2022-02-14

63.- El lado amable de la vejez

 


Entre las grandes conquistas logradas por el hombre en los últimos tiempos hay una, que aún no siendo la más espectacular, es la que más directamente nos afecta a los humanos. Me estoy refiriendo a la longevidad, que ha alterado de forma sustancial la situación del hombre y de la mujer. Hoy son muchos los viejos que están viviendo el equivalente a dos vidas de épocas pasadas y no es sólo ya el que hoy se viva mucho, sino que se vive mejor. La vejez de antes se corresponde con la madurez de ahora. Los factores que están detrás de este fenómeno son bastante diversos; por supuesto los avances de al medicina, la higiene, condiciones de salubridad, alimentación, prevención, comprobación de los estados biológicos, ejercicio, control del peso, fármacos…qué sé yo; en pocas palabras nos cuidamos más, porque hay medios para hacerlo y el resultado ha sido un cambio de vida asombroso, más aún en la mujer que en el hombre.

A la vejez se la ido aplazando cada vez más y día llegará, ya se habla de ello, en que a los viejos de hoy serán el equivalente de los maduritos del mañana. Los tratamientos vegetativos, nutrición de células, refuerzos hormonales, rehabilitación funcional etc. dan pie para pensar que esto puede ser así. Sea como fuere, el hecho inapelable es que la vejez tarde o temprano acabará por llegar a nuestras vidas y con ella los achaques, las molestias y las limitaciones que le son propias. La vejez siempre es lo último, después ya no hay nada más. Con ella hay que contar por más que nos empeñemos en negarla, ocultarla o cambiarla de nombre, llamándola “tercera edad”. En nuestra cultura apenas se habla de ella y cuando se hace, es para descalificarla y mirarla con desdén. Éste es el gran fallo de nuestro tiempo. Nuestra cultura del “ Carpe diem” nos ha enseñado a vivir intensamente el momento presente; pero no nos ha enseñado el arte de envejecer, es por eso por lo que, quienes llegan a viejos, lo hacen, en la mayoría de los casos, sin estar preparados

Cuando hablamos de la vejez pensamos instintivamente en gentes disminuidas física y psíquicamente, que necesitan del cuidado de otras personas, que precisan de asistencias sanitarias y esto es verdad; pero olvidamos que el gran problema de la vejez es la soledad. El gran drama de la mayoría de los viejos de hoy, es sentirse abandonados, como si fueran unos expatriados, que no entienden ya la cultura vigente, ni la gente que les rodea comprenden la suya. Pocas cosas tan dolorosas como ésta. De una u otra forma la vejez tiene como compañera inseparable la soledad, por eso en la medida que estemos preparados para afrontarla, lo estaremos también para afrontar la vejez. Las mujeres sobrellevan mejor la vejez que los hombres, porque tienen más capacidad de soledad, de interiorización, de intimidad.

Si un día aprendemos a quedarnos a solas con nosotros mismos, comenzaremos a darnos cuenta, que nuestro más valioso patrimonio es lo que vamos dejando atrás, lo que hemos ido sembrando, no tenemos más. En el dialogo ciceroniano “ De Senectute” se pueden leer estas palabras: “ Los que encuentran todos los bienes dentro de sí, nada de lo que acontece por necesidad dentro de la Naturaleza les puede parecer malo. En este género de acontecimientos ocupa el primer lugar la vejez”. Es cierto que lo positivo de la vejez permanece oculto y no es fácil de descubrirlo; pero existe; hay que buscarlo en el espíritu que no en el cuerpo. “Cuando envejecemos, nos recuerda Rialp Waldo, la belleza se convierte en una cualidad interior” . Al igual que todas las edades de la vida, la vejez también posee su encanto. Como sucede con los vinos de solera, son los años los que van prestando el mejor aroma y sabor a los afectos y sentimientos, son los años los que nos ayudan a encontrar la serenidad de ánimo, el equilibrio emocional, que hacen posible la paz del espíritu

Todos hemos tenido ocasión de ver reflejada en la mirada profunda de alguna persona mayor, la serenidad tranquila que emana de su alma. Ana Cintra, la madre sacrificada que día a día ofrendó su vida para sacar su familia adelante, nos cuenta que en una ocasión su hijo pequeño, con la curiosidad del niño que oye una palabra por primera vez, le preguntó

¿ Qué es la vejez? Ana le miró fijamente y mostrándole su rostro surcado por las arrugas , le dijo, aquí la ves reflejada, a lo que el niño sólo pudo responder: Mamá ¡ Qué bonita es la vejez!

Cuando ese momento llegue, después de haber acabado las tareas, lo mejor que a uno le puede pasar, para no morir de soledad, es sentirse reconciliado consigo mismo y con los demás en presencia del Dios Bueno, que alienta la esperanza, sin haber perdido las ganas de vivir , sin ver nunca apagada la ilusión, que nos permite seguir creyendo en cada despertar, que el día más hermoso de nuestra vida , está aún por llegar.

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