2022-02-13

42.- El hombre un problema para el hombre

 

 

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Una de la grandes aspiraciones del ser humano ha sido conocerse así mismo; pero bien podemos decir que tal pretensión ha quedado insatisfecha . Muchas han sido las definiciones que del hombre se han ido dando a lo largo de la historia , muchas y muy diferentes sin que  en ninguna de ellas  haya quedado fielmente reflejado nuestra verdadera imagen .  Seguramente porque lo que nos caracteriza no es tanto lo que en un momento determinado somos, sino lo que podemos llegar a ser . Nuestra esencia como bien dice García Bacca e esencialmente problemática del mismo modo que nuestra existencia es una aventura.

Hubo  momentos en la historia en que la razón trató de atrapar la esencia del ser humano dejándolo reducido a un concepto abstracto universalmente válido para todos. Se apeló a la racionalidad como rasgo distintivo para distinguirlo del resto de los animales; pero con el tiempo  se fue viendo que el hombre a demás de esencia es existencia y que ésta es distinta en cada uno de los mortales

Pasado aquel periodo de optimismo racionalista se  comienza  a dar prioridad   a la presencialidad del hombre concreto,  asequible a través de las propias vivencias.  Se patentiza  la preocupación  por descubrir la condición del existente  a través de las experiencias  pasadas y presentes, al tiempo que va perdiendo vigencia  la pregunta  sobre la esencialidad del hombre por considerar que ésta resulta  demasiado  general, o tal vez porque ni siquiera exista.

Son los momentos históricos en que parecía  que al fin  el hombre iba a encontrar respuesta  a los viejos interrogantes  que desde siempre le venían acuciando. Esto es lo que parecía; pero todo resultó ser diferente. Pasarían el historicismo,  el vitalismo,  el existencialismo,  el estructuralismo,  el cientificismo, dejando ricas aportaciones,  certeros y profundos  análisis, pero el hombre  seguía ahí, enigmático,   envuelto   en el misterio,  como un objeto que no    podemos   contemplar   desde  fuera,  desde  la  distancia y es que el hombre se resiste a ser a la vez medidor y medido.

Es así como llegamos a  comienzos del siglo XX en que el fundador de antropología filosófica Max Scheler  escribía:” En ninguna época  han sido las opiniones sobre la esencia y el origen del hombre más inciertas imprecisas y múltiples que en nuestro tiempo. Muchos años de estudio profundo consagrado al estudio del hombre dan al autor el derecho a hacer esta afirmación. Al cabo de diez mil años de historia es nuestra época la primera que el hombre se ha hecho plena e íntegramente problemático”. El contraste es patente, nunca se había sabido tanto sobre el hombre y nunca como ahora  éste ha resultado ser tan desconcertante.

Nuestro propio sentido y razón de ser se nos ha ido escapando de las manos. El pasado y el futuro han dejado de preocuparnos para zambullirnos en un presente huidizo e inconsistente. Los muchos caminos que nos conducían al hombre se han ido cerrando y hoy sólo parece quedar en pie un cierto antihumanismo estructuralista para decirnos  por boca de Foucauld que “el fin primordial de las ciencias no es construir al hombre sino disolverlo “ ello quiere decir que el rico arsenal proporcionado por las ciencias humanas como la biología , la antropología, la psicología , la medicina no nos han servido en última instancia para descifrar el enigma humano.

Estaríamos pues de acuerdo con Foucauld en  admitir la incapacidad de la ciencia para construir al hombre, disentimos de él no obstante en su pretensión científica de poder disolverlo.

A mi modo de ver se han cometido excesos a la hora de hacer partícipes a la ciencias positivas en asuntos que no les compete. Se las ha pedido un tipo de respuestas que ellas no podían ofrecer. No deja de ser absurdo someter a juicio científico cuestiones que les rebasan. Las ciencias no están para penetrar las interioridades del hombre, ni para decirnos si la existencia humana carece o no de sentido, su cometido es mucho más modesto y hay que tener la suficiente humildad para reconocerlo

Sin duda el positivismo científico al que llevamos sometidos ya muchas décadas  exageró al defender que la ciencia tenía respuesta para todo y lo vuelve a hacer al decirnos que hay un solo tipo de saber y de verdad que es el de las ciencias  naturales experimentales y que no hay otro. Nos sobrarían argumentos para poder constatar que desde el momento que fueron desapareciendo de nuestro horizonte cultural tanto la filosofía como la teología el desconcierto entorno a la realidad humana y  el sentido de la vida ha ido “in crescendo”. hasta verse en la necesidad  de tener que proclamar la  propia disolución del hombre

Tomando buena nota de lo sucedido tal vez debiéramos replantearnos  la cuestión y  tratar de recuperar la pregunta sobre el hombre y situarla en los ámbitos que le corresponde para así poder abordarla con solvencia después de haber  visto  como la antropología científica  contemporánea fracasaba en este intento.  El misterio del hombre inserto en el misterio de Dios nunca lo podremos desvelar por entero. Eso lo sabemos; pero al menos se puede aspirar a dotarle de sentido. Como bien decía Brentano, desde la perspectiva teológica seguirá habiendo muchas oscuras en el entorno humano, pero bastante menos que desde la perspectiva atea .

Lo que nunca va hacer el hombre es renunciar a algo que le es connatural como es la búsqueda  de su propia realidad. Con mayor o menor fortuna seguirá escrutando  en su interior esas ultimidades que le mantienen religado a Dios y que le permiten ser todo lo que en realidad es .  Como ser de carencias, ese hombre del que nos habla Gehlen necesita  del alguien n quien apoyarse no solo para poder ser sino también para poder conocer      

 

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