Siempre se ha pensado que el
deseo de Felicidad era una de esas aspiración universales que
hermanan a los hombres . Felices quieren
ser los pobres, los ricos, los blancos , los negros, felices queremos ser
todos. Algo parecido sucede con
En torno a estas cuestiones
fundamentales ha habido quienes han encontrado respuestas positivas; pero
también ha habido gentes que no han podido superar las dudas e incertidumbres.
El sí y el no de la verdad de las cosas
ha sido una constante histórica que ha
venido alimentando la tensión agónica del pensamiento humano. Desde tiempos de
Sócrates han existido hombres dispuesto a morir por la verdad, mientras otros
pensaban que el mundo de las ideas no
pasaba de ser un juego de sutiles
recursos dialécticos. En cualquier caso el ser o no ser de las cosas ha sido y
seguirá siendo la cuestión fundamental en la vida de los hombres. Cuestión
fundamental porque de ella depende todo
lo demás.
A lo que parece la cultura de
nuestro tiempo se muestra preocupada tan solo por las verdades provisionales y
concretas de la vida real, aquellas que pueden traducirse en mayor bienestar
material y que se rigen por criterios de utilidad y conveniencia , hasta el
punto de llegar a identificar lo verdadero con lo útil, en cambio se ha dejado
de prestar atención a ese otro tipo de verdades trascendentes que afectan a la esencialidad
del hombre y en las que nos jugamos nuestro destino. Aún así el hecho es que el
hombre sigue ahí con sus problemas e interrogantes de los que nunca va a poder desembarazarse en tanto no
disponga sus oídos a escuchar la voz que
le llega desde lo más profundo de su ser, por encima de fanatismos infundados y
de relativismos corrosivos.
A mi me gustaría comenzar
diciendo que la verdad del hombre y
de las cosas existe, que está ahí, que su descubrimiento es cosa de todos y que
nadie excepto Dios es poseedor absoluto de las mismas. Éste es un terreno en el
que nadie puede arrogarse monopolios
exclusivistas, nadie debiera pensar que de un lado está todo el mal
y error y del otro toda verdad y bien.
Me gustaría decir que nuestros logros en el campo del saber son siempre
parciales, decir también que las verdades no son todas de la misma naturaleza y
que lo mismo que se puede hablar de verdades universales e intemporales se
puede hablar de verdades del aquí y el ahora. Verdades que pueden ser las tuyas
y verdades que pueden ser las mías, en
consonancia con nuestra libertad, verdades que pueden serlo para unas culturas
y verdades que pueden serlo para otras,
de modo semejante a como sucede con las leyes positivas. Todo esto puede ser
así porque existe
Nuestras representaciones del
mundo no agotan nunca su complejidad, siempre son versiones incompletas de una
realidad sobrecogedora que nos trasciende y a la que sólo podemos acceder desde
nuestra perspectiva personal. A nadie debiera resultarle preocupante escuchar
cosas como éstas.
Ya desde
tiempos de
Buscar la
verdad no crearla es la tarea común de todas las culturas. En el camino a esta meta los hombres todos estamos llamados a encontrarnos, porque
sólo en la verdad última de nuestro ser
encontraremos el verdadero fundamento de nuestra dignidad de hombres que
a todos nos iguala. Desaparecidos del horizonte humano la verdad y el bien ya
sólo queda el interés personal. Desde
que allá por los comienzos del siglo pasado William James identificara la
verdad con la utilidad hemos visto como en la sociedad del bienestar lo único
que cuenta son los éxitos , son los resultados. Preguntad qúe es la verdad en el mundo de las
finanzas, preguntad a los estadistas cual es lo políticamente correcto,
preguntad a la gente de la calle donde
está la verdad de sus vidas. Perdida la pasión por la verdad el hombre ha
dejado de ser lo que debería ser y todo
está menazando ruina. Mientras la
verdad y el bien no queden rehabilitadas, todos los intentos que se hagan por
rehabilitar al hombre están condenados al fracaso
2 Los supuestos del Relativismo
Cultural
Lo preocupante comienza cuando se
da vuelta de tuerca y se llega a decir que no hay hechos que sólo existen
representaciones. Cuando se llega a decir que la verdad no hay que buscarla
sino que hay que crearla, que todo es opinable porque las cosas acaban siendo
como a cada cual le parece. Preocupante, digo, porque si no existen verdades
inamovibles en las que a modo de pilares puedan servir de asidero, todo se
desmorona . Si no existe ningún referente seguro en nuestro horizonte
espiritual estamos condenados a vivir perdidos y desorientados y esto es
precisamente algo de lo que está pasando en nuestro mundo industrializado.
Hay voces como la de Marcelo Pera
( Presidente del Senado italiano y catedrático de filosofía de la ciencia) que
nos alertan de que “ Los males que corrompen a Europa están en relación con el
relativismo. De un tiempo a esta parte estamos asistiendo a un intento desesperado de acoso y derribo de todo lo que
suene a principios inamovibles y patrones universales válidos para todos los
tiempos y lugares en los que se han venido sustentando las naciones, las
sociedades, las familias , las instituciones, las personas.
Esta oleada de relativismo hace
tiempo que comenzó a detectarse en el ámbito cultural. Con Jhon Dewey fue
tomando cuerpo la idea de que culturalmente hablando nada hay fijo universal e
inmutable, sino que todo es cambiante en consonancia con las circunstancias;
pero habría de ser Oswald Spengler quien
de forma aún más rotunda y manifiesta
diera expresión al relativismo cultural. Para este pensador alemán nada hay
absoluto ni universalmente verdadero, no lo son la filosofía , la ciencia ni
siquiera la matemática. No hay verdades eternas, cada época y cada cultura
tiene su propia verdad. Este es el mensaje que se desprende de su famoso libro
“
Para este tipo de relativismo los
distintos elementos culturales cumplen la misión que puede cumplir el idioma en
cada pueblo y así como no tiene sentido preguntarse si un idioma es más
verdadero que otro, tampoco lo tendría el preguntarse si una cultura inspirada
en le Vudú s más verdadera que la inspirada en la cultura greco –romana . Si
queremos evaluar las distintas
manifestaciones culturales hemos de hacerlo teniendo en cuenta el sistema en el
que están inmersas y ello hará que cada cultura a su modo seráía igualmente
portadora de verdad. Se trata de mundos a parte que hay que juzgarlos en razón
de su coherencia interna, ya que no existe un criterio de verdad que podamos
utilizar como patrón universal. Por esta misma razón los distintos
conocimientos en el campo de la filosofía y de la ciencia van siendo diferentes
según las épocas históricas.
El que algo sea considerado como
verdadero o no, depende del momento y las circunstancias. Lo que en el pasado
se vinieron dando como verdades intemporales y universales lo fueron
ciertamente; pero sólo dentro de un paradigma, que se mantuvo en pie durante un tiempo limitado, mientras duró el
consenso de la comunidad intelectual que le mantuvo en pie; pero cuando sus
miembros fueron muriendo fue acabándose también dicho paradigma. Incluso proposiciones
incontestables como parece serlo, que 4 es la mitad de ocho y el doble
de dos, serían verdaderas en el contexto humano; pero en otro contexto no lo
serían. El relativismo cultural a lo más que llega es a admitir una verdad
supraindividual, una verdad perteneciente a una cultura pero nunca una verdad
universal , incluso las propias verdades culturales llevan impresas su fecha de
caducidad que vienen marcada por su sitio de procedencia.
Las filosofías de Kuhn y sobre
todo de Karl Popper han encajado
perfectamente en este marco. Según la teoría de falsación de este último un
solo caso es suficiente para echar a bajo una teoría científica pero miles de
casos constados durante siglos son insuficientes para alcanzar la plena
certeza. Lo que quiere decir que nunca las adquisiciones científicas son
definitivas, sino provisionales. Siempre hay que estar a la expectativa con esa
ley científica supuestamente bien
probada por si pudiera producirse un fallo en cualquier momento. Si esto es
como nos dice Popper, en las leyes
naturales se pueden, producir en cualquier momento, estrepitosos fallos. Ojalá que esto no suceda cuando volamos a
Puestas así las cosa se ha
llegado a la conclusión de que lo que llamamos filosofía o ciencia no son más
que hipótesis teóricas que en nuestra sociedad representan el mismo papel que
las hipótesis mágicas representan en las
sociedades primitivas. No habría entonces diferencias notables culturalmente
hablando, sino que todas las culturas son iguales, expresión ésta que se puede
leerse en una enorme placa a la entrada del Museo Nacinal Antropologico de la ciudad de Méjico. Este es
también el sentimiento que comparten la gran mayoría de los antropólogos en consonancia
con el espíritu de ésta nuestra época marcadamente antiimperialista y muy
proclive a la tolerancia y al máximo respeto por el otro. Nada peor visto hoy
día que la descalificación. Salvaje diría Levi-Strauus solamente es quien llama
salvaje al otro”.
En el día a día que nos está tocando
vivir, el fenómeno de la inmigración es
noticia de primera actualidad y ello hace que temas como éste del relativismo
cultural tengan un significado y alcance especial, razón por la que nos vamos a
detener en su análisis y valoración.
3- valoración del relativismo cultural
A mi esto de Relativismo
Cultural me parece que como casi todo en
la vida puediera tener algo de positivo. Sobre todo pensando en los
malos estudiantes y espíritus perezosos que, sin duda, habrán de sentirse muy
satisfechos de saber que todas las culturas valen y valen lo mismo, lo cual les ahorraría cualquier tipo de esfuerzo en la
búsqueda de la verdad , porque con lo que
se tiene es suficiente, ¿ para que más , si al final todo es lo mismo?
También en el terreno de la cortesía el relativismo cultural puediera resultar
conmovedor. Imagínense Vds. lo
edificante que pudiera resultar la convocatoria de una convención planetaria sobre el desarrollo
que estuviera presidida por gurús.
Bromas a parte. Si la igualdad cultural de la que hace tiempo se
viene hablando, fuera efusión de un
sentimiento que proclama el universal
reconocimiento de la dignidad humana que a veces no ha sido reconocida a ciertas
personas por el mero hecho de pertenecer
a una cultura determinada, si fuera así, nada que objetar, más aún si se
propugnara la igualdad cultural como contrapeso al brutal imperialismo de
siglos pasados o como expresión protesta en contra del radical etnocentrismo ,
tal expresión no nos parecería del todo mal; pero no es este el alcance que se
quiere dar a esta expresión. Cuando se dice que todas las culturas son iguales
quiérese decir que todas las culturas están al mismo nivel intelectual y moral
porque la verdad y el bien son construcciones igualmente humanas.
El debilitamiento intelectual que
desde hace tiempo se viene padeciendo en Occidente nos ha llevado a un relativismo generalizado convertido hoy por hoy en santo y seña no
sólo de la filosofía contemporánea sino también de la sociedad en general.
Fruto de ello ha sido el
igualitarismo cultural que puede ser tomado por las culturas menos
desarrolladas como un alago, pero en el fondo lo que representa es un enorme
perjuicio. Alentar a ciertas culturas a seguir siendo lo que son e impedir el
progreso y desarrollo so pretexto de no
perder su propia identidad no deja de ser un enorme disparate. Cuanto más se
retrase la sustitución de la figura del Chamán por la del cirujano peor par
todos. Esto nos llevaría a pensar hasta que punto la teoría del relativismo
cultural está mal-interpretando los valores de solidaridad, tolerancia y
respeto.
Spengler como tantos otros fue
excesivamente duro con la conquista de América en la que pudo haber sus abusos
y cierta barbarie por parte de algunos; pero por muy relativista que uno quiera
ser ,es obligado reconocer que las aportaciones de España al Nuevo Mundo fueron
valiosísimas, no sólo en el orden
cientifico ,( el uso de la rueda, la imprenta por ejemplo) sino que lo fue también en el orden moral y religioso, donde se
cambiaron las prácticas de sacrificios
humanos por un mensaje de amor y perdón para todos los hombres . Por muy
relativista que se quiera ser, puestos a
comparar una cultura de corte greco-romano con una cultura canivalista no se
puede decir, que todo es cuestión de preferencias gastronómicas.
Al relativismo cultural se le
viene acusando de albergar en su seno
una interna contradicción . Sus seguidores niegan a los demás lo que de forma
gratuita se atribuyen para sí. Según ellos nadie debiera hablar de verdades
absolutas; pero ellos consideran que el relativismo lo es; porque si no lo
fuera así dejaría de ser defendible. Nada debe darse por seguro dicen;
pero ellos lo están de la postura que
defienden. Tan definitivas resulta este
tipo de objecciones, que pueden llevarnos a
pensar que el relativismo radical no es más que un contrasentido y sin
razón; pero olvidémonos de esto y pensemos que existe algún tipo de razones que
lo hace creíble; de inmediato se nos plantearía una nueva cuestión en estos
términos. Si no existe ningún horizonte de verdad estable ¿ Cómo mantener en
pie la idea de progreso? ¿A donde mirar para orientarnos en la vida?
A poco que nos introduzcamos en
el campo de la ciencia nos damos cuenta, incluso los no somos científicos, que
no es nada fácil mantenerse firme en el relativismo, Pues aún concediendo que
las verdades científicas lo sean en referencia a alguna teoría; ello no nos
impide pensar que el criterio por el que
se rige la ciencia es el de verificabilidad universal. Las verdades científicas
no están a expensas de lo que decidan los diferente grupos sociales. Las
verdades científicas no so productos que se distribuyen según los diferentes
grupos culturales . No se dan unas matemáticas para los negros y otras para los
blancos . Una física para los orientales y otra para los occidentales . No es
así como funciona la ciencia. Ahí tenemos una numerosa lista de hallazgos
científicos con carácter de absolutez y universalidad: la teoría heliocéntrica , la gravitación
universal, la circulación sanguínea, la existencia de átomos en la física y de
genes en la biología, verdades que nos
permiten hablar de progreso y avance científico. Ante nuestros ojos aparecen
cada día un nutrido catálogo de nuevas
tecnologías de las que los relativistas no ponen reparo alguno en aprovecharse
de ellas. El progreso científico y tecnológico se impone como una realidad
trascultural que se rige por criterios de universalidad. Se podrá decir que la ciencia tiene muchas limitaciones y
así es; pero siempre será otra cosa bien distinta de ese pseudo conocimiento
errrático que es la magia . A mi no me cabe la menor duda de que en un supuesto
caso de apendicitis aguda el relativista teórico más convencido se olvidaría de
sus principios y preferiría ponerse en
manos de un cirujano y no en las de un brujo
Estas y otras consideraciones por
el estilo nos llevan a decir con Habermas que la defensa del relativismo no
puede considerarse en modo alguno concluyente. Son muchas las dificultades que se le presentan al
relativista , algunas de ellas nada fáciles de sortear. Tal vez por ello el
mismo Popper se ve obligado a matizar su postura para
acabar diciendo que "aunque hoy hemos renunciado a la idea de
conocimiento absolutamente cierto no hemos renunciado a la idea de buscar la
verdad . Sin la idea reguladora de verdad la crítica carece de sentido".
Ya Aristóteles hace tiempo que había sentenciado que esta teoría no es cosa
de hombre y que va contra natura porque
los hombres sabemos que hay algo y no sólo lo sabemos sino que necesitamos
saberlo para seguir vivos. No va con la naturaleza humana renunciar a encontrar
un día el porqué y el para qué de nuestra existencia . El hombre no puede vivir
por mucho tiempo instalado en la inseguridad e incertidumbre; necesita de algo
a que agarrarse, es preciso creer en algo para seguir luchando; necesitamos de
la verdad y el bien para orientar nuestros pasos en dirección correcta.
Sin verdad la libertad del hombre no deja de ser
un sueño imposible , porque no es la libertad del hombre la crea la verdad sino
justamente al revés es la verdad del hombre la que nos hace libres. La libertad
de pensamiento no es para quien pueda decir del hombre todo lo que le venga en
gana sino decir aquello que le es propio. El relativismo ha de dejar de presentarse
como la liberadora del hombre porque desde el momento que rompe con toda
verdad, nada hay ya que pueda proteger al propio hombre que queda convertido en
un objeto fácilmente manipulable, expuesto a todos los caprichos y a merced de
los que mandan llámense como se llamen. A partir de aquí comienzan a tomar
sentido expresiones que nos hablan de la dictadura del relativismo que está
haciendo posible que la fuerza de la
razón sea sustituida por la razón de la fuerza. Siempre sucede lo mismo; cuando
se renuncia a las verdades
objetivas, a criterios fijos y estables
se acaba cayendo en manos de los oportunistas de turno que acaba por imponer
sus propios dogmas.
Esto es algo de lo que está
pasando hoy también en nuestra sociedad. Los hombres de nuestros tiempo vivimos
instalado en un relativismo que abarca todos los órdenes. No existe un
compromiso serio con la verdad y con el bien , Ya casi nadie cree en verdades
inmutables ni en amores que duren para siempre, las gentes se contentan con
verdades provisionales , para ir tirando y las parejas se juran amor eterno
mientras éste dure. Las semillas del pensamiento débil esparcidas en el último
tercio del siglo XX pueden haber comenzado a dar sus frutos: Esta disolución
del pensamiento está teniendo como resultado más llamativo el resurgir de la
opinión pública que es la que hoy por hoy se ha constituido en criterio
universal y seguro. Verdades tiene que haber porque el hombre no puede vivir
sin ellas, si se renuncia a aquellas verdades exigidas por la realidad de las
cosas habrá que inventar otras y de ello se encargará los creadores de la
opinión pública.
4 La opinión publica y el poder de los medios de comunicación
Cuando hablamos de que los grupos
de poder se encargan de imponer las verdades a los demás, no estamos hablando
de la fuerza física, existen modos más sofisticados. Hoy de lo que cabe hablar es de las influencias y
manipulaciones ejercidas por el poderoso entorno mediático. Los medios de
comunicación han llegado a tanto que se puede decir que ellos son los
verdaderos creadores de la opinión publica, que es tanto como decir que son los
verdaderos creadores de la verdad. El panorama actual no les podía ser más
propicio. Millones de ciudadanos tienen acceso diariamente a los periódicos, en
casi todos los hogares por modestos que sea entran las imágenes de televisión y
las hondas de la radio que van dejando su mensaje a unas mentes que acaban
sucumbiendo ante su fascinación. Para una gran masa de ciudadanos verdad es lo
que los medios de comunicación dicen y aquello que se callan es que no ha existido, carece de interés o es
falso. El silencio se ha convertido en la peor de las censuras, tanto más
cuanto que pasa desapercibida para la
gran masa de hombres que siguen creyéndose espíritus libres y bien informados.
El silencio condena al ostracismo a aquellas verdades que no interesa decir.
Los sujetos hoy día pueden pensar libremente se dice; pero ¿Quién verdaderamente pueen hacerlo sin
dejar de sustraerse a la influencia de los medios.
En este mundo nuestro donde se ha
desterrado
En los medios de comunicación nos
podemos encontrar con los defensores del
relativismo que al tiempo que piden respeto para todo tipo de opinión muestran un rechazo
visceral e inquebrantable a los que no piensan como ellos. Tolerancia para
unos intransigencia para otros. Son
respetuosos con el pluralismo social después de haber excluidos previamente
a todos
los que no les gustan. Un claro ejemplo de lo que estoy diciendo lo
encontramos en un famosisimo periodista columnista del diario El Mundo. Su
artículo del 27 de Noviembre 2005 trataba precisamente sobre este tema. En él
se podían leer frases como éstas:
"El actual relativismo filosófico y político es el nombre que puede
acoger , hoy por hoy, todas las tendencias del pensamiento occidental que se ha
hecho fragmentario, ocasional, abierto y múltiple , desde Roland Barthes a El nombre de la rosa.... el
relativismo tiene mucha fascinación para la mente europea , más en estos
tiempos que ha superado los grandes absolutismos políticos, religiosos y
filosóficos". Lo que no nos dice dicho columnista de donde le viene al
relativismo esa fascinación de la que habla. No nos dice tampoco cual es la
última razón que le lleva a enfrentarse de forma tan agresiva con una de las figuras más
importantes de finales y comienzo de siglo como lo es Benedicto XVI. Sin duda
en este su artículo como en otros quedan
patentes sus grandes dotes de escritor y
periodista, pero cuando se habla de temas como éste hace falta algo más, hace falta demostrar que
se sabe de que se está hablando. Aunque,
a decir verdad, esto es lo que menos importa a los lectores, que al final se
van a quedar con lo que dice un famoso periodista en un periódico de reconocido
prestigio.
Si no está respaldada por los
medios de comunicación ya se puede cansar de aducir razones y argumentaciones
la inteligencia más clarividente que no serán tenidas en cuenta, pues al
final con lo que la gente se queda es
con lo que se escribe en los periódicos o con lo que se ve en la televisión .
En un mundo donde no hay convicciones firmes pueden ser suficientes seis meses
de campaña bien dirigida y orquestada
para hacer de lo blanco negro y de lo negro blanco. Los dueños de los medios
tienen en sus manos el poder de convicción más grande que se haya conocido,
mientras sigan disponiendo del argumento irrefutable del dinero. Por arte de
magia la realidad al final aparecerá como los dueños de los medios quieran que aparezca. Algo semejante a lo que
sucediera en tiempos de los sofistas.
5 Relativismo político
Los medios de comunicación a
través de la opinión pública extienden su influencia también al mundo de la política. Hoy día en
gran parte de los países desarrollados, las masas son las que dan y quitan
poder. Es la aritmética de los votos la que al final decide los asuntos de la
política y a ella se recurre como
solución a todo tipo de problema que pueda presentarse. No existe
principio alguno que esté por encima de la decisión de la mayoría. El único dogma inapelable en los sistemas
democráticos es el respeto incondicional a los votos de los ciudadanos, ellos
son los que decide que es lo verdadero y que es lo falso, qué es lo que se debe
hacer y qué es lo que no se debe hacer. Ningún derecho natural es reconocido si
no lleva las bendiciones del parlamento, en cambio cualquier derecho positivo
puede quedar legitimado siempre que cuente con el apoyo suficiente. Todo
dependerá de lo que la mayoría quiera pues ella es la depositaria de la verdad,
de tal modo que la verdad sólo es verdad
si la vota la mayoría. En
A los sujetos, según se dice, se
les permite pensar libremente, tener las creencias acordes con su fe, adherirse
al sistema de valores que moral o religiosamente más les satisfaga; pero aún así no es fácil
sustraerse al relativismo político que al final acaba haciéndose presente en
todas las manifestaciones de la vida en la familia, en el matrimonio, en la enseñanza , en los
diversos ámbitos de la cultura. Nada hay escrito ni definido en este mundillo
de la política según las más puras exigencias del pluralismo relativista y esto
quiérase o no, coloca en situación comprometida a todos aquellos que tratan de
mantenerse firmes en sus convicciones, a los que creen en verdades y en principios inamovibles,
valederos tanto a nivel personal como a nivel público, ciudadanos que cree en
el pluralismo político; pero por coherencia no pueden aceptar que éste tenga que ser necesariamente
relativista. ¿ Por qué hay que dar como dogma, se preguntan, el que todo en política ha de
relativizarse? ¿ Por que ha de ser
verdadero lo que la mayoría diga?
Algo hay por encima de todas las
instancias políticas que es la propia dignidad del hombre que pide ser respetada,
algo hay por encima del Parlamento que son
Desde muy antiguo viene
considerándose a la política como el arte de hacer posible lo imposible sin
reparar en medios, porque como diría Gracián todo lo dora un buen fin. Desgraciadamente, al final, son los
resultados y no la ética, los que distinguen la política acertada de lo que no
lo es. Lo políticamente correcto a veces poco tiene que ver con la verdad y la
decencia, lo que pone de manifiesto que la política se rige más bien por lo que
más conviene en cada momento, lo cual no deja de ser preocupante.
6 Relativismo moral
Del mismo modo que la ausencia de
verdades absolutas nos conduce al relativismo intelectual, la negación del Bien objetivo nos conduce al relativismo moral.
Ambos discurren paralelos. Si no podemos conocer la verdad del hombre
dificilmente podremos saber cual es el bien que le es propio. Si desconocemos
el auténtico fundamento de la dignidad humana difícilmente nos vamos a librar
de cosificar al hombre y convertirle en un objeto más.
Hacer depender el bien y el mal de la propia
voluntad individual o de la conciencia colectiva es caer en la pendiente del
subjetivismo. Pensar que todos los valores son invenciones humanas y que por
tanto todos los códigos morales tiene igual validez es dar legitimidad a conductas averrantes, abrir las
puertas para que se sigan utilizando prácticas deshumanizadas, como pueden ser
las limpiezas étnicas, dejar morir a bebés deformes, matar a personas ancianas,
impedir nacer a quienes tienen todo el
derecho a la vida . Si arrancamos del supuesto que no es el hombre el que está llamado
a someterse a una norma moral objetiva, sino que es ésta la que ha de someterse
a la voluntad del hombre entonces no
sólo nos condenamos de por vida a vivir en la más absoluta arbitrariedad,
haciendo posible el todo vale, sino que estamos cerrando todos los caminos a la
reforma ética. Cuando prescindimos de todo principio absoluto y referencia
seguras comenzamos a cuestionar no digo ya determinadas normas morales, sino
que lo que estamos cuestionan la misma ética como ciencia fiable.
Aún con todo
el relativismo moral nunca podrá impedir que el hombre sea un sujeto
moral y que se siga preguntando por el bien y por el mal. En la vida todas las
personas ponemos en práctica algún tipo de código moral, aunque ello no
signifique que tenga que estar sustentado en un planteamiento ético consistente
. Cualquier hombre sea quien sea no puede eludir permanentemente su compromiso
moral. No va bien con la naturaleza humana un estado permanente de amoralidad.
Hasta el más ayecto dispone de su código moral para uso personal, lo que sucede
es que cuando este código no dispone de un criterio moral objetivo corre el
riesgo de caer en el capricho y en el
egoísmo insolidario, con lo cual no es propiamente de ética de lo que estamos
hablando. Tal vez por esto el relativismo ético, consciente de este riesgo ha
introducido un nuevo elemento, basado en la crítica interna del sistema de
valores y así exige que cualquier proposición moral sea susceptible de ser valorada en referencia
al rigor lógico dentro de un contexto más amplio. De este modo se viene
manteniendo la esperanza de que haciendo uso de la autocrítica se pueda avanzar moralmente hasta alcanzar un consenso de carácter
universal .
Sucede no obstante que la
esencialidad del relativismo sea de tipo
moral o de otro tipo está en la
versatilidad y ésta no se aviene fácilmente
con el rigor y la consistencia. Dos respuestas diferentes ante la misma situación pueden
resultar igualmente válidas, de modo que simultáneamente se puede defender el derecho a la vida y el derecho al
aborto. Por otra parte nos podemos encontrar con posturas morales contrapuestas
que en atención a contextos diferentes pueden resultar ambas congruentes. Así
sucede que cuando existe un déficit de población se protege y valora la vida de
las personas; pero en caso de superpoblación cualquier animal de especie
protegida vale más que la vida de un hombre. Estos no serían más que dos
ejemplos de los muchos que se podrían poner para demostrar la incongruencia del
relativismo ético.
Si la validez de una proposición
moral la hacemos depender de su
coherencia interna dentro de un determinado
sistema moral en el que está inserta, debiéramos tener previamente
resuelta la cuestión que viene planteada en estos términos ¿de que criterios
disponemos para elegir, entre varios sistemas morales igualmente
coherentes y saber cual es el mejor? la
pregunta en cuestión nos vuelve a colocar en situación de insuficiencia para
poder fundamentar cualquier valor, incluso el de la tolerancia, que se muestra
como santo y seña del relativismo moral. Podemos seguir hablando de derechos y
valores básicos como el respeto, la libertad, la solidaridad; pero en tanto no
se les encuentre un fundamento real y objetivo no pasan de ser meras
suposiciones. Es así como hemos llegado a una situación tal de incertidumbre, a
la que nos hemos ido acostumbrado, y que la hemos aceptado como compañera de
viaje sin saber muy bien hasta
donde puede conducirnos.
Un largo proceso de
relativización nos ha ido conduciendo a este vacío moral en el que hoy nos
encontramos, que hace que cada cual vaya moviéndose en la vida como puede. Ante
tal situación Callingwood, profesor de filosofía de la universidad de Oxford en
tono irónico comentaba: " La única conclusión a la que pueden llegar los estudiantes
cuando oyen decir a sus profesores que no pretenden darles ni ideales, ni
principios es ésta: como no puedo para orientar mi vida confiar en el
pensamiento , ni en los pensadores, ni en los ideales, ni en los principios,
tendré que aprender de los que no fueron pensadores ( sino imbéciles),
inspirarme en un proceso que no sea el pensar , sino la pasión , proponerme
objetivos que no son ideales , sino caprichos, normas que no sean principios
sino sólo reglas de convivencia” .
Nada de lo que llevamos dicho
menoscaba el papel primordial que la conciencia personal juega en el
comportamiento moral , ella es y así viene reconociéndose desde antiguo, la
norma subjetiva de moralidad, también son de tener en cuenta las circunstancias
cambiantes que concurren y que tanto pueden afectar a la moralidad del acto,
todo ello de indiscutible importancia,
pero también perfectamente compatible con la búsqueda de un criterio objetivo
fundamentado en el bien moral que tuviera valor por si mismo y cuya naturaleza
estuviera ligada al ser y la dignidad del hombre. Semejante planteamiento que
parte de que hay que saber primero lo que se es para poder después llegar a
saber lo que se debe hacer no ha gozado, todo hay que decirlo, de universal
consenso, algunos, como Moore, piensan
que es indebido el salto del ser al deber ser y lo han bautizado con el nombre
de falacia naturalista. Si esto fuera así y estuviéramos como se dice ante una
falacia, ello nos obligaría a plantearnos la cuestión en otros términos sin
salirnos de la esfera moral y comenzaríamos preguntado ¿ Que es lo que hace que
el hombre sea más hombre? ¿ Que es lo
que le hace ser más libre ? ¿ Que es lo que le hace más digno y más humano? En definitiva ¿que es lo
que puede llevarle a su plena realización o sea a su fin último? La respuesta
que diéramos a cada una de estas preguntas
y a algunas más nos iría acercando a ese bien moral que andamos
buscando.
Naturalmente una respuesta
autorizada y suficientemente abalada a estas cuestiones no es posible sin recurrir
a un Bien Absoluto , que sólo puede ser Dios , como fundamento de todos los
bienes humanos, que es tanto como decir morales