2022-02-14

65_ Reconstrucción de la historia

 



Hoy más que nuca España necesita saber la verdad histórica que hasta el momento no acaba de aflorar. Ha habido tergiversaciones interesadas, se ha dicho, lo que en el momento presente, convenía decir y silenciado lo que convenía silenciar. Como consecuencia  de todo ello, los españoles hemos vivido una travesía en el desierto que comenzamos a lamentar. Todavía estamos a tiempo para tirar de memoria histórica y ofrecérsela a las jóvenes generaciones, por si  están interesados en saber qué  y cómo fue lo que  pasó. Hay que agradecer la valentía de algunos historiadores, pocos, que contra viento y marea han contribuido al esclarecimiento político-militar de  algunas tergiversaciones puntuales de nuestra historia  más reciente ; pero queda aún mucho por hacer, sobre todo por lo que en el ámbito religioso se refiere, donde convendría sacar a la luz cuestiones enmarañadas y oscuras.

 

El punto de inicio para esta indispensable reconstrucción histórico-religiosa habría que situarlo  en el 1936. Los saqueos e incendios de conventos e iglesias comienzan a ser frecuentes  ya en la España de 1931  sin que hasta el momento haya habido una condena unánime por parte de los españoles, que hubiera sido lo decente. En 1934 aparecen ya los primeros asesinatos de sacerdotes, religiosos y seminaristas, hasta que en el 1936 la persecución religiosa llegaba a su punto álgido, era la fecha que en España se estaba produciendo una de las más sangrienta persecución anticatólica que se haya conocido, nunca  jamás.  Si hemos de fiarnos de las cifras dadas por  Mons. Montero, autor fidedigno, estamos hablando de 4184 sacerdotes entre los que se encuentran 13 obispos, 2365 religiosos, 283 religiosas , con un nutrido número de laicos católicos, todavía por determinar . Muchas de estas víctimas han sido ya elevadas a los altares.

 

 En aquella España errática que había perdido el rumbo y que nos recuerda mucho a la de ahora, se escribieron unas de las páginas más tristes y a la vez más gloriosas de la historia de  la Iglesia Universal . Paul Claudel se hacía eco de esta gloriosa gesta y dedicaba a nuestros mártires un vibrante poema  donde se pueden leer estas emocionadas palabras. “ En esta hora de la crucifixión, santa España, hermana España con los ojos llenos de entusiasmo y de lágrimas, te envío mi admiración y mi amor. Cuando todos los cobardes traicionaban, tú una vez más no aceptaste… Se había dicho que estabas dormida,  hermana España y de repente miles de mártires”. Miles de mártires, miles de santos, miles también de patriotas, digo yo,  porque en ellos la religiosidad y el patriotismo se fundían en la mayoría de los casos en un solo sentimiento.

 

 Al margen de oportunismos políticos vamos a dejar que hablen los hechos. Se ha querido hacer de nuestros mártires unos sujetos apátridas que no pisaban tierra, que sólo vivían por y para Dios, faltos de compromiso con su nación, como si la situación española del momento no fuera con ellos, como si estuvieran por encima de todo lo que estaba pasando a su alrededor, como si la España sangrante y dolorida no les doliera a ellos también, como si para ser santos tuvieran que dejar de ser hombres.  Yo por el contrario, estoy convencido que a los mártires  que murieron perdonando por amor a Dios se les supone todas las virtudes, también la del patriotismo y a los hechos me remito

 

Por estas fechas vivía en Oviedo un joven de distinguida familia, enamorado de Cristo, que  un día dejando su familia  y  renunciando a su brillante porvenir,  ingresaba en la trapa de San Isidro de Dueñas. El 29 de septiembre de 1936 fue llamado para incorporarse al frente de combate; pero al poco tiempo  es declarado inútil para el servicio de las armas, por padecer una enfermedad diabética, esto le produce  un gran disgusto ya que lo que él hubiera querido es defender a su patria en estos momentos difíciles, lo que él deseaba era  luchar por Dios y por España. “Los que dieron su vida por Dios y por España, felices ellos”. ( en Obras completas. Ed . Montecarmelo. Madrid 1988. pag.582. Nº 746) Este joven trapense era el hermano Rafael Arnaiz Barón, uno de los mayores místicos de siglo XX, canonizado recientemente. ¿Cabe entoces decir que los que estaban dispuestos a morir por Dios no lo estaban también a morir por España?

 

La situación de anarquía, caos y violencia en las calles que  en el año 1936 se vivía en España, llegó a hacerse insostenible, lo que desencadenó la intervención militar del 18 de Julio, conocida como el Levantamiento Nacional, del que tanto se ha hablado y que en contra de lo que se previó en un principio, no fue una operación rápida, sino que se convirtió en lo que la misma Iglesia bautizó como una Cruzada. Tres largos años, en los que hubo mucho dolor y mucha muerte, hasta que el 1 de Abril se acababa la contienda, con el triunfo de las tropas de Franco. La Iglesia Española celebró esta victoria como suya y Pío XII emocionado mandó un mensaje de congratulación a Franco y a la católica España en estos términos:  “ Con inmenso gozo, Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria… ( Discurso de Congratulación. 16-4-39)  Ésta es la realidad.

 

 Desde entonces, con decisión firme los españoles, al lado de Franco emprendieron  la difícil tarea de la reconstrucción, no sólo material, sino también espiritual y moral de una España maltrecha y rota que durante  36 años estuvo gobernada por un singular caudillo, hasta que en 1975 moría diciendo:  “Al llegar para mi  la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir” ( Testamento espiritual del Jefe del Estado Español. Francisco Franco) .

 

Durante este largo mandato de Franco ¿qué balance podemos hacer por lo que respecta a la religiosidad en España?  En  este periodo sucedieron muchas cosas importantes, como fue por ejemplo la celebración del Concilio Vaticano II por lo que cabe hablar también en España de una Iglesia preconciliar y otra posconciliar. Durante el  periodo preconciliar, la Iglesia y Estado español caminaron juntos sin ningún tipo de fisuras  promoviendo los valores humanos y cristianos que habían hecho grande a España. Llegados a este punto hay que decir de forma inequívoca que  el papa y la jerarquía española estaban con el Caudillo, hasta el punto de que Pío XII llegó a decir de él  que “entre todos los jefes de Estado era el más querido por la Iglesia”. En 1952 Barcelona era designada como sede , para que allí se celebrara el Congreso Eucarístico. No sólo Pio XII, también Juan XXIII,  tuvo en gran estima a Franco, como se desprenden del testimonio revelado por Mons. Guerra Campos, según el cual : “El Papa Juan XXIII habría encargado expresamente a un cardenal de la Curia Romana, que en su visita a Franco le trasladase su bendición especialísima y le asegurase la gran estima y cariño que el papa le tenía , añadiendo que por ciertas circunstancias el papa no podía decir públicamente su sentir” ( Telediario del 20 de Noviembre de 1975) o  también cuando dijo: “ Franco da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es buen católico . ¿ Que más se quiere?” ( “5 de Julio 1960 palabras del Papa al Vicario Apostólico Francisco Gómez CMF)  .

 

 Durante este primer periodo todos los católicos parecían estar contagiados del espíritu del 18 de Julio, seglares, religiosos, clérigos, obispos, todos estaban entregados a la reconstrucción de una nación que tenía como base el catolicismo, celebrado con entusiasmo,  incluso por Mons.  Vicente Enrique y Tarancón, a la sazón obispo de Solsona, que se expresaba en estos términos. “ España precisamente por su catolicismo ha sido la única nación que ha vencido totalmente al comunismo” ( Carta Pastoral de 24 de Marzo de 1957). España según él no podía dejar de ser católica,  sin dejar de ser España. El Nacional- Catolicismo, tan injustamente denostado al margen de todo lo que se ha dicho de él, representó la expresión de un pueblo que había decidido vivir los valores del cristianismo en un momento en que los diversos países de Europa desertaban de él y esto  en Roma necesariamente tenía que ser visto como una esperanza y un referente para Occidente

 

La catolicidad como signo de identidad de la Nación Española tenía su apoyo en el Segundo Principio Fundamental del Movimiento , según el cual “ La Nación Española considera como timbre de honor el acatamiento de la ley e Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia, Católica, Apostólica y Romana” Texto que mereció todas las bendiciones eclesiásticas especialmente de Mons José Guerra Campos quien diría “La Iglesia católica ha tenido en Franco a un hijo muy suyo, como San Fernando, rey de España, o San Luis, rey de Francia. Aquellos que tratan de descalificarle buscan descalificar a la Iglesia” 

 

La Iglesia Española por este tiempo vivió una floreciente primavera, ahí están los datos y los hechos. Los templos, los conventos y seminarios rebosantes, una Acción Católica vigorosa. La sociedad impregnada de los principios, valores y moral cristianos. Las linstituciones  animadas por un mismo espíritu cristiano, dentro de una atmósfera de buen entendimiento, existía el patriotismo, la piedad,  la devoción y fidelidad a las tradiciones bajo el cobijo de unas familias sólidas y numerosas a las que se las daba asistencia y apoyo.  Estos y otros eran los frutos sazonados de un Estado que sin complejos se confesaba confesional. Nada tiene pués de extraño, que los obispos españoles estuvieran plenamente satisfechos con lo que sucedía en su Nación y al regresar del Concilio, emitieron un documento conjunto en el que manifestaban que la confesionalidad del Estado era algo que no querían perder, sólo que a partir de ahora había que hacerlo compatible con la libertad religiosa proclamada por el Vaticano II, lo cual no supuso ninguna dificultad , toda vez que el Estado español lo aceptó sin oponer resistencia. Ahora la cuestión estaba en saber si esto iba a ser suficiente para un papa como Pablo VI cuya visión política era distinta de la de Franco y desde el principio había dado muestras de desconfianza con lo que estaba pasando en España

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