La cosa viene ya de largo A mediados del siglo pasado se dejaron ya oir voces que nos avisaban de la menaza que se cernía sobre Europa. A través de sus iluminadores escritos: Spengler en “Decadencia de Occidente”, Berdiaeff en “ Una una nueva Edad Media”, Belloc en “la Crisis de nuestra civilización, el mismo Ortega y Gasset en “Rebelión de las masas” o Ramiro de Maeztu en su “ Crisis de humanismo,” nos alertaban de lo que previsiblemente podría suceder y desgraciadamente ha sucedido. Hoy bien iniciado el siglo XXI sus pronósticos se están cumpliendo. La crisis de humanismo por la que atraviesa nuestra sociedad es ya una realidad palpable y no es solamente que el humanismo está en crisis sino que lo está también el propio hombre alegre despreocupado y jovial de nuestro tiempo, carente de ideales. Ello quiere decir muchas cosas entre otras que andamos necesitados de esperanza porque dígase lo que se diga el drama de nuestro tiempo no es tanto la falta de fe cuanto en la falta de esperanza.
La técnica sin humanismo no ha conseguido apasionar al hombre
en el logro de metas genuinamente
espirituales y humanas. Nos hemos contentado con una felicidad canalla que no va
más allá del puro bienestar material que intenta satisfacer las ansias
insaciables de los más elementales instintos, pero obviamente no es lo mismo la
felicidad que anhela el hombre probo y prudente que la que anhela el mentecato
y y el estúpido. En este contexto tiene
sentido la frase atribuida
a Stuart Mill, según la cual
“Esprferible ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho;
mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho'
La apuesta por el desarrollo técnico en detrimento de lo humano pone al hombre
actual en una difícil situación que puede acabar en indigencia moral difícil de
sobrellevar. La técnica podrá elevar el nivel de vida, podrá ayudar a lograr un
mayor bienestar natural y
debiera ser vista como un poderoso medio del cual pueden los hombres obtener sabrosos frutos eso nadie lo pone en
duda el problema surge cuando la técnica se deshumaniza es
entonces cuando se convierte en una fuerza ciega no exenta de peligros como
bien lo puso de manifiesto Marcel. La sociedad de nuestro tiempo debiera haber
comprendido que el gran poder que nos concede el desarrollo técnico ha de estar
siempre sometido al control de principio superiores que deben prevalecer sobre
cualquier otro tipo de consideraciones pues no es licito hacer todo lo que el
hombre es capaz de realizar en virtud de las posibilidades que el desarrollo técnico nos confiere , para decirlo en palabras que todo el mundo
pueda entender: El mal uso de la técnica puede conducirnos a la propia
destrucción de nuestro mundo y de la propia especie humana por
eso ha de estar siempre presente el sentido de responsabilidad moral. Si llegamos a una situación tal que el hombre quedara
convertido en un elemento más en la
cadena de producción todo está perdido y solo nos quedaría lamentar una catástrofe dentro de las llamadas “técnicas
del envilecimiento” denunciadas por Marcel. El problema en cuestión solo tiene una
solución. El valor de lo técnico es
necesario integrarlo dentro del “opus
humanum “ siendo considerado como un medio en orden a la realización del
supremo valor que está en el hombre .
Este era el presentimiento de Marcel al decir : “Cuando la técnica sea alzada en brazos de humanismo
hasta su forma eminente se cumplirán las previsiones heideggerianas” será
entonces cuando el utilitarismo técnico
dejará de serlo en su sentido peyorativo para insertarse en el misterio
del hombre.
Lo mismos reparos y
las mismas dudas podríamos tener en
referencia a todo supuesto antihumanismo
fundamentado en un libertad omnímoda al
margen de todo compromiso. Se equivoca
el hombre actual cuando sacraliza la libertad anárquica sin freno moral,
considerándola valor supremo, fin en sí misma cuando en realidad no es nada más
que un medio que ha de utilizarse en
beneficio del hombre y no para dinamitarlo. Esta forma equivocada de entender
la libertad está en la base de la falta de humanismo o si se quiere es la
expresión de la deshumanización que padecemos. En gran medida, la razón a la crisis de humanismo que
actualmente padecemos habría que buscarle en la crisis por la que atraviesa la
norma moral que bien pudiéramos decir
que ha desaparecido para que de esta forma pudiéramos ser más libres