Acabar con el injusto desequilibrio existente entre Norte y Sur, entre ricos y pobres, bien pudiera ser uno de los retos prioritarios para el siglo XXI. Cualquiera que tenga delante las negras estadísticas estaría de acuerdo con ello. La publicación de Fernando Al mansa y Ramón Vallescar titulada “La pobreza en el tercer mundo y su erradicación” nos ofrece una dolorosa estampa, que es fiel reflejo de lo que está pasando . De la mano de estos dos miembros de la fundación Intermón nos iremos introduciendo en el Tercer Mundo, para ser testigos de la deplorable situación en la que se encuentran millones de pobres y marginados.
Las frías
estadísticas nos hablan de que una cuarta parte de la humanidad vive en estado
de pobreza absoluta, decir pobreza es decir que se carece de aquellos elementos
indispensables para poder vivir dignamente. En el mundo hay 1000 millones de
personas que no pueden adquirir el alimento necesario para una vida activa.
1300 millones de personas no tienen acceso al agua potable. 35000 niños mueren
diariamente por causas directamente relacionas con la pobreza. 130 millones de
niños no reciben educación básica. Todo esto y mucho más está sucediendo en el
Tercer Mundo que representa el 80% de la población del planeta, condenado a
vivir con el 20% de la riqueza mundial, cuya distribución es tan injusta que no
puede por menos que causarnos sonrojo. Un 15%
de la población del mundo posee el 79% de la riqueza mundial y para el 85% sólo queda el 21%
restante. De los 23 trillones de las
antiguas pesetas del Producto Interior Bruto (PIB ) 18 los consumen los países desarrollados que representan el 20% de la población
mundial , quedando sólo 5 para repartir entre el 80% de la población de la
tierra . En manos de de 358 familias millonarias se encuentran fortunas, cada
una de ellas es superior a los ingresos anuales de países donde vive casi la
mitad de la población de la tierra.
Añade aún más
dramatismo el hecho de que esta sangrante situación va empeorando y la desigualdad
en aumento hasta el día de hoy en que el 20% de la población mundial que vive
en los cinco países más pobres del mundo reciben sólo el 2% de los ingresos
globales. De esta forma la diferencia entre ricos y pobres se ha doblado en los
últimos 30 años. Ésta es la escandalosa situación en que nos encontramos. Nadie
se inventa nada. Ahí está
Existe unas
relaciones comerciales que son desiguales, descaradamente más favorables a los
pueblos ricos. El mercado es más libre para unos que para otros. La aparición
de las Compañías Transnacionales ha venido a empeorar la situación. Por si esto fuera poco desde
hace 15 años muchos de los países más pobres están atrapados en una deuda
externa que no podrán pagar. En algún país el 25% de los ingresos de sus exportaciones ha de destinarse a al
amortización de la deuda externa, en virtud de la cual los países del Sur han
pasado a depender de las grandes Instituciones de la economía internacional (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial)
No nos hemos
de olvidar de la injusta distribución de las riquezas en el interior mismo de
los países pobres. Es frecuente desgraciadamente, que los gobiernos nacionales
del Sur respondan a los intereses de las minorías privilegiadas. Además la
pobreza no es sólo la pobreza, sino que va asociada a inestabilidad social,
crecimiento descontrolado de la población, degradación ambiental etc. Aún con todo, en general
podríamos decir que esencialmente la
pobreza tiene su origen en una relación injusta entre grupos humanos, bien sean
de dentro o de fuera de las fronteras: “La seguridad de unos pocos, decía N. Mandela; es la
inseguridad de todos.
Conocidas las
cusas será más fácil ir tomando soluciones para erradicar la pobreza, tarea por cierto nada fácil,
porque la pobreza es un entorno con barreras que tiene aprisionadas a las
personas y del que es difícil salir, de alguna manera tiende a perpetuarse de
generación en generación, estructuralmente está tan arraigado que hay quien
piensa que no es posible erradicarla; pero no hay que perder las esperanzas.
Técnica y humanamente el hombre puede acabar con la pobreza si se lo propone
seriamente, naturalmente para a ello se requiere la acción conjunta de los que
viven en la pobreza y de los que viven en la abundancia. Con datos en la mano
ha quedado suficientemente probado que existen recursos suficientes en al
tierra para todos, lo que habrá que hacer es reducir los gastos militares, lo
que habremos de intentar es una mejor redistribución de las riquezas. Sin
renunciar a nuestra bienestar podemos prescindir de banalidades, de
ostentaciones inútiles e incluso de perjudiciales consumismos, lo que supondría un ahorro que pudiera
remediar muchos males y permitiría pensar en el final de esta situación
dramática. Si no lo hacemos será porque de alguna manera somos condescendientes
con esta situación de pobreza en el mundo.
Al tratar de
estos asuntos tan graves es obligado ser optimista y mirar al futuro con esperanza. Sin dejar de
asumir la historia, hay que saber también romper con situaciones anteriores y
buscar nuevos caminos para el tercer mundo. Hay que establecer un nuevo sistema
de relaciones, aunque ello suponga un enfrentamiento con los grupos del poder
con los que de alguna manera todos somos algo cómplices. Bueno sería la
existencia de algo así como un Consejo Controlador del Desarrollo que regulara
la actividad de las Compañías Transnacinales.
Repárese en
que se han hecho estimaciones según las cuales las transaciones alcanzan 140
billones de las antiguas pesetas al día; pues bien si se aplicara un impuesto
sobre las mismas del 0’5% generaría 210 billones de las antiguas pesetas al año. Esto unido a un impuesto de
solidaridad aplicado a las grandes fortunas del mundo podría ser un argumento
convincente para la erradicación de la pobreza en el mundo. La cuestión es que todos debiéramos comprometernos con un nuevo Orden
mundial, que implicara un gran pacto mundial y una reestructuración de Naciones
Unidas y su forma de actuar. Entre todos
hemos de lograr un nuevo orden de la ética que se coloque por encima de la
economía global y sea capaz de dirigirla.
solidaridad,
haciendo que los sentimientos humanitarios no queden totalmente desligados de
la economía
No acabaría
aquí la cosa, se podría pensar en
que a los países del Sur se les
permitiera acceder libremente a un intercambio en los mercados internacionales,
sin presiones y sin privilegios para nadie.
En cuanto a
la deuda pública se podría hacer un esfuerzo y condonarla o al menos reducirla y sin más dilación hacer
efectivo el compromiso del 0’7 % del PIB: de ayuda al desarrollo por parte de los países industrializados y que actualmente está en
0`35%. Quisiéramos saber por qué no se está cumpliendo la recomendación que tiempos atrás hiciera
Este es el
reto del siglo XXI.