El siglo XXI aparece ante nuestros ojos como un viaje fascinante cargado de expectativas. Los acelerones de la historia nos tienen acostumbrados en los últimos tiempos a unas profundas transformaciones que hacen pensar que lo que es útil para hoy no sirve ya para mañana. En menos de 20 años hemos podido ser testigos como el campo de la informática ha puesto boca arriba, formas de vida, usos y costumbres. El mundo sigue evolucionando cada vez más de prisa y en ocasiones la realidad supera la misma imaginación. ¿Qué sucederá en las próximas décadas?. Expectativa, mucha expectativa; pero la expectativa no es la nota distintiva con la que se presenta este nuevo siglo que acabamos de estrenar. Expectativas las ha habido siempre en los comienzos de un nuevo siglo, incluso, más; recuérdense las famosas expectativas del año mil. Lo verdaderamente significativo de este nuestro siglo, a mi modo de ver, lo encontramos en la actitud y el papel que los hombres van a jugar ante los acontecimientos venideros.
En los siglos
anteriores los acontecimientos eran interpretados bajo un cierto signo de
providencialismo o fatalismo ciego. Los hombres esperaban un porvenir más o
menos incierto de los cuales no se sentían dueños. Eran otras fuerzas las que
estaban por encima de las posibilidades del hombre. En cambio hoy el hombre se
siente más autosuficiente, se siente más
dominador. Nunca como ahora se ha tenido una conciencia tan clara, una actitud
tan desmesuradamente osada de que el hombre puede llegar a ser la medida de
todas las cosas. Sorprende el modo en que se hacen las previsiones de futuro,
casi todo está programado y se dan plazos de realización, que en ocasiones resultan ser más cortos de los que se había
pensado. Como todo lo desconocido genera miedo y esperanzas; pero están cifradas en la libertad del hombre, que
ésta sí que es impredecible. En gran medida
el siglo XXI habrá de ser lo que el hombre quiera que sea, el problema
está en qué habrá de ser aquello en lo el hombre del siglo XXI. La persona libre se siente
dueño de su destino, en manos de Dios; pero libre. Los hombres del siglo XXI
han depositado en le propio hombre sus esperanzas; pero al mismo tiempos
también el causante de sus miedos más profundos. Muchos asuntos pendientes,
muchos retos que afrontar, en el campo laboral, en el de la investigación, en
el desarrollo técnico, en el de la medicina, en el de la economía, en el de la
industria, etc
Uno de estos retos que a mi me parece más fundamental es conseguir que los hombres lleguemos a humanizarnos, a respetarnos unos a otros, que lleguemos a comprender que hay algo que nos hermana, cual es la naturaleza humana que todos compartimos en común y que nos otorga los mismos derechos y deberes fundamentales, la que nos hace ser sujetos de un mismo destino y nos hace sentir los mismos miedos y tener las mismas esperanzas. La situación en la que nos encontramos al comenzar este siglo nos obliga a pensar en los demás, más aún nos obliga a ser justos y solidarios. Ésta sin duda sería una de las obligaciones más urgentes. Los desajustes económicos tienen que ser corregidos y hemos de ser capaces de construir una sociedad más justa y equilibrada . No puede ser que mientras unos derrochan a manos llenas otros se estén muriendo de hambre, La tragedia que hoy padece media humanidad no es fruto de una catástrofe natural sino que es un asunto en el que tiene que ver la voluntad del hombre y al que se le podía poner remedio . y el no hacerlo es un signo de deshumanización . Recursos naturales hay de sobra para que la población mundial pudiera vivir con cierto desahogo , el problema está en el reparto y administración de los bienes naturales . El mundo como obra de Dios y que es debiera ser entendida como patrimonio de todos. El mundo no fue hecho en beneficio de unos pocos, es obra de Dios creada para todos podamos vivir dignamente con nuestro trabajo, pero la triste realidad es que sólo unos cuantos son los que la disfrutan. Llegado es el momento de abrir las puertas a quienes hasta ahora las han tenido cerradas y borrar del diccionario la palabra marginación, comenzar a pensar en una igualdad en los derechos y en los deberes de las personas en razón de su dignidad, repartir los bienes de la tierra según una justa proporcionalidad y prestar más atención a quienes los mismos derechos a tener una vida digna .
En otro orden de cosas la familia humana está llamada a vivir en una inter- relación mutua lejos de egocentrismos e individualismos. Todos somos importantes , todos somo necesarios y ninguno es imprescindible. Hemos de ir aprendiendo a sustituir el yo por el nosotros y cuando esto suceda todos habremos salido ganando. Una empresa apasionante tenemos por delante. Tan apasionantes son los tiempos que nos esperan que aunque no estén exentos de miedos bien podría decirse que representan un reto cargado de esperanzas