Hoy ya cansados de tanta especulación filosófica,
hemos optado por arrojar la toalla y nos hemos ido despreocupando de estas
cuestiones. Son pocos los que siguen interesándose por encontrar la verdad
sobre el hombre. Hoy como nunca nos sentimos extraños a nosotros mismos y
vivimos ajenos a los grandes
interrogantes humanos. Ni el antes , ni el después nos preocupa demasiado.
Hemos dejado de pensar en nuestro origen y destino. Lo que nos interesa es el
presente, lo que cuenta es vivir el momento actual y vivirlo a tope. El pasado, decimos ya es
historia y el futuro puede ser que nunca llegue. No debiéramos seguir buscando
más razones para explicar la profunda deshumanización que sufre nuestra
sociedad. Si los hombres no fuéramos
otra cosa más que sujetos
vivenciales del momento presente, si renunciáramos a nuestra conciencia
personal que es la que nos distingue del resto de los seres vivos, si dejamos
de hacernos esas preguntas trascendentales sobre nosotros mismos, habremos
dejado también de comportarnos como personas. Esto es un poco lo que está pasando en una sociedad como la nuestra
tan materialista y tan pragmática.
Urge recuperar nuestra dignidad de personas y
hacerlo por el camino trazado por los clásicos que en este terreno no es poco
lo que pueden enseñarnos. Recordemos a Sócrates que con toda justicia es
considerado como maestro de humanidad y que al igual que tantos otros insistía
en la trascendental importancia del encuentro con nosotros mismos. Ningún
conocimiento técnico como el de llegar a conocerse a sí mismo. ¿ De que nos
sirve descubrir los secretos de la naturaleza, si ignoramos lo fundamental sobre
nosotros mismos?
El
encuentro consigo mismo ha sido, una de las aspiraciones del hombre en orden a
su liberación y es de desear que siga siéndolo en el futuro. Volver la mirada
hacia nuestro interior es condición indispensable para que podamos ser seres
conscientes responsables y libres. Tratar de ser cada vez más hombres, más
humanos, mejores, es lo que en realidad importa. Según pienso, a pesar de todas
las diferencias que a unos y otros nos separan, tal aspiración puede ser
universalizable , en cualquier caso es una aspiración legítima que hace de la
vida humana una aventura fascinante con nuevos horizontes, como telón de fondo.
El hombre convertido en centro de nuestras preocupaciones es precisamente lo
que hoy más se necesita. A partir de aquí todo será más fácil y podremos comenzar a soñar con fundamento en
un mundo mejor, porque si algo debemos tener claro es que la revolución social,
ha de comenzar por la conversión interior de los corazones de cada uno de los
hombres y mujeres. No digas voy a cambiar el mundo, di simplemente voy a
cambiarme a mi mismo y habrás encontrado el verdadero camino de mejorar la
sociedad. En la medida que vayamos tomando conciencia de nuestras propias
responsabilidades personales estamos colaborando para que el mundo sea más
justo y más humano. Todo puede ser posible si comenzamos por aquí .
El hombre huye con cierta
facilidad de si mismo para volcarse en lo exterior. Siempre ha sido así.
“Aunque parezca paradójico, dice Ramiro Flórez, el conocimiento del hombre ha
sido siempre un objeto retardado entre la variedad de objetos que han atraído
el interés del saber. Los afanes inquisitivos se dirigen normal y primariamente
hacia el exterior, hacia la naturaleza...Para que el hombre dirija la mirada
hacia si mismo hace falta siempre alguna quiebra de esa actitud normal frente a
la naturaleza....Para que el hombre se conozca es necesario que se aparte de la
exterioridad, que se recoja en si y se mantenga en el abrazo de su propio ser”.
Ese gran desconocido para si
mismo, que es el hombre, necesita recuperar su intimidad para conocerse y
necesita conocerse para humanizarse. Uno de los empeños, que más merecen la
pena en nuestros días, es hacer sentir a los hombres y mujeres, la
necesidad de aspirar a una más plena
realización humana. Para ello no va a
ser suficiente con despertar afanes de saber orientados a vivir más cómoda y
confortablemente. Será necesario otro tipo de saber, que venga a poner mesura a
los arrebatos inmisericordes de la
técnica, que nos ponga a salvo de ideologías interesadas y nos libere de
servidumbres políticas. “Cuando lo que está corrompido es la raíz y el hombre,
a la vez y antes que las instituciones sólo una nueva raíz y un hombre nuevo
pueden resucitar los huesos calcinados y hacer de las ruinas edificio vivo”. (
O Cardedal) .
Hoy,
en tiempos de crisis, vacíos de utopías y de idealismos, plagados de
descontentos y frustraciones, vuelve a ser hermosa esa noble aspiración que
apuesta por el hombre, que apuesta por la presencia del espíritu en un mundo
materializado. Por diversas razones, a los viejos nos resulta más fácil
entender este mensaje.