2023-05-27

200.-El Paráclito os conducirá por el camino recto

 

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 La palabra Paráclito deriva del término griego “parakletos” que significa abogado o consolador en clara alusión al Espíritu Santo que es la persona que en el misterio trinitario representa la fuerza del amor de Dios, que está dentro de nosotros, siempre dispuesta a  convertir nuestra alma en templo y morada suya, derramando sus dones generosamente. Quienes han sido testigos privilegiados de su presencia, aseguran que no puede haber deleite mayor y que  a nada más sublime puede aspirar el corazón humano que el de estar poseído por este dulce huésped. Es Él quien nos consuela en las tribulaciones, repara nuestras fuerzas cuando estamos cansados , quien nos anima cuando nos sentimos agobiados, manantial en medio del desierto, sombra que nos cubre y protege del sol abrasador.    

 

En aquel primer Pentecostés se hizo presente en forma de vendaval que todo lo trasforma, manifestándose así como la fuerza divina que todo lo renueva  y aún así, el Espíritu Santo  ha sido y sigue siendo el gran olvidado, que poco o nada representa en la vida de muchos cristianos. Fenómeno, éste, difícil de explicar . No se entiende, ciertamente, que quien es  riqueza inagotable y fuente de vida no sea apetecido y  supervalorado. Será tal vez porque  a los humanos instalados en un mundo de corporeidades nos resultan extrañas las realidades espirituales . A pesar de todo El Espíritu Santo Paráclito sigue llenando la tierra con sus dones

 

De una cosa debiéramos ser plenamente conscientes y es que por nuestras fuerzas nada podemos conseguir en el orden espiritual. Nada somos, nada bueno tenemos que nos pertenezca como cosa propia. Todo hemos de recibirlo del dador de la vida, del dispensador de la gracia. Cuando nos miramos por dentro, nos damos cuenta que lo único que poseemos como cosecha propia son los despojos de nuestra debilidad. En el mejor de los casos lo único que podemos ofrecer son nuestros buenos deseos y aún estos no serían posibles sin la acción del Espíritu Santo, por ello no nos queda más que refugiarnos en Él y pedirle que no se aleje de nuestras vidas, porque necesitamos que permanezcas dentro de nosotros. Demostraría no haber comprendido el secreto de la vida espiritual, quien pensara que con su esfuerzo todo lo podrá conseguir. Necesitamos del Espíritu Divino para que sea luz que ilumine nuestros ojos, aliento para nuestra vida, fuego para nuestro corazón helado.  Los carismas y los siete dones fluyen de Él como de una fuente desbordante trayendo savia nueva.

 

  Tuyo es el santo temor de Dios que nos aleja del pecado y mantiene abierta la esperanza. No ese temor servil fundado en la justicia vindicativa, que puede llegar a falsear la imagen de Dios, sino el temor filial que nos acerca al Padre y nos introduce en la libertad de los hijos de Dios.

 

Tuyo es el don de fortaleza que nos lleva a resistir valerosamente, como lo hicieron los mártires. Fortaleza para resistir sin desánimos los alfilerazos de cada día, que es otra forma de heroísmo. Fortaleza para ser constantes en nuestro esfuerzo de superación a pesar de las dificultades. Fortaleza en fin para luchar por lo que está al alcance de mi mano y también para renunciar a aquello que no es para mí.

 

Tuyo el don de la piedad que nos acerca al trato íntimo con Dios a través de las múltiples formas de comunicarnos con Él. Piedad que se traduce en cariño, como lo es la del hijo con el padre y la del padre con el hijo. Es este el don que nos conduce hasta donde no llega la justicia y nos hace llorar con el que llora y sufrir con el que sufre.

 

Tuyo el don de Consejo para que seamos prudentes en las diversas determinaciones que hayamos de ir tomando a lo largo de la vida, que nos dota de la prudencia necesaria para que seamos juiciosos en el ejercicio de nuestras responsabilidades. Soplo sutil que a veces percibimos en forma de un impulso y a veces en forma de presentimiento. Antorcha que nos permite salir del túnel en medio de nuestras dudas y vacilaciones.

 

Suyo es el don de ciencia que nos lleva a descubrir la grandeza divina en las huellas existentes en todo lo creado. Ciencia para conocer que todo lo humano y sobrehumano es de Dios y para Dios. Ciencia para conocer, que sólo una cosa es necesaria.

 

Suyo el don de entendimiento por el que se va perfeccionando nuestra fe y nos mantenemos abiertos al misterio, en actitud humilde; convencidos de que el entendimiento sometido a la fe es más entendimiento y el teólogo es mejor teólogo cuando hace teología de rodillas

 

Suyo el don de la sabiduría que nos lleve a contemplar a Dios como fuente de toda Verdad, Bondad y Belleza. Un saber de Dios que no se da sin el amor, él es el don de los enamorados que lleva a penetrar la intimidad divina. Sabiduría en la que ya no se discurre, simplemente se contempla.

 

Suyo es el mejor de los dones que es Él mismo que se nos da en abundancia a todos los que le invocan y le dicen ven. Ven maestro de ignorantes, enjugador de lágrimas, valedor de desamparados, riqueza de los pobres, médico de enfermos, vigor de desfallecidos. Ven siempre Espíritu Divino.

 

Nuestra súplica humilde y sencilla en este día de Pentecostés es la de que no nos falte la fe, incluso en esas noches oscuras en que el cielo aparece sembrado de nubarrones. Nuestra fe, bien lo sabes, se debilita cuando arrecian las tormentas por eso hemos de dirigirnos a Ti, como aquel hombre del evangelio para decirte: “Creemos, Señor, pero ayúdanos en nuestra  incredulidad”. Danos Señor esa fe que no tiene otras razones que la plena confianza en Ti. Esa fe que se ha ido fraguando en el silencio interior, sin preguntas ni respuestas y que es capaz de mover montañas.

 

Tengo esperanza también y de ella vivo. ¿Cómo se podría vivir sin esperanza? Por eso te pedimos que no nos falte nunca el consuelo de tu promesa de que un día, el bien triunfará definitivamente sobre el mal y todos nos podamos alegrar de la universal restauración de la realidad creada. Quítanos si quieres los consuelos humanos pero déjanos intacto el tesoro del Dios de la esperanza 

 

 Una última cosa te pido, enséñanos a amar  con un amor que apunta al cielo y tiene nombre de caridad, porque con ese amor nada hay que sea pequeño y sin él nada hay que merezca la pena.  Al final de los tiempos la fe y la esperanza pasarán y solo nos quedará el amor de Dios. Nos quedarás Tú que eres fuego de Caridad    

 

 

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