2022-09-28

187.-Con las elecciones italianas aumenta la inestabilidad política en Europa

 




La historia avanza de forma inexorable y nos enseña que, en política, nada hay para siempre, porque lo que ayer fue hoy puede dejar de serlo.  Lo que quiere decir que los sistemas políticos se suceden según las circunstancias lo exigen, por lo que sería ingenuo pensar que vamos a tener un mismo régimen político para siempre.  Nuestro actual sistema, como todos los demás que le han precedido, tiene su fecha de caducidad; tal es la realidad que se impone y no queda otra que rendirse ante la evidencia. Desde hace tiempo, se viene hablando del invierno de la democracia.  A pesar de toda la propaganda desplegada a su favor, cualquiera puede fácilmente ver que está perdiendo fuelle  y que no responde a las expectativas que  en ella  se habían depositado, razón  por la cual los fervores ciudadanos han ido decreciendo, hasta convertirse incluso en una especie de frustración.  Todo esto que estamos diciendo se ha vuelto a poner bien de manifiesto en las recientes elecciones italianas, celebradas el 25 de septiembre de 2022, en donde a pesar de todas las facilidades dadas, se ha registrado la mayor abstención de su historia, con el agravante de que en esta convocatoria se ha permitido acudir a las urnas a los jóvenes de 18 años.  Bueno, pues aun así, el índice de participación ha estado por debajo del 64%, solo a unos pocos peldaños por encima para no vernos obligados a plantear seriamente la validez y representatividad de la misma, esto sin hacer mención de aquellos votantes que se hayan acercado a las urnas con las narices tapadas. ¿Qué quiere decir esto? pues que la gente está cansada de la política y de los políticos, que comienzan a pensar que todos son iguales de indeseables y que van a lo que van, por lo tanto, da igual ir a votar que no ir.

Los resultados de las  reciente elecciones italianas también nos traen un mensaje  nada fácil de descifrar, porque hay cosas que no están nada claras, comenzando por la triunfadora de las mismas, de la que muy poco puede asegurarse, digamos que es una más  entre los políticos al uso y que por lo tanto se mueve en la cuerda floja de la versatilidad, por aquello de que lo que cuenta es sumar votos, vengan de donde vengan y claro está, para contentar a todos es preciso utilizar muchos  y variados registros. Es por esto por lo que Palano, con bastante razón, ha podido decir que: "Nadie en Europa (pero ni siquiera en Italia) sabe si Giorgia Meloni, como primera ministra, se parecerá más a la responsable, europeísta, atlantista, de los últimos meses, o la antisistema, eurocrítica y soberanista, de los diez años anteriores"

 La victoria de Meloni bien pudiera significar el fin del antifascismo italiano, pero no es nada seguro que con ella Italia retorne a un pasado fascista, sobre todo si tomamos en cuenta sus últimas declaraciones. Su ideario político parece haber quedado reflejado en aquellas palabras que pronunciara el 13 de junio del 22 en Marbella, donde en un mitin organizado por Vox, con motivo de las elecciones andaluzas, pudimos escuchar de su boca: "No hay mediaciones posibles, se dice sí o no. Sí a la familia natural, no al lobby LGTB; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islámica; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva". Mucho bla, bla, bla… pero luego vaya usted a saber si de lo dicho no hay nada.  Estamos tan acostumbrados a este circo político… Seguramente que una buena parte de los que han votado a la Sra. Meloni tienen sus recelos; son gente decepcionada, que perdidas ya todas las esperanzas no sabe ya qué hacer y por si acaso votan a un nuevo personaje que aparece en escena, con la posibilidad remota de que sea diferente del resto de los gobernantes que la han precedido. Exactamente lo que sucede en otros países de Europa. ¿O es que acaso en España, en Francia, en Alemania, etc. no pasa lo mismo? ¿Quién es tan ingenuo que después de lo que ha caído,  se presta a creer en la inocencia de los políticos?    

 Es cierto que por pura visceralidad todavía existe un clientelismo político fiel, pero también lo es que cada vez son más, sobre todo entre los jóvenes, que pasan olímpicamente de la consigna propagandística de que hay que ir a votar y si se acercan a las urnas lo hacen con poca convicción. “Si hay que ir, se va”, porque socialmente está bien visto o porque la esperanza es lo último que se pierde y hay quien sigue esperando el milagro de que alguna vez se acierte, como quien juega a la ruleta y una vez apuesta por este número y otra vez por aquel otro. En fin, que nos encontramos en situación de pura emergencia y así iremos tirando hasta que el cuerpo aguante, pero yo estoy convencido de que ha de llegar el momento en que nos veamos obligados a salir de esta provisionalidad en que ahora nos encontramos y Dios quiera que sea más bien pronto que tarde.  

 El resultado de las recientes elecciones italianos está siendo motivo de inquietud para la Unión Europea y no menos para los promotores del Nuevo Orden Mundial (NOM), que tiene ya marcado su hoja de ruta en la Agenda del año 2030. Por lo que respecta a Europa, es evidente que lo que suceda en un país tan relevante como Italia va a tener repercusión en el Viejo Continente que, dicho sea de paso, no está viviendo los mejores de su historia:  crisis energética, inflación incontrolada, una guerra que se prolonga peligrosamente, etc. Si con enormes dificultades va sorteando malamente los escollos provenientes de fuera, qué será si a ello se une el agravamiento de la crisis interna. Es como para echase a temblar ¿No?, pues esto es precisamente lo que está pasando.  Repasando la actualidad política vemos como los analistas políticos insisten en que los dirigentes europeos están preocupados, alguno incluso va más allá y dice que están asustados por lo que se les viene encima. No es para menos. Falta ahora por ver si el dinero de Bruselas puede ser capaz de remediar la situación y ser un argumento lo suficientemente convincente como para unir voluntades y suscitar adhesiones. De momento lo que se puede decir es que se han encendido las alarmas y se piensa que la grieta que Europa tenía abierta con Polonia y Hungría no solo va a permanecer ahí, sino que corre el peligro de ensancharse y llegar a otros países, lo cual podría significar el comienzo del fin. Todo está por ver, de lo que hoy podemos hablar es de que la llegada al gobierno italiano de Giorgia Meloni ha traído más incertidumbre de la que ya había.  Su triunfo es así mismo una mala noticia para Gates, Soros y los suyos, que van a tener que remar duro si no quieren ver naufragar su proyecto globalista. Es previsible que a partir de ahora les sea más difícil manejar los hilos entre bambalinas, porque alguien se va encargar de  sacar a la luz lo que ellos  tratan de ocultar.

    Como suele suceder en política, lo que para unos  es motivo de preocupación para otros lo es de esperanza, tal es el caso de no pocas formaciones políticas repartidas por la geografía europea que han celebrado el triunfo del partido “ Los hermanos de Italia “ como si fuera  el suyo propio  en este contexto hay que situar las declaraciones de  Abascal, asegurando que con lo que acaba de pasar:  “Italia marca el camino de una nueva” Frase que a mí  personalmente me suena muy bien porque es casi imposible llegar a estar peor de lo que actualmente estamos

186.-Irene Montero, vete ya.

 

 


 Todavía no nos habíamos recuperado del escándalo que suscitó la “ley trans” y la  del “solo sí es sí”  cuando la ministra de Igualdad Social vuelve a obsequiarnos con otra de las suyas, en forma de unas manifestaciones  en el parlamento, que dejan ver a las claras en manos de quien estamos.  Estas son  las palabras  que salieron de la boca de Irene Montero el día  21 de septiembre, en respuesta a la diputada de vox  Lourdes M. Monasterio: “Todas las niñas, los niños, les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una forma de violencia, tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas eso sí, en el consentimiento”. Ello ha levantado una polvareda en las redes sociales y ha sido motivo para que muchos ciudadanos escandalizados la acusaran de corruptora de menores  y se lanzaran a recoger firmas, pidiendo el cese fulminante de quien actualmente ostenta el cargo de ministra de Igualdad Social. Algún organismo ha tomado ya la iniciativa en orden a judicializar el caso,  también Vox quiere tomar cartas en el asunto y por boca de su portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros,  hemos podido saber  que piensan  presentar una proposición, no de ley, para reprobar a la ministra, al tiempo  que emprenderán posibles  “acciones legales ante el tremendo daño que  está causando al bienestar de los niños y las niñas en España”

 

Yo no sé si en estas palabras de Irene Montero  hay un enaltecimiento,  blanqueo, o como quiera llamarse, de la pedofilia, será el juez quien deba decirlo. Lo que sí parece claro es que estas escandalosas palabras ponen en evidencia la ignorancia, la desvergüenza  e insensatez, de quien las ha pronunciado, que por cierto, no es una cualquiera, sino nada menos que una  mandataria del gobierno de España y por tanto representante de  muchos padres españoles honrados, que con toda la razón del mundo se sienten indignados y abochornados. Por razón del cargo que ostenta, esta  mujer debiera saber que el Código Penal español no consiente a una persona adulta mantener relaciones sexuales, bajo ningún pretexto,  con menores de edad,  castigando con penas de dos a seis años de prisión para quienes mantuvieran este tipo de relaciones con  quienes todavía no hayan cumplido 16 años, de modo que eso que dice textualmente de que: “el niño, la niña o el niñe, tienen derecho a tener relaciones sexuales con quien les dé la gana”, no es cierto. Por ello no deja de ser una canallada expresarse de la forma que lo ha hecho ella, creando cuando menos una confusión en asunto tan grave.

 

Curioso, o mejor dicho, grotesco resulta oír hablar  de proyecto pedagógico para la educación sexual de los niños en las escuelas, a quien no tiene ni idea de pedagogía,  está poseída por la ideología de género y además considera que el sexo no es más que un divertimento, un juego para pasar los ratos de ocio y no aburrirse, así, sin mayor trascendencia. Naturalmente, con esta visión tan ramplona, no es de extrañar que se haga apología del amor libre y se diga que en cuestión de sexo todo está permitido, siempre que haya consentimiento por ambas partes. Estamos ante una clara deformación ética y humana, que compromete a la dignidad de la persona. En la banalización del sexo encontramos el origen    de los innumerables despropósitos en materia de educación, que han acabado institucionalizándose y que amenazan con intoxicar las mentes infantiles, que todavía no han desarrollado los anticuerpos suficientes como para poder defenderse de esta agresión y esto, por donde quiera que se lo mire, es un atropello difícil de asimilar.  

 

Frente a tanta corrupción y mentira necesitamos con urgencia descubrir el sentido mágico, numinoso, casi sagrado, del sexo, que le vincula al amor generoso y al milagro de la vida, llegando a ser expresión de lo que significa amar y ser amado, vivir y ser capaz de trasmitir vida. El sexo, si es auténtico, nunca debe ir disociado de la afectividad y esto es lo que se debiera enseñar en las escuelas, pero no se hace.  Con el pretexto de que  esta orientación está inspirada en prejuicios cristianos, se ha dejado de hablar en las  aulas de una concepción de la sexualidad, que está por encima de lo puramente biológico, para centrarse única y exclusivamente en el instinto y en cómo obtener el mayor placer posible, sin el riesgo de que se produzca  un embarazo no deseado y en el caso de que esto sucediera, facilitar las cosas dando a conocer los mecanismos legales para que cualquier criaturita por su cuenta y riesgo, sin consultar con nadie, pudiera tomar una decisión como quien se bebe un vaso de agua. En la escuela se está inculcando a los niños que tienen todo el derecho a decidir por sí mismos si quieren ser hombre o mujer, tener relaciones sexuales sin ningún tipo de compromiso y si eres pareja gay, que injusta es la Iglesia que no os permite uniros a través del sacramento matrimonial, todos los miramientos y cuidados para quien quiera dejar de ser heterosexual, pero ojo con insinuar siquiera que existen terapias para dejar de ser homosexual. ¿Nos hemos vuelto locos? La cosa viene ya de atrás y habría que remontarse a Simone de Beauvoir, convertida en matrona de cuyos pechos se han alimentado las desmadradas feminoides, que tratan de imponernos su ley, cosa que, en parte al menos, están consiguiendo, pues sabido es que aún el mayor desatino de tanto de repetirlo, puede acabar siendo aceptado por la sociedad como la cosa más normal del mundo.  De aquellos polvos vienen estos lodos.  

 

Lo de la ministra Irene Montero está rebasando los límites de lo tolerable y si sigue por ese camino podría tener problemas con la justicia. Esta mujer debiera de pensar que ya ha causado demasiado daño a las familias, a la sociedad e incluso a la propias mujeres y lo mejor que podía hacer es retirarse  e irse a su casa, porque según se ha podido ver, no estaba preparada para estos menesteres, no obstante,  quisiera ser comprensivo con ella y decir que la culpa no es tanto suya, cuanto de aquellos que la pusieron en un lugar que no le correspondía. ¿Qué formación tenía esta chica? ¿Qué experiencia? ¿Qué méritos? Ella es joven y todavía tiene tiempo de adquirir una sólida formación humana de la que carece,  por tanto  nada mejor que olvidarse de educar a los demás, abandonar su cargo  e irse a su casita para  tratar de educarse a sí misma. “ Médico cúrate a ti mismo”. Ojala, recapacite y piense que ello sería lo mejor para todos. Yo estoy seguro de que si tomara esa decisión, seríamos muchos los ciudadanos que se lo agradeceríamos y también sus propios hijos.    

 

2022-09-21

185.-La crisis de humanismo compromete el futuro de Europa

 



El desarrollo técnico no a ser suficiente  para  devolvernos la ilusión perdida, más aún la propia técnica acabará siendo un problema que ponga en peligro la existencia humanizada  y humanizadora del hombre. Una técnica sin espíritu es una fuerza a la deriva  que puede  incluso volverse contra el propio hombre si  se la deja crecer en  terreno salvajemente  al margen de toda consideración moral. 

La cosa viene ya de largo  A mediados del siglo pasado se dejaron ya oir voces que nos  avisaban de la menaza que  se cernía sobre Europa. A través de sus iluminadores escritos: Spengler  en “Decadencia de Occidente”, Berdiaeff en “ Una una nueva Edad Media”, Belloc en  “la Crisis de nuestra civilización, el mismo Ortega y Gasset en “Rebelión de las masas” o Ramiro de Maeztu en su “ Crisis de humanismo,”  nos alertaban de lo que previsiblemente podría suceder y desgraciadamente ha sucedido. Hoy bien iniciado el siglo XXI sus pronósticos  se están cumpliendo.   La crisis de humanismo por la que atraviesa  nuestra sociedad  es ya una realidad palpable  y no  es solamente que el humanismo está en crisis sino que  lo está  también el propio hombre alegre despreocupado y jovial de nuestro tiempo, carente de ideales. Ello quiere decir muchas cosas entre otras que andamos necesitados de esperanza porque dígase lo que se diga el drama de nuestro tiempo no es tanto la falta de fe cuanto en la falta de esperanza.

 La técnica sin  humanismo  no ha  conseguido apasionar  al hombre  en  el logro de metas genuinamente espirituales y humanas. Nos hemos contentado con una felicidad canalla que no va más allá del puro bienestar material que intenta satisfacer las ansias insaciables de los más elementales instintos, pero obviamente no es lo mismo la felicidad que anhela el hombre probo y prudente que la que anhela el mentecato y  y el estúpido. En este contexto tiene sentido la frase  atribuida a Stuart Mill, según la cual  Esprferible ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho'

 La apuesta por el desarrollo técnico  en detrimento de lo humano pone al hombre actual en una difícil situación que puede acabar en indigencia moral difícil de sobrellevar. La técnica podrá elevar el nivel de vida, podrá ayudar a lograr un mayor bienestar natural y debiera ser vista como un poderoso medio del cual pueden los hombres  obtener sabrosos frutos eso nadie lo pone en duda el problema surge cuando la técnica se deshumaniza es entonces cuando se convierte en una fuerza ciega no exenta de peligros como bien lo puso de manifiesto Marcel.  La sociedad de nuestro tiempo debiera haber comprendido que el gran poder que nos concede el desarrollo técnico ha de estar siempre sometido al control de principio superiores que deben prevalecer sobre cualquier otro tipo de consideraciones pues no es licito hacer todo lo que el hombre es capaz de realizar en virtud de las posibilidades que  el desarrollo técnico nos confiere  , para decirlo en palabras que todo el mundo pueda entender: El mal uso de la técnica puede conducirnos a la propia destrucción de nuestro mundo y de la propia especie humana   por eso ha de  estar siempre presente  el sentido de responsabilidad moral.  Si llegamos a una situación tal que el hombre quedara convertido en un elemento más en  la cadena de producción todo está perdido y solo nos quedaría lamentar  una catástrofe dentro de las llamadas “técnicas del envilecimiento” denunciadas por Marcel.  El problema en cuestión solo tiene una solución. El valor de lo técnico  es necesario  integrarlo dentro del “opus humanum “  siendo considerado  como un medio en orden a la realización del supremo valor que está en  el hombre . Este era el presentimiento de Marcel al decir : “Cuando  la técnica sea alzada en brazos de humanismo hasta su forma eminente se cumplirán las previsiones heideggerianas” será entonces cuando el utilitarismo técnico  dejará de serlo en su sentido peyorativo para insertarse en el misterio del hombre.

 Lo mismos reparos y las mismas dudas podríamos  tener en referencia a todo supuesto  antihumanismo  fundamentado en un libertad omnímoda al margen de todo compromiso.  Se equivoca el hombre actual cuando sacraliza la libertad anárquica sin freno moral, considerándola valor supremo, fin en sí misma cuando en realidad no es nada más que un medio  que ha de utilizarse en beneficio del hombre y no para dinamitarlo. Esta forma equivocada de entender la libertad está en la base de la falta de humanismo o si se quiere es la expresión de la deshumanización que padecemos. En gran medida, la  razón a la crisis de humanismo que actualmente padecemos habría que buscarle en la crisis por la que atraviesa la norma moral  que bien pudiéramos decir que ha desaparecido para que de esta forma pudiéramos ser más libres

 Este mundo que nos hemos prefabricado presidido por el relativismo, el tecnicismo mecanicista y el libertarismo masificado está esclavizando al hombre en la medida que  se ha adueñado de su propia personalidad incapacitándole para gozar de  los bienes del espíritu y aspirar a los más nobles ideales;  en consecuencia vivimos tiempos de un antihumanismo endiosado  que  después de haber negado el origen de donde procede nuestra dignidad humana creía haber encontrado el sustituto de Dios y lo único que ha encontrado es a un ser enfermo . ¿ Será verdad que el hombre está agonizando? Lo que sí sabemos es que vive alejado de sí mismo y totalmente volcado hacia el exterior o cuando menos  no acaba de encontrar  su puesto en el universo, viéndose obligado a pedir prestado  a la técnica lo que ésta nunca podrá darle cual es sentar las bases de un nuevo humanismo  contentándose con un siniestro transhumanismo, obra de oscuras fuerzas sociales y políticas  donde la técnica, la masifica y la voluntad de poder pretenden serlo todo  y donde el hombre ha dejado ser ese sujeto buscador de valores para convertirse en un dios creador de los mismos, dándose la paradoja de que nunca  como ahora se tuvo tantos conocimientos sobre el hombre y sin embargo nunca como ahora la intimidad profunda de su ser se mantiene bajo mínimos , motivo por el cual  antropólogos conscientes de este hecho  estén clamando por  la necesidad urgente de  recuperar su interioridad  y volver a reencontrarse consigo mismo, lo  que pudiera ser el comienzo de un nuevo humanismo.  Tiempos hubo en que el mundo civilizado vivió un esplendoroso humanismos ahora tan solo vivimos del recuerdo. El ánfora se ha agrietado derramándose sus esencias, solo nos queda el perfume del ánfora vacía  y es el momento de preguntarnos. ¿ De que  vivirán las generaciones que vengan después de nosotros?

2022-09-09

184.- Miserias de la democracia relativista

 


Mas allá del debate abierto en torno a si el relativismo representa un elemento constitutivo esencial de toda democracia, lo que sí parece evidente es que de hecho en Occidente y sobre todo en España,  el régimen democrático al uso es relativista por los cuatro costados, con todo lo que ello comporta,  entre otras razones porque la cultura en la que está inmerso también lo es. Ello quiere decir que partimos del supuesto de que la verdad y el bien no existen o se les da por desparecidos, como tampoco se cuenta con ningún tipo de absoluto que pudiera servirnos de asidero y apoyo referencial. Se dispone, eso sí,  de una  constitución, órgano jurídico en orden a la gobernación del estado  y que todo el mundo ha de  acatar, porque  se le otorga de forma apriorística  un valor absoluto, indiscutido e indiscutible  que le  sitúa por encima del bien y del mal, cuando en realidad no es más que un manifiesto pactado entre las fuerzas políticas, inspirado en el oportunismo  y sujeto a  intereses políticos del momento, por tanto subjetivo y relativista,  que no va más allá de ser un instrumento útil que posibilita las relaciones  entre los ciudadanos y favorece  la paz social, pero  que en manera alguna se identifica con  el  “deber ser” ni es expresión del derecho natural, ni de  la justicia objetivamente hablando; a lo más sirve de excusa para que un país pueda ser tenido como un estado de derecho cuando todos sabemos que es lo que está sucediendo  en España, donde las mayores tropelías tienen amparo constitucional.    

  Vivir bajo el paraguas constitucional no nos pone a salvo de un peligroso relativismo, ni impide que la voluntad de los políticos se convierta en la medida de todas las cosas. Al estar huérfanos de la verdad y el bien y no reconocer ningún fundamento ontológico ni de orden natural ni de orden sobrenatural, el estado queda bajo el capricho humano y la realidad entera acaba por ser no otra cosa que lo que  cada uno quiere que sea, por lo que al final todo resulta  igualmente valido.  En los regímenes democráticos relativistas, no es ya solo que se prescinda de la verdad omnímoda, sino que ésta es considerada incompatible con el sistema y por tanto un enemigo público a batir. ¿Cómo puede ser esto? No resulta fácil de explicar, pero vamos a intentarlo.  La democracia presume de ser el símbolo de la apertura y el pluralismo, donde tienen cabida todas las opiniones  que han de ser valoradas  por igual,  dando el mismo  valor al voto de la persona honesta que al de la depravada , lo mismo al de la persona sabia que al del ignorante, “cada persona un voto” se dice  y  esto  solo es posible, si no existe la verdad como criterio de discernimiento cualitativo, pues  de otra forma no se podría medir a todos por el mismo rasero,  ello sería injusto, sería absurdo. Dado que el principio de igualdad es sagrado en una democracia pura y dura, no queda otra salida que arremeter contra la verdad que, por  no ajustarse a las exigencias democráticas, es vista como un contravalor despótico y soberanista. En este sentido Václav Havel pudo decir en su día que: «Si el pilar principal del sistema es vivir en la mentira, no es de extrañar que la amenaza fundamental para él sea vivir en la verdad. Por eso debe ser reprimida más severamente que cualquier otra cosa».

 Una vez  desaparecido el orden presidido por la verdad, lo único que nos queda es el desorden presidido por la mentira, que es preciso saber gestionar políticamente.  Difícil papeleta ésta con miras a la puesta en marcha de una sociedad donde los hombres y mujeres puedan vivir y relacionarse pacíficamente. Pareciera que en semejante situación no cabe otra salida que llegar a un pacto ciudadano de no agresión, con el compromiso firme de respetar la libertad ajena, para que cada cual pudiera estar seguro que la suya iba a ser respetada por los demás. Los ciudadanos depositarían su confianza en los representantes del pueblo, quienes  se encargarían de ir  tirando como buenamente se pudiera, según las contingencias del país y de esta forma todos contentos. Esto, no más, es lo que podría ofrecernos la democracia relativista de nuestro tiempo a todas luces insuficiente, dadas las profundas exigencias del ser humano tanto a nivel personal  como social, tanto a nivel material como espiritual. Los estados democráticos por su parte, que viven de las mentiras que ellos mismos se han ido creando, se ven obligados en cada momento a falsificar el pasado, el presente y el futuro. Asunto éste del cual tenemos sobrada experiencia los españolitos de a pie, sin que hayamos movido un dedo por revertir la situación, oponiéndonos o cuando menos no apoyando a un sistema que nos mantiene alienados, obligándonos a vivir de mentiras, motivo por el cual  debiéramos sentirnos culpables también de lo que está pasando, pero este es un tema que dejamos aplazado  para la próxima ocasión.    

La preguntas que todos debiéramos hacernos es si estamos dispuestos a ponernos de parte de la verdad y el bien  o del lado de  quienes la niegan, si vamos a optar  por comportarnos dignamente o preferimos ser unos cobardes  que nos contentamos solo con vivir hartos y morir de aburrimiento.   

La democracia relativista  aparece ante nuestros ojos como un sistema político atractivo  debido a que cuenta  con todos los medios disponibles a su alcance para promocionar sus mentiras, pura propaganda la suya, que cuando se la somete al más elemental análisis  se queda en nada, porque todo es pura ficción.  A esta misma conclusión llegamos si reparamos en los frutos que a lo largo de los años se han ido cosechando: injusticias, depravaciones, corrupción, sin olvidarnos del terrorismo de estado, vaciamiento espiritual, inmanentismo materialista, pérdida de los valores familiares y patrióticos, deshumanización,  adoctrinamiento educativo, engaños, mentiras, abusos de poder …. Precisamente a esto último quisiera referirme, porque el relativismo es primo hermano del despotismo más o menos encubierto y maquillado, tal como lo advirtiera en su día el papa Juan Pablo II en su (carta encíclica “Centesimus Annus”, n. 46) al decir: “Si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Juan Pablo II,).   

No podía ser de otra manera.  Cuando por encima del ansia de poder insaciable de los gobernante no existe un freno que les controle, éstos tarde o temprano acabarán siendo unos déspotas.  Lo hemos visto a lo largo de la historia y lo estamos viendo actualmente con la  implantación del pensamiento único, con la imposición legal de la doctrina antinatural de la  ideología de género y de forma sobreabundante en España  con la ley de memoria democrática, que trata de elevar a la categoría  de verdad histórica nacional inapelable lo que es una vulgar patraña y es que cuando la verdad  ha desaparecido, el espacio que ha quedado vacante acaba tarde o temprano siendo cubierto  por la mentira. El mismo hecho consagrado en las democracias de imponer con razón o sin ella, la voluntad de las mayorías sobre las minorías y hacerlo sin el menor respeto, no deja de ser una clara manifestación de despotismo.

 El régimen que actualmente padecemos, ha sido sin lugar a dudas, sacralizado y mitificado en extremo, haciéndole pasar por lo que no es y si algo se necesita urgentemente es una autocrítica que nos permita colocar las cosas en su sitio.  Antes de nada, debiéramos comenzar por cuestionar esos mitos con los que se ha pretendido adornar a un sistema que tiene como última razón de ser el oportunismo al más puro estilo maquiavélico. Oportunistas son los partidos que le dan cobertura, los cuales solo piensan en llegar al poder y mantenerse en él acosta de lo que sea, alimentando así la   eterna e infernal dialéctica del “ quítate tú para ponerme yo”.

El régimen democrático relativista pasa por ser el estado de derecho modélico  y uno se pregunta ¿cómo puede ser esto si las leyes democráticas son fruto de la arbitrariedad de los parlamentarios, sin el menor respeto a la ley natural, tal y  como sucede en el caso del aborto?  De  este sistema se dice también que es garante de las libertades personales.  Esto puede ser cierto si de lo que estamos hablando es una libertad sin compromisos que permite hacer a cada uno lo que le venga en gana y lo único que se le exige es que no entre en colisión con la libertad de los demás, pero una libertad así, había que denominarla más bien libertinaje, si es que queremos hablar con propiedad. De la libertad de expresión, mejor no hablar, tan solo decir que los pocos medios de comunicación contrarios al régimen están proscritos y son semiclandestinos, no digamos nada de los periodistas cualificados, franco-tiradores , que se resisten a someterse a todos servilismo político, como es el caso de Eduardo García Serrano al que se le niega el pan y la sal.  Dícese también de la democracia relativista que es tolerante y abierta; que se lo cuenten a los patriotas que  se están pudriendo en la cárcel por lo acontecido en la librería “Blanquerna” en Madrid.  Naturalmente por encima de todas las virtudes que se le atribuye  a la democracia relativista está la de defender a capa y espada el principio de la separación de poderes : legislativo, judicial, y legislativo y no seré yo quien niegue que  esto sea una virtud, lo que sucede es que una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo, una cosa es la teoría y otra bien distinta es la práctica, por lo que cabe decir, al menos por lo que respecta a España, que en cuestiones de  ejemplaridad jurídica, nada de nada, o es que acaso vamos a negar que existe un malestar generalizado por lo que a este tipo de cuestiones se refiere y no estoy pensando en el caso del Emérito ni en la cuestión  de los separatistas que tanto están dando que hablar. En fin, pienso que con lo dicho hasta aquí hay motivos suficientes como para pensar que no vivimos, ni mucho menos, en el mejor de los mundos posibles y que es hora ya de que la ciudadanía vaya despertando.      

230.-Conclusiones extraíbles de la catástrofe en Valencia.

  La Dana ya se alejó, dejando a su paso un reguero de muerte y desolación. Fue una larga noche de tinieblas, en que la realidad superó con ...