La educación que se está volviendo cada vez más problemática; por ello no está de más que dediquemos unos minutos a reflexionar sobre ella. De un tiempo a esta parte el vuelco ha sido espectacular; no en cuanto al concepto sobre educación que continua siendo el mismo de lo que siempre fue desde tiempos de Sócrates, sino en cuanto a la realidad educativa; por eso de lo que hoy quiero hablar no es tanto del arte de educar que quedó bien definido ya por los clásicos, sino de la realidad fáctica educativa en cuanto fenómeno característico de nuestro tiempo.
Sabido
es que la educación responde a las exigencias y aspiraciones de la sociedad en que se vive y está bien claro cuales son
las de la nuestra. Si hubo un tiempo en que se educaba en términos de humanismo
pensando en mejorar a las personas, hoy en
cambio las cosas son de otra manera y se educada pensando en triunfar en la vida,
como corresponde a una sociedad competitiva.
Si antes lo que se buscaba era el “homo probus” frente al “ homo
deprabatus” y lo que verdaderamente importaba era llegar a ser un hombre cabal ,
porque para esto se iba a la escuela, ni más ni menos que para hacerse un
hombre hecho y derecho; hoy en cambio a la escuela se va a aprender aquello que
resulta útil para la vida . Si antes la
educación iba encaminada a la persona hoy en cambio se educa pensando en el
individuo y en su porvenir inmediato . Todo ello quiere decir que la educación
de ser un arte que nos ayudaba al “bien
vivir” ha pasado a ser un aprendizaje
pensado para “vivir bien”. Que son dos cosas bastante diferentes. Los padres al mandar a sus hijos a la escuela
están pensando sobre todo, que allí recibirán lo que necesitan para poder afrontar la vida con garantía de éxito y así competir por ese puesto de trabajo que
ellos tal vez no pudieron conseguir . En
el fondo esto es lo que quieren y con lo que se conforman y precisamente esto
es lo que los gobiernos de forma interesada les ofrecen.
Como
consecuencia de todo ello han ido desapareciendo del marco curricular aquellas
disciplinas que formaban parte de los saberes humanistas o cuando menos se les
ha ido restando tiempo e importancia para dárselo a otro tipo de saberes
técnicos y más en consonancia con las aspiraciones culturales de nuestro tiempo, hasta llegar a una
situación deplorable que se ha ido asumiendo
con toda normalidad . Hoy nadie se
siente avergonzado por ignorar las culturas clásicas , ni se abochorna por el analfabetismo religioso, ni echa de menos una sólida
formación ética o filosófica, en cambio
sí lo estaría por desconocer los últimos descubrimientos de la técnica, por no
saber los últimos avances de la bilogía, o no
dominar tal o cual programa informático.
Parecerá mentira pero sucedió hace bien poco; una chica según se ha podido
saber, abandonó a su novio por no ser usuario del whatsApp. Este hecho es lo
suficientemente revelador para darnos cuenta de lo que está pasando .
La
realidad educativa se ha desentendido de
todas las aspiraciones profundas del ser humano y se ha vuelto formalmente
utilitarista, en mutua correspondencia con una sociedad pragmática y materialista, donde la subversión axiológica ha hecho que entre la honradez y el
dinero lo segundo sea lo primero . ¿Cómo
va a poderse educar en valores trascendentales si se comienza por negar
ontologicidad a la Verdad y al Bien con mayúscula? ¿ Cómo se va tomar en
serio el desarrollo integral de la
persona cuando ésta no pasa de ser un concepto
evanescente? ¿ Qué podemos esperar de la
educación después de haberla
desvinculado de la antropología filosófica? En realidad no es de
educación de lo que estaríamos hablando sino de una mera instrucción más o menos eficaz en orden a conseguir
profesionales competentes; pero nada más . Hemos llegado así a lo que
pretendían los pedagogos iconoclastas de finales de siglo, que no se cansaban
de decir que la mejor educación es la que no existe.
Mucho se ha hablado y se sigue hablando de
educación; pero la verdad es que la educación en su sentido más genuino brilla
por su ausencia. Ni los colegios son ya centros de formación, ni los padres son ya esos educadores de los
hijos que por derecho propio les correspondería ser y seguramente sea esto lo
más lamentable del caso, si bien hasta cierto punto resulta comprensible, si
tenemos en cuenta la falta de tiempo por
razones laborales o el miedo a todo intervencionismo que viene operando desde
la revolución cultural de Mayo del 68, cuyo lema era “vive y deja vivir”, a lo
que habría que añadir la intoxicación en los últimos años de las Pedagogías Negativas, demonizando la
intromisión de los padres en la vida de los hijos y predicando a los cuatro vientos que hay que
respetar la espontaneidad del educando, dejándole actuar y decidir por sí mismo
para que así pueda crecer sin traumas ni complejos. Es por esto que los padres
se resisten a ejercer su autoridad y se conforman con ser cariñosos, buenos
proveedores que se sacrifican al máximo para que a sus hijos no les falte de
nada y sobre todo son bastante consentidores; en cambio se les acusa de cierta
dejación en cuanto a las responsabilidades educativas, como si en este cometido
no tuvieran nada que ofrecer a sus hijos .
Hoy
como nunca resulta difícil ser padre y educador a la vez. En los tiempos que
corren es más fácil ser amigo de los hijos; pero dudo mucho que esto sea
suficiente. Quien esté dispuesto a ver la realidad sin prejuicios se dará cuenta de lo necesaria que es la ayuda
paterna y materna, en la forma de una
oportuna corrección o intervención cuando la situación lo requiera. Es
la propia experiencia la que nos enseña diariamente que hemos nacido para ser
educados, a menos que renunciemos a ser hombres . La educación en cuanto tarea ligada a nuestra
condición humana es lo mejor que los padres pueden dejar en herencia a los
hijos y si ellos se desentienden alguien lo hará en su lugar con menos
garantías.
No
es cierto que la reprensión puede hacer daño al niño, al contrario, hace la
función de barreras protectoras de un personalidad incipiente que es incapaz de
prever los peligros. Los padres debieran ser los primeros en saber que ese niño caprichoso a quien todo se le consiente,
cuando sea mayor les echará en cara haberle dejado crecer sin el adiestramiento
necesario para poder afrontar las dificultades de la vida. Los padres han de
comenzar a comprender que se les ha querido meter gato por liebre y no pueden
seguir por más tiempo confundiendo autoridad con autoritarismo, disciplina
con coerción , comprensión con
claudicación, tolerancia con omnipermisividad . Ojalá que “la vuelta al cole”
sea también la vuelta a las esencias educativas en su sentido más pleno