2024-08-29

122.-La conjura de J. Maritain contra la cruzada española

 



 Si nos atenemos a sus propias palabras, estamos ante un personaje que nunca quiso ser político, sino tan solo moralista y pensador, que tampoco quiso ser de derechas ni de izquierdas, sino neutral siempre en el fiel de la balanza. Lo que sucede es que una cosa es lo que cada persona piensa de uno mismo y otra bien distinta lo que en realidad se es. Todo parece indicar que Maritain estuvo metido en política hasta las chanclas y además no fue tan ecuánime como hubiera sido de desear, bordeando en más de una ocasión lo permisible, dada su condición de católico.

Ya desde muy joven después de su conversión al catolicismo, le vemos militar en el partido de la “Acción Francesa” liderado por  el agnóstico Charles Maurras, un partido que  subordinaba la religión a la política y no se atenía a las directrices emanadas de Roma . En 1926 dicha asociación política fue condenada por Pio XI y más tarde en marzo de 1927 son excomulgados los militantes del partido, pudiendo librarse de la condena el propio Maritain, después de reconocer haberse equivocado abandona el partido.  
Más tarde volvemos a verlo metido en otro fregado, cuando en 1948 se involucra en la defensa del derecho a la libertad religiosa, en un momento en que sobre la misma pesaban dos condenas: la de Gregorio XVI que aparece en la encíclica “Mirari vos” y la de Pio IX que puede verse en la encíclica “Quanta Cura”. Semejante actitud liberaloide del francés, no gustó en las filas católicas, por lo que  no faltaron quienes pidieron que fuera inmediatamente excomulgado. Aún con todo lo más grave de sus intromisiones políticas fue, sin duda, su posicionamiento en lo referente a la guerra civil española, sobre lo que nos vamos a centrar en este artículo.
  Su tendencias políticas estuvieron marcadas de una parte  por un fanatismo peneuvista- progresista en la linea del Sr  J Antonio Aguirre,  siendo tenido como el director espiritual de esta formación  y de otra parte  por un visceral sentimiento de profunda antipatía hacia el Generalísimo del cual tenía la peor opinión, llegando a promover y suscribir numerosos documentos políticos contra él, faltándole tiempo para manifestarse en contra del alzamiento nacional,  al que combatió en el transcurso de la contienda, haciendo causa común con los exiliados españoles en Francia y manteniendo contactos con las autoridades republicanas, si bien lo más grave de todo es que Maritain  jugó un papel importantísimo a la hora de que  el PNV se viera obligado a tomar una decisión en orden a unirse o bien al bando nacional o bien al bando republicano.
Los debates y tensiones entre tradicionales y progresistas de esta formación política hacía casi imposible tomar una decisión sin que el partido se rompiera por la mitad ya   que había varios intereses de por medio.  En la balanza de los progresistas pesaba mucho la aspiraciones democráticas  reformistas y por supuesto el deseo y la intencionalidad de sacar adelante el Estatuto de Autonomía  y la Constitución de un gobierno vasco.  Todo ello era posible con el Frente Popular pero no con el Bando Nacional.  Para los tradicionalistas en cambio lo que contaba sobre todo era el factor religioso, bastante arraigado en el pueblo vasco. No olvidemos que fue precisamente D Manuel de Irujo, destacado peneuvista, quien en su día pronunciara la famosa frase. “Somos primero católicos (porque Dios es lo primero), segundo personas y tercero nacionalistas”. Por si fuera poco, los obispos de Vitoria (Mateo Múgica Urrestarazu) y de Pamplona (Marcelino Olaechea Loizaga), en su famosa pastoral de agosto de 1936, habían condenado como ilícito la unión del pueblo vasco con las izquierdas marxistas, enemigas del cristianismo”. Pareciera en un principio que el argumento religioso en un pueblo de creencias tan arraigadas iba a ser definitivo, pero Maritain intervino para que no fuera así. ¿Cómo lo hizo? pues negando que la guerra civil tuviera que ver nada con la religión. Así como suena. El pensador francés se empleó a fondo para convencer a propios y extraños de que la guerra civil española fue ajena a toda motivación religiosa, como si la persecución religiosa en la España Republicana  la más sangrienta y cruel de  toda la historia del cristianismo,  hubiera sido una broma ,  como si la multitud ingente de mártires, que regaron el suelo español con su sangre generosa al grito de “por Dios y por España”, hubiera sido una teatralización en la que unos jugaban a ser víctimas y otros a ser verdugos. Está claro que el político Maritain no quiso o no supo ver que  en el Bando Nacional  se luchaba por  España Una , Grande y Libre bajo el signo de la cruz , mientras que el ideal  por el que luchaba el bando rojo era la hoz y el martillo. Aún con todo la tesis de Maritain  que afirmaba que sacralizar la guerra civil era cometer un blasfemia es lo que necesitaban oir muchos vascos para aliviar sus conciencias, el hecho en cuestión fue que a últimos de septiembre o primeros de octubre de 1936, de forma un tanto sigilosa, se consumaba un pacto de alianza político-militar entre el Frente Popular  y el PNV y cuando el primado de la Iglesia Española, Monsr. Isidro Gomá pidió explicaciones   al presidente del PNV el Sr José Antonio Aguirre de lo que había sucedido, éste se limitó a reproducir el mismo argumento esgrimido por Maritain diciendo que esta guerra nada tenía que ver con la religión.
 De nada serviría   la Carta colectiva de la Conferencia Episcopal Española donde se rechazaba el planteamiento del francés, de nada serviría  igualmente que el dominico Menéndez Reigada en su libro “ La guerra Nacional Española ante la moral  y el derecho, publicado en 1937 se le enfrentara poniendo de manifiesto  que: «La guerra nacional española es guerra santa, y la más santa que registra la historia...» o que infinidad de intelectuales le rebatieran contundentemente, como fue el caso de Julio Meinvielle quien le acusa de haber cometido una cadena de errores que podía ser aprovechada por el comunismo. Incluso el historiador antifranquista Madariaga se expresaba de esta forma contundente Nadie que tenga buena fe y buena información puede negar los horrores de aquella persecución durante años. Bastó únicamente el hecho de ser católico para merecer la pena de muerte, infligida a menudo de las formas más atroces”. Nada ni nadie le hizo entrar en razón, todo fue inútil , la tozudez del francés le impidió abrirse a la evidencia, traicionando la causa de los mártires. 
 Su comportamiento durante el tiempo que duró la guerra civil   siguió siendo el que corresponde a un vasco honorario  comprometido con el ideario político independentista del Sr   J Antonio Aguire, que  anduvo vagando  en el exilio como un fantasma. Ambos estaban en completa sintonía en orden a pensar que existía un nexo necesario entre democracia y cristianismo de modo que era imposible entender éste sin aquella, lo cual unido a la negativa maritaineana de considerar el levantamiento nacional como una cruzada, hizo que  el pensador francés fuera tratado con la máxima admiración, dejándole que hiciera de embajador de la causa vasca, no solo en Paris , también en el Vaticano  y en el mundo entero  

 Fue mucho el apoyo prestado por el francés a sus amigos vascos en detrimento de la España Nacional. A través de la correspondencia con Onaindía, sacerdote vasco  encargado de los asuntos eclesiásticos y las relaciones con el Vaticano , se ha podido saber  la estreche vinculación entre el gobierno vasco  y Maritain, quien hizo todo lo que  humanamente se podía hacer en favor de la cusa vasca.  Uno y otro trabajaron conjuntamente para mejorar las relaciones del gobierno republicano con la Sta. Sede, sabedores que si obtenía el apoyo de Roma tenían la mitad del camino andado.  Maritain  por su parte extendería sus tentáculos para hacerse presente en los foros internacionales e influir en los medios de comunicación,  escribiría artículos a favor de la comunidad vasca, trataría  de abriles las puertas para que se relacionaran con gente influyente en el  mundo de la cultura y gracias a él, Alberto Onaindía lograría conectar con las jerarquías del Vaticano, lo que no llegaría a conseguir del Vaticano,  sería la condenade la guerra civil , sino todo lo contrario, Pio XII en el telegrama enviado a Franco, le felicitaría efusivamente por la victoria con estas palabras Levantando nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con V.E. deseada victoria católica España.

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