2022-02-14

62.- La presencia del relativismo en nuestra sociedad

 



Siempre se ha pensado que el deseo de  Felicidad  era una de esas aspiración universales que hermanan a  los hombres . Felices quieren ser los pobres, los ricos, los blancos , los negros, felices queremos ser todos.  Algo parecido sucede con la Verdad y el Bien, a todos nos gusta estar en posesión de la verdad a todos nos gusta que las gentes nos consideren personas de bien, por eso a lo largo de los siglos los hombres nos hemos venido preguntado que es la felicidad y donde encontrarla , a lo largo de los siglos las mentes se han venido preguntando cual es la Verdad de las cosas y donde está el Bien.

 

En torno a estas cuestiones fundamentales ha habido quienes han encontrado respuestas positivas; pero también ha habido gentes que no han podido superar las dudas e incertidumbres. El sí y el no  de la verdad de las cosas ha sido una constante histórica  que ha venido alimentando la tensión agónica del pensamiento humano. Desde tiempos de Sócrates han existido hombres dispuesto a morir por la verdad, mientras otros pensaban  que el mundo de las ideas no pasaba de ser  un juego de sutiles recursos dialécticos. En cualquier caso el ser o no ser de las cosas ha sido y seguirá siendo la cuestión fundamental en la vida de los hombres. Cuestión fundamental  porque de ella depende todo lo demás.

 

A lo que parece la cultura de nuestro tiempo se muestra preocupada tan solo por las verdades provisionales y concretas de la vida real, aquellas que pueden traducirse en mayor bienestar material y que se rigen por criterios de utilidad y conveniencia , hasta el punto de llegar a identificar lo verdadero con lo útil, en cambio se ha dejado de prestar atención a ese otro tipo de verdades trascendentes que afectan a la esencialidad del hombre y en las que nos jugamos nuestro destino. Aún así el hecho es que el hombre sigue ahí con sus problemas e interrogantes de los que  nunca va a poder desembarazarse en tanto no disponga  sus oídos a escuchar la voz que le llega desde lo más profundo de su ser, por encima de fanatismos infundados y de relativismos corrosivos.

 

A mi me gustaría comenzar diciendo que la verdad del hombre y de las cosas existe, que está ahí, que su descubrimiento es cosa de todos y que nadie excepto Dios es poseedor absoluto de las mismas. Éste es un terreno en el que nadie puede arrogarse monopolios  exclusivistas, nadie debiera pensar que de un lado está todo el mal y  error y del otro toda verdad y bien. Me gustaría decir que nuestros logros en el campo del saber son siempre parciales, decir también que las verdades no son todas de la misma naturaleza y que lo mismo que se puede hablar de verdades universales e intemporales se puede hablar de verdades del aquí y el ahora. Verdades que pueden ser las tuyas y  verdades que pueden ser las mías, en consonancia con nuestra libertad, verdades que pueden serlo para unas culturas y   verdades que pueden serlo para otras, de modo semejante a como sucede con las leyes positivas. Todo esto puede ser así porque existe la Verdad con mayúscula que se nos ofrece a los hombres  como una meta y nunca como una completa posesión

Nuestras representaciones del mundo no agotan nunca su complejidad, siempre son versiones incompletas de una realidad sobrecogedora que nos trasciende y a la que sólo podemos acceder desde nuestra perspectiva personal. A nadie debiera resultarle preocupante escuchar cosas como éstas.

 

Ya desde tiempos de la Escolástica se viene repitiendo a modo de axioma gnoseológico que todo lo que mentalmente se recibe al modo del recipiente es recibido, lo que sin duda alguna nos alerta de que nuestro conocimiento, en parte, depende del sujeto que conoce y seguramente también del tiempo y el lugar en que éste se encuentre, algo en lo que Kant  posteriormente habría de cargar desmesuradamente los tintas y que ahora dejamos fuera de nuestra consideración, para prestar atención a unas palabras  suyas que nos hablan de que el hombre no puede saltar sobre su propia sombra sin trascender su capacidad de conocimiento humano aunque ello no obsta para que el hombre pueda progresar cognitiva y moralmente. Nada de esto debiera resultar preocupante, más aún de alguna forma todas las filosofías estarían dispuestas a asumirlo y no está mal que así sea siempre y cuando queden a salvo los derechos de esa verdad que nos trasciende y a la que aspiramos según nuestros modos humanos 

 

Buscar la verdad no crearla es la tarea común de todas las culturas.  En el camino a esta meta los hombres  todos estamos llamados a encontrarnos, porque sólo en la verdad última de nuestro ser  encontraremos el verdadero fundamento de nuestra dignidad de hombres que a todos nos iguala. Desaparecidos del horizonte humano la verdad y el bien ya sólo queda el interés personal.  Desde que allá por los comienzos del siglo pasado William James identificara la verdad con la utilidad hemos visto como en la sociedad del bienestar lo único que cuenta son los éxitos , son los resultados. Preguntad   qúe es la verdad en el mundo de las finanzas, preguntad a los estadistas cual es lo políticamente correcto, preguntad  a la gente de la calle donde está la verdad de sus vidas. Perdida la pasión por la verdad  el hombre ha  dejado de ser lo que debería ser y todo  está menazando ruina.  Mientras la verdad y el bien no queden rehabilitadas, todos los intentos que se hagan por rehabilitar al hombre están condenados al fracaso

 

2  Los supuestos del Relativismo Cultural

 

Lo preocupante comienza cuando se da vuelta de tuerca y se llega a decir que no hay hechos que sólo existen representaciones. Cuando se llega a decir que la verdad no hay que buscarla sino que hay que crearla, que todo es opinable porque las cosas acaban siendo como a cada cual le parece. Preocupante, digo, porque si no existen verdades inamovibles en las que a modo de pilares puedan servir de asidero, todo se desmorona . Si no existe ningún referente seguro en nuestro horizonte espiritual estamos condenados a vivir perdidos y desorientados y esto es precisamente algo de lo que está pasando en nuestro mundo industrializado.

 

Hay voces como la de Marcelo Pera ( Presidente del Senado italiano y catedrático de filosofía de la ciencia) que nos alertan de que “ Los males que corrompen a Europa están en relación con el relativismo. De un tiempo a esta parte estamos asistiendo a un intento  desesperado de acoso y derribo de todo lo que suene a principios inamovibles y patrones universales válidos para todos los tiempos y lugares en los que se han venido sustentando las naciones, las sociedades, las familias , las instituciones, las personas.

 

Esta oleada de relativismo hace tiempo que comenzó a detectarse en el ámbito cultural. Con Jhon Dewey fue tomando cuerpo la idea de que culturalmente hablando nada hay fijo universal e inmutable, sino que todo es cambiante en consonancia con las circunstancias; pero habría de ser Oswald  Spengler quien de forma  aún más rotunda y manifiesta diera expresión al relativismo cultural. Para este pensador alemán nada hay absoluto ni universalmente verdadero, no lo son la filosofía , la ciencia ni siquiera la matemática. No hay verdades eternas, cada época y cada cultura tiene su propia verdad. Este es el mensaje que se desprende de su famoso libro “ La Decadencia de Occidente”. De verdades sólo se puede hablar en sentido referencial, dentro de un contexto determinado, como producto creado por una determinada cultura lo que nos coloca dentro del igualitarismo multicultural que nos lleva a tener que afirmar que todas las culturas son igualmente recomendables.

 

Para este tipo de relativismo los distintos elementos culturales cumplen la misión que puede cumplir el idioma en cada pueblo y así como no tiene sentido preguntarse si un idioma es más verdadero que otro, tampoco lo tendría el preguntarse si una cultura inspirada en le Vudú s más verdadera que la inspirada en la cultura greco –romana . Si queremos evaluar  las distintas manifestaciones culturales hemos de hacerlo teniendo en cuenta el sistema en el que están inmersas y ello hará que cada cultura a su modo seráía igualmente portadora de verdad. Se trata de mundos a parte que hay que juzgarlos en razón de su coherencia interna, ya que no existe un criterio de verdad que podamos utilizar como patrón universal. Por esta misma razón los distintos conocimientos en el campo de la filosofía y de la ciencia van siendo diferentes según las épocas históricas.  

 

El que algo sea considerado como verdadero o no, depende del momento y las circunstancias. Lo que en el pasado se vinieron dando como verdades intemporales y universales lo fueron ciertamente; pero sólo dentro de un paradigma, que se mantuvo en pie  durante un tiempo limitado, mientras duró el consenso de la comunidad intelectual que le mantuvo en pie; pero cuando sus miembros fueron muriendo fue acabándose también dicho paradigma. Incluso  proposiciones  incontestables como parece serlo, que 4 es la mitad de ocho y el doble de dos, serían verdaderas en el contexto humano; pero en otro contexto no lo serían. El relativismo cultural a lo más que llega es a admitir una verdad supraindividual, una verdad perteneciente a una cultura pero nunca una verdad universal , incluso las propias verdades culturales llevan impresas su fecha de caducidad que vienen marcada por su sitio de procedencia.

 

Las filosofías de Kuhn y sobre todo de Karl Popper   han encajado perfectamente en este marco. Según la teoría de falsación de este último un solo caso es suficiente para echar a bajo una teoría científica pero miles de casos constados durante siglos son insuficientes para alcanzar la plena certeza. Lo que quiere decir que nunca las adquisiciones científicas son definitivas, sino provisionales. Siempre hay que estar a la expectativa con esa ley científica supuestamente  bien probada por si pudiera producirse un fallo en cualquier momento. Si esto es como nos dice Popper,  en las leyes naturales se pueden, producir en cualquier momento,  estrepitosos fallos.  Ojalá que esto no suceda cuando volamos a 90000 metros de altitud.

 

Puestas así las cosa se ha llegado a la conclusión de que lo que llamamos filosofía o ciencia no son más que hipótesis teóricas que en nuestra sociedad representan el mismo papel que las hipótesis mágicas representan  en las sociedades primitivas. No habría entonces diferencias notables culturalmente hablando, sino que todas las culturas son iguales, expresión ésta que se puede leerse en una enorme placa a la entrada del Museo Nacinal  Antropologico de la ciudad de Méjico. Este es también el sentimiento que comparten la gran mayoría de los antropólogos en consonancia con el espíritu de ésta nuestra época marcadamente antiimperialista y muy proclive a la tolerancia y al máximo respeto por el otro. Nada peor visto hoy día que la descalificación. Salvaje diría Levi-Strauus solamente es quien llama salvaje al otro”.

 

 En el día a día que nos está tocando vivir,  el fenómeno de la inmigración es noticia de primera actualidad y ello hace que temas como éste del relativismo cultural tengan un significado y alcance especial, razón por la que nos vamos a detener en su análisis y valoración.

 

3- valoración del relativismo cultural

 

A mi esto de Relativismo Cultural  me parece que como casi todo en la vida  puediera tener  algo de positivo. Sobre todo pensando en los malos estudiantes y espíritus perezosos que, sin duda, habrán de sentirse muy satisfechos de saber que todas las culturas valen  y valen lo mismo, lo cual les  ahorraría cualquier tipo de esfuerzo en la búsqueda de la verdad , porque con lo que  se tiene es suficiente, ¿ para que más , si al final todo es lo mismo? También en el terreno de la cortesía el relativismo cultural puediera resultar conmovedor. Imagínense Vds.  lo edificante que pudiera resultar la convocatoria de  una convención planetaria sobre el desarrollo que estuviera  presidida por gurús.

 

Bromas a parte. Si la  igualdad cultural de la que hace tiempo se viene hablando,  fuera efusión de un sentimiento que proclama  el universal reconocimiento de la dignidad humana que a veces no ha sido reconocida a ciertas personas  por el mero hecho de pertenecer a una cultura determinada, si fuera así, nada que objetar, más aún si se propugnara la igualdad cultural como contrapeso al brutal imperialismo de siglos pasados o como expresión protesta en contra del radical etnocentrismo , tal expresión no nos parecería del todo mal; pero no es este el alcance que se quiere dar a esta expresión. Cuando se dice que todas las culturas son iguales quiérese decir que todas las culturas están al mismo nivel intelectual y moral porque la verdad y el bien son construcciones igualmente humanas.

 

El debilitamiento intelectual que desde hace tiempo se viene padeciendo en Occidente nos ha llevado a un  relativismo generalizado  convertido hoy por hoy en santo y seña no sólo de la filosofía contemporánea sino también de la sociedad en general.

Fruto de ello ha sido el igualitarismo cultural que puede ser tomado por las culturas menos desarrolladas como un alago, pero en el fondo lo que representa es un enorme perjuicio. Alentar a ciertas culturas a seguir siendo lo que son e impedir el progreso y desarrollo  so pretexto de no perder su propia identidad no deja de ser un enorme disparate. Cuanto más se retrase la sustitución de la figura del Chamán por la del cirujano peor par todos. Esto nos llevaría a pensar hasta que punto la teoría del relativismo cultural está mal-interpretando los valores de solidaridad, tolerancia y respeto.

 

Spengler como tantos otros fue excesivamente duro con la conquista de América en la que pudo haber sus abusos y cierta barbarie por parte de algunos; pero por muy relativista que uno quiera ser ,es obligado reconocer que las aportaciones de España al Nuevo Mundo fueron valiosísimas,  no sólo en el orden cientifico ,( el uso de la rueda, la imprenta por ejemplo)  sino que lo fue también  en el orden moral y religioso, donde se cambiaron las prácticas de  sacrificios humanos por un mensaje de amor y perdón para todos los hombres . Por muy relativista que se quiera ser,  puestos a comparar una cultura de corte greco-romano con una cultura canivalista no se puede decir, que todo es cuestión de preferencias gastronómicas.

 

Al relativismo cultural se le viene acusando de  albergar en su seno una interna contradicción . Sus seguidores niegan a los demás lo que de forma gratuita se atribuyen para sí. Según ellos nadie debiera hablar de verdades absolutas; pero ellos consideran que el relativismo lo es; porque si no lo fuera así dejaría de ser defendible. Nada debe darse por seguro dicen; pero  ellos lo están de la postura que defienden. Tan definitivas  resulta este tipo de objecciones, que pueden llevarnos a  pensar que el relativismo radical no es más que un contrasentido y sin razón; pero olvidémonos de esto y pensemos que existe algún tipo de razones que lo hace creíble; de inmediato se nos plantearía una nueva cuestión en estos términos. Si no existe ningún horizonte de verdad estable ¿ Cómo mantener en pie la idea de progreso? ¿A donde mirar para orientarnos en la vida? 

 

A poco que nos introduzcamos en el campo de la ciencia nos damos cuenta, incluso los no somos científicos, que no es nada fácil mantenerse firme en el relativismo, Pues aún concediendo que las verdades científicas lo sean en referencia a alguna teoría; ello no nos impide pensar  que el criterio por el que se rige la ciencia es el de verificabilidad universal. Las verdades científicas no están a expensas de lo que decidan los diferente grupos sociales. Las verdades científicas no so productos que se distribuyen según los diferentes grupos culturales . No se dan unas matemáticas para los negros y otras para los blancos . Una física para los orientales y otra para los occidentales . No es así como funciona la ciencia. Ahí tenemos una numerosa lista de hallazgos científicos con carácter de absolutez y universalidad:  la teoría heliocéntrica , la gravitación universal, la circulación sanguínea, la existencia de átomos en la física y de genes en la biología, verdades  que nos permiten hablar de progreso y avance científico. Ante nuestros ojos aparecen cada día un nutrido catálogo de  nuevas tecnologías de las que los relativistas no ponen reparo alguno en aprovecharse de ellas. El progreso científico y tecnológico se impone como una realidad trascultural que se rige por criterios de universalidad.  Se podrá decir  que la ciencia tiene muchas limitaciones y así es; pero siempre será otra cosa bien distinta de ese pseudo conocimiento errrático que es la magia . A mi no me cabe la menor duda de que en un supuesto caso de apendicitis aguda el relativista teórico más convencido se olvidaría de sus principios y preferiría ponerse  en manos de un cirujano y no en las de un brujo  

 

Estas y otras consideraciones por el estilo nos llevan a decir con Habermas que la defensa del relativismo no puede considerarse en modo alguno concluyente. Son muchas  las dificultades que se le presentan al relativista , algunas de ellas nada fáciles de sortear. Tal vez por ello el mismo Popper se ve obligado a matizar su postura  para  acabar diciendo que "aunque hoy hemos renunciado a la idea de conocimiento absolutamente cierto no hemos renunciado a la idea de buscar la verdad . Sin la idea reguladora de verdad la crítica carece de sentido". Ya Aristóteles hace tiempo que había sentenciado que esta teoría no es cosa de  hombre y que va contra natura porque los hombres sabemos que hay algo y no sólo lo sabemos sino que necesitamos saberlo para seguir vivos. No va con la naturaleza humana renunciar a encontrar un día el porqué y el para qué de nuestra existencia . El hombre no puede vivir por mucho tiempo instalado en la inseguridad e incertidumbre; necesita de algo a que agarrarse, es preciso creer en algo para seguir luchando; necesitamos de la verdad y el bien para orientar nuestros pasos en dirección correcta.

 

Sin  verdad la libertad del hombre no deja de ser un sueño imposible , porque no es la libertad del hombre la crea la verdad sino justamente al revés es la verdad del hombre la que nos hace libres. La libertad de pensamiento no es para quien pueda decir del hombre todo lo que le venga en gana sino decir aquello que le es propio. El relativismo ha de dejar de presentarse como la liberadora del hombre porque desde el momento que rompe con toda verdad, nada hay ya que pueda proteger al propio hombre que queda convertido en un objeto fácilmente manipulable, expuesto a todos los caprichos y a merced de los que mandan llámense como se llamen. A partir de aquí comienzan a tomar sentido expresiones que nos hablan de la dictadura del relativismo que está haciendo posible que la  fuerza de la razón sea sustituida por la razón de la fuerza. Siempre sucede lo mismo; cuando se  renuncia a las verdades objetivas,  a criterios fijos y estables se acaba cayendo en manos de los oportunistas de turno que acaba por imponer sus propios dogmas.

 

Esto es algo de lo que está pasando hoy también en nuestra sociedad. Los hombres de nuestros tiempo vivimos instalado en un relativismo que abarca todos los órdenes. No existe un compromiso serio con la verdad y con el bien , Ya casi nadie cree en verdades inmutables ni en amores que duren para siempre, las gentes se contentan con verdades provisionales , para ir tirando y las parejas se juran amor eterno mientras éste dure. Las semillas del pensamiento débil esparcidas en el último tercio del siglo XX pueden haber comenzado a dar sus frutos: Esta disolución del pensamiento está teniendo como resultado más llamativo el resurgir de la opinión pública que es la que hoy por hoy se ha constituido en criterio universal y seguro. Verdades tiene que haber porque el hombre no puede vivir sin ellas, si se renuncia a aquellas verdades exigidas por la realidad de las cosas habrá que inventar otras y de ello se encargará los creadores de la opinión pública.

 

4 La opinión publica y el poder de los medios de comunicación

 

Cuando hablamos de que los grupos de poder se encargan de imponer las verdades a los demás, no estamos hablando de la fuerza física, existen modos más sofisticados. Hoy  de lo que cabe hablar es de las influencias y manipulaciones ejercidas por el poderoso entorno mediático. Los medios de comunicación han llegado a tanto que se puede decir que ellos son los verdaderos creadores de la opinión publica, que es tanto como decir que son los verdaderos creadores de la verdad. El panorama actual no les podía ser más propicio. Millones de ciudadanos tienen acceso diariamente a los periódicos, en casi todos los hogares por modestos que sea entran las imágenes de televisión y las hondas de la radio que van dejando su mensaje a unas mentes que acaban sucumbiendo ante su fascinación. Para una gran masa de ciudadanos verdad es lo que los medios de comunicación dicen y aquello que se callan  es que no ha existido, carece de interés o es falso. El silencio se ha convertido en la peor de las censuras, tanto más cuanto que pasa desapercibida para  la gran masa de hombres que siguen creyéndose espíritus libres y bien informados. El silencio condena al ostracismo a aquellas verdades que no interesa decir. Los sujetos hoy día pueden pensar libremente se dice;  pero ¿Quién verdaderamente pueen hacerlo sin dejar de sustraerse a la influencia de los medios.

 

En este mundo nuestro donde se ha desterrado la Verdad, las mentiras se  pregonan impunemente a los cuatro vientos. Todo es opinable , todo es interpretable y si esto sucede en temas de actualidad, mucho más si se hace referencia a la historia.. Resultan vergonzosas las interpretaciones que se están haciendo del pasado más reciente en aras de los intereses políticos de cada momento. La  imparcialidad histórica brilla por su ausencia.

 

En los medios de comunicación nos podemos encontrar con los defensores del  relativismo que al tiempo que piden respeto para  todo tipo de opinión muestran un rechazo visceral e inquebrantable a los que no piensan como ellos. Tolerancia para unos  intransigencia para otros. Son respetuosos con el pluralismo social después de haber excluidos previamente a  todos  los que no les gustan. Un claro ejemplo de lo que estoy diciendo lo encontramos en un famosisimo periodista columnista del diario El Mundo. Su artículo del 27 de Noviembre 2005 trataba precisamente sobre este tema. En él se podían leer frases como éstas:  "El actual relativismo filosófico y político es el nombre que puede acoger , hoy por hoy, todas las tendencias del pensamiento occidental que se ha hecho fragmentario, ocasional, abierto y múltiple , desde Roland  Barthes a El nombre de la rosa.... el relativismo tiene mucha fascinación para la mente europea , más en estos tiempos que ha superado los grandes absolutismos políticos, religiosos y filosóficos". Lo que no nos dice dicho columnista de donde le viene al relativismo esa fascinación de la que habla. No nos dice tampoco cual es la última razón que le lleva a enfrentarse de forma  tan agresiva con una de las figuras más importantes de finales y comienzo de siglo como lo es Benedicto XVI. Sin duda en este su artículo como en otros  quedan patentes sus grandes  dotes de escritor y periodista, pero cuando se habla de temas como éste  hace falta algo más, hace falta demostrar que se sabe de que se  está hablando. Aunque, a decir verdad, esto es lo que menos importa a los lectores, que al final se van a quedar con lo que dice un famoso periodista en un periódico de reconocido prestigio. 

 

Si no está respaldada por los medios de comunicación ya se puede cansar de aducir razones y argumentaciones la inteligencia más clarividente que no serán tenidas en cuenta, pues al final  con lo que la gente se queda es con lo que se escribe en los periódicos o con lo que se ve en la televisión . En un mundo donde no hay convicciones firmes pueden ser suficientes seis meses de  campaña bien dirigida y orquestada para hacer de lo blanco negro y de lo negro blanco. Los dueños de los medios tienen en sus manos el poder de convicción más grande que se haya conocido, mientras sigan disponiendo del argumento irrefutable del dinero. Por arte de magia la realidad al final aparecerá como los dueños de los medios  quieran que aparezca. Algo semejante a lo que sucediera en tiempos de los sofistas.

 

5 Relativismo político

 

Los medios de comunicación a través de la opinión pública extienden su influencia  también al mundo de la política. Hoy día en gran parte de los países desarrollados, las masas son las que dan y quitan poder. Es la aritmética de los votos la que al final decide los asuntos de la política y a ella se recurre como  solución a todo tipo de problema que pueda presentarse. No existe principio alguno que esté por encima de la decisión de la mayoría.  El único dogma inapelable en los sistemas democráticos es el respeto incondicional a los votos de los ciudadanos, ellos son los que decide que es lo verdadero y que es lo falso, qué es lo que se debe hacer y qué es lo que no se debe hacer. Ningún derecho natural es reconocido si no lleva las bendiciones del parlamento, en cambio cualquier derecho positivo puede quedar legitimado siempre que cuente con el apoyo suficiente. Todo dependerá de lo que la mayoría quiera pues ella es la depositaria de la verdad, de tal modo que la verdad  sólo es verdad si la vota la mayoría. En la Segunda República española se sometió a votación la existencia de Dios y como mayoritariamente salió que no, la cuestión quedó zanjada y a lo que se ve en éstas seguimos políticamente hablando.

 

A los sujetos, según se dice, se les permite pensar libremente, tener las creencias acordes con su fe, adherirse al sistema de valores que moral o religiosamente más  les satisfaga; pero aún así no es fácil sustraerse al relativismo político que al final acaba haciéndose presente en todas las manifestaciones de la vida en la familia,  en el matrimonio, en la enseñanza , en los diversos ámbitos de la cultura. Nada hay escrito ni definido en este mundillo de la política según las más puras exigencias del pluralismo relativista y esto quiérase o no, coloca en situación comprometida a todos aquellos que tratan de mantenerse firmes en sus convicciones, a los que creen en  verdades y en principios inamovibles, valederos tanto a nivel personal como a nivel público, ciudadanos que cree en el pluralismo político; pero por coherencia no pueden  aceptar que éste tenga que ser necesariamente relativista. ¿ Por qué hay que dar como dogma, se preguntan,  el que todo en política ha de relativizarse?  ¿ Por que ha de ser verdadero lo que la mayoría diga?   

 

Algo hay por encima de todas las instancias políticas que es la propia dignidad del hombre que pide ser respetada, algo hay por encima del Parlamento que son la Verdad y el Bien  a los que todo político debiera sentirse obligado. Necesario es reconocer que la política tiene sus propias exigencias morales, que nos colocan más allá de las conveniencias personales o de partido, si no se entiende así lo más probable es que el ciudadano tarde o temprano acabe desconfiando de la política. Nada hay más peligroso viene a decir Juán Pablo II  en Veritatis Splendor que las democracias relativistas.

 

Desde muy antiguo viene considerándose a la política como el arte de hacer posible lo imposible sin reparar en medios, porque como diría Gracián todo lo dora un buen fin.  Desgraciadamente, al final, son los resultados y no la ética, los que distinguen la política acertada de lo que no lo es. Lo políticamente correcto a veces poco tiene que ver con la verdad y la decencia, lo que pone de manifiesto que la política se rige más bien por lo que más conviene en cada momento, lo cual no deja de ser preocupante.

 

 

6 Relativismo moral

 

Del mismo modo que la ausencia de verdades absolutas nos conduce al relativismo intelectual, la negación del Bien objetivo nos conduce al relativismo moral. Ambos discurren paralelos. Si no podemos conocer la verdad del hombre dificilmente podremos saber cual es el bien que le es propio. Si desconocemos el auténtico fundamento de la dignidad humana difícilmente nos vamos a librar de cosificar al hombre y convertirle en un objeto más.

 

 Hacer depender el bien y el mal de la propia voluntad individual o de la conciencia colectiva es caer en la pendiente del subjetivismo. Pensar que todos los valores son invenciones humanas y que por tanto todos los códigos morales tiene igual validez es dar  legitimidad a conductas averrantes, abrir las puertas para que se sigan utilizando prácticas deshumanizadas, como pueden ser las limpiezas étnicas, dejar morir a bebés deformes, matar a personas ancianas, impedir  nacer a quienes tienen todo el derecho a la vida . Si arrancamos del supuesto que no es el hombre el que está llamado a someterse a una norma moral objetiva, sino que es ésta la que ha de someterse a la voluntad del hombre  entonces no sólo nos condenamos de por vida a vivir en la más absoluta arbitrariedad, haciendo posible el todo vale, sino que estamos cerrando todos los caminos a la reforma ética. Cuando prescindimos de todo principio absoluto y referencia seguras comenzamos a cuestionar no digo ya determinadas normas morales, sino que lo que estamos cuestionan la misma ética como ciencia fiable.

 

 Aún con todo  el relativismo moral nunca podrá impedir que el hombre sea un sujeto moral y que se siga preguntando por el bien y por el mal. En la vida todas las personas ponemos en práctica algún tipo de código moral, aunque ello no signifique que tenga que estar sustentado en un planteamiento ético consistente . Cualquier hombre sea quien sea no puede eludir permanentemente su compromiso moral. No va bien con la naturaleza humana un estado permanente de amoralidad. Hasta el más ayecto dispone de su código moral para uso personal, lo que sucede es que cuando este código no dispone de un criterio moral objetivo corre el riesgo de caer en el  capricho y en el egoísmo insolidario, con lo cual no es propiamente de ética de lo que estamos hablando. Tal vez por esto el relativismo ético, consciente de este riesgo ha introducido un nuevo elemento, basado en la crítica interna del sistema de valores y así exige que cualquier proposición moral  sea susceptible de ser valorada en referencia al rigor lógico dentro de un contexto más amplio. De este modo se viene manteniendo la esperanza de que haciendo uso de la autocrítica  se pueda avanzar moralmente  hasta alcanzar un consenso de carácter universal .

 

Sucede no obstante que la esencialidad  del relativismo sea de tipo moral o de otro tipo  está en la versatilidad y ésta no se aviene fácilmente  con el rigor y la consistencia. Dos respuestas  diferentes ante la misma situación pueden resultar igualmente válidas, de modo que simultáneamente se puede  defender el derecho a la vida y el derecho al aborto. Por otra parte nos podemos encontrar con posturas morales contrapuestas que en atención a contextos diferentes pueden resultar ambas congruentes. Así sucede que cuando existe un déficit de población se protege y valora la vida de las personas; pero en caso de superpoblación cualquier animal de especie protegida vale más que la vida de un hombre. Estos no serían más que dos ejemplos de los muchos que se podrían poner para demostrar la incongruencia del relativismo ético. 

 

Si la validez de una proposición moral la hacemos depender  de su coherencia interna dentro de un determinado  sistema moral en el que está inserta, debiéramos tener previamente resuelta la cuestión que viene planteada en estos términos ¿de que criterios disponemos para elegir, entre varios sistemas morales igualmente coherentes  y saber cual es el mejor? la pregunta en cuestión nos vuelve a colocar en situación de insuficiencia para poder fundamentar cualquier valor, incluso el de la tolerancia, que se muestra como santo y seña del relativismo moral. Podemos seguir hablando de derechos y valores básicos como el respeto, la libertad, la solidaridad; pero en tanto no se les encuentre un fundamento real y objetivo no pasan de ser meras suposiciones. Es así como hemos llegado a una situación tal de incertidumbre, a la que nos hemos ido acostumbrado, y que la hemos aceptado como compañera de viaje sin saber muy bien  hasta donde  puede conducirnos.

 

Un largo proceso de relativización nos ha ido conduciendo a este vacío moral en el que hoy nos encontramos, que hace que cada cual vaya moviéndose en la vida como puede. Ante tal situación Callingwood, profesor de filosofía de la universidad de Oxford en tono irónico comentaba: " La única conclusión a la que pueden llegar los estudiantes cuando oyen decir a sus profesores que no pretenden darles ni ideales, ni principios es ésta: como no puedo para orientar mi vida confiar en el pensamiento , ni en los pensadores, ni en los ideales, ni en los principios, tendré que aprender de los que no fueron pensadores ( sino imbéciles), inspirarme en un proceso que no sea el pensar , sino la pasión , proponerme objetivos que no son ideales , sino caprichos, normas que no sean principios sino sólo reglas de convivencia” .

 

Nada de lo que llevamos dicho menoscaba el papel primordial que la conciencia personal juega en el comportamiento moral , ella es y así viene reconociéndose desde antiguo, la norma subjetiva de moralidad, también son de tener en cuenta las circunstancias cambiantes que concurren y que tanto pueden afectar a la moralidad del acto, todo ello  de indiscutible importancia, pero también perfectamente compatible con la búsqueda de un criterio objetivo fundamentado en el bien moral que tuviera valor por si mismo y cuya naturaleza estuviera ligada al ser y la dignidad del hombre. Semejante planteamiento que parte de que hay que saber primero lo que se es para poder después llegar a saber lo que se debe hacer no ha gozado, todo hay que decirlo, de universal consenso, algunos, como  Moore, piensan que es indebido el salto del ser al deber ser y lo han bautizado con el nombre de falacia naturalista. Si esto fuera así y estuviéramos como se dice ante una falacia, ello nos obligaría a plantearnos la cuestión en otros términos sin salirnos de la esfera moral y comenzaríamos preguntado ¿ Que es lo que hace que el hombre sea más hombre?  ¿ Que es lo que le hace ser más libre ? ¿ Que es lo que le hace más  digno y más humano? En definitiva ¿que es lo que puede llevarle a su plena realización o sea a su fin último? La respuesta que diéramos a cada una de estas preguntas  y a algunas más nos iría acercando a ese bien moral que andamos buscando.

 

Naturalmente una respuesta autorizada y suficientemente abalada a estas cuestiones no es posible sin recurrir a un Bien Absoluto , que sólo puede ser Dios , como fundamento de todos los bienes humanos, que es tanto como decir morales 

 

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