.

 Podemos estar seguros que este año , que acabamos de comenzar, vendrá cargado, como todos los demás de venturas y desventuras, y nada podemos hacer por evitarlo, lo que si que depende de nosotros es la disposición con que hayamos de enfrentarnos a los acontecimientos, enriqueciéndonos o empobreciéndonos  según la actitud positiva o negativa que adoptemos. Sabiendo que de todo lo que pueda sucedernos, de lo bueno , de lo malo o  de lo regular podemos extraer oportunas y útiles aplicaciones para la vida.  El tiempo no deja de ser un mero escenario de los acontecimientos, un accidente que nos ha puesto en la  existencia y será también el que nos saque de ella, un accidente en el  largo proceso  que todos necesitamos para llegar a ser personas que es lo sustancial. En nosotros está el saber o no saber aprovecharlo y esto   en realidad debiera preocuparnos más de lo que nos preocupa. 

 Se nos brinda la ocasión de escribir un nuevo capítulo de nuestra vida. Dios nos da una oportunidad más de enderezar los renglones torcidos.  Todo está dispuesto, unas hojas en blanco nos están esperando para verter en ellas los sentimientos más elevados , los pensamientos más sublimes, lo mejor que llevamos dentro o  por el contrario para emborronarlo todo. Existe también la posibilidad de no escribir nada en ellas. Ésta es sin duda una de las tentaciones más peligrosas que nos ha traído la cultura del ocio , actualmente vigente   

Dejar pasar el tiempo sin hacer nada,. Matar el tiempo como vulgarmente se dice, debería estar penado como se pena  cualquier otro delito. Cada minuto perdido lo será ya para siempre, podrán venir otros , pero el que se fue ya nunca lo podré recuperar. He de confesar que por más esfuerzos que hago no he llegado a comprender a las personas, que  por cierto, cada vez son más,  que van diciendo por ahí que tienen ganas de jubilarse para no hacer nada. Confieso que no lo entiendo. Será que yo me he convertido en un avaro del tiempo y cuido cada instante de mi vida como el tesoro más preciado y  es que ¿ acaso no loes?  Dicen que todas las cosas tienen un precio. Mentira. Que alguien trate de alargar un minuto a  la existencia que Dios le ha regalado y se dará cuenta que no hay dinero suficiente en el mundo para satisfacer tal propósito. A quien sí entiendo es a Kazanzaki , ese hombre que salía a la calle a mendigar a cada esquina un poco de tiempo a quienes lo iban malgastando, un  cuarto de hora , unos minutos , lo que fuera, para  alargar su vida y poder convertir así en realidad sus proyectos que de otra forma quedarían inacabados.

 Feliz y venturoso Año- Nuevo, no deja de ser un bonito deseo, claro que sí, pero ¿ que voy a hacer yo para que esto sea así ?  ¿ cuales son mis planes para que no resulte un año perdido?. Por que de lo que se trata no es de ir  sumando años, unos tras otros hasta llegar a conformar un taco voluminoso que no quepa en las estanterías, como bien se dice, no es cuestión de suministrar años a la vida , sino vida a los años.  O dicho de otra manera de lo que se trata es de vivir para mejorar e irnos superando. Un año más  para intentar ser feliz con lo que  se tiene, haciendo valer las satisfacciones que  se vayan presentando, las únicas que pueden abrirme la puerta a esa pequeña felicidad hecha a mi medida

155.- Otra Iglesia es posible

 


No deja de ser preocupante que en el siglo XXI haya todavía quienes sigan poniendo trabas a que se abra un proceso para acabar con la discriminación que las mujeres vienen padeciendo y dejen de ser unos sujetos pasivos, aptos solamente para oír, ver y callar.  En el seno de la propia Iglesia se necesita aclarar la función que les corresponde, a la luz de una “teología de la mujer”, que ponga de manifiesto su verdadero carisma, algo que el Papa Francisco viene repitiendo por activa y por pasiva y  según ha dado a entender estaría dispuesto a emprender el camino para que esto se llevara  a la práctica. De momento está previsto que el tema del diaconado femenino sea estudiado por un Comité Pontificio competente. Todo bastante lógico.

No debiera ser motivo de escándalo para nadie el que se autorice a las mujeres  a anunciar  la  palabra de Dios, cuando en realidad esto es algo que no se puede negar a ningún bautizado. El encargo de Cristo a todos sus seguidores no deja lugar a dudas. “ Id y predicad el evangelio por todo el mundo”,  exactamente esto es lo que ya  están haciendo miles de mujeres misioneras. Sobre el  Sacramento Bautismal, todo el mundo debiera saber que es doctrina de la Iglesia que cualquier católico puede administrarlo en determinados casos, bastante frecuentes por cierto en tierras de misiones  y  con respecto al  Matrimonio basta con reparar en que los ministros de este sacramento son los propios contrayentes, siendo el celebrante no  más que un testigo calificado.  Ergo…. ¿a qué tanto recelo? 

Yo tengo la impresión de que con las mujeres diaconisas va suceder lo mismo que con el tema de los católicos divorciados.  Tendremos que ir comprendiendo que no se trata de  una cuestión zanjada  de antemano, sino de algo opinable, ya que nadie puede poner sobre la mesa un argumento tan contundente capaz de hacernos  creer que éste  es un camino prohibido, por el que no nos está permitido transitar ; no lo piensa así el Papa Francisco, es más el can. 15 de Calcedonia (451) parece dar a entender que las diaconisas fueron ciertamente «ordenadas» por la imposición de manos (cheirotonia). Entonces, ¿por qué oponerse a algo que cuenta con todas las bendiciones?

Todo parece indicar que llegará el momento, si es que no ha llegado ya,  en que las mujeres sean llamadas a ejercer una función mucho más relevante en el seno de la Iglesia de lo que hasta el presente han venido ejerciendo. Habrá  que ir pensando  además que  es  tarea de todos facilitar  las cosas al Santo  Padre,  para que más bien pronto que tarde encuentre  la salida   a una cuestión como ésta,  que lleva tanto tiempo sobre la mesa esperando  a que venga alguien dispuesto a afrontarla con decisión y realismo. Ya sabemos que las cosas de palacio van despacio y que Iglesia Católica siempre se mueve con los pies de plomo, por lo que   va a ser preciso tener paciencia y saber esperar, lo cual no quita para que reparemos también  que respecto a la  incorporación de la mujer al Ministerio Sagrado llevamos muchos años de retraso y convendría acompasar el ritmo de la Iglesia al ritmo trepidante  de los tiempos que nos está tocando vivir, para no quedar descolgados de la Historia. Razones para avivar la marcha puede haber muchas; pero yo me voy a fijar en tres, que según creo debieran tomarse en consideración.

La primera de ellas sería porque es importante llegar a tiempo.  La historia nos ha enseñado que las tardanzas pueden tener efectos desastrosos. Hemos tenido   ocasión de ver lo que pasó con el mundo obrero en el siglo pasado.  León XIII, el Papa de los trabajadores, que ha pasado a la historia como uno de los que más hizo a favor de las cuestiones sociales, debió ser el ejemplo a seguir; pero no fue así, sino todo lo contrario. En este tiempo precisamente fue cuando asistimos a la gran deserción de la masa trabajadora ¿por qué? Pues porque falsos profetas del mundo laboral le habían cogido la delantera a la hora de dar respuesta al descontento social. La cuestión no puede estar más clara.  Cuando en 1891 se publica la encíclica Rerum Novarum, el Manifiesto Comunista de Engel y Marx llevaba ya 44 años de rodaje  y esto exactamente es lo que no quisiéramos que pasara hoy con el gran colectivo de las mujeres. La cultura laica lleva muchos años tratando de dar satisfacción a la conciencia reivindicativa femenina, que hoy se muestra como imparable y la Iglesia debiera tomar buena nota de ello para no llegar tarde a esta cita con la Historia. Es una evidencia que muchas mujeres católicas se sienten insatisfechas con su grado de participación en la Iglesia y les gustaría tener un papel más activo. Están llamando a sus puertas con insistencia porque piensan que es mucho lo que pueden aportar; pero si estas puertas no se abren para ellas, lo más seguro es que otras puertas sí lo harán.  

Hace unos años que la representante genuina del feminismo católica Edit Stein, coetánea de Simone de Beauvoir se percató de que sería bueno que la Iglesia reconsiderara su postura con respecto a la mujer.  Esta prodigiosa intelectual y santa de nuestro tiempo, que subió a los altares con el nombre de Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, fue declarada Patrona de Europa y modelo a seguir por Juan Pablo II, ella que en tiempos muy difíciles asumió el compromiso con la mujer  moderna, la vemos expresarse  así:  “La Iglesia Primitiva conoce las mujeres consagradas al servicio litúrgico y también un oficio eclesiástico consagrado, el diaconado femenino, con una consagración diaconal propia, pero tampoco ella ha introducido el sacerdocio de la mujer. El ulterior desarrollo histórico trae una eliminación de las mujeres en estos ministerios y un hundimiento lento de su función legítima eclesial al parecer bajo el influjo veterotestamentario y las ideas del derecho romano. La época moderna señala un cambio debido a la fuerte demanda de las fuerzas femeninas para el trabajo  eclesial de caridad y la pastoral de las almas . Por el lado femenino surgen intentos de dar nuevamente a esta actividad el carácter de un servicio eclesial consagrado y desde luego puede ocurrir que a esta petición un día se le preste atención. La cuestión es si esto sería el primer paso hacia un camino que finalmente condujera hacia el sacerdocio de la mujer. Me parece que desde el punto de vista dogmático no existe nada que pudiera prohibir a la Iglesia llevar a cabo una novedad semejante hasta ahora inaudita. Si se tratara de encomendarlo desde el punto de vista práctico la cuestión presentaría argumentos en pro y en contra. (“La mujer, su papel según la Naturaleza y la Gracia”. Madrid. Palabra 1998 .pág. 76- 80)

La segunda  razón  sería de índole moral . Si partimos del hecho presumible de que ni explícita ni implícitamente la Voluntad Divina se manifiesta en contra del diaconado femenino, lo que procede es afrontar la cuestión en términos de estricta justicia distributiva, que exige dar a cada cual lo que le corresponde según derecho, colocando en otro plano consideraciones subjetivas  sobre  si ello es lo más oportuno o lo que más conviene . De no existir impedimento divino hoy resulta muy difícil tratar de defender  moralmente cualquier tipo de discriminación en  razón del sexo. En un tiempo pasado, en que se ponía en duda la igualdad antropológica de la mujer con respecto al hombre, podían esgrimirse argumentos para justificar ciertos comportamientos sexistas, pero los tiempos han cambiado y hoy, cuando ya nadie pone en duda la igualdad de naturaleza y de capacidad entre ambos, resulta cuando menos un tanto arbitrario no medir a los dos por el mismo rasero. Ello quiere decir que la argumentación que aplicamos para el hombre debiera  valer también para la mujer  y si decimos que hay que actuar con celeridad cuando existen sospechas fundadas  de que a un  hombre se le está negando lo que en realidad le pertenece, esto mismo debiéramos pensar cuando de mujeres se trata.

  Existe una tercera razón que viene dictada por las circunstancias en que nos encontramos. Desde el año 1971 comienza a ser preocupante la escasez de ministros en la Iglesia Católica, por la falta de vocaciones y por abandono, pero hoy lo es mucho más. Como consecuencia de ello hay parroquias que no están atendidas como fuera de desear y son muchos los fieles a los que no llegan las ayudas espirituales. Estoy pensando en los muchos creyentes que viven desconectados en residencias, hospitales, albergues, etc sin que nadie se acerque por allí a llevarles la comunión o a celebrar con ellos la liturgia de la palabra. A la vista de semejante situación hace ya tiempo que José Mª Castillo recordaba el derecho de los fieles a ser atendidos en sus necesidades espirituales y el deber de los Pastores en proporcionársela. Si esto es así, no cabe duda que al diaconado femenino, después de ser comprobado que sobre él  no pesa ninguna sanción  dogmática, debiera dársele luz verde viendo en él una expresión legítima de la personal vocación de Dios. Vistas las actuales circunstancias y teniendo presente que «salus animarum, suprema Ecclesiae lex”, resultan más comprensibles las palabras del cardenal Carlo Mª Martini, que nos hablan de que otra Iglesia es posible donde la mujer ocupe ministerios sagrados.

Se pronostica que el siglo XXI va ser el siglo de las mujeres y puede que así sea. La Sociedad las necesita y la Iglesia también; comienza pues a percibirse la voz del Señor,  que las convoca a ejercer funciones especiales en su Iglesia. La hora de la mujer ha llegado como también la hora de los laicos . Nuevos tiempos que  piden cambios para que una Nueva  Evangelización pueda llegar a feliz término.

 

154.- No permitamos que nos roben el espíritu de la Navidad

 


Durante estos días me he cansado de mandar felicitaciones navideñas a los amigos a los que no lo son tantos, a los que llevo un año sin ver y a los que apenas conozco; a todos a quienes la Navidad les dice algo. Que no quede nadie, me dije, sin mi FELICITACIÓN que para eso es NAVIDAD e Internet nos da todas las facilidades del mundo para poder hacerlo. Se la quise mandar también a los ateos; pero temí herir su sensibilidad. Lo di vueltas y vueltas sin resultado alguno. No supe como hacerlo. En principio creí que una Felicitación light sin alusión al Misterio podría servirme; pero luego lo pensé mejor y entendí que esto era un fraude; porque vamos a ver ¿cómo se puede  hablar de la NAVIDAD sin que Dios esté de por medio?

 La verdad  es que  no acabo de comprender  por qué la Navidad  tenga que molestar a quienes no creen en ella; pero si ellos lo dicen….Puede que del mismo modo que  el lujo, la ostentación o el derroche  a la vista  de quienes se mueren de hambre es motivo de indignación, así también  el vacío siempre  doloroso  de la usencia de Dios, bien pudiera ser más duro de soportar  en medio de la alegría jubilosa de quienes celebramos con gozo el misterio  de  Belén; pero bien mirado estas dos situaciones  no son comparables, puesto que los que nada tienen no son invitados a la fiesta de los ricos, son pobres a la fuerza, mientras que los increyentes  lo son por voluntad propia y son ellos mismos los que se autoexcluyen a asistir a la festividad jubilosa de la Navidad. Por eso resulta más difícil de explicar la indignación laicista frente a la exaltación jubilosa  de la Navidad entendida religiosamente

 No deja de ser triste muy triste que haya hombres y mujeres entre nosotros que se sientan ofendidos por la presencia en nuestras calles y plazas de un Niño que sólo nos habla de amor, de paz y de ternura durante un par de semanas al año. Es triste que haya quienes quieran robarnos el significado religioso de la Navidad y acabar con el sueño más sublime que el hombre nunca jamás pudo imaginar. Ciertamente cada cual es muy libre de creer o dejar de creer; esto nadie lo discute, allá cada cual. No estoy hablando de eso. Lo que quiero decir es que hay que aprender a convivir con quienes piensan distinto y también a ser respetuosos con la tradición y con la historia de un pueblo milenario

  Por otra parte no sirve de nada tratar de negar la historia y ocultar el hecho portentoso acaecido hace dos mil años en nuestra tierra. Podemos silenciarlo, podemos esconderlo pero lo que pasó, pasó y ahí seguirá por mucho que nos empeñemos en borrarlo de la memoria. Podemos adulterar y cambiar el significado de la Navidad convirtiéndola en un sucedáneo amañado a nuestros gustos o intereses; pero con ello lo único que conseguimos es hacer traición a una de nuestras más sagradas tradiciones que se viene manteniendo desde que España es España .

  La prueba más reciente de esto que estoy diciendo la tenemos en el discurso del Jefe del Estado Español en la víspera de Navidad aludiendo a la Noche Buena, solo se le ocurrió decir   “ que debe ser de celebración familiar”. Como comentario a esta frase, lo mínimo que habría que  decirle a un rey católico que así se expresa, es que esa noche a la que él se refería es algo más que  una noche de celebración familiar , es  sobre todo y por encima de todo la Noche Santa del Verbo Encarnado de Dios, porque eso es lo significa Noche Buena y con ello quedaría también aclarado que es lo estamos celebrando, pues de otra forma caeremos en el sin sentido de que su Majestad, está hablando “de celebración familiar” sin saber que es lo que las familias celebran.  

 Triste, tristísima esta intervención del Rey en su discurso de Navidad. Ninguna alusión directa al Misterio que estos días recordamos a no ser la presencia  de un  Belén de escayola diminuto y ridículo que más bien parecía el juguete que un niño hubiera dejado olvidado en una estantería de libros. Se podían poner más ejemplos que avalan la sospecha de que se quiere acabar con el espíritu de la Navidad

 Difícil de explicar la laicidad y tibieza religiosa de quien representa a una nación tradicionalmente católica, aunque    siempre habrá quien trate de justificarlo diciendo que estamos en un país aconfesional y yo digo precisamente por eso; en un país así, debiéramos de contar todos también los creyentes que somos mayoría, pero a lo que parece no es así . Solo preocupa lo que puedan pensar los agnósticos, tenerles contentos a ellos parece ser lo que importa y evitando a toda costa que puedan sentirse incómodos; en cambio ninguna satisfacción a los  católicos que también son ciudadanos como los demás; pero por lo que se ve   los cristianos no contamos,  como si no existieran. Después de todo, ellos nunca se quejarán de nada, sus enormes tragaderas lo soportan todo. 

  Nadie parece estar dispuesto a dar la cara por defender algo que ha sido santo y seña durante nuestra historia milenaria como Nación.  Los creyentes nos hemos acostumbrado a aguantar agravios  y  estamos siendo  testigos nudos de cómo se convierte en carnavalada cutre y vergonzosa una de nuestras más sagradas tradiciones.  Es así como poco a poco todo lo más valioso de la cultura y tradición de nuestro pueblo va desapareciendo con el silencio y la complicidad de quienes no somos capaces de defenderlo.

 ¿No habrá ni tan siquiera uno de nuestros dirigentes que se atreva a decir lo que en su día proclamara el Sr.  Cameron con tanta claridad y valentía? Si un día caemos en la cuenta de que por este camino no podemos seguir tendremos que preguntarnos ¿qué podemos hacer o mejor que es lo que no tenemos que hacer, para que los políticos acaben con lo poco que nos queda?, porque no nos llamemos a engaño, ellos están ahí y hacen lo que hacen  porque nosotros lo consentimos todo.

153.- La fe del carbonero


Para poder estar a la altura de las circunstancias va a ser preciso comprometerse en el proceso de la restructuración de la fe.  Una restructuración que implica revitalización y reactualización.     ¿Reactualización ? ¿pero es que la  fe puede reaactualizarse? Puede y debe hacerse, en el sentido de que la fe es un don gratuito inmerso en un proceso de constante crecimiento y maduración. La fe del carbonero pudo servir en una época de analfabetismo generalizado; pero hoy no es el caso. Los contenidos de nuestra fe cristiana han ido clarificándose a lo largo de los siglos y el grado de comprensión que de ellos tenemos hoy día es mucho mayor que lo fue en tiempos pasados. Si no fuera así ¿Que sentido tendría la  “explicatio fidei” que la Iglesia ha venido realizando a través de los concilios y sínodos? ¿para què hubiera servido el ímprobo trabajo llevado a cabo por teólogos , exégetas?  Para no dar lugar a mal entendido, bueno sería discernir entre lo que es la revelación en sí y lo que es  nuestra  comprensión y expresión de la misma. Sobre aquello no se puede discutir, es lo que es, sobre esto sí. 

 Sto Tomás y en general toda la escolástica han venido estableciendo una oportuna distinción entre lo que es en sí mismo  “quoad se” y lo que hace referencia a nuestro modo de entenderlo “quoad nos”.  Está claro que la revelación en sí misma ha sido es y será siempre la misma ,  en cambio “quoad nos”  es decir, por lo que a nosotros respecta, se evidente que se ha avanzado en el esclarecimiento de muchas cuestiones oscuras y hay que continuar haciéndolo; los dogmas se van explicitando, su comprensión es cada vez más profunda, su significado y alcance más comprensible y ajustado. Si a esto lo llamamos evolución, no hay duda que podremos decir que el dogma ha ido evolucionando y seguirá haciéndolo en el futuro, por ello hemos de estar preparados, si es que queremos vivir en consonancia con los tiempos que corren. Desde nuestra perspectiva de cristianos del siglo XXI hemos de abrirnos al soplo del Espíritu y estar atentos a cuanto el quiera comunicarnos, sin olvidarnos de que el misterio será siempre algo inaccesible para nosotros  e imposible de expresar con nuestras torpes palabras .

 Gracias a los esfuerzos de quienes nos han precedido en la fe podemos decir que cualquier cristiano de hoy conoce aspectos de la fe que permanecieron ocultos a inteligencias privilegiadas del pasado. Obligado es decir que la expresión de la fe al igual que otras manifestaciones humanas está sometida a un proceso de maduración, tanto en su dimensión social como personal. Nos lo dice S. Pablo muy claramente ( 1 Corintios 13:11) Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño.  Nos lo vuelve a recordar el Concilio Vaticano II (Apostolicam actuositatem, 29) cuando declara que  “los laicos necesitan, una sólida preparación doctrinal, teológica, moral, filosófica, según la diversidad de edad, condición y talento" Por eso el cristiano del siglo XXI no debe conformarse con la fe del carbonero y  ha de servirse de  sus capacidades naturales para llegar a adquirir una cada vez más sólida formación religioso-doctrinal que le capacite para entrar en diálogo con la cultura de su tiempo. La fe no  tiene que cambiar; pero las creencias hay que depurarlas de adimentos adulterados y para ello hay que comenzar a ser responsables y la conscientes de la fe que profesamos Ciertamente la fe es un don gratuito de Dios y no fruto de un proceso de razonamiento; pero ello no bebiera ser obstáculo para que nos esforcemos por encontrar razones para nuestra fe , es decir lo que siempre se ha conocido como “ Intelligentia fidei”. Chelsterton de  forma humorística; pro muy certera nos decía que “la Iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero , no la cabeza”.

 Uno de los errores extendidos es tratar de salvaguardar  la pureza de la fe manteniéndonos en un infantilismo inmovilista, que se resiste a madurar. Hay quien tiene miedo a repensar la fe que profesa porque parten del supuesto de que en este terreno todo es incuestionable y  piensan que lo mejor es dejar las cosas como están, piensan que la pretensión de ir creciendo en la fe es la soflama de un peligroso progresismo modernista y no la aspiración de un cristianismo responsable que conecta con la mejor tradición que defendía la progresiva iluminación de la fe valiéndose del conocimiento. Nos lo expresaba muy bellamente S. Anselmo.  “Señor, yo no pretendo penetrar en tu profundidad, ¿cómo iba a comparar mi inteligencia con tu misterio? Pero deseo comprender de algún modo esa verdad que creo y que mi corazón ama. No busco comprender para creer, no busco comprender de antemano, por la razón, lo que haya de creer después, sino que creo primero, para esforzarme luego en comprender. Nos lo está diciendo muy elocuentemente el Papa Francisco: La razón se nos ha dado para esclarecer la fe y no sólo esto, nos está diciendo más, nos está diciendo que nunca debiéramos anteponer  el dogma a la caridad y no le falta razón, porque una verdad sin amor , no es una verdad cristiana.

 Nos preguntamos muchas veces ¿porque los hombres y mujeres de nuestro tiempo han dejado de creer?  y la respuesta la encontramos en que su fe no había sido nunca asimilada, ni estaba penetrada de razones sólidas que la dieran consistencia. Muchos hermanos nuestros perdieron la fe porque nunca tuvieron razones para creer. La verdad es que nunca supieron porque creían  y ahora tampoco saben muy bien por qué la han perdido. Nos preguntamos ¿por qué la fe de los niños que se preparan para hacer la primera comunión tiene tan corta su fecha de caducidad? ¿ Por  qué nada más salir del templo, Dios deja de ser lo primero en nuestra vida? Esta haciendo falta que fe, razón y vida caminen juntas. Los católicos necesitamos reavivar nuestra fe alimentarla y también saber dar razones para defenderla ante los demás. La fe del carbonero la dejamos para quien no pueda aspirar a más, al igual que el temor a  Dios le dejamos para quienes no puedan amarle.


152.- Mensaje cristiano de un políico

 


Un mandatario político ha  sorprendido al mundo con  un discurso de Felicitación de la Pascua  dirigido a millones de cristianos repartidos por el mundo. El video publicado en Youtube  está teniendo una difusión inusitada a través de las redes sociales, fundamentalmente por medio de WhatsApp, lo que le convierten en noticia de interés social; aunque sólo fuera por esto merecería la pena detenernos unos minutos para hacer un breve comentario sobre el mismo.

 Yo, que no me identifico con ningún político he de comenzar reconociendo que su discurso me ha parecido genial, lleno de sentido común, certero, oportuno y valiente. “La Pascua, empieza diciendo, es la ocasión de celebrar el triunfo del amor sobre la muerte”. Estas palabras dichas por el Papa, un obispo o un sacerdote, no dejan de ser hermosas, pero dichas por un político de primera talla es como si lo fueran mucho más. Lo deseable sería que hubiera colegas autodenominados cristianos a los que de  vez en cuando se les escaparan expresiones como esta.

 El discurso va ganando en intensidad social y nos pone en situación de reflexionar sobre el papel que debe jugar el cristianismo en la vida de las naciones, hasta poder ver en la identidad cristiana ese revulsivo que  Europa está necesitando. Tengo para mí  que la cristianofobia no es el mejor camino para hacerse con el liderazgo de Europa; éste sólo está reservado para quienes apuesten por la reivindicación de los valores cristianos.

 Tiene razón cuando dice “Todos debiéramos sentirnos orgullosos de  poder decir este es un país cristiano”  ¿Qué nos queda si renegamos de lo que ha sido santo y seña de nuestra historia y cultura?  ¿Con qué ojos podemos mirar al futuro después de haber rechazado todo horizonte de trascendencia?  Nuestra vieja Europa va quedando reducida a un club de mercaderes, donde sólo tienen cabida burócratas egoístas, sin espíritu ni corazón, que se les llena la boca con palabras altisonantes, pero que cuando llega la ocasión miran para otra parte como estamos viendo con el  tema de los refugiados.

 Nadie podrá negar  por ejemplo, que Gran  Bretaña es un país oficialmente cristiano que acepta otros credos, incluso a los que no tienen ninguno. Lo que pone de manifiesto que un estado puede ser confesional y garante a la vez  de la libertad religiosa, algo que no pueden decir todos  los estados laicos.  Es curioso cómo cuando nos interesa Inglaterra pasa por ser un referente a seguir, pero deja de serlo cuando conviene. ¿No habíamos quedado en que  éste es un país puntero a la cabeza del desarrollo y de la cultura? Entonces ¿por qué tiene que dejar de serlo cuando apuesta por la civilización cristiana? Que se apliquen el cuento todos los que a ultranza defienden que la religión es una antigualla  propia del pasado.

 Hay que tener  temple  para ser capaz  de salir a la palestra  y decir sin complejos que la religiosidad no es un asunto privado, en contra de todos los que quisieran ver a un cristianismo arrinconado en la sacristía. Gesto éste que el laicismo no suele a perdonar.Nunca he llegado a comprender por qué todos los ciudadanos pueden expresar  pública y libremente sus convicciones menos los creyentes. Nadie ha sabido explicarme por qué la confesionalidad teista es mala para la sociedad y el confesionalismo  ateo es  bueno. Cierto  que el Estado Español es aconfesional, pero ello lo único que quiere decir es que es neutral y que por tanto creyentes como no creyentes han de ser tratados con el mismo rasero. Eso en el peor de los casos, porque yo sigo creyendo que  la sociedad española no es menos cristiana que la inglesa.

 Por fin he de decir que me  resulta consolador escuchar que “Tenemos el deber de alzar la voz y denunciar la persecución de los cristianos en el mundo. A todos estos cristianos valientes de Irak y Siria tenemos que decirles: “estamos con vosotros”.  Todos somos responsables de un largo silencio cómplice que nos ruboriza. Ya iba siendo hora de que algún político se sumara a la voz del  Papa Francisco para denunciar uno de los más abominables genocidios de la historia, ensalzando el nombre de estos gloriosos mártires del siglo XXI y poniéndonos al lado de  todos los perseguidos por la fe, sin miedo a asumir los riesgos que fueran necesarios.  

151.-Proceso de maduración cristiana

 


La vivencia cristiana no es ajena al  signo de los tiempos.  Aprender a vivir el cristianismo con expectativas renovadas es una exigencia de la iglesia militante. No va con el cristianismo los cómodos triunfalismos ni los perezosos inmovilismos de quienes piensan que todo está ya dicho, que todo está ya hecho.  El posicionamiento religioso nunca puede ser definitivo, pues si así fuera el cristianismo  dejaría de ser un proceso en marcha . La paradoja de armonizar lo inmutable con lo mutable, la paradoja de vivir en el mundo sin ser del mudo se traduce en una constante tensión. El paso del tiempo nos ha ido exigiendo nuevas formas del vivir el cristianismo haciendo de la renovación cristiana una necesidad y así debe continuar porque lo peor que pudiera sucedernos es quedar descolgados de la trama humana y  aspirar al imposible de vivir nuestra espiritualidad al margen de las zozobras de la vida Cambio dentro de la permanencia son dos palabras que en el sentir de Francisco deben ir juntas.

 El cristianismo a lo largo de la historia ha tenido que ir midiéndose a la cultura vigente en un constante proceso de depuración que cuando menos ha servido para desprendernos de nocivas adherencias, hasta poder decir que nuestro cristianismo hoy es mucho más maduro que lo fue en tiempos pasados. Al menos actualmente se puede discutir sobre cuestiones que hasta no hace mucho tiempo ni siquiera se podían nombrar.  Con el pretexto de que las  verdades de fe son  algo intocables se ha tratado de justificar cierto inmovilismo, bajo el supuesto de que los dogmas son intocables se han venido alimentando dodos los reaccionismos sin entender que una cosa es el misterio en sí y otra su formulación comprensión e inteligibilidad

 Del mismo modo habría que decir también que la  reafirmación de la fe es una tarea constante en la vida del creyente. Reafirmación que implica revitalización y reactualización. ¿ Reactualización? ¿pero es que se puede hablar reactualización de la  fe? Así debe ser, si no queremos conformarnos con la fe del carbonero y aspiramos a una fe cada vez más madura. Lo que se nos pide, según el decir de Chelsterton es que al entrar en la Iglesia nos quitemos el sombrero  y no la cabeza”. La fe del carbonero pudo servir  a la grey en una época de analfabetismo generalizado; pero hoy no es el caso, hoy debemos estar preparados para dar razones de nuestra fe.

 Hay que pensar que la expresión de la fe al igual que otras manifestaciones humanas está sometida a un proceso de maduración tanto en su dimensión social como personal. Nos lo dice S. Pablo muy claramente ( 1 Corintios 13:11) ” Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño.  Nos lo vuelve a recordar la Iglesia en (Apostolicam actuositatem, 29) cuando afirma que  “los laicos necesitan, una sólida preparación doctrinal, teológica, moral, filosófica, según la diversidad de edad, condición y talento" Por eso el cristiano del siglo XXI no debe conformarse con la fe del carbonero y  ha de servirse de  sus capacidades naturales para llegar a adquirir una cada vez más sólida formación religioso-doctrinal y de esta manera poder llegar a un  mejor y profundo conocimiento de  sus creencias.

 Alguien podía preguntar ¿ Pero no habíamos quedado en que las verdades de fe son intocables, siempre las mismas? Claro está; pero hay que saber discernir entre lo que es la revelación en sí y lo que es  nuestra  comprensión y expresión de la misma.  Una cosa es la revelación “quoad se” intemporal  y otra la revelación “quoad nos”  que es suceptible de ser explicitada, mejor expresada y comprendida y más correctamente interpretada.  Si a esto lo llamamos evolución, naturalmente que podríamos decir que el dogma está sujeto a  una evolución. Si no fuera así ¿ Que sentido tendría la “ explicatio fidei” que la Iglesia ha venido realizando a través de los concilios y sínodos? ¿de que hubiera servido el ímprobo trabajo llevado a cabo por teólogos.

 La fe  no tiene que cambiar; pero las creencias de vez en cuando es preciso depurarlas

 

127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...