2022-12-30

194.- Manipulación democrática de la libertad

 


De modo altanero se viene diciendo que nunca como en estos tiempos democráticos hemos disfrutado de tanta libertad en occidente. Así dicho, pudiera parece hasta razonable.  El problema surge cuando entramos en detalles y comenzamos a analizar la cuestión en profundidad y nos encontramos con que no sabemos de qué libertad estamos hablando, ni tan siquiera sabemos si lo que hoy llamamos libertad es lo que en otros tiempos se conocía con el nombre de “libertinaje”. Es por ello que para irnos aclarando un poco convendría reparar qué es y cómo debe entenderse la verdadera y auténtica libertad. ¿Se tiene hoy un concepto recto y preciso de lo que es la libertad?  ¿Se tiene hoy conciencia clara de que la libertad no es fin en sí misma sino tan solo un medio o instrumento? ¿Somos conscientes de que la verdad   es condición indispensable de la libertad?  ¿Puede un sujeto ser libre sin ser dueño de sí mismo? ¿Sabe la gente que la libertad, como cualquier otra virtud ética, consiste en un punto medio, pudiéndose hacer mal uso de ella, tanto por exceso como por defecto? Precisamente por este abuso en el ejercicio de la libertad, actualmente hay muchos ciudadanos que hoy día se lamentan de no poder transitar tranquilos por la calle a ciertas horas de la noche, ni ausentarse de sus casas, aunque queden clausuradas con siete llaves.

Naturalmente que la libertad es una exigencia de la dignidad humana, por eso todo el mundo la anhela, aunque no todos la entendamos de la misma manera; baste con decir que en su nombre se han cometido horrendos crímenes contra la Humanidad, lo mismo que ha habido quienes no han dudado en dar su vida por ella, para poder defender así los más nobles ideales.  ¿En qué situación nos encontramos actualmente en occidente? Tristemente hemos de responder a esta pregunta diciendo que el omnipermisivismo, heredado del existencialismo ateo de Sartre, nos ha conducido a un tipo de libertad sin normas y sin Dios, una libertad  omnímoda que consiste simple y llanamente en poder hacer lo que se quiere y no en la capacidad de hacer lo que se debe y de esto nos sentimos orgullosos.  “Dios no existe. No existe. ¡Alegría! ¡Lágrimas de gozo! ¡Aleluya! ¡Todo se acabó!… ¡Os he liberado! ¡Ya no hay cielo ni infierno! ¡Solo está la tierra!”. De esta alegría parece haberse contagiado occidente y al igual que el filósofo francés, entiende que es necesario negar a Dios, porque solo dentro del laicismo se puede vivir en libertad. Estamos ya hartos de oir decir que solo el estado laico es el único que puede ser garante “de la libertad religiosa” y “de la libertad de cátedra”, nunca el estado confesional, lo cual no deja de ser una solemne estupidez, tal y como los hechos históricos ponen de manifiesto.

La vieja España, en el régimen anterior, fue confesional que es esactamente lo que le correspondía ser por tradición e historia. Por eso, el Segundo Principio Fundamental del Movimiento rezaba así: “La Nación Española considera como timbre de honor el acatamiento de la ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana”.  El fundamento de la legislación  en la España de Franco mereció todas las bendiciones eclesiásticas. No solo esto, sino que el espíritu cristiano estaba presente en todas las instituciones del Estado Español, que pasó a ser un referente para un Occidente descreído y en clara decadencia moral y espiritual.  

Fueron los tiempos florecientes para la Iglesia del “Nacional Catolicismo”, en los que en modo alguno se anduvo a la caza de comunistas activos y beligerantes, por el contrario, los comunistas infiltrados en organizaciones religiosas como La Acción Católica, consiguieron desde dentro lo que les hubiera sido casi imposible conseguir desde fuera. El testimonio en su día, del líder comunista, Carrillo, lo dice todo: “ Los católicos, son nuestros más fieles aliados…El comunismo nunca hubiera podido llegar tan adelante como ha llegado, de no haber contado con la ayuda de la Iglesia Posconciliar”.  Había grupos de apostolado seglar en que los comunistas se movían como pez en el agua.   La situación llegó a ser tan escandalosa que obligó a la jerarquía a intervenir, me refiero a la jerarquía eclesiástica, no a la civil. Ésta y no otra, era “la supuesta opresión religiosa de la que habla la leyenda negra”  en contra  del estado confesional español, quien llegado el momento en que “la libertad religiosa” fue proclamada por el Concilio Vaticano II   se dio prisa para aceptarla sin ningún reparo y sin la menor resistencia, a sabiendas que el Estado podía seguir siendo confesional, como hasta ahora lo había sido, sin ningún problema.  Siendo esto así ¿cómo se puede afirmar que la “libertad religiosa” no puede quedar garantizada por un estado confesional? Otra cosa bien distinta es lo que viene sucediendo en la España aconfesional, consagrada por la Constitución de 1978 y gobernada por políticos descreídos, que no han cesado de atentar contra esta misma libertad religiosa. Desde hace algunos años la OLRC viene publicando estos ataques injustificados e injustificables.  Volvamos a los hechos, que nos demuestran que en España de hoy no son respetados los católicos ni su derecho a actuar como tales.  La cosa viene ya de lejos.

Allá por los años de 1986, se exhibía en un cine “sexy” de Madrid, el filme blasfemo e irrespetuoso titulado “Yo te saludo María”.  Pues bien, un grupo de católicos, de forma pacífica, se reunieron en la calle para rezar el rosario y la respuesta por parte de los guardianes del orden y de la libertad, no fue otra que la de utilizar la fuerza y la violencia para dispersarles.  Esta práctica se viene repitiendo con grupos pacíficos que se reúnen para rezar a las puertas de las clínicas abortivas.  En Julio de 2016, fue aprobada en la Comunidad de Madrid, por el gobierno de Cristina Cifuentes, la “Ley de Protección integral contra la LGTBI fobia”, quien llegó al extremo de multar al director del Colegio Juan Pablo II de Alcorcón, por no estar de acuerdo con este tipo de leyes. Ante estos casos, o semejantes, como puede ser la situación de los médicos no abortistas que quieren hacer valer la objeción de conciencia, el pueblo cristiano tiene que comenzar a sensibilizarse, tal como lo reconoce un colectivo de obispos andaluces en este comunicado: “Invitamos a todos, y muy especialmente al pueblo cristiano, a no permanecer pasivos ante el peligro que suponen los postulados de la mencionada ley para la libertad religiosa, de educación y de pensamiento”.

No solamente esto, hay otros casos que ponen en cuestión la libertad religiosa, como pueden ser: la supresión de símbolos religiosos en lugares públicos, la clase de religión en trance de desaparecer de las aulas, la exhumación de tumbas, la profanación de lugares sagrados que está a la orden del día , la presión a que ha sido sometida la Comunidad Benedictina y su inminente expulsión  del Valle de los Caídos, etc.  El pensamiento único plasmado en la ideología de género y la ley de memoria democrática, no solamente están acabando con “la libertad religiosa” sino también con la libertad de cátedra, toda vez que los docentes tendrán que ajustarse a la versión oficial del estado, por lo que respecta a cuestiones que pasan por ser consideradas como dogmas políticos, mientras  asistimos a este tipo de represión se tolera conductas y comportamientos contra natura  y se violan el derecho natural a la vida de seres humanos inocentes. ¿Como no vamos a denunciar que estamos sumidos en un régimen de mentiras y manipulaciones?

Esta es la realidad y solo a través de argucias y manipulaciones se podrá convencer a la ciudadanía de que vivimos en un paraíso de libertades, cuando en realidad hay motivos para pensar que Europa se ha convertido en una tierra donde el cristianismo es perseguido y España va a la cabeza.

No quisiera que se me entendiera mal. Reconozco que en todas las épocas ha habido sus fallos  y errores, como no podía ser de otra manera.  Lo que rebasa ya toda medida es la actitud arrogante de quienes, como Sartre, piensan que el hombre en esencia es pura libertad, para decidir, pero  cuando les conviene aplican la mordaza del modo más descarado. Cinismo e hipocresía, esto es lo que hay. Detestables son los políticos de nuevo cuño, que se creen dispensadores de dones y de gracias, de los que no son dueños y también quienes propalan a los cuatro vientos que disfrutamos del mejor de los mundos posibles, negándose a aceptar que vivimos en un mundo de sombras, como ya dijera Platón, que solo puede ser iluminado por la luz proveniente de lo alto.  Un mínimo de realismo sería suficiente para reconocer que los hombres de hoy ni somos lo felices que quisiéramos ser, ni tan libres como pensamos.  Mejor ver las cosas tal como son que vivir engañados, pues ya se sabe, “no hay peor esclavitud que la de creerse totalmente libres sin serlo” 

2022-12-02

193.- ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España Católica!

 

                                         




                                     La festividad de Cristo Rey que este Domingo celebramos, se instituyó con la intención  de dar testimonio claro y manifiesto de la soberanía de Jesucristo sobre todo lo creado, sobre todos los pueblos y naciones, sobre todas las instituciones, sobre todo los reyes, potestades, fuerzas y poderes humanos, en unos tiempos en que el laicismo representaba una amenaza con su visión radicalmente inmanentista de la vida, que empozoñaba a las personas a las instituciones  y a los pueblos en su conjunto. Con la festividad de Cristo Rey lo que el Papa Pio XI pretendía era defender valientemente la soberanía de Cristo y colocarlo en el lugar que por derecho propio le corresponde, pues aunque es cierto que su reinado no es de este mundo no es menos cierto que Él ha sido, es y seguirá siendo Rey de todos y de todo, por mucho que los oportunismos de signo político o religioso de todos los tiempos traten de silenciar o maquillar esta realidad.

 La fiesta de Cristo Rey fue instituida el 11 de diciembre de 1925 a través de la Encíclica “Quas Primas”, para contrarrestar el maléfico influjo  del ateísmo rampante entonces en boga y que persiste en nuestra sociedad, lo que ha cambiado ha sido el sentido que se quiere dar actualmente a esta festividad. Se ha mistificado el sentido del reinado  de Cristo que ha quedado difuminado en la región estratosférica del universo galáctico o recluido al fuero interno de las conciencias, sin que aparezca alusión alguna  a la vida de los pueblos  a las instituciones o gobiernos de las naciones, ya que ello podría contravenir al discurso de lo políticamente correcto, que exige  ser respetuosos y  contemporizar con todo y con todos, como si no existiera un orden superior al establecido por los hombres

      Se adivina el motivo por el cual a partir de los años 70 esta festividad ha ido perdiendo su sentido original  hasta quedar reducido a un significado, más bien, místico  de carácter cósmico. Así pues mientras en 1925 en la oración litúrgica se pedía a Dios “que todos los pueblos disgregados por la herida del pecado se sometan al suavísimo imperio del Reino de Cristo” hoy sin embargo reza así: “ Toda la creación liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin” y es que durante este  periodo de tiempo, casi un siglo, han pasado muchas cosas, entre ellas la celebración del Concilio Vaticano II con la declaración de la libertad religiosa que ha propiciado un cambio de orientación en las relaciones  de la Iglesia con el Estado, lo cual no debiera entenderse en manera alguna, como censura a las enseñanzas vertidas en este documento que no lo olvidemos siguen estando vigentes.  Proclamar la potestad de Cristo significa trabajar  para implantar en la sociedad la justicia, la paz, la rectitud, la moralidad, el orden  e impedir que los derechos de Dios  sean pisoteados. No existe la menor duda  de que la revolución pacífica para instaurar el reinado de Cristo en la tierra ha de seguir siendo una aspiración básica de todo cristianismo auténtico. El grito de Juan Pablo II a Europa: “ Vuelve a encontrarte. Sé tu misma. Descubre tus orígenes. Aviva rus raíces” debiéramos entenderlo los católicos como una interpelación a seguir peleando para que el sueño de una Europa Católica vuelva a hacerse realidad, tarea difícil sin duda, pero nada hay imposible cuando Dios anda de por medio. Ni tan siquiera en los templos se habla del hecho cierto de que la potestad de los reyes, mandatarios o gobernantes viene de Dios y que en este sentido nadie puede sustituir al Supremo Legislador sin contravenir un orden que está por encima de la voluntad de los hombres, de los pueblos y de las naciones.  Tal como queda resumido en esta breve sentencia evangélica: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra”.

En  estas fechas,  en torno a la festividad de Cristo Rey debiéramos recordar las palabras de Pio XI en su encíclica “Quas Primas” “¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejarán gobernar por Cristo”…“Si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy infecciona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos… Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la Religión Cristiana fue igualada con las demás religiones falsas, y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: Hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la Religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios…. “Para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de Nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo, y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad”…. “La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, no solo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes”. La jerarquía católica de todo el mundo está obligada a saber que lo que enseña Pio IX en esta encíclica forma parte del magisterio oficial de la Iglesia Católica, como está obligada también a tener en cuenta,  lo que bien dice León XIII de  que “hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. ...En aquella época, la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes, gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza.”  Estas palabras de León XIII nos traen a la memoria no solamente los tiempos lejanos del  “Sacrum Romanum Imperium”, sino también  el periodo fecundo conocido como “ Nacional Catolicismo” tan injustamente denostado con el que la Iglesia  Española gozó de una floreciente primavera y  las lenguas enardecidas entonaban  a la par “Crhristus vincit, Christus regnat , Christus imperat”.    

  Las palabras pronunciadas por los papas del pasado siglo están hoy en plena vigencia y responden perfectamente a las necesidades del momento y siguen siendo oportunísimas para estos tiempos que vivimos. El laicismo no es cosa del pasado es uno de los problemas más graves con que nos enfrentamos los cristianos de hoy. Nuestro silencio, nuestra pasividad e inoperancia están envalentonando a políticos, escritores, periodistas anticristianos y en general a todos aquellos, que se oponen al Reinado de Cristo, que son muchos, por desgracia. Si nosotros, que nos llamamos cristianos, callamos, ¿Quién va a hablar? Quizás hoy como nunca los cristianos debiéramos sentir la necesidad de unirnos para militar juntos bajo la bandera de “Cristo Rey”  dueño y señor de todo lo creado, para hacer valer los derechos de Dios, que hoy en muchos pueblos y naciones se le están negando.  ¿Es el Reino de Dios el que estamos anunciando o es el reino de los hombres? ¿Podemos permanecer con la boca cerrada sabiendo que los derechos divinos están siendo atropellados? ¿Por qué no gritar en los foros, en los parlamentos, en las calles y plazas que el reinado de Cristo es un reinado de paz de  amor, justicia y de bienestar  de todos y para todos? ¿Por qué hemos dejado de proclamar este deber universal incluso en las iglesias?  ¿No será que confundimos   cobardía con prudencia? o tal vez sea la falta de formación político-religiosa  que hace que ignoremos que por encima de la mayoría parlamentaria está la ley natural, (es decir la ley de Dios), que obliga tanto a creyentes como a no creyentes. Puede incluso que no hayamos reparado suficientemente que cuando todo depende de la voluntad de los hombres se cae irremediablemente en el relativismo totalitario, como nos está pasando ya en España.

  El ejemplo a seguir lo tenemos en los “Mártires de Cristo Rey” que después de haber trabajado por una España decente, honrada y ajustada a la Doctrina Social de la Iglesia supieron ser fieles a Jesucristo, llevando hasta las últimas consecuencias las exigencias de su fe. Nuestros hermanos mártires de la Cruzada, entre los cuales se encuentran muchos pastores y dignatarios de la Iglesia de entonces, no entendieron de componendas, ni de contemporizaciones, sino que valientemente entregaron su vida sin temer a la muerte. Amaron a Dios, a la Iglesia a su Patria y murieron perdonando a sus asesinos que no eran otros que los enemigos de Dios, por eso su grito final fue ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España Católica!  que todo buen cristiano y patriota debiera entender como un grito de victoria y de esperanza, pues la gloria de los mártires permanece para siempre y nadie se lo podrá arrebatar, por más “memoria democrática” que se nos quiera imponer por la fuerza de una ley inicua. Su ejemplo también debiera ser un acicate que nos anima a seguir trabajando, pues no todo está perdido. Hay que continuar en la brecha para que su amorosa oblación fructifique, ya que ello todavía es posible, mucho más sabiendo que tenemos de nuestra parte a quien todo lo puede.   

Consciente de que es una redundancia, he utilizad la expresión “España Católica”  y lo es porque en el ADN de España va inserta la catolicidad de tal modo que una España no católica deja de ser España. Desde sus orígenes nuestra nación hay que entenderla como la reconstrucción de un proyecto político-religioso llevado a cabo por monarcas cristianos que culmina con la presencia de los “Reyes Católicos”. Desde entonces la catolicidad ha venido formando parte de su esencia metafísica, por eso mismo España será lo que siempre fue o no será.  Y en esa disyuntiva es en la que actualmente nos debatimos, viéndonos obligados a responder a esta pregunta ¿Nos sentimos hijos de una nación cristiana,  gloriosa y centenaria  o por el contrario somos los herederos de lo que ha pasado a llamarse “Este País”  incrédulo y desarraigado que nació al amparo de una constitución atea y multinacionalista sin identidad propia?  No es nada descabellad hoy día hablar de este tema, si tenemos en cuenta que no solamente en Rusia sino también en Estados Unidos la idea del “Nacional Cristiano” está en auge en consonancia con  el deseo de los padres fundadores de esta Nación.  Según datos del  Pew  Resfarch  Center, actualmente el 45 % de los estadounidenses quieren que Estados Unidos sea una Nación Cristiana, entre ellos se encuentra  Michael  Flinn , asesor de la seguridad nacional de la Casa Blanca durante el gobierno de Donald Trump. Esto no es ninguna utopía, es una realidad que cualquiera puede comprobar.

 

127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...