Hacer depender el bien y el mal de la propia voluntad individual o de la
conciencia colectiva es caer en la pendiente del subjetivismo. Pensar que
todos los valores son invenciones humanas y que por tanto todos los códigos
morales tiene igual validez es dar legitimidad a conductas averrantes, es
abrir las puertas para que se sigan utilizando prácticas deshumanizadas, como
pueden ser las limpiezas étnicas, dejar morir a bebés deformes, matar a
personas ancianas, impedir nacer a quienes tienen todo el derecho a la vida .
Si arrancamos del supuesto que no es el hombre el que está llamado a
someterse a una norma moral objetiva, sino que es ésta la que ha de someterse
a la voluntad del hombre entonces no sólo nos condenamos de por vida a vivir
en la más absoluta arbitrariedad, haciendo posible el todo vale, sino que
estamos cerrando todos los caminos a la reforma ética. Cuando prescindimos de
todo principio absoluto y de referencia seguras comenzamos a cuestionar no
digo ya determinadas normas morales, sino que lo que estamos cuestionando es la
misma ética como ciencia fiable.
Aún con todo el relativismo ético nunca podrá impedir que el hombre sea un
sujeto moral y que se siga preguntando por el bien y por el mal. En la vida
todas las personas ponemos en práctica algún tipo de código moral, aunque
ello no signifique que tenga que estar sustentado en un planteamiento ético
consistente . Cualquier hombre sea quien sea no puede eludir permanentemente
su compromiso moral. No va bien con la naturaleza humana un estado permanente
de amoralidad. Hasta el más abyecto dispone de su código moral para uso
personal, lo que sucede es que cuando este código no dispone de un criterio
moral objetivo corre el riesgo de caer en el capricho y en el egoísmo
insolidario, con lo cual no es propiamente de ética de lo que estamos
hablando. Tal vez por esto el relativismo ético, consciente de este riesgo,
ha introducido un nuevo elemento, basado en la crítica interna del sistema de
valores y así exige que cualquier proposición moral sea susceptible de ser
valorada en referencia al rigor lógico dentro de un contexto más amplio. De
este modo se viene manteniendo la esperanza de que haciendo uso de la
autocrítica se pueda avanzar moralmente hasta alcanzar un consenso de
carácter universal .
Sucede no obstante que la esencialidad del relativismo sea de tipo moral o de
otro tipo está en la versatilidad y ésta no se aviene fácilmente con el rigor
y la consistencia. Dos respuestas diferentes ante la misma situación pueden
resultar igualmente válidas, de modo que simultáneamente se puede defender el
derecho a la vida y el derecho al aborto. Por otra parte nos podemos
encontrar con posturas morales contrapuestas que en atención a contextos
diferentes pueden resultar ambas congruentes. Así sucede que cuando existe un
déficit de población se protege y valora la vida de las personas; pero en
caso de superpoblación cualquier animal de especie protegida vale más que la
vida de un hombre. Estos no serían más que dos ejemplos de los muchos que se
podrían poner para demostrar la incongruencia del relativismo ético.
Si la validez de una proposición moral la hacemos depender de su coherencia
interna dentro de un determinado sistema moral en el que está inserta,
debiéramos tener previamente resuelta la cuestión que viene planteada en
estos términos ¿de que criterios disponemos para elegir, entre varios
sistemas morales igualmente coherentes y saber cual es el mejor? la pregunta
en cuestión nos vuelve a colocar en situación de insuficiencia para poder
fundamentar cualquier valor, incluso el de la tolerancia, que se muestra como
santo y seña del relativismo moral. Podemos seguir hablando de derechos y
valores básicos como el respeto, la libertad, la solidaridad; pero en tanto
no se les encuentre un fundamento real y objetivo no pasan de ser meras
especulaciones subjetivas. Es así como hemos llegado a una situación tal de
incertidumbre, a la cual nos hemos ido acostumbrado, y que hemos aceptado
como compañera de viaje sin saber muy bien hasta donde puede
conducirnos.
Un largo proceso de relativización nos ha ido conduciendo a este vacío moral
en el que hoy nos encontramos, que hace que cada cual vaya moviéndose en la
vida como puede. Ante tal situación Callingwood, profesor de filosofía de la
universidad de Oxford en tono irónico comentaba: " La única conclusión a
la que pueden llegar los estudiantes cuando oyen decir a sus profesores que
no pretenden darles ni ideales, ni principios es ésta: como no puedo para
orientar mi vida confiar en el pensamiento , ni en los pensadores, ni en los
ideales, ni en los principios, tendré que aprender de los que no fueron
pensadores ( sino imbéciles), inspirarme en un proceso que no sea el pensar ,
sino la pasión , proponerme objetivos que no son ideales , sino caprichos,
normas que no sean principios sino sólo reglas de convivencia” .
Nada de lo que llevamos dicho menoscaba el papel primordial que la conciencia
personal juega en el comportamiento moral , ella es y así viene
reconociéndose desde antiguo, la norma subjetiva de moralidad, también son de
tener en cuenta las circunstancias cambiantes que concurren y que tanto
pueden afectar a la moralidad del acto, todo ello de indiscutible
importancia, pero también perfectamente compatible con la búsqueda de un
criterio objetivo fundamentado en el bien moral que tuviera valor por si
mismo y cuya naturaleza estuviera ligada al ser y la dignidad del hombre.
Semejante planteamiento que parte de que hay que saber primero lo que se es
para poder después llegar a saber lo que se debe hacer no ha gozado, todo hay
que decirlo, de universal consenso, algunos, como Moore, piensan que es
indebido el salto del ser al deber ser y lo han bautizado con el nombre de
falacia naturalista. Si esto fuera así y estuviéramos como se dice ante una
falacia, ello nos obligaría a plantearnos la cuestión en otros términos sin
salirnos de la esfera moral y comenzaríamos preguntado ¿Que es lo que hace
que el hombre sea más hombre? ¿Que es lo que le hace ser más libre ? ¿Que es
lo que le hace más digno y más humano? En definitiva ¿que es lo que puede
llevarle a su plena realización o sea a su fin último? La respuesta que
diéramos a cada una de estas preguntas y a algunas más nos iría acercando a
ese bien moral que andamos buscando.
Naturalmente una respuesta autorizada y suficientemente abalada a estas
cuestiones no es posible sin recurrir a un Bien Absoluto , que sólo puede ser
Dios , como fundamento de todos los bienes humanos, que es tanto como decir
morales