Uno de los rasgos que mejor definen al Maritain político es su fobia contra el
nacional catolicismo lo cual unido a su simpatía por el separatismo vasco, le convertirían en un
personaje siniestro para los intereses de España. Eran los tiempos del
posvaticanismo, que en la España franquista fueron especialmente turbulentos,
quedando magníficamente reflejados en el libro del Sr. Blas Piñar, con el
título. “ Mi réplica al cardenal Tarancón “. Sabido de todos, es que en la segunda mitad del siglo pasado, la
Iglesia Católica tenía como máxima
aspiración el hacerse presente en un
mundo que cada vez se iba alejando más de Dios, encontrando en Maritain el
personaje idóneo para poder realizar este cometido, él fue ese hombre que
siempre creyó en la posibilidad de
dar respuesta a los desafíos de los nuevos tiempos,
revitalizando y sacando fuera de los
claustros, el pensamiento tomista del cual el llegó a ser un verso libre..
No se trataba ya de imponer nada a nadie, sino simplemente de
proponer y entablar un diálogo amistoso de igual a igual. Se pensaba que había
llegado el momento de desacralizar la política
y los asuntos de estado para comenzar a diseñar un humanismo cristiano
más en consonancia con los tiempos que
corrían, que habría de tener como
referente al humanismo integral ideado por Maritain, elogiado por la
cúpula vaticanista, especialmente `por su amigo, discípulo y admirador ,
el cardenal Montini , que acabaría siendo Pablo VI, razón por la cual el pensador francés acabó convirtiéndose en el inspirador del
Concilio Vaticano II, al menos por lo que a
cuestiones político-sociales se refiere. Igualmente habría de ser tomado
como el interlocutor católico que menos sospechas podía generar,
cara al intelectualismo moderno, ya que desde hace tiempo venia mostrándose
como un pensador personalista, defensor de la libertad de religión, demócrata
proclive al liberalismo, enemigo acérrimo de la confesionalidad del
estado y a favor de un “Estado laico vitalmente cristiano” con capacidad de conciliar las aspiraciones
cristianas con las corrientes modernas de pensamiento. De lo que se trataba
era de abrir las puertas de par en par
y entablar un dialogo abierto con el
mundo, creyendo que de este modo los que estaban fuera podrían convertirse y entrar dentro, pero la triste realidad fue todo lo contrario, fueron no pocos los
católicos que se pasaron a las filas
enemigas. Esto fue lo que sucedió y España fue un claro ejemplo de ello . El mismo Pablo VI, consciente de cuanto estaba
pasando, acabaría lamentándose en una alocución del 29 de septiembre de 1972,
con estas palabras: “ por alguna grieta el humo de satanás se ha colado en
el templo de Dios… Se creía que después del Concilio «vendría un
día soleado para la historia de la Iglesia. En cambio, ha llegado un día de
nubes, de tormenta, de oscuridad, de investigación, de incertidumbre”.
La apertura
hacía el secularismo por parte del sector progresista en la línea de Maritain
traería consecuencias nefastas para Iglesia Española, que
afectarían negativamente a toda la Nación. En la última etapa del
régimen franquista fueron apareciendo en nuestro territorio admiradores del filósofo
francés que siguiendo el proyecto en marcha, trabajaron denodadamente a favor
de la operación de desenganche de la
Iglesia Española con respecto al Estado y de este modo poder poner fin al Nacional-
catolicismo. Para llevar a acabo tal
operación de desenganche, el Vaticano procedió aceleradamente al relevo de 35
obispos de libre designación, cuya tendencia política fácil es de imaginar; fue
el momento a partir del cual, en la Iglesia Española comienza a vivirse un
periodo de incertidumbre.
Esta situación favoreció a los elementos subversivos que
estaban esperando la ocasión. Aprovechando el relevo de obispos y el cuadro de
mando, los agnósticos y ateos ,
especialmente comunistas, se infiltraron sin dificultad alguna en las
instituciones y organizaciones eclesiales con el fin de dinamitarlas desde de
dentro y vaya si lo consiguieron. La
pujante Acción Católica fue ideologizada
y en los grupos de apostolado seglar se infiltraron elementos marxistas
que con el pretexto de unas reivindicaciones justas, comenzaron a maquinar
contra el Régimen de Franco
Tan embarazosa llegó a ser la situación que
obligó a la administración franquista a tomar cartas en el asunto, porque a las
autoridades eclesiales seles había ido de las manos. De esta fecha son las
palabras de Carrillo agradeciendo al progresismo conciliar inspirado en
Maritain toda la ayuda prestada al partido comunista de España. “
Los católicos, aseguraba Carrillo, son nuestros más fieles
aliados…El comunismo nunca hubiera podido llegar tan adelante como ha llegado,
de no haber contado con la ayuda de la Iglesia Posconciliar”. (Le
Figaro 3 de febrero de 1967).
A río revuelto, también
el separatismo vasco que siempre tuvo a Maritain como valedor, intentó
sacar tajada. En los últimos años Franco tuvo que vérselas con unos vascos envalentonados que se frotaban las manos de ver como
Maritain comenzaba a tener un cierto
reconocimiento en España y sus ideas se abrían camino. En este escenario presidido
por la confusión hizo su aparición el
terrorismo de ETA , y tuvo lugar el caso
tan comentado del obispo Monsr.
Añoveros, que se atrevió a echar un
pulso a la autoridad civil y de no haber sido por la prudencia del jefe del
Estado, la cosa hubiera acabado como el rosario de la aurora. Tiempos turbulentos en fin. La democracia de
ser tenida como fruto venenoso del liberalismo pasó a ser el sistema político
exigido por el cristianismo, tal como había sido ideado por el pensador francés, cuya sombra alargada se proyectó sobre la España católica. Este
personaje, lógicamente no estuvo bien visto en nuestro suelo patrio. El Sr
Suñer llegó a considerarle como el
enemigo número uno de España ya que
desde el catolicismo al que él pertenecía se condenaba al nacional -catolicismo
surgido del espíritu del 18 de julio y ello
representaba tanto como tener el
enemigo en casa. Habría que decir que el católico Maritain no fue leal con la
católica España; pero aún así , Francisco Franco a lo hora de morir no guardó
rencor a nadie y sus últimas palabras
fueron una llamada a la reconciliación: “perdono a cuantos se declararon mis enemigos sin que yo
los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo
fueron de España”.