Hoy más que nuca España necesita saber la verdad histórica que hasta el momento no acaba de aflorar. Ha habido tergiversaciones interesadas, se ha dicho, lo que en el momento presente, convenía decir y silenciado lo que convenía silenciar. Como consecuencia de todo ello, los españoles hemos vivido una travesía en el desierto que comenzamos a lamentar. Todavía estamos a tiempo para tirar de memoria histórica y ofrecérsela a las jóvenes generaciones, por si están interesados en saber qué y cómo fue lo que pasó. Hay que agradecer la valentía de algunos historiadores, pocos, que contra viento y marea han contribuido al esclarecimiento político-militar de algunas tergiversaciones puntuales de nuestra historia más reciente ; pero queda aún mucho por hacer, sobre todo por lo que en el ámbito religioso se refiere, donde convendría sacar a la luz cuestiones enmarañadas y oscuras.
El punto de inicio para esta
indispensable reconstrucción histórico-religiosa habría que situarlo en el 1936. Los saqueos e incendios de
conventos e iglesias comienzan a ser frecuentes ya en la España de 1931 sin que hasta el momento haya habido una
condena unánime por parte de los españoles, que hubiera sido lo decente. En
1934 aparecen ya los primeros asesinatos de sacerdotes, religiosos y
seminaristas, hasta que en el 1936 la persecución religiosa llegaba a su punto
álgido, era la fecha que en España se estaba produciendo una de las más
sangrienta persecución anticatólica que se haya conocido, nunca jamás.
Si hemos de fiarnos de las cifras dadas por Mons. Montero, autor fidedigno, estamos
hablando de 4184 sacerdotes entre los que se encuentran 13 obispos, 2365
religiosos, 283 religiosas , con un nutrido número de laicos católicos, todavía
por determinar . Muchas de estas víctimas han sido ya elevadas a los altares.
En aquella España errática que había perdido
el rumbo y que nos recuerda mucho a la de ahora, se escribieron unas de las
páginas más tristes y a la vez más gloriosas de la historia de
Al margen de oportunismos políticos vamos a dejar
que hablen los hechos. Se ha querido hacer de nuestros mártires unos sujetos
apátridas que no pisaban tierra, que sólo vivían por y para Dios, faltos de
compromiso con su nación, como si la situación española del momento no fuera
con ellos, como si estuvieran por encima de todo lo que estaba pasando a su
alrededor, como si la España sangrante y dolorida no les doliera a ellos
también, como si para ser santos tuvieran que dejar de ser hombres. Yo por el contrario, estoy convencido que a los
mártires que murieron perdonando por
amor a Dios se les supone todas las virtudes, también la del patriotismo y a
los hechos me remito
Por estas fechas vivía en Oviedo un
joven de distinguida familia, enamorado de Cristo, que un día dejando su familia y
renunciando a su brillante porvenir,
ingresaba en la trapa de San Isidro de Dueñas. El 29 de septiembre de
1936 fue llamado para incorporarse al frente de combate; pero al poco tiempo es declarado inútil para el servicio de las
armas, por padecer una enfermedad diabética, esto le produce un gran disgusto ya que lo que él hubiera
querido es defender a su patria en estos momentos difíciles, lo que él deseaba
era luchar por Dios y por España. “Los
que dieron su vida por Dios y por España, felices ellos”. ( en Obras completas.
Ed . Montecarmelo. Madrid 1988. pag.582. Nº 746) Este joven trapense era el
hermano Rafael Arnaiz Barón, uno de los mayores místicos de siglo XX, canonizado
recientemente. ¿Cabe entoces decir que los que estaban dispuestos a morir por
Dios no lo estaban también a morir por España?
La situación de anarquía, caos y
violencia en las calles que en el año
1936 se vivía en España, llegó a hacerse insostenible, lo que desencadenó la intervención
militar del 18 de Julio, conocida como el Levantamiento Nacional, del que tanto
se ha hablado y que en contra de lo que se previó en un principio, no fue una
operación rápida, sino que se convirtió en lo que la misma Iglesia bautizó como
una Cruzada. Tres largos años, en los que hubo mucho dolor y mucha muerte,
hasta que el 1 de Abril se acababa la contienda, con el triunfo de las tropas
de Franco.
Desde entonces, con decisión firme los
españoles, al lado de Franco emprendieron
la difícil tarea de la reconstrucción, no sólo material, sino también
espiritual y moral de una España maltrecha y rota que durante 36 años estuvo gobernada por un singular
caudillo, hasta que en 1975 moría diciendo: “Al llegar para mi la hora de rendir la vida ante el Altísimo y
comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su
presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me
honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de
Durante este largo mandato de
Franco ¿qué balance podemos hacer por lo que respecta a la religiosidad en
España? En este periodo sucedieron muchas cosas
importantes, como fue por ejemplo la celebración del Concilio Vaticano II por
lo que cabe hablar también en España de una Iglesia preconciliar y otra
posconciliar. Durante el periodo
preconciliar,
Durante este primer periodo todos los
católicos parecían estar contagiados del espíritu del 18 de Julio, seglares,
religiosos, clérigos, obispos, todos estaban entregados a la reconstrucción de
una nación que tenía como base el catolicismo, celebrado con entusiasmo, incluso por Mons. Vicente Enrique y Tarancón, a la sazón obispo
de Solsona, que se expresaba en estos términos. “ España precisamente por su
catolicismo ha sido la única nación que ha vencido totalmente al comunismo” (
Carta Pastoral de 24 de Marzo de 1957). España según él no podía dejar de ser
católica, sin dejar de ser España. El
Nacional- Catolicismo, tan injustamente denostado al margen de todo lo que se
ha dicho de él, representó la expresión de un pueblo que había decidido vivir
los valores del cristianismo en un momento en que los diversos países de Europa
desertaban de él y esto en Roma necesariamente
tenía que ser visto como una esperanza y un referente para Occidente
La catolicidad como signo de identidad
de la Nación Española tenía su apoyo en el Segundo Principio Fundamental del
Movimiento , según el cual “