2021-06-25

7.- APROXIMACIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA




El hombre no ha podido sustraerse a la inquietud interior de saber cual habrá de ser su destino.  ¿Qué será de mí cuando todo haya acabado después de mi paso fugaz por este mundo? ¿cual habrá de ser el fin último de la Humanidad?   Hombres y mujeres de todos los tiempos han tratado desesperadamente  de encontrar respuesta satisfactoria a estas angustiosas preguntas en  el mito, en la religión o a través de la razón, hasta que  cansados de tanta especulación, han decidido últimamente  no pensar más en  ello, pero la  cuestión  ahí sigue siempre vigente, siempre actual, por cuyo motivo  hoy  yo he querido traerla a colación.

 Los Grandes  intérpretes de la Historia partiendo de lo que  ya fue intentaron  adivinar lo que podía llegar a ser; arrancando del pasado trataron de ofrecernos una visión de futuro creíble. Hegel  creyó poder  explicarlo todo  desde un racionalismo optimista, convencido de que “todo lo real es racional y todo lo racional es real”.  Según él, no hay secretos  que no puedan descubrirse ni misterios religiosos que no puedan explicarse porque la razón lo puede todo. Para Hegel la razón rige al mundo y la historia trascurre racionalmente en espiral sin que nada se repita. Es verdad que los sujetos de la historia son los hombres que además de ser racionales son apasionados; pero al final las pasiones se subordinan a la razón que las utiliza para sus fines. Cierto que la historia se resuelve en acontecimientos empíricos; pero ellos son sólo la expresión exterior de un pensamiento que subyace de bajo de ellos , por lo que la conexión lógica del trascurrir histórico no hay que buscarla en los acontecimientos externos sino en los pensamientos que están detrás, que son los que hacen que el desarrollo histórico nunca sea accidental, sino necesario sin que ello quiera decir que sea fatalista.

 Desde otra perspectiva bien distinta Giambattista Vico  defiende la teoría  de “los corsi  e ricorsi “  reelaborada posteriormente por Benedetto Croce, según la cual el devenir histórico es recurrente,  se trataría pues de  una cierta alternancia cíclica, con nuevos matices, vueltas y revueltas, flujos y reflujos en los que no hay avances, ni regresos definitivos, sino algo así como un complicado juego de ruleta donde a veces se gana y a veces se pierde y repítase la jugada  “nihil novum sub sole”,  la historia se repite una y otra vez , decimos. incluso las culturas desaparecen, para volver a  empezar. Einstein dijo en una ocasión que si en nuestro planeta se produjera un conflicto nuclear, la siguiente confrontación de los humanos tendría que hacerse con piedras y con palos. Sería un volver a empezar. Nietszche también nos habla de la teoría el eterno retorno. 

 Habría que reparar también en la interpretación que de la historia hacen  Oswald  Spengler y Arnold Toynbe,  aquí los planteamientos varían considerablemente. Las civilizaciones, vendrían a ser como organismos vivos con los que guardan cierta analogía, como ellos se rigen por a una  ley cíclica de desarrollo fisiológico que  progresivamente se va manifestando a través de la infancia, la juventud , la edad adulta, la vejez , la decrepitud para desembocar  en la muerte y desaparición,  lo que significaría el final de nuestra historia.  Todas  las culturas tienen su primavera, verano, otoño, invierno que representa el punto final.  En su famosa obra “La Decadencia de Occidente”  Spengler,( censurado por la cultura de lo “políticamente correcto”) pronostica el final de la cultural de Occidente, igual que lo había hecho Nietzsche.

  El contrapunto a las visiones pesimistas de la historia lo tenemos en Nicolás de Condorcet que nos habla de perfeccionamiento lineal, indefinido e irreversible en consonancia con la indefinida perfectibilidad del ser humano. En fin podíamos continuar con la interpretación de la Historia hecha por Marx  por Dilhtey, o por Ortega y Gasset  y tantos otros filósofos; pero no es mi intención ofrecer aquí una lección  de algo que  se puede encontrar en cualquier manual de Filosofía. Lo que yo pretendo  es mucho menos académico, se trata de presentar a gruesos trazos  mi personal visión de la historia, haciendo hincapié en aquellos momentos más relevantes del pasado y en referencia siempre al  presente que nos está tocando vivir  

 

Grandes momentos en el trascurrir de la historia

 Yo siempre he creído que mirando al pasado es como se puede entender el presente y prever el futuro; pero para aprender de la historia hay que liberarse de prejuicios y dar con las claves precisas  y entonces, sí , la historia se convierte en maestra de la vida y nos ayuda a descubrir muchos secretos . Lo primero que  la historia nos enseña, es que en el escenario de lo humano todo fluye como  en un río, nada hay constante, todo es cambiante y provisional.

 Este sentido dinámico de la filosofía de la historia guarda cierto paralelismo con la historia de la filosofía.  Las culturas al igual que los sistemas filosóficos se van sucediendo hasta acabar en el cementerio de la historia. Nada resiste al paso del tiempo. Las  civilizaciones habidas han sido muchas, no  una sola, cada cual poseedora de un alma propia, que hay que saber respetar e integrar en el conjunto y ésta  sería otra de las lecciones que debiéramos aprender de la historia. Humildemente es preciso reconocer que  lo mismo que no hay nadie en posesión de la verdad absoluta, tampoco hay una sola cultura que por si sola sea el exponente universal de la Humanidad entera. El gran error de la cultura occidental ha sido su etnocentrismo. 

  La Filosofía de la historia nos enseña a ver la unidad en la diversidad,  hace que veamos a la Humanidad como esa gran familia,

donde es más lo que nos une,  que lo que nos separa. Todos somos importantes en esta tierra nuestra, donde no sobra nadie. Ello no impide que se pueda hablar de niveles distintos de desarrollo y de acontecimientos históricos relevantes que es preciso resaltar sobre los demás porque dejaron marcados para siempre el signo de la historia.

  Entre estos sucesos sobresalientes, hubo uno, especialmente uno, que cambió el rumbo de la humanidad.  Fue el momento en que, “Llegada la plenitud de los tiempos la Palabra se hizo carne”.  El es el punto de referencia obligada  de la historia humana con un antes y un después.  A partir de aquí, el cristianismo está llamado a expandirse con mayor o menor arraigo y aceleración por todos los confines de la tierra, hasta llegar al punto culminante  con la aparición de la CRISTIANDAD que  va representar un nuevo orden político-socia. Ningún historiador serio pone en duda que el  cristianismo haya sido el punto de arranque de la  cultura de  Occidente 

 

  Fue el largo periodo dominado por el teocentrismo, donde  Dios  lo era todo para todos, como bien dice  Daniel- Rops. “Nada se hacía que no tuviera a Dios como fin, como testigo o como juez” pareciera que este orden iba a ser el definitivo; pero como todos sabemos, esto no fue así y  el devenir de la historia siguió su curso, demostrando una vez  más, que en nuestro mundo  todo es cambiable y así nos encontramos con la modernidad ,

 

La Modernidad

periodo de renovación y cambios  en que se pensó que se había dado con la clave para interpretar la historia después de haberse producido el resurgir de la cultura clásica, el descubrimiento del nuevo mundo, la reforma protestante,  la Revolución política -social del siglo XVIII. Los cambios comienzan a manifestarse  en el ámbito religioso,  en lo  política,  en la moralidad, en lo social , en el arte y en  la cultura, especialmente en la filosofía y en la ciencia, terreno en que Descartes va a ser su gran promotor , destacando de manera especial.  la Razón Cartesiana  se impone y van a ser desde ahora las verdades innatas, el punto de arranque. ya no valdrá lo del “Magíster dixit”, ni “lo de L'État, c'est moi ”. sino  los principios de la razón que todo lo dirige y todo lo gobierna . El “sapere aude” de Kant se convertirá en el lema de este periodo histórico.

La Diosa Razón será la encargada de alumbrar todas las aspiraciones e inquietudes humanas, presididas por  la igualdad la libertad y fraternidad. Son los tiempos de los libre-pensadores iluminados y optimistas que tiene sus ojos puestos en el progreso indefinido, y miran el futuro con esperanza, pero  el sueño modernista tampoco iba a ser definitivo, sino que se vió truncado, dando paso a la posmodernidad

 

Posmodernidad

  En Nietzsche adivinamos ya un cierto tono de desencanto y de inconformismo. La razón deja de ser para él una diosa y se convierte en “una vieja hembra embustera. El filósofo alemán comienza a disparar sus dardos  al  viejo corazón de la modernidad que da muestras de cansancio. No es la razón por la que hay que apostar ya, sino por la vida, no por  Apolo sino por  Dionisos.

Desde el siglo pasado justamente a continuación de la primera guerra mundial se comenzó la transición  del paradigma moderno a  la posmodernidad. Después del fracaso de la razón filosófica para explicar la realidad,  sólo queda el relativismo generalizado que nos conducirá a una crisis generalizada que viene originada por el pensamiento débil generador de dudas, en que hemos de contentarnos con discursos fragmentados y verdades subjetivas que solo valen para cada sujeto. Ni siquiera se salvan las ciencias y las matemáticas que a partir de ahora han de conformarse con verdades provisionales

 Al faltar fundamentos sólidos en que apoyarse la moralidad se derrumba quedando suplantada por la legalidad.  La aprobación o desaprobación de las conductas queda en manos de los parlamentarios que son los que elaboran las leyes y los que en definitiva deciden que es lo lícito y lo ilícito; llegamos así una situación en que todo es justificable en razón de la aritmética parlamentaria.

 La crisis generalizada de pensamiento y de moralidad nos ha llevado a vivir en el presente sin preocuparnos del pasado y del futuro, pues ni uno ni otro existe ya para los hijos de la posmodernidad; solo existe el presentismo y ésta es la cuestión. Para muchos uno de los rasgos característicos de nuestra época es precisamente este presentismo que bien mirado supone la disolución de la historia que ya para nada nos sirve al igual que podemos prescindir del pasado y del futuro. No nos queda más que lo inmediato, lo cual supone en palabras de J. Baudrillard la liquidación de la historia.  Esta música nos suena y que es lo que tantas veces habíamos escuchado decir a Sartre y a Camus. “Todo es absurdo”.  La utopía modernista de la felicidad universal resultó ser un fiasco y ese mundo mejor del que todo el mundo habla no acaba de llegar. Han pasado demasiadas cosas para seguir soñando entre otras las dos últimas guerras mundiales. La mayoría no se toma en serio el proyecto de vida a lago plazo y la banalidad lo invade todo   

 “Lo valioso en palabras de G. Vattimo, son los sentimientos , la diversión, el juego, la frivoli­dad, el placer. Lo que cuenta es ese presente efímero que hay que disfrutar plenamente porque nunca volverá”,  o dicho de otra manera: el “Carpe diem”. Es el santo y seña de nuestro cotidiano vivir. Una de las pocas esperanzas que le quedan al hombre posmoderno es el desarrollo técnico al que trata de agarrarse como a un clavo ardiendo; pero la técnica por si sola  no puede salvar al hombre en proceso de disolución . Estamos seguros de que hemos acabado un periodo histórico, pero ignoramos si hemos iniciado uno nuevo que pudiera sustituirlo

 

 

 

 

 

2021-06-12

6._Bajo el síndrome de “Vive y deja vivir”

 




 No son tiempos los nuestros en que la gente se haga preguntas inquietantes y perturbadoras.

Cada época histórica  ha estado marcada por una impronta que se traducía en una cierta actitud ante la vida. Con gruesos trazos podríamos caracterizar al hombre medieval como una persona que teniendo los pies en la tierra vivió con los ojos puestos en el cielo, lo que le permitía ver los acontecimientos fugaces a la luz de una trascendencia, que acabó dando sentido a su vida, después de haber llegado al convencimiento de que lo de aquí abajo pasa y sólo lo de arriba permanece. “La fuga mundi” tan frecuente en el Medioevo  fue una consecuencia de la lucha dialéctica  mantenida entre lo pasajero y lo permanente. Si como se pensaba entonces  la vida no es más que un tránsito fugaz hacía la eternidad, "una mala noche en una mala posada", que diría Teresa de Ávila, entonces está de más toda diligencia en encontrar un confortable acomodo a la existencia  presente. La clave de todo estaba en saber que el vivir se acaba pronto y lo único que permanecía era haber obrado bien.  Desde esta óptica  resulta fácil  entender por qué se posponían las aspiraciones terrenas hasta el punto de poder decir, morir primero  para poder vivir después  y tal podría ser el lema de este periodo histórico, imbuido de religiosidad

  Por el contrario los hombres del Renacimiento y la Modernidad fueron espíritus inquietos, empeñados en descubrir y gozar los secretos de la naturaleza y el arte para así poder alcanzar la felicidad, que podía llegar a través del progreso o del disfrute de  la belleza. Las ansias de felicidad aquí abajo eran consideradas como legítimas y respondían a un impulso de la naturaleza que debía ser tenido en cuenta. Se pensaba que los latidos del corazón humano no podían ser sofocados sin que se corriera un serio riesgo de deshumanización.  Los hombres y mujeres del Renacimiento y de la Ilustración supieron entender que el cuerpo y el alma eran compañeros de viaje y que estaban condenados a entenderse.  Esta época brillante de la historia fue optimista y creyó en la felicidad universal bajo la sospecha de que todo era posible.   Su gran ideal  fue  hacerse dueño de la naturaleza a través de la razón  y su lema   bien pudiera ser: "Hay que ganar el futuro para la humanidad cueste lo que cueste."

 Los tiempos han ido cambiando y hoy  las cosas  se ven de otra manera bien distinta. El sentido de trascendencia medieval se ha perdido y el optimismo futurista del modernismo también, lo que nos ha quedado ha sido un cierto inmanentismo nihilista rebosante de sentido práctico. Vivimos volcados en el momento presente, al que hay que sacarle el jugo sin necesidad de hacernos preguntas inquietantes y perturbadoras.  El lema de nuestro tiempo ha quedado reducido a Vive y deja vivir”  Tal es la expresión que oímos por todas las partes, con la que queremos dar a entender que hay que dejarse de filosofías e ir apañándonoslas como buenamente podamos para conseguir una existencia satisfactoria, convencidos de que al final, nadie te va a pedir cuentas de cómo lo conseguiste y también de que nadie te puede “quitar lo bailao”.

 A mí me parece interesante detenernos en el análisis de esta breve frase, plena de pragmatismo, que expresa el sentir generalizado del hombre actual. En ella veo reflejadas las aspiraciones, tanto de puertas a dentro como de puertas a fuera, de unos hombres y mujeres que han decidido vivir a tope y a lo único que aspiran es a ser felices aquí y ahora, en la medida de sus posibilidades Nos revela también el compromiso o la falta del mismo, según se mire, tanto consigo mismo como con los demás

Cuando decimos que cada cual tiene que vivir su vida, lo que estamos diciendo es que hay que saber saborear cada momento de nuestra existencia  sin desperdiciar ninguno de ellos, conscientes de que la vida sólo se vive una vez y que el paso del tiempo es tan fugaz que cuando te quieres dar cuenta tu oportunidad ha pasado ya. Imbuidos como estamos de un inmanentismo puro y duro, no nos cansamos de repetir “a vivir que son dos días”. ¿Qué otra cosa puede hacer quien cree que todo se acaba con la muerte? ¿Qué otra cosa se pude esperar de quien piensa que no hay pasado ni futuro, sino que sólo contamos con un presente efímero?

 Vivir la vida intensamente ha pasado a significar algo así como agotar todas las provisiones y hacerlo sin dilación, porque no sabemos si el mañana amanecerá para nosotros. Hoy en día no se entiende porque hemos de negarnos a disfrutar de todo cuanto la vida nos ofrece.  Nos parece un sinsentido guardar para mañana lo que podemos disfrutar hoy, por ello, nada de esperar a las grandes ocasiones que tal vez nunca lleguen. El traje elegantísimo escondido en el fondo armario que nunca nos ponemos, la vajilla carísima colocada  entre algodones que nunca usamos, el perfume exquisito guardado como oro en paño, cual si fuera una reliquia, el almacenamiento de provisiones o el ahorro, no dejan de ser vistos como una locura  por todos aquellos que fieles al espíritu de la época   tratan de vivir al día tan sólo con lo puesto.

      La incitación a vivir de prisa e intensamente ha sido fruto de la experiencia de caducidad de todo lo que nos rodea. Los sucesos trascurren tan de prisa  que han acabado colocándonos en situación de emergencia. Atrapados como estamos en un dinamismo cambiante y fugaz, solo nos queda la provisionalidad. Si un día quisiéramos romper su cerco tendríamos que hacerlo ensanchando nuestro campo de visión y proyectando nuestra mirada sobre horizontes más amplios; pero ello resulta complicado para quienes han decidido vivir sin responsabilidades con el pasado y sin inquietudes perturbadoras de futuro. Está claro que lo que hoy cuenta es una existencia apacible sin grandes preocupaciones y dejar que los días vayan pasando sin sobresaltos, contentos de poder decir a la vida, "nada te debo, nada me debes, estamos en paz".

 Ciertamente una felicidad elaborada con estos mimbres puede resultar demasiado ramplona, muy a ras de tierra, carente de toda profundidad don pocas garantías de permanencias; pero esto es lo que hay  y el hombre actual se muestra satisfecho con ello, aunque no sabemos si por mucho tiempo.

 El anhelo del hombre de nuestro tiempo de vivir en plenitud la propia vida va asociado al compromiso de respetar la vida de los demás. Haciéndolo así, nos ponemos a salvo  de  inoportunas intromisiones por parte de quienes tengo a mi lado. Viene a ser un acto de solidaridad compartido. Para que los otros no me molesten a mí, tengo yo que comenzar no molestándolos a ellos. En definitiva, dejar vivir es aplicar la tolerancia de todo punto necesaria para poder vivir en paz con los demás; pero ojo, porque esto tiene su contrapartida. En cualquier caso, debiéramos tener claro que tolerancia constructiva tiene sus límites.  Este “dejar vivir”, entendido como omnipermisividad absoluta, para que cada cual haga lo que quiera, no lo veo yo como la mejor táctica, por mucho que responda al espíritu de la época en que vivimos y por más que sea la consecuencia lógica del derrumbe de toda fundamentación ética. Muerto Dios, había dicho Sartre, ya  todo está permitido y esto es lo que está pasando.  Hemos pasado a "prohibir toda prohibición", para quedarnos en un libertarismo tóxico con una libertarismo sin restricciones, con una amnitolerancia sin límites.

 Seguramente, éste es uno de los  problemas de nuestro tiempo; pero no lo sería tanto si  entre los guardianes oficiales de la moralidad no hubiera tanta claudicación. Hoy  lo que se necesitan son hombres valientes, que olvidándose de los miedos y complejos salgan a la palestra  para hablar con claridad y decir que una tolerancia sin límites deja de ser tolerancia, que un abuso de libertad deja de ser libertad para convertirse en un libertinaje y todo esto por razones obvias, pues sabido es que la tolerancia, lo mismo que la libertad, en cuanto virtudes morales que son, han de ajustarse al fiel de la balanza para quedarse en el justo medio sin excesos ni por una parte ni por otra.

 Es sorprendente cómo en el ambiente libertario en que nos movemos, nadie detecta un abuso de libertad, en cambio se denuncian a diario miles de casos por falta de ella ¿Cómo puede ser esto? Todos nos hemos vuelto contemporizadores de la situación presente y puede ser que el verdadero mal  que nos aflige sea nuestra propia tibieza. En cualquier caso, la frase en cuestión “ vive y deja vivir” yo la cambiaría por esta otra “ vive y ayuda a vivir”

 Debiéramos entender que el respeto a la vida de los demás es compatible con la firmeza de convicciones morales. ¿Tolerancia con el prójimo? toda la del mundo, mientras que ello no suponga claudicación. ¿Dejar vivir a los demás en libertad de espíritu? siempre. ¿Transigir con la injusticia, la mentira, la deshonestidad la perversión o la inmoralidad? eso jamás. El respeto a las personas es una exigencia fundamental, sin duda; pero  si por razón del cargo o cualquier otra circunstancia  tengo que censurar a alguien por algo ignominioso, no sólo puedo sino que tengo el deber de hacerlo, eso sí, sin odios ni rencores, sino con todo el amor del mundo. No estoy hablando de imponer nada a nadie a martillazos, ni meternos en la vida de los demás, sino sólo de defender nuestro mejor patrimonio humano, en un momento en que se ve seriamente amenazado. El sagrado deber de la tolerancia con el prójimo no me impide decir que contemporizar con los desalmados, corruptos y criminales es una indecencia.  Que dorar la píldora a los mentirosos, embaucadores y traidores es una canallada, que estar de acuerdo siempre en todo y con todos no puede hacerse sin traicionarse a uno mismo

 

2021-06-11

5-La pérdida de la razón filosófica ha tenido consecuencias desastrosas

 




Como consecuencia de la crisis de pensamiento y de valores, hemos puesto arriba lo que tenía que estar abajo y viceversa o dicho de otra manera hemos absolutizado lo relativo y relativizado lo absoluto. Lo que ahora existen son valores que favorecen la tolerancia, el igualitarismo, el derecho a la libre expresión   y   el respeto a la diversidad, olvidándonos de los valores fuertes que están por encima de toda consideración humana

Aparte del relativismo, nuestra sociedad se caracteriza por el materialismo que ha venido a invadir todos los espacios reservados antes a la espiritualidad. Ahora mismo el factor económico ha pasado a ser el motor de nuestra sociedad. De él depende nuestro bienestar, la estabilidad política, social y laboral. Tan importante es que dentro del proceso darwinista el último eslabón de la cadena ya no lo constituye el “homo  sapiens” sino el “homo economicus”, solo hace falta ver la gran estima de que gozan nuestros empresarios convertidos en ídolos a imitar para las jóvenes generaciones


Símbolo del poder económico lo representa el dinero que hoy lo puede todo Si en tiempos de Quevedo era poderoso caballero hoy se le considera como un Dios que todo lo consigue. No hay nada que se le pueda comparar. Que nadie dude que hoy día “ entre el honor y el dinero lo segundo es lo primero”. Siempre que hablo de esto me viene a la memoria aquel acontecimiento que lo dice todo, protagonizado por una oveja descarriada que después de tres años volvió a casa y como es natural sus padres le preguntaron como la había ido . – “Oh guay guay,  me hecho prostituta y la verdad, me ha ido muy bien…-  “Que me dices?.... Vaya disgusto que  nos acabas de dar a tu madre y a mí, porque tu bien sabes que en esta casa habremos sido pobres pero honrados”.  –“Un momento papá, mira un momento este móvil; ves este cochazo, ves este piso tan precioso; pues  ya están  puestos a vuestro nombre”.  – “ Gracias hija… si yo nunca he dudado que tenías un buen corazón…” Espera papá que esto no es todo aquí teneis un talón a vuestro nombre, para que no os falte de nada el resto de vuestros días”.  - Hija, hija,  esto es demasiado… Y que es lo que me decías que te habías hecho….?” – “Prostituta, me hecho prostituta papá”. “Ah… ¡bueno!, pues me quitas un gran peso de encima. Había entendido que te habías hecho protestante.” Sobra cualquier comentario 

4.-Los signos de los nuevos tiempos .

 



 



El problema está en que después de habernos quedado sin hoja de ruta hemos de seguir caminando porque la vida sigue y nosotros no podemos quedarnos parados. Hemos de seguir orientándonos en la vida en un suelo sembrado de sal.  Sentimos que en nuestro interior se ha producido un vació y hay que tratar de sobrellevarlo como se pueda y sobre todo nos hemos visto obligado de inmediato a regular nuestra relaciones sociales e interpersonales recurriendo a un ordenamiento jurídico positivo porque la Ley Natural ha desaparecido. En fin nos hemos visto obligados a  improvisar recurriendo a unos supuestos culturales leigth,  para salir del paso como sea, incluso  a veces haciéndose trampas a nosotros mismos, porque hay cosas que se ve que no pueden ser, como por ejemplo que lo que hoy  damos por  recomendable deje de serlo mañana o que una cosa pueda ser y no ser al mismo tiempo

En esta rápida subversión cultural, los cambios se ha ido sucediendo. Al no existir la Verdad, con mayúscula, lo que cuenta es la verdad de cada  sujeto, las cosas son lo que a cada cual le parezca que sean siendo todas ellas igualmente válidas, aun así  habrá ocasiones en que hay que decantarse por una opinión sobre las demás  en cuyo caso se recurre al consenso mayoritario de los  ciudadanos que la elevaran al rango de verdad colectiva hasta que  estos mismos ciudadanos u otros  decidan otra cosa dentro del más puro relativismo. Por su parte el Estado ha acabado por suplantar a Dios, cuya voz ha sido sustituida por la voz del pueblo. La política  juntamente con el futbol, se han convertido en la religión  de los tiempos modernos y las mayorías parlamentarias  son las  que  legitiman o  deslegitiman los comportamientos ciudadanos, es decir las encargadas de discernir que es lo  que  es lo bueno  a través de las leyes, con lo  cual, el orden moral queda suplantado por el orden legal. De este modo no es ya que los hombres descubran la verdad y el bien, sino que lo crean.  Situándonos así en el marco de un radical relativismo.

Se vive  con intensidad el presente después de habernos quedado sin pasado y sin futuro. La muerte de Dios y la muerte de la razón han llegado a ser portadoras de un virus mortífero con el que nos hemos acostumbrado a vivir en la posmodernidad. Los metarrelatos o cosmovisiones que Lyotar sintetiza en cuatro: Cristianismo, Ilustración, Capitalismo y Marxismo han desaparecido, para dar paso a los no-relatos y así nos hemos ido acostumbrando a vivir en el vacío, cuestionando todo tipo de verdades heredadas, como dice Marshall Berman, con la llegada del posmodernismo “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Una vez que las cosmogonías carecen de sentido, tampoco ha de tenerlo la historia.

Pasado el tiempo de los metarrelatos con lo único que contamos ya es con un conjunto de acontecimientos diseccionados, despiezados, sin sentido, sin una meta, sin una referencia, sin una teleología. Si el pasado no es aleccionador para nuestras vidas, entonces la historia resulta superflua, por tanto ha dejado de ser un valor que conviene conservar para convertirse en los escombros de un edificio viejo y en ruinas del que conviene deshacerse cuanto antes. ¿Para qué sirve entonces la conciencia histórica, para qué…?

 La pérdida de un Absoluto nos ha traído la ausencia de continuidad y ya no existe perspectiva en que pudiera fundamentarse la unicidad histórica. No nos queda más que lo inmediato, sin referencia alguna, lo cual supone en palabras de J. Baudrillard la liquidación de la historia. Nada tiene pues sentido y todo carece de importancia. Triste final.  Es lo que tantas veces habíamos escuchado decir a Sartre y a Camus. “Todo es absurdo”. El hombre posmoderno es individualista, interesado sólo por el instante presente, un sujeto sin historia que ha cortado el cordón umbilical con el pasado. Como consecuencia inmediata de todo ello estamos viendo como la vejez ha quedado devaluada y a los mayores se les niega un sitio en nuestra sociedad, porque lo que hoy se lleva es ser joven.

 Por otra parte, la desconfianza, fruto de muchos desengaños sufridos, tampoco nos permiten mirar al futuro con ojos esperanzados. Los sueños modernistas que hablaban de un desarrollo progresivo en el terreno de la moral y político, hasta alcanzar la plenitud humana, han quedado olvidados y en su lugar ha aparecido el desencanto. Dos títulos pueden ser indicadores de lo que estoy diciendo “ “Era del Vacío” de Gilles Lipovetsky y “ Pensamiento débil de G. Vattimo. Nuestra época queda caracterizada como la de una Ontología sin verdades, sin certidumbres, sin valores, sin sentido, sin capacidad de interiorización. El posmodernismo trata de deshacerse de la herencia recibida; pero no tiene previsto una alternativa de repuesto. No le satisface el proyecto ideado por la modernidad; pero se muestra incapaz de diseñar un mundo mejor. Se dice que caminamos sin cartografía y sin brújula, conscientes de que estamos en el final de una época; pero sin saber todavía muy bien a donde nos dirigimos, el vaciamiento y la orfandad nos acompañan en nuestro caminar

 

Los hijos de la posmodernidad después de haber sido testigos de unos acontecimientos trágicos no pueden seguir mirando al futuro con optimismo en la forma que lo hicieron los ustrados. De la Ilustración a esta parte han pasado muchos cosas y los hombres y mujeres del siglo XXI han perdido la inocencia, llegando a pensar que los grandes sueños e ilusiones engendrados por la diosa razón no estaban exentos de cierta ingenuidad, que la creencia en la bondad natural del hombre no era más que puro romanticismo. Todo un conjunto de acontecimientos como pueden ser las dos guerras mundiales, el holocausto judío, los gulags soviéticos, el atentado a las torres gemelas en Manhattan, El 11 de Sept. “2001 el atentado del 11 M. 2004 en Atocha, hace muy difícil seguir creyendo en la bondad natural del hombre. El fracaso estrepitoso de la experiencia comunista, el Mayo francés de 1968, la caída del muro de Berlín, suponen un duro golpe a todas las ideologías. La desigualdad Norte –Sur nos impide hablar de solidaridad y fraternidad. La gran depresión de 1929, la actual crisis económica, la corrupción, el paro y la mala gestión administrativa, han traído descontento y cara al futuro han engendrado desconfianza en el sistema político de corte modernista liberal que está dando muestras inequívocas de agotamiento. Un conglomerado de cosas que hace que el hombre de hoy haya perdido la esperanza de futuro y se refugie en un presente provisional y anárquico para ser vivido a tope, y a ritmo vertiginoso, salpicado de proyectos a corto plazo, con contratos laborales pactados por semanas, meses o para un año, con planes políticos de desarrollo nacional que no van más allá de la legislatura vigente, ni siquiera el amor de la pareja es ya para toda la vida, sino mientras dure.

 

Reflejo de este desarraigo es la moda al uso, bastante versátil, baladí y a veces, incluso, estrafalaria, sin que se sepa ya que inventar, las tendencias artísticas vanguardistas controvertidas y esperpénticas, no exentas de provocación y exhibicionismo, la arquitectura funcional o caprichosa, según los casos, la pintura, escultura y literatura trasgresoras y atrevidas, la música estridente y ruidosa, sobre todo esa escandalosa música electrónica que no deja dormir al vecindario los fines de semana. En definitiva que todo resulta bastante banal, disperso o provisional, lo que nos permite hablar de una filosofía sin razón, de una historia sin pasado, de una moralidad sin ética,  de una religión sin fe y también de una estética puramente decorativa, sin esencia artística. Estos son los tiempos posmodernos que nos toca vivir

 Es así como nos hemos ido olvidando de los compromisos serios con la Verdad, con el Bien  y ni siquiera se da por seguro que éstos existan. El sentido de la existencia humana debiera ser motivo de alguna reflexión; pero nadie se acuerda de él lo que importa ahora es vivir la vida. “Vive y deja vivir” es el lema de nuestro tiempo. Lo valioso en palabras de G. Vattimo, son los sentimientos, la diversión, el juego, la frivolidad, el placer. Lo que cuenta es ese presente efímero que hay que disfrutar plenamente porque nunca volverá”, o dicho de otra manera: estamos instalados en la cultura del Carpe diem. El hombre posmoderno viene de vivir muchas experiencias amargas. Alguien le ha comparado a Ulises, no al Ulises de las grandes hazañas y aventuras sin cuento, sino al Ulises en su regreso a Itaca, que está de vuelta de todo , a quien sólo le interesa la vida placentera y tranquila, para holgar de los deleites de la vida, después de tanta decepción y desengaño. El hombre de hoy es consciente de que los esfuerzos por salvar al hombre, han servido de bien poco y no quiere, al menos por ahora, volver a intentarlo. Al faltar convicciones fuertes, faltan también apuestas y decisiones arriesgadas, por eso lo que existe hoy es pasividad, lo que existe es apatía.

 Si la modernidad se había caracterizado por la muerte de Dios, la posmodernidad, según muchos, se caracteriza por la muerte del hombre, en el sentido de que desde el momento que es eliminada la razón, es eliminado también el sujeto cognoscente, incapaz ya de interpretar la realidad y de dar un sentido a la existencia; lo que equivale a decir que el hombre está muerto y si aún no lo está del todo, cuando menos se encuentra muy malito, con el mórbido consuelo, eso sí, de que poco es ya lo que le queda por perder

 

Uno de los pocos compromisos serios del hombre pragmático de hoy es el que tiene con la ciencia; pero se trata de una ciencia de resultados prácticos, tecnificada, comercializada, ésa que puede dar respuesta solo a las necesidades materiales. Una ciencia capaz de alargar la vida, de producir trenes de alta velocidad, coches más seguros y confortables, de sacar al mercado móviles y productos digitales cada vez más sofisticados, una ciencia, en fin, convertida en instrumento eficaz al servicio de la sociedad del bienestar, reflejada en el sueño americano. A este tipo de ciencia es a la que nos estamos agarrando como a un clavo ardiendo, porque es la única que puede proporcionarnos ese tipo de felicidad  ramplona y canalla de la que habla Gustavo Bueno, con la que, según las estadísticas, se encuentran satisfechos un 80% de nuestros conciudadanos. ¡Qué horror…!

 Nadie discute que la razón técnico-científica nos haya llevado a una situación de desarrollo envidiable, en la que ahora nos encontramos y que yo agradezco profundamente, entre otras cosas porque seguramente de no haber sido por ella puede que no estuviera aquí para contarlo .  Ciertamente con ella hemos llegado a alcanzar tasas altísimas de producción; pero también de un consumismo insaciable, hasta ahora desconocido. En esta sociedad de la sobreabundancia ha hecho su aparición el hombre devorador de todo lo que pilla a su paso y a quien Eric Fromm le dedica estas certeras palabras. “Es el consumidor eterno; que se traga bebidas, alimentos, cigarrillos… Consume todo, engulle todo. El mundo no es más que un enorme objeto para su apetito, una gran mamadera, una gran manzana, un pecho opulento”. Este consumista compulsivo ha elevado el bienestar a la categoría de ideología y ha hecho del disfrute de la vida su particular religión. Es cierto que hemos alcanzado niveles de civilización inimaginables pocos años atrás, que gracias al desarrollo técnico estamos disfrutando de beneficios innumerables por lo que debiéramos sentirnos seres privilegiados; pero no lo es menos que la excesiva tecnificación nos está costando un alto precio en forma de amenaza nuclear, de deshumanización y de desestabilización ecológica, por lo que habría que decir con Salustio: “poco vale aquella ciencia que no sabe hacer virtuoso al que la profesa”









3.- Origen y sentido de la cuaresma

 




 En tiempos del emperador Constantino el Grande existía la celebración de unas fiestas paganas en honor al dios Baco, muy arraigadas en el pueblo, por lo que resultaba comprometido suprimirlas sin más, de aquí que se pensara en sustituirlas por otras, que con el tiempo habrían de  ser conocidas como las “Carnestolendas”, lo que hoy llamamos Carnavales.  Dado que estas fiestas carnavalescas  dejaban mucho que desear desde el punto de vista moral, el Concilio de Nicea  en el siglo 325  intentó contrarrestar su influjo pernicioso  estableciendo la Cuaresma, un ciclo litúrgico que habría de durar 40 días, en  recuerdo a  los 40 días que duró el diluvio universal, 40 años de peregrinación en busca de la tierra prometida, 40  días y cuarenta noches de Jesús en el desierto  y sobre todo en consideración a que este número estaba imbuido de una profunda simbología, que apuntaba a la conversión. 

 El deseo de transformación del hombre nuevo por el hombre viejo, fue la fuerza que alentó la cuaresma en sus inicios, inspirándose, sin duda, en las palabras de Isaías, que convocaban a dar libertad a los oprimidos, desatar los lazos de maldad, partir el pan con el hambriento, acoger en casa a los sin techo, vestir al desnudo y no apartarse nunca del prójimo. Las prácticas cuaresmales,  en un principio, resultaron ser rigurosas e imbuidas de espíritu cristiano, pero fueron mitigándose considerablemente a medida que el tiempo iba pasando, hasta quedar reducidas al ayuno, la abstinencia y como mucho a la limosna.

Durante la edad Media, allá por el siglo XIV, encontramos un testimonio valiosísimo debido a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, quien a través de su relato alegórico titulado “La batalla entre D. Carnal y Dña. Cuaresma”, nos trasmite el mensaje de que, entre el desenfreno y la moderación, entre la virtud y el vicio, no es posible la reconciliación, sino una lucha encarnizada a vida o muerte.  En el sentir del insigne presbítero, la razón de la cuaresma sería acabar simplemente con los excesos del comer y del beber y esto se lograría con el triunfo de D. Ayuno sobre la gula glotona.  Al ayuno y abstinencia de alimentos, como prácticas cuaresmales, se unía también la abstinencia sexual, destinada a frenar la lascivia lujuriosa, hasta el punto de que, durante este tiempo cuaresmal, se prohibían ciertos espectáculos mundanos y se cerraban los burdeles, confinando a sus moradoras en lugares de no fácil acceso, hasta pasada la Pascua. El proceso de aligeramiento cuaresmal fue en aumento   hasta llegar a la venta de bulas, Privilegio de la Santa Cruzada, en que se pagaba dinero para quedar libres de la abstinencia prescrita.

Así hasta llegar a los tiempos actuales, en que la cuaresma ha ido perdiendo sentido, quedando reducida a unas prácticas, consideradas como antiguallas, que no responden a los tiempos modernos.  En el mejor de los casos, la exigencia cuaresmal para la mayoría de los cristianos, ha quedado reducida a cambiar la dieta de los viernes, pasando del consumo de carne al de pescado, que en general resulta ser una dieta más sabrosa y cara, sobre todo si pensamos en mariscos, con lo que se ha llegado a crear una situación nada fácil de entender ¿Qué podemos decir a todo esto? Pues con toda seguridad, que lo que estamos necesitando en estos momentos es recuperar el genuino sentido de este ciclo litúrgico. Se hace necesario comenzar a iluminar el misterio inefable de la vida a través de un proceso de reconversión personal, que nos permita mantenernos unidos a quien es la fuente de la alegría, del amor y la misericordia. 

Hemos de comenzar por ser conscientes, de que el hombre actual está atravesando una profunda crisis de identidad personal. Hoy como nunca nos sentimos extraños a nosotros mismos y vivimos ajenos a los grandes interrogantes humanos, relacionados con nuestro origen, destino y sentido de la existencia humana.   Cuestiones todas ellas sobre las que los seres humanos estamos llamados a meditar y hemos de hacerlo a la luz de la fe, ello implica volver la mirada sobre nosotros mismos e inspeccionar los rincones más recónditos, proyectando sobre ellos la luz del evangelio. Para poder hacer una introspección interior con tranquilidad, nada mejor que retirarnos al desierto místico y quedarnos a solas con nosotros mismos, olvidándonos puntualmente de los afanes que nos tienen distraídos. Del mismo modo que el cuerpo necesita descanso para poder recuperarse del duro bregar, también el espíritu atribulado por tantas preocupaciones y problemas, necesita encontrar la calma en medio de la soledad. De lo que se trata es de proyectar nuestra mirada hacia la interioridad y buscar a Dios en el silencio de la noche.  O tal vez sea suficiente con disponernos a la escucha y dejar que sea Dios el que nos hable. “Yo estoy a la puerta y llamo, nos dice, si alguno oye mi voz y abre la puerta entraré a él”. Lo que sucede es que hay demasiado ruido a nuestro alrededor para poder escucharle.  

 Las sacudidas profundas, las conversiones súbitas, las llamadas misteriosas, suelen tener como escenario esas regiones silenciosas y arcanas del espíritu; es allí donde a lo largo de la historia se han ido fraguando las decisiones más trascendentales, los sentimientos más nobles y profundos. Todo ello en la mayoría de los casos ha sido fruto de reflexiones íntimas y secretas.  Por esta y otras razones, la cuaresma hemos de comenzar a verla como un periodo de retiro espiritual, propicio para aislarnos de todos los ruidos provenientes del exterior y disponer debidamente nuestros oídos, de modo que podamos escuchar con claridad la llamada de Dios, conocer cuál es su voluntad, qué es lo que espera de cada uno de nosotros. Una cuaresma para poner fin a tanto relajamiento e indiferencia, tiempo en fin de perdón y misericordia, que ha de servirnos para emprender con éxito el camino de una auténtica y duradera conversión. Cuando el árbol se encuentra ajado y mustio, solo una nueva savia puede regenerarlo. También en nuestro ser lo rancio debe ser renovado, el hombre viejo ha de morir para que resurja el hombre nuevo y los impulsos espirituales prevalezcan sobre los corporales, sin que ello signifique, ni mucho menos, que cuerpo y alma tengan que ser considerados como enemigos irreconciliables, por el contrario ambos se necesitan mutuamente y han de ser vistos como realidades creadas y queridas por Dios, llamadas a entenderse y a colaborar conjuntamente, en orden a un mismo fin. Las nobles aspiraciones del espíritu hay que contemplarlas desde la perspectiva de nuestra frágil condición humana, solo así se hará posible el anhelado equilibrio entre las necesidades del cuerpo y del espíritu al modo y manera de nuestro humano modelo, Jesucristo   

La cuaresma ha de servirnos, en fin, para recuperar nuestra paz interior y abrir de par en par nuestro corazón a la luz de la esperanza, que buena falta nos hace. La cuaresma no deja de ser  una sagrada tregua que la Iglesia nos concede en el duro caminar de nuestra vida, una oportunidad que nos permite poner las cosas en orden, mirar la vida con  los ojos del espíritu  y enderezar nuestros pasos hacia un horizonte de luz,  que nos impida volver a ser, ya nunca más,  vagabundos errantes que no sabemos dónde estamos y adonde nos dirigimos. Tiempo es de gracia, que nos permite llenarnos de Dios y gozar de Él, sin que por ello tengamos que despreocuparnos por lo que pasa a nuestro alrededor. La vida de un cristiano solo se entiende como vocación de servicio a los demás, razón por la cual se nos pide salir al encuentro de un mundo que nos necesita y que está huérfano de Dios  

Aunque no vaya con los tiempos que corren, el espíritu cuaresmal nos trae a la memoria la gran verdad que todos necesitamos tener siempre presente y que no es otra que la que nos habla de que solo somos viandantes de paso, flor de un día, que disponemos de un tiempo breve para madurar,  aprender a amar y volver a la casa del Padre, donde está nuestro última morada.      


2021-06-10

2 ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?

 




La crisis de que estamos hablando, si así, se la puede llamar, ya fue predicha por Nietzsche y a él debemos referirnos si queremos conocer los orígenes de lo que nos está sucediendo. Todo comienza con el anuncio de la muerte de Dios; para el profeta de los nuevos tiempos estaba bien claro que desaparecido Dios del horizonte humano iba a producirse un cataclismo en forma de subversión cultural en Occidente y tal como él lo predijo así está sucediendo. Al desaparecer Dios somos los hombres los que tenemos que cargar con el peso del mundo y de la historia y esto era demasiado para nuestros frágiles hombros. Desde Socrátes la cultura Occidental tenía como referencia a un Ser Superior que representaba el eje piramidal del mundo y de la historia y que daba sentido a nuestra existencia. Él orden físico y moral habían sido conformados según las leyes de un pensamiento regulado por una lógica racionalizada. Esta concepción fue potenciada por el cristianismo, llegando hasta los hombres de la  Ilustración  que vieron en el universo la obra perfecta de un matemático perfecto  a través de la cual nos hablaba con un lenguaje legible  por  la razón humana, hasta el punto de que Hegel pudo decir  que “ Todo lo racional es real y todo lo real es racional”.


 ¿Qué sucede cuando este Ser superior cae del pedestal? Pues que todo el edificio erigido sobre él se desmorona, la razón filosófica deja de ser creíble, las esencias metafísicas como la  Verdad , la Bondad la Belleza  dejan de ser reales y en el caso de que lo fueran no podían ser conocidas, más aun, en el caso que pudiéramos conocerlas no podíamos trasmitir su conocimiento a los demás. A partir de aquí, tratar de buscar realidades metafísicas y trascendentes es como buscar en una habitación oscura un velo negro que no existe. 

Desaparecido el Ser Absoluto desaparece también la finalidad de la historia, quedando ésta reducida a una serie de sucesos inconexos y fragmentados carentes de sentido, razón por la cual esa Filosofía de la Historia que nos dejara Hegel, donde todo está racionalmente conexionado no pasa ya de ser un puro artificio de la razón alejado de la realidad . Entonces ¿Para que queremos una historia, que ha dejado de ser maestra de la vida? No sólo el pasado también el futuro desaparece, con la pérdida de toda esperanza trascendente, sólo nos queda el presente efímero y fugaz, lo único que podemos hacer es disfrutar de él a tope porque es lo único que tenemos. “A vivir que son dos días”. El carpe diem de Horacio elevado a la enésima potencia.

2021-06-05

1.- El tema de nuestro tiempo

 





Queremos comenzar este blog trayendo a colación la problemática cultural del momento actual que nos está tocando vivir. Tiempos complejos son los nuestros en lo que todo sucede muy de prisa y lo que ayer fue una novedad hoy ha quedado ya obsoleto, hasta el punto que nadie puede estar actualizado en todo. Seguramente tienen razón  quienes afirman que en un año de los de ahora suceden más cosas que en  tiempos pasado no muy lejano. Tanta información y complejidad de manifestaciones culturales a las que nos enfrentamos necesariamente tiene que ser procesadas por separado como si fueran las piezas de un complicado puzle que hay que ir articulando  con paciencia y con cuidado si no queremos dar una visión de conjunto distorsionada 

Las radiografías y los análisis pertinentes aplicados a nuestra sociedad contemporánea han servido para que sociólogos y filósofos pudieran formular un diagnóstico de lo que nos está pasando. Los tiempos que nos está tocando vivir son los que corresponde a una nueva era histórica que ha sido bautizada como la Posmodernidad. Que viene presidida por la falta de seguridad y de consistencia en todos los órdenes.  A ella se han referido autores tan cualificados como Lyotard que la identifican con “ la provisionalidad” Vattimo con “el  pensamiento débil,  Derrida con “la desconstrucción”, Bataille con el “pensamiento cansado”  Berman con “el desvanecimiento” etc. Como puede verse todos ellos apuntan a una situación de crisis, de desvanecimiento de perplejidad. Lipoveski que junto con los autores citados pasa por ser uno de los representantes más cualificados de nuestro tiempo dejó escrito un libro titulado “La era del Vacío”, donde se refleja la situación actual del “todo vale” ahora bien al ”todo vale”  se llega cuando ya nada vale porque lo que hay es un enorme vacío.

 Hemos roto con el pasado. Esto nadie lo pone en duda.  Hemos quemado las naves sin tener otras de repuesto. Lo hemos hipotecado todo en aras de una libertad, sin límites, sin trabas y sin compromisos.  Hoy nada hay firme y consolidado, nada podemos dar por seguro y consistente. Los grandes macrorrelatos de la historia de los que nos habla Lyotard  ya no nos sirven y si las grandes cosmogonías no tienen valor tampoco lo tiene la historia. Todo ha sido cuestionado cayendo en un nihilismo radical del que no sabemos salir.

Lo sucedido hasta ahora ha sido fundamentalmente una labor de acoso y derribo de todo, porque se consideraba que ya no iba con el espíritu de los tiempos. Sabido es que es más fácil demoler que construir y que lo que costó siglos en consolidarse, ha podido ser barrido en cuestión de lustros. En muy poco tiempo nuestro mundo ha cambiado de forma drástica. Una era histórica ha sido finiquitada lo que  no está tan claro es que hayamos comenzado una nueva era. Sabemos lo que hemos dejado atrás pero no sabemos lo que nos espera. Las culturas no son obra de unos años se van forjando a través de décadas y consolidando a lo largo de los siglos por tanto aunque todo vaya muy rápido habrá que esperar al alumbramiento de una nueva cultura con identidad propia. Lo que ahora estamos viviendo es un periodo de interinidad de pura provisionalidad, mientras el horizonte se vaya despejando.

230.-Conclusiones extraíbles de la catástrofe en Valencia.

  La Dana ya se alejó, dejando a su paso un reguero de muerte y desolación. Fue una larga noche de tinieblas, en que la realidad superó con ...