2022-02-28

153.- La fe del carbonero


Para poder estar a la altura de las circunstancias va a ser preciso comprometerse en el proceso de la restructuración de la fe.  Una restructuración que implica revitalización y reactualización.     ¿Reactualización ? ¿pero es que la  fe puede reaactualizarse? Puede y debe hacerse, en el sentido de que la fe es un don gratuito inmerso en un proceso de constante crecimiento y maduración. La fe del carbonero pudo servir en una época de analfabetismo generalizado; pero hoy no es el caso. Los contenidos de nuestra fe cristiana han ido clarificándose a lo largo de los siglos y el grado de comprensión que de ellos tenemos hoy día es mucho mayor que lo fue en tiempos pasados. Si no fuera así ¿Que sentido tendría la  “explicatio fidei” que la Iglesia ha venido realizando a través de los concilios y sínodos? ¿para què hubiera servido el ímprobo trabajo llevado a cabo por teólogos , exégetas?  Para no dar lugar a mal entendido, bueno sería discernir entre lo que es la revelación en sí y lo que es  nuestra  comprensión y expresión de la misma. Sobre aquello no se puede discutir, es lo que es, sobre esto sí. 

 Sto Tomás y en general toda la escolástica han venido estableciendo una oportuna distinción entre lo que es en sí mismo  “quoad se” y lo que hace referencia a nuestro modo de entenderlo “quoad nos”.  Está claro que la revelación en sí misma ha sido es y será siempre la misma ,  en cambio “quoad nos”  es decir, por lo que a nosotros respecta, se evidente que se ha avanzado en el esclarecimiento de muchas cuestiones oscuras y hay que continuar haciéndolo; los dogmas se van explicitando, su comprensión es cada vez más profunda, su significado y alcance más comprensible y ajustado. Si a esto lo llamamos evolución, no hay duda que podremos decir que el dogma ha ido evolucionando y seguirá haciéndolo en el futuro, por ello hemos de estar preparados, si es que queremos vivir en consonancia con los tiempos que corren. Desde nuestra perspectiva de cristianos del siglo XXI hemos de abrirnos al soplo del Espíritu y estar atentos a cuanto el quiera comunicarnos, sin olvidarnos de que el misterio será siempre algo inaccesible para nosotros  e imposible de expresar con nuestras torpes palabras .

 Gracias a los esfuerzos de quienes nos han precedido en la fe podemos decir que cualquier cristiano de hoy conoce aspectos de la fe que permanecieron ocultos a inteligencias privilegiadas del pasado. Obligado es decir que la expresión de la fe al igual que otras manifestaciones humanas está sometida a un proceso de maduración, tanto en su dimensión social como personal. Nos lo dice S. Pablo muy claramente ( 1 Corintios 13:11) Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño.  Nos lo vuelve a recordar el Concilio Vaticano II (Apostolicam actuositatem, 29) cuando declara que  “los laicos necesitan, una sólida preparación doctrinal, teológica, moral, filosófica, según la diversidad de edad, condición y talento" Por eso el cristiano del siglo XXI no debe conformarse con la fe del carbonero y  ha de servirse de  sus capacidades naturales para llegar a adquirir una cada vez más sólida formación religioso-doctrinal que le capacite para entrar en diálogo con la cultura de su tiempo. La fe no  tiene que cambiar; pero las creencias hay que depurarlas de adimentos adulterados y para ello hay que comenzar a ser responsables y la conscientes de la fe que profesamos Ciertamente la fe es un don gratuito de Dios y no fruto de un proceso de razonamiento; pero ello no bebiera ser obstáculo para que nos esforcemos por encontrar razones para nuestra fe , es decir lo que siempre se ha conocido como “ Intelligentia fidei”. Chelsterton de  forma humorística; pro muy certera nos decía que “la Iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero , no la cabeza”.

 Uno de los errores extendidos es tratar de salvaguardar  la pureza de la fe manteniéndonos en un infantilismo inmovilista, que se resiste a madurar. Hay quien tiene miedo a repensar la fe que profesa porque parten del supuesto de que en este terreno todo es incuestionable y  piensan que lo mejor es dejar las cosas como están, piensan que la pretensión de ir creciendo en la fe es la soflama de un peligroso progresismo modernista y no la aspiración de un cristianismo responsable que conecta con la mejor tradición que defendía la progresiva iluminación de la fe valiéndose del conocimiento. Nos lo expresaba muy bellamente S. Anselmo.  “Señor, yo no pretendo penetrar en tu profundidad, ¿cómo iba a comparar mi inteligencia con tu misterio? Pero deseo comprender de algún modo esa verdad que creo y que mi corazón ama. No busco comprender para creer, no busco comprender de antemano, por la razón, lo que haya de creer después, sino que creo primero, para esforzarme luego en comprender. Nos lo está diciendo muy elocuentemente el Papa Francisco: La razón se nos ha dado para esclarecer la fe y no sólo esto, nos está diciendo más, nos está diciendo que nunca debiéramos anteponer  el dogma a la caridad y no le falta razón, porque una verdad sin amor , no es una verdad cristiana.

 Nos preguntamos muchas veces ¿porque los hombres y mujeres de nuestro tiempo han dejado de creer?  y la respuesta la encontramos en que su fe no había sido nunca asimilada, ni estaba penetrada de razones sólidas que la dieran consistencia. Muchos hermanos nuestros perdieron la fe porque nunca tuvieron razones para creer. La verdad es que nunca supieron porque creían  y ahora tampoco saben muy bien por qué la han perdido. Nos preguntamos ¿por qué la fe de los niños que se preparan para hacer la primera comunión tiene tan corta su fecha de caducidad? ¿ Por  qué nada más salir del templo, Dios deja de ser lo primero en nuestra vida? Esta haciendo falta que fe, razón y vida caminen juntas. Los católicos necesitamos reavivar nuestra fe alimentarla y también saber dar razones para defenderla ante los demás. La fe del carbonero la dejamos para quien no pueda aspirar a más, al igual que el temor a  Dios le dejamos para quienes no puedan amarle.


127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

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