Durante estos días me he cansado de mandar felicitaciones navideñas a los amigos a los que no lo son tantos, a los que llevo un año sin ver y a los que apenas conozco; a todos a quienes la Navidad les dice algo. Que no quede nadie, me dije, sin mi FELICITACIÓN que para eso es NAVIDAD e Internet nos da todas las facilidades del mundo para poder hacerlo. Se la quise mandar también a los ateos; pero temí herir su sensibilidad. Lo di vueltas y vueltas sin resultado alguno. No supe como hacerlo. En principio creí que una Felicitación light sin alusión al Misterio podría servirme; pero luego lo pensé mejor y entendí que esto era un fraude; porque vamos a ver ¿cómo se puede hablar de la NAVIDAD sin que Dios esté de por medio?
La verdad es que no acabo de comprender por qué la Navidad tenga que molestar a quienes no creen en ella; pero si ellos lo dicen….Puede que del mismo modo que el lujo, la ostentación o el derroche a la vista de quienes se mueren de hambre es motivo de indignación, así también el vacío siempre doloroso de la usencia de Dios, bien pudiera ser más duro de soportar en medio de la alegría jubilosa de quienes celebramos con gozo el misterio de Belén; pero bien mirado estas dos situaciones no son comparables, puesto que los que nada tienen no son invitados a la fiesta de los ricos, son pobres a la fuerza, mientras que los increyentes lo son por voluntad propia y son ellos mismos los que se autoexcluyen a asistir a la festividad jubilosa de la Navidad. Por eso resulta más difícil de explicar la indignación laicista frente a la exaltación jubilosa de la Navidad entendida religiosamente
No deja de ser triste muy triste que haya hombres y mujeres entre nosotros que se sientan ofendidos por la presencia en nuestras calles y plazas de un Niño que sólo nos habla de amor, de paz y de ternura durante un par de semanas al año. Es triste que haya quienes quieran robarnos el significado religioso de la Navidad y acabar con el sueño más sublime que el hombre nunca jamás pudo imaginar. Ciertamente cada cual es muy libre de creer o dejar de creer; esto nadie lo discute, allá cada cual. No estoy hablando de eso. Lo que quiero decir es que hay que aprender a convivir con quienes piensan distinto y también a ser respetuosos con la tradición y con la historia de un pueblo milenario
Por otra parte no sirve de nada tratar de negar la historia y ocultar el hecho portentoso acaecido hace dos mil años en nuestra tierra. Podemos silenciarlo, podemos esconderlo pero lo que pasó, pasó y ahí seguirá por mucho que nos empeñemos en borrarlo de la memoria. Podemos adulterar y cambiar el significado de la Navidad convirtiéndola en un sucedáneo amañado a nuestros gustos o intereses; pero con ello lo único que conseguimos es hacer traición a una de nuestras más sagradas tradiciones que se viene manteniendo desde que España es España .
La prueba más reciente de esto que estoy diciendo la tenemos en el discurso del Jefe del Estado Español en la víspera de Navidad aludiendo a la Noche Buena, solo se le ocurrió decir “ que debe ser de celebración familiar”. Como comentario a esta frase, lo mínimo que habría que decirle a un rey católico que así se expresa, es que esa noche a la que él se refería es algo más que una noche de celebración familiar , es sobre todo y por encima de todo la Noche Santa del Verbo Encarnado de Dios, porque eso es lo significa Noche Buena y con ello quedaría también aclarado que es lo estamos celebrando, pues de otra forma caeremos en el sin sentido de que su Majestad, está hablando “de celebración familiar” sin saber que es lo que las familias celebran.
Triste, tristísima esta intervención del Rey en su discurso de Navidad. Ninguna alusión directa al Misterio que estos días recordamos a no ser la presencia de un Belén de escayola diminuto y ridículo que más bien parecía el juguete que un niño hubiera dejado olvidado en una estantería de libros. Se podían poner más ejemplos que avalan la sospecha de que se quiere acabar con el espíritu de la Navidad
Difícil de explicar la laicidad y tibieza religiosa de quien representa a una nación tradicionalmente católica, aunque siempre habrá quien trate de justificarlo diciendo que estamos en un país aconfesional y yo digo precisamente por eso; en un país así, debiéramos de contar todos también los creyentes que somos mayoría, pero a lo que parece no es así . Solo preocupa lo que puedan pensar los agnósticos, tenerles contentos a ellos parece ser lo que importa y evitando a toda costa que puedan sentirse incómodos; en cambio ninguna satisfacción a los católicos que también son ciudadanos como los demás; pero por lo que se ve los cristianos no contamos, como si no existieran. Después de todo, ellos nunca se quejarán de nada, sus enormes tragaderas lo soportan todo.
Nadie parece estar dispuesto a dar la cara por defender algo que ha sido santo y seña durante nuestra historia milenaria como Nación. Los creyentes nos hemos acostumbrado a aguantar agravios y estamos siendo testigos nudos de cómo se convierte en carnavalada cutre y vergonzosa una de nuestras más sagradas tradiciones. Es así como poco a poco todo lo más valioso de la cultura y tradición de nuestro pueblo va desapareciendo con el silencio y la complicidad de quienes no somos capaces de defenderlo.
¿No habrá ni tan siquiera uno de nuestros dirigentes que se atreva a decir lo que en su día proclamara el Sr. Cameron con tanta claridad y valentía? Si un día caemos en la cuenta de que por este camino no podemos seguir tendremos que preguntarnos ¿qué podemos hacer o mejor que es lo que no tenemos que hacer, para que los políticos acaben con lo poco que nos queda?, porque no nos llamemos a engaño, ellos están ahí y hacen lo que hacen porque nosotros lo consentimos todo.