2021-11-26

29.- Los sistemas políticos sin fundamento éticos se convierten en un juego de intereses


 

La Filosofía de la Historia nos ha aleccionado de que nada ocurre por casualidad. Detrás de todo acontecimiento político hay siempre unas causas que lo explican y en el caso que nos ocupa, sobre todo por lo que se refiere a España, no habría de ser ninguna excepción.

 Simplificando mucho la cuestión, voy a tratar de sintetizar en tres puntos la necesidad de una trasformación político-social, dado el grado de frustración a que hemos llegado.  Las partitocracias están pasando por sus horas bajas, siendo las culpables de muchas tensiones y desarreglos, motivo por el cual algunos países de nuestro entorno, como es el caso de Italia, Bélgica, Grecia, Polonia, Hungría, Rusia Turquía andan buscando nuevas formas de hacer política un tanto hibridas, aunque aparentemente conserven el formalismo. Hay que ser conscientes de que lo que al ciudadano normal le preocupa hoy, no son tanto las teorías políticas, cuanto el poder tener una existencia digna, un puesto de trabajo seguro, justamente remunerado y un hogar medianamente confortable, donde poder vivir y satisfacer sus necesidades primarias tanto a nivel personal como social.  Nada del otro mundo, dado el desarrollo del que actualmente disfrutamos en el siglo XXI, pero que los politicastros de turno han sido incapaces de aprovechar para satisfacer mínimamente las aspiraciones de sus administrados, seguramente porque no pocos  de ellos han llegado a la política sin preparación y sin saber lo que ello exige y  significa, viendo en  el arte de la política tan solo un “modus vivendi” un tipo de  profesión muy apetecible, que aparte de prestigio,  les permite vivir a lo grande sin dar un palo al agua. Otros en cambio llegan a la política movidos no tanto por el deseo de servir a los intereses de España cuanto a los intereses del partido al que pertenecen y así nos va. Por otra parte es muy difícil de explicar cómo los partidos políticos puedan ser garantes de la democracia, cuando ésta brilla por su ausencia, en su funcionamiento interno,  tal como en su día diera a entender el ínclito Sr. Guerra, (el “Hermanísimo”) diciendo que “ El que se mueve no sale en la foto”.

 Durante un periodo, los supuestos representantes del pueblo estuvieron al abrigo de una confianza ciudadana incondicional que les dio cobijo, pero los tiempos han ido cambiando y la adhesión inquebrantable hacia los partidos políticos se ha ido enfriando después de tanta corruptela y escándalo, hasta que el instinto práctico de los ciudadanos ha hecho que sus expectativas se volcaran, cada vez más sobre un Estado benefactor, que fuera capaz de solucionar sus problemas. En la medida en que los hombres y mujeres han ido abriendo los ojos se han ido dando cuenta de que “obras son amores y no buenas razones.”  No hace falta decir que hoy todo se mide en términos de eficacia, que lo que valen son los resultados y lo que la gente quiere es que se resuelva la inflación, se cree riqueza y puestos de trabajo, se eleve el nivel económico, se avance en orden al abastecimiento energético, se dé una salida adecuada a las cuestiones bursátiles y cosas así. Los españoles aspiran a vivir tranquilos sin sobresaltos independentistas, tener paz y la seguridad suficiente como para poder caminar de noche por la calle sin que te asalte un desalmado.

Los políticos hasta ahora han subsistido como han podido con promesas arriesgadas que generaban votos, aunque luego al final no las cumplieran y así se han ido manteniendo en la cuerda floja, sintiéndose atrapados por el fatal dilema de “votos o principios.”  Desde la transición venimos asistiendo a un juego de ganadores y perdedores en las urnas cada cuatro años, sin llegar a comprometerse con proyectos a mediano y a largo plazo. Hasta ahora ese racanismo de resultados inmediatos ha servido para ir dando largas, pero ni la paciencia es infinita ni la capacidad de credibilidad es eterna, por lo que un día ambas pueden acabar perdiéndose y es entonces cuando a la ciudadanía no le va a quedar otro remedio que decir ¡basta ya de hacer trampas!  Y puede que este momento esté a punto de llegar, si es que no ha llegado ya.

Otro motivo inquietante que está contribuyendo a la  desestabilización del sistema  es el escándalo y la corrupción, que bien podían ser sus mayores enemigos. Nos rasgamos las vestiduras cuando sale a la luz algo vergonzoso que nadie conocía y lo peor del caso es que hay sospechas de que lo más gordo permanezca todavía oculto. Los españoles llevamos muchos años a la espera de que se esclarezcan no pocos asuntos turbios de trascendental importancia, llevamos mucho tiempo conformándonos con vislumbrar tan sólo la punta del iceberg, pero puede que un día queramos saber la verdad del cuento y entonces ¿qué puede suceder?... Pues seguramente que la confianza de quienes nos gobiernan salte por los aires y la gente comience a preguntarse ¿Quis custodiet custodes?  ¿Quién vigila al guardián? Naturalmente la separación de poderes ejecutivo, legislativo y judicial está muy bien en la teoría. En los manuales políticos se dice que los jueces tienen que controlar a los políticos y éstos a los jueces; pero ¿Esto sucede en la realidad? Lo que estamos viendo es otra cosa. Son los ciudadanos de a pie los que se sienten controlados por los gobiernos, que a través de eficaces medios técnicos a su alcance pueden llegar a saber hasta lo que hay debajo de sus camas.
 Finalmente, en este orden de cosas es obligado referirse a una cuestión que al menos para mí resulta ser la fundamental. Es la que hace referencia a la legitimidad del Estado.

Dejemos que sea Dios quien juzgue aquel juramento solemne que ponía en juego el honor de quien lo hizo y con él que se comprometía a cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Movimiento. Nosotros vamos a analizar la cuestión desde otro punto de vista. Por lo que comenzamos preguntándonos  ¿Es la ética o es la legalidad la que legitima a un Estado? La Democracia siempre ha ido asociada al estado de derecho en el sentido de que se atiene a unas leyes para regir el destino de los pueblos. Esto así dicho suena muy bien, pero el problema comienza a complicarse cuando nos preguntamos por el origen de esas leyes y por la naturaleza de las mismas. Sabido es, que en las modernas democracias, las leyes son creaciones de los parlamentarios y gobernantes mayoritarios, que después de haberlas elaborado a su gusto y antojo se “auto-someten” a ellas, en cuyo caso están obedeciendo a unas leyes  que ellos mismos se han dado y que pueden ser modificadas según sus intereses y preferencias.
¿Es esto estar sub lege o supra legem?  ¿No  vendría a ser la expresión del supremo relativismo? Ésta puede ser sin duda  la gran contradicción en la que nos movemos; por ello no es extraño que Juan Pablo II en  la encíclica “Veritatis Splendor” dijera: “ Después de la caída del marxismo, existe hoy un riesgo no menos grave: la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia cualquier referencia moral segura.” Las instancias del estado democrático se mueven en el plano de la legalidad, que es otra cosa bien distinta  que la moralidad, por lo que una disposición aún siendo rigurosamente legal,  puede ser al mismo tiempo profundamente injusta e inmoral, cosa que, sin duda, sucede en el parlamentarismo, por lo que cabe preguntar ¿La existencia de leyes inicuas no son motivo para desautorizar a las fuentes y organismos de donde proceden? 

Al no existir unos principios morales fundamentales, preconstitucionales de orden superior, por encima de las constituciones y de la voluntad de los legisladores; al faltar un “Absoluto moral” de obligada referencia para todos, lo único que queda es un subjetivismo que puede llegar a permitir cualquier tipo de desmanes y de tropelías.  Dicho de otro modo, hemos conseguido absolutizar lo relativo y relativizar lo absoluto. De este modo, las prácticas más aberrantes pueden llegar a normalizarse, mientras que los derechos naturales más fundamentales pueden quedar olvidados cuando no atropellados, que es exactamente lo que está pasando. Es decir, hemos decidido vivir de espaldas a las exigencias naturales que tienen su origen en Dios, suprimiendo así el orden moral que es el que da legitimidad y validez al comportamiento humano, lo cual no deja de ser un disparate. Nos lo recordaba Juan XXIII  al decir:  El aspecto más siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único fundamento en que puede sostenerse" (Encíclica "Mater et Magistra, de Juan XXIII). El prescindir de la ética nos está permitiendo vivir alegremente sin trabas y poder actuar según nuestro capricho al socaire de una libertad sin obligaciones ni compromisos  y todos tan contentos, pero bien sabemos por la historia, como acabaron y que fue de esos pueblos sumidos en libertinaje y en el vaciamiento moral.

Por ello  algún día nos daremos cuenta que resulta necesario recurrir a ese “Absoluto Moral” que aunque no nos haga más ricos, sí que nos hará más honestos, más decentes y humanos. Es evidente que en una partitocracia como la que padecemos, lo que cuenta es sumar votos para llegar al poder como sea, lo cual no se compadece con las exigencias morales que nos garantizan la rectitud de las conciencias, fundamentan la justicia y representan el pasaporte obligado para emprender la ruta de la convivencia solidaria y pacífica. Tal como enseñara Aristóteles, del mismo modo que es inútil aspirar al “bien vivir” sin una sólida base axiológica, así también es imposible una auténtica política sin un soporte ético. Le sobraba razón a Ratzinger cuando dijo que: "Un Estado que establece el derecho sólo a partir de la mayoría, tiende a reducirse desde su interior a una asociación delictiva”. (Una mirada a Europa. Ediciones Rialp. 1993).   Si no tenemos esto en cuenta, cualquier régimen de libertades que se establezca, acabará convirtiéndose en un nefasto totalitarismo, que es exactamente a lo que hemos llegado en esta pobre España nuestra, donde el gobierno se autoatribuye entre otras prerrogativas, la de poder dar una versión oficial de la historia, publicada en el Boletín oficial del Estado para que sea de obligado asentimiento.

 

Quiero acabar, con un mensaje de optimismo que es más que un deseo: España es una Nación centenaria, que está por encima de cualquier coyuntura histórica y sin duda alguna, habrá de llegar el momento en que vuelva a ser “Una, Grande y Libre”. Entiendo que haya quienes aborreciendo a la Anti-España que nos han traído los  “Sin Dios, los sin Patria y los sin Honor” quieran escapar lejos de esta vergüenza, pero es el momento de permanecer firmes. Todo es cuestión de no perder la esperanza y tener capacidad de resistencia porque, sin duda, vendrán tiempos mejores.

28.- La ciudadanía no se contenta con teorías políticas, quiere resultados prácticos

 




                       Si proyectamos el foco sobre nuestro presente histórico, pronto nos damos cuenta, que de los tiempos de la transición a esta parte, el panorama ha cambiado sustancialmente y las sensaciones ya no son las mismas. La euforia se ha convertido en pesimismo desencantado, lo cual no era difícil de pronosticar ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué está pasando? Sin duda la ciudadanía esperaba más del vigente sistema político; nunca se imaginó que los frutos cosechados iban a ser tan amargos. Nuestra Nación no se merecía estar al borde del abismo, plagada de escándalos, con una deuda pública aterradora, viviendo de prestado y con una tensión constante por lo que pueda pasar cuando el BCE deje de comprarnos deuda pública o acabe produciéndose la temida quiebra del sistema de pensiones.  Los españoles no acabamos de entender, cómo en pleno siglo XXI, cuando la ola del desarrollo nos envuelve, existan tasas de desempleo elevadísimos, frustración generacional, depauperización económica a niveles alarmantes, que hace que ciudadanos honorables tengan que soportar colas interminables para poder comer un plato caliente o que aumente progresivamente la desigualdad social. La hasta hace poco tiempo, encomiable España, reserva moral de Occidente, tampoco merecía  transitar por este desierto de desafección familiar, desenfreno moral, hipersexualismo enfermizo, descristianización paganizante, libertinaje desenfrenado y por si fuera poco ocupando los puestos de cabeza en el ranking de una drogadicción degradante; tiempos también  en que los regionalismos insolidarios apegados al terruño, anteponen sus mezquinos intereses o pequeños motivos de orgullo provinciano a la grandeza de una Nación con un pasado histórico tan brillante, sin que apenas acierten  a ver en la Madre Patria otra cosa que no sea un Estado centralizador al que se le puede castigar con deslealtades sangrantes que  producen sonrojo y vergüenza.  En fin, existe la impresión generalizada de que España y los españoles decentes estamos siendo víctimas inocentes de una política nefasta.

  No es pesimismo, no, razones hay para sentirse defraudados, claro que las hay, por eso la autocrítica es hoy más necesaria que nunca. Son muchas las preguntas en el aire que  están pidiendo una respuesta urgente  ¿Por qué existe tanta desafección política ?  ¿Por ese abismo de separación entre la acción política y las aspiraciones ciudadanas? ¿Qué hay detrás de todo el entramado político? ¿Cuáles son esos poderes y fuerzas ocultas que actúan entre bastidores? ¿Qué está pasando para que hoy se hable del invierno de la democracia? ¿Por qué en nuestro entorno están emergiendo o consolidándose corrientes políticas que ponen en cuestión el valor de las democracias?  ¿Por qué los políticos están tan mal vistos y son considerados como una casta parasitaria? incógnitas muchas incógnitas, preguntas, muchas preguntas.

Los males de nuestra querida España se inician ya en tiempos de la transición. Desde entonces venimos sufriendo las nefastas consecuencias de un frente común antifranquista integrado por unos políticos sectarios y unos periodistas pesebreros que están acabando con el pasado glorioso de una España decente y próspera. Lejos de ese supuesto espíritu de concordia del que tanto han alardeado, lo cierto es que no  han dejado de respirar animadversión por los cuatro costados, comportándose tan mezquinamente que nunca entendieron las palabras salidas de boca de Franco poco antes de morir y que hablan por sí solas de la nobleza de espíritu de este hombre: "Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemi­gos, sin que yo los tuviera como tales". Esto sí es voluntad de concordia.

 Los furibundos enemigos del Generalísimo, lo son también de esa España que él nos dejó en herencia, sustentada por las esencias nacionales y los valores humanos imbuidos de espíritu cristiano, santo y seña de tantas generaciones. El rencoroso frente antifranquista nunca ha digerido que el Caudillo de España en una de las épocas más turbulentas de su historia fuera el artífice de una nación fuerte, próspera y reconciliada,  inspiradora de nobles ideales y presidida por los principios básicos, la ley y el orden, donde la libertad era entendía como una facultad que capacita al ser  humano para hacer lo que se debe de forma responsable y no lo  que se lleva ahora que es una  pseudo-libertad sin compromisos a la que se invoca para hacer lo que a cada cual le viene en gana. La corrosiva manipulación llevada a cabo por unos y por otros, alentada a veces por el odio y el revanchismo y en otras ocasiones por la traición y el oportunismo, consiguió tristemente su propósito de hacer creer a la ciudadanía que lo blanco era negro y lo negro era blanco, pero el engaño no perdurará por siempre, porque quien tiene la última palabra es siempre la verdad que tarde o temprano acabará por imponerse.

Dando por supuesto  que hemos entrado en un proceso de desconfianza institucional, bien pudiera decirse que, hoy por hoy, no parece que la mayor amenaza al régimen del 1978 provenga de fuera, sino de su propia conflictividad interna, de sus propios desajustes y fallos, que están generando desilusión entre unos pacientes ciudadanos y dando pie para comenzar a pensar en otras alternativas, respetuosas, por supuesto, con los grandes principios universales reguladores del orden social, político y moral, como sucediera en otros tiempos. “A grandes males, grandes remedios” como sucede en todos los órdenes de la vida. “A nuevas necesidades y exigencias, nuevos cambios y  compromisos”. El tiempo de las expectativas frustradas y de las promesas incumplidas acaba al final haciéndose insoportable, porque sin ningún tipo de esperanza es imposible vivir. No podremos seguir indefinidamente bajo la amenaza y el miedo, que se nos trasmite a través de la consigna manipuladora, según la cual, fuera del actual (des)orden establecido no hay alternativa posible. Vivir así no es propio de hombres libres y responsables, sino de seres atemorizados y pusilánimes. Es tiempo de pensar en una trasformación política y habrá que hacerla, mejor antes que después. Llevamos viviendo engañados casi medio siglo al amparo de unas utopías que se han ido desvaneciendo y ya se sabe…. las utopías cuando mueren dejan de ser útiles, cumpliéndose al pie de la letra lo que dijera Borges: “ Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado”

No sé por cuanto tiempo podremos seguir cobijándonos bajo el paraguas europeo, pero el caso es que también Europa se ha quedado sin asideros firmes y se va debilitando y envejeciendo a pasos agigantados; baste recordar el brexit británico. Lo más triste de Europa es que se ha olvidado de los grandes ideales y se encuentra sumida en un grosero materialismo;  también el Viejo Continente está sufriendo los efectos de una cierta eclosión, donde los poderes políticos están sucumbiendo a los poderes económicos y la capacidad de decisión de los gobiernos está siendo mediatizada por fuerzas e intereses ocultos como pueden ser los de mercados financieros o los de grandes Compañías de Transación, todo lo cual parece indicar  que el dinero posee más peso que la política.  Dado que las decisiones de los gobernantes se alejan cada vez más de los intereses generales de la ciudadanía no resulta disparatado suponer que el vuelco pudiera producirse y que las ideologías y los partidos pasaran a segundo plano, como ya ha sucedido con los sindicatos.  Nadie puede detener el curso de la historia y no faltan razones, pues, para pensar que acaso nos encontramos ya en la fase previa que augura el cambio hacia un nuevo proceso político, pero esto lo analizaremos en un próximo artículo.

27.- “Hartos de unos políticos y de una política con fecha de caducidad”

 



               

                                    Nunca debiéramos olvidar que en la vida de los hombres todo es pasajero. El tiempo todo lo va desgastando, pero los seres humanos tenemos un instinto de conservación tan fuerte que nos negamos a aceptar lo inevitable. Así como cada cual ve la muerte como algo que sólo afecta a los demás, del mismo modo vemos como incombustible nuestro vigente sistema político, pero lo cierto es que al final también él acabará inexorablemente en el cementerio de la historia. Nosotros, precisamente nosotros, los españoles que tan de prisa aprendimos a claudicar de todas las seguridades y certezas, que hemos echado por la borda todos los principios religiosos, morales, sociales y familiares, seguimos aferrándonos al dogma político de que el Régimen de 1978 es perenne e inamovible, más valioso incluso que el propio Estado,  de modo que en el caso de tener que elegir, debiéramos preferir ser demócrata antes que ser español; lo cual resulta tan demencial como decir que lo importante es el color de un edificio y no el edificio en sí mismo.  Se podrá cuestionar la integridad territorial de la nación, pero ojito con que a nadie se le ocurra poner en cuestión la necesidad de la sacrosanta democracia, cuyas excelencias están por encima de todo lo humano y lo divino, cuando la realidad es que este sistema político es meramente coyuntural y pensadores de la talla de Sócrates y Platón  tuvieron de él una mala opinión. Otros grandes pensadores como Aristóteles o Sto. Tomás, sin llegar a tanto, pensaron que la democracia no es ni mucho menos, el único sistema político a tener en cuenta, por lo que llegado el momento, cuando lo exijan las circunstancias, habría que pensar en otro más recomendable. De hecho, entre nosotros se está hablando ya  de crisis en la viabilidad democrática, puesto que lo que ahora está pasando no es tan distinto de lo que ya sufrimos  en la década tenebrosa de los años 30 del siglo pasado; los enemigos de España están dentro de las Instituciones del Estado y en nuestro suelo ha vuelto a resurgir la cristofobia de  los que gritan: “la mejor iglesia es la que arde”,  si bien, de momento parecen contentarse con derribar solamente cruces, que dicho sea de paso, ya van unas cuantas.    

  Es obvio que actualmente los acelerones y cambios se suceden muy rápidamente y cualquier acontecimiento inesperado puede trastocarlo todo.  Aparte del azote del coronavirus, el ejemplo lo tenemos en el vendaval  del 15 M. que aunque acabó desvirtuándose, originariamente fue un movimiento trasversal de indignados de todos los colores, integrado por las diversas capas sociales, que surgió súbitamente y aunque no llegara a cuajar, bien pudo acabar siendo el principio del fin. Acontecimiento reseñable fue también el asalto al Capitolio Norteamericano el 6 de enero de 2021, cuando nadie lo esperaba, que puso en jaque el sistema político de este país. La cosa no llegó a mayores, pero se comenzó a decir que la democracia había quedado tocada, y que estaba en venta, pasando a ser este acontecimiento en cuestión, un punto de inflexión a nivel mundial, que permite hablar de un antes y un después.       

A nadie se le pasa por alto de que estamos viviendo tiempos de incertidumbre en todos los órdenes y el mundo de la política, en cualquier momento puede convertirse en un volcán en erupción.  Los signos de turbulencias son claros, las precedentes crisis de humanismo y de pensamiento lo venían anunciando, pero ha tenido que llegar la crisis económica para que el pueblo se percatara de que la cosa no era tan idílica como nos la habían pintado. A las puertas estamos de una crisis energética que en cualquier momento puede dejarnos totalmente a oscuras o cuando menos existe la impresión de que los años de las vacas gordas se han acabado y se espera que de modo más o menos encubierto se proceda a un racionamiento energético, porque nuestro derroche ha llegado a tal extremo que se consume más energía que la que se crea. ¿Qué puede suceder cuando esto se produzca?  ¿Podría significar el final de un ciclo?   

Aquí en España, las campañas propagandísticas de los estómagos agradecidos, encaminadas a exaltar las bondades de aquellos “Pactos de la Moncloa”, cada vez  son menos creíbles para unos ciudadanos que han sido engañados mil veces por unos y por otros, que sufren los efectos del desencanto, viviendo bajo la amenaza constante de la inseguridad y el sobresalto, haciéndose notar cierta agitación en la calle. Ahora  les toca los trabajadores del metal en Cádiz, a los agricultores, a los Agentes de todas las Policías… y si bien  resulta exagerado hablar de explosión social, ésta pudiera llegar a producirse finalmente, de no darse una regeneración capaz de suscitar en la ciudadanía renovadas esperanzas, tanto en el orden material como en el moral y humano.  Se habla ya de la necesidad de que desaparezcan los privilegios y prebendas de la casta política, se desconfía de quien ejerce la autoridad  y se añora a personas honestas y eficaces, que pudieran ejercerla más dignamente, pero es difícil por no decir imposible que este tipo de personas honradas puedan hacer acto de presencia en  la escena política, a no ser que se modificaran las reglas de juego y se sustituyera la baraja por otra  ¿O es que acaso se puede negar que  si alguien no tiene  el menor porvenir político en un sistema como éste, es precisamente la persona irreprochable, íntegramente honesta que va con la verdad por delante, dispuesta siempre a hacer lo que debe  sin  estar condicionada por los votos?

Ignoramos si vamos a permanecer por mucho tiempo con este mismo esquema, lo que sí sabemos es que esta España de los separatismos que alumbrara la Constitución del 1978 se encuentra en una situación política y económica delicada y por si fuera poco el  turbio asunto del Rey Emérito ha venido a echar más leña al fuego, lo que bien pudiera acabar en una grave cuestión de Estado, debilitando aún más el sistema que el mismo propició. Se vislumbran muchos frentes abiertos y cualquiera se da cuenta que “el horno no está para bollos”. Los primeros en apreciar el delicado momento que atravesamos son los mismos políticos que enzarzados en un fuego cruzado no cesan de culpabilizarse mutuamente del deterioro del sistema.

Siempre es arriesgado hacer vaticinios al respecto, aún con todo, no deja de ser pertinente hacer previsiones de futuro, después de haber tomado conciencia de un fenómeno que forma parte del escenario político-social que nos está tocando vivir y que no es otro que un generalizado estado de frustración popular que se manifiesta a través de las redes sociales y también por lo que dicen las encuestas, como por ejemplo la del CIS de Febrero de 2016. La gente en su gran mayoría no está por la violencia, es verdad, pero eso sí, se muestra hastiada, decepcionada, desesperanzada, y habría que preguntarse si existen razones para tanto enfado.  Así las cosas, no es descabellado predecir que antes de lo que se piensa, la gente pudiera acabar por no conformarse con hacer el caldo gordo de manera indefinida al embaucador de turno y  comenzara a pensárselo dos veces a la hora de tener que acudir borreguilmente a depositar su voto en las urnas cada cuatro años, tal como está sucediendo por ejemplo en Francia y en otros países de nuestro entorno. Estamos hablando de frustración política, pero es que existe también la frustración social que dejamos para que sea analizada en una siguiente reflexión

2021-11-05

26.- La otra memoria histórica

 

      



Desgraciadamente la gloriosa gesta de los mártires españoles de la Cruzada ha estado olvidada durante mucho tiempo y ahora que sale a la luz no debiera ser manipulada por intereses políticos y acomodada a lo políticamente correcto por el contrario debe ser  de ser recordada tal y como fue, no solamente para hacer honor a la verdad, sino también para que nos sirva de ejemplo y nos ayude a comprender  que el odio no es la última palabra, sino que la última palabra es la del amor, para alertar también a España y Occidente que tienen que despertar de su letargo  y sobre todo para hacer ver  a los cristianos tibios que tienen que poner fin a su falta de compromiso, porque no nos vale eso de tener  encendida una vela a Dios y otra al diablo. Quiera Dios que por la gloriosa intercesión  de este ejército de santos y beatos llegue pronto la reconciliación real entre los españoles y aprendamos todos a perdonar y hacer posible que desaparezcan los odios y rencores y todos podamos vivir en paz sintiéndonos hermanos, sin ánimos de revanchismos y dejemos, por fin, que sea Dios quien juzgue lo que ya pertenece a la historia. Lo peor que podía sucedernos es que el derramamiento de su generosa sangre hubiera sido en vano, y que el oportunismo y la mentira ensucien sus nombres.

En el año 2007 la Iglesia dejó incorporado en el Santoral  la fecha  del 6 de noviembre para celebrar la festividad litúrgica  con la que se quiere honrar la memoria de todos los  bienaventurados mártires  caídos  al grito de ¡Viva Cristo Rey! Acontecimiento que tuvo lugar en la  sangrienta persecución religiosa de los años 30, en la que fueron  brutalmente asesinados  muchos miles de católicos, por el mero hecho de serlo; hasta el mismo Madariaga se rinde a la evidencia para decir “ Nadie que tenga buena fe y buena información puede negar los horrores de aquella persecución durante años. Bastó únicamente el hecho de ser católico para merecer la pena de muerte, infligida a menudo de las formas más atroces” 

Después de tanto tiempo de estos tristes acontecimientos, ha quedado señalada una fecha para celebrar  esta gesta  trascendental en la España del revanchismo y de los silencios cómplices.  La ley socialista de memoria histórica y el miedo reverencial a herir susceptibilidades de las fuerzas políticas, ha llevado a maquillar y tergiversar la verdad de este periodo histórico y a satanizar a la “Iglesia de la Cruzada”, que sin duda mereció otro trato del que se le ha dispensado o cuando menos, un cierto respeto, aunque solo sea porque muchos de sus miembros fueron víctimas, sufriendo en sus carnes torturas espantosas y alcanzando incluso la palma del martirio. A veces incluso, hasta los mismos cristianos  españoles  dan la impresión  de sentirse acomplejados de unos compatriotas suyos que asombraron  al mundo, tal como ponen de manifiesto estas palabras de Pio XII: “¿Cómo es posible que los españoles hayan olvidado a sus mártires a quienes yo me encomiendo todos los días  o estas otras de Paul Claudel cuando decía: “ Con los ojos llenos de lágrimas te envío mi admiración y mi amor ¡Y decían que estabas dormida, hermana España! sólo parecías dormir porque de repente diste millares y millares de mártires.”.

En esta sangrienta persecución se puede hablar de más de 10.000 mártires en la que se vieron involucrados obispos, sacerdotes, clérigos, seminaristas, religiosos, monjas, seglares, muchos seglares honrados e inocentes, cristianos ejemplares de toda clase y condición; lo que se dice, una masacre en toda regla, que pudo haber acabado en un auténtico genocidio y con la desaparición en España de todo vestigio cristiano de no haber mediado una reacción bautizada como “Cruzada” que  acabaría poniendo fin  a esta matanza macabra.

 En cuanto al tema sobre quiénes fueron estos mártires y por qué entregaron su vida resulta ser un asunto bastante complejo y  para poder esclarecerlo se necesitaría de muchas páginas, dado el colectivo tan numeroso y variado al que nos estamos refiriendo, lo que sí considero oportuno es salir al paso de no pocas argucias, que para no caer en lo políticamente incorrecto, se han movido y aún se siguen moviendo en el terreno de la ambigüedad, de modo que  pareciera que no estamos hablando de personas normales y corrientes que vivían en el mundo terrenal, sino que se trataba de espíritus puros incontaminados, al margen de todo sentimiento político-social,  apartidistas,  amorfos, químicamente neutrales, en un momento decisivo en que tanto Roma como la Iglesia Española en bloque, se habían pronunciado de forma clara y  explícita a favor del movimiento nacional, con todo lo que ello representaba. ¿Cómo concebir a unos santos indolentes, indiferentes, ajenos a lo que en su alrededor estaba pasando?  ¿Cómo imaginar a unos mártires abúlicos, apátridas cuando el patriotismo es un deber ineludible a todo cristiano, mucho más en un momento en que España era un caos y se estaba poniendo en peligro su fe?  ¿Por qué esa obsesión en desligar al mártir del héroe y del patriota, cuando sabemos que eso no fue así, ni pudo ser así?  Por supuesto que los mártires de la Cruzada fueron hombres y mujeres pacíficos, que murieron por amor a Dios y a imitación de Cristo lo hicieron sin odio, perdonando a sus verdugos, como no podía ser de otra manera, aun así, no fueron tan ingenuos que no se dieran cuenta que de una parte estaban los perseguidos y de otra los perseguidores, con finalidades bien opuestas.  ¿por qué tan irresponsablemente se ha de ocultar su amor a la patria, cuando sabemos que una de las características de los santos es estar adornados de   todas las virtudes, incluida la del patriotismo? ¿No estaremos maquillando la semblanza de estas vidas ejemplares para que nadie se sienta molesto ni culpable de nada? 

 

Parece haber motivos suficientes para pensar que estos enamorados de Dios lo eran también de España con unos valores y unas creencias a la que tenían obligación de amar y defender para que no cayera en manos de los enemigos de Dios. El ejemplo lo tenemos en un personaje religiosamente relevante de la época, como lo fue S. Rafael Arnaiz (El Hermano Rafael), uno de los más grandes místicos de los tiempos modernos. Pues bien, este oblato trapense, aun viviendo aislado en la Abadía de S. Isidro de Dueñas, no dejó de sentir la pasión por su querida España, la tierra de María. En 1936 fue llamado al frente y según él mismo nos contará en sus cuadernos, sufrió un gran disgusto al ser declarado no apto para el servicio militar, debido a la diabetes que padecía. Otro tanto puede decirse de la carmelita Santa María Maravillas, quien pidió permiso a las autoridades eclesiásticas para poder salir de la clausura, en su convento del cerro de los Ángeles, en caso de ser atacado el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús.

 

 Los mártires españoles del 1936, tanto los canonizados como los que nunca lo serán, escribieron, sin duda, una de las páginas más gloriosas del cristianismo y con su sangre, no solo testimoniaron su amor a Dios, sino que defendieron los valores humanos y religiosos que siempre caracterizaron a España y a la cultura occidental, en un momento de la historia donde el “Odium Dei” amenazaba con invadir hasta los más sagrados reductos y hoy después de casi un siglo sentimos la necesidad   de expresarles nuestra admiración y agradecimiento

 

 

 

230.-Conclusiones extraíbles de la catástrofe en Valencia.

  La Dana ya se alejó, dejando a su paso un reguero de muerte y desolación. Fue una larga noche de tinieblas, en que la realidad superó con ...