Cuando el planteamiento de un adecuado y profundo reajuste en el sistema educativo español está todavía por llegar, no me parece mal, insistir en que hay que elevar el nivel de enseñanza y que vuelvan el esfuerzo la disciplina y el rigor a las aulas. Celebro que se vaya tomando conciencia de que tanta permisividad es mala, me alegra que comencemos a darnos cuenta todos de que sin disciplina y dedicación en las aulas es imposible cualquier aprendizaje. Me complace en fin que se trate de potenciar la autoridad del director y de los profesores, para mejorar así las condiciones de la enseñanza. ¿Cómo no estar de acuerdo con todo ello, si quienes entregados a la enseñanza hemos ido viendo, durante los últimos años, que nuestros esfuerzos han sido estériles en pro de una causa perdida?
Sí, tomar medidas en esta dirección se hace necesario. Lo que
sucede es que todas ellas, aún siendo necesarias son a todas luces
insuficientes, Seguramente no pasan de ser unos parches aplicados a un edificio
en ruinas, en un momento en que lo que
está haciendo falta es una visión clara en su conjunto de lo que debe ser la
educación integral de la persona, tanto en su dimensión instructiva como
formativa y naturalmente está haciendo
falta también la voluntad política de llevarla a cabo. De lo que se trata es de
una reestructuración en profundidad, tal
como la realidad educativa española exigía en estos momentos. Ya sé que esto es
pedir mucho; pero cuando menos habrá que reconocer que lo razonable es que eso de las reformas educativas es un
asunto que debiera competir no a los políticos, sino a aquellos profesores y pedagogos
que saben lo que debe ser la escuela
y conocen también lo que está pasando por dentro de las aulas.
Una vez más los intereses políticos están incidido
negativamente en la educación, por ello, uno no puede ser optimista. El tema de
la educación en España sigue siendo una asignatura pendiente y previsiblemente
lo habrá de seguir siendo durante mucho tiempo. Son imprescindibles los
conocimientos técnicos para poder hacer frente a las necesidades y exigencias
de la vida moderna, imprescindibles también
para poder competir en el mundo laboral ; pero esto no debiera hacernos olvidar
que los saberes humanísticos también son necesarios. Voy a decir más, para mí,
la educación va más allá incluso de los saberes.
Bien está que los escolares se
familiaricen con el Lenguaje, de la
Filosofía, las Humanidades, las Ciencias, las Técnicas...., pero a la educación
hay que pedirla algo más ha de enseñar también a ser personas.
En la mentalidad de hace no tanto tiempo, en la que mayoría de nuestra
generación se educó, la escuela era un lugar donde, según la expresión popular,
los muchachos iban para hacerse unos hombres; hoy lo que se busca en la escuela
es aprender unos conocimientos, técnicas o habilidades para poder triunfar en
una sociedad competitiva. En el mejor de los casos, existe una preocupación por
parte de los gobernantes en hacer de los escolares unos buenos ciudadanos, unos
buenos demócratas adeptos al sistema, o dicho de otra forma, de lo que se trata
es de poner la educación al servicio de la política, cuando lo correcto sería
poner la política al servicio de la persona. Nos hemos olvidado que lo primero
es ser persona y que sin ello no puede haber buenos ciudadanos ni buenos
profesionales.
Por ello es urgente recuperar el
sentido humanista que la educación tuvo en otros tiempos. Hoy más que nunca estamos precisamos de ese
sentido profundo de la existencia, hasta llegar a sentir la necesidad de interrogarse por esas cuestiones que, de
una forma o de otra, estuvieron presentes en los humanismos de todos los
tiempos. ¿Qué he de saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?..... Si los
políticos no toman en serio estas cuestiones ¿cómo los demás vamos a tomar en
serio a los políticos?
Me pregunto ¿será posible algún día rescatar la Escuela de la instrumentalización
política? El legislador educativo debería estar convencido de que la persona es
lo que en esencia ha de buscar la educación, debería saber también que a ser
persona se llega a través del encuentro con uno mismo y con los demás en el
marco de un horizonte enriquecedor de trascendencia. Hoy en tiempos de crisis,
vacíos de idealismos humanista y plagados de tecnicismo. Hubiera sido hermoso
contar con un proyecto educativo que apostara por el hombre y por la presencia
del espíritu en un mundo materializado.
El hecho es que por parte de unos y de otros el énfasis se está
poniendo en el aprendizaje de contenidos, de lo que se habla es de calidad de
la enseñanza , de niveles , de sujetos
instruidos y bien informados y a penas
se dice una palabra de lo importante que es llegar a ser personas, se piden
sujetos competitivos, cuando la realidad
es de que nuestra sociedad más que de buenos profesionales, de lo que está
necesitando es de personas íntegras y cabales. Si a nuestros jóvenes no se les
estimula y se les proporciona el alimento espiritual que necesitan, les
condenamos a un desarrollo enclenque; si no hacemos de ellos sujetos de valores
de poco va a valer todo lo demás. No olvidemos que de la escuela de hoy depende
la sociedad del mañana.
Para que la educación pueda ser considerada como tal, ha de estar al
servicio de la persona y ello implica
una sólida formación moral, orientada al mejoramiento de los comportamientos y
actitudes. Cuanto más nos empeñemos en el desarrollo de la personalidad de los
educandos incluida la dimensión trascendente más estaremos haciendo a favor de
esa educación integral que estamos necesitando. Naturalmente que la tarea del
desarrollo integral de la persona, tomando como base su formación moral, es
función de todos los agentes que participan en el proceso educativo y es
precisamente aquí donde podemos encontrar los principales escollos para llevara
feliz término el proceso educativo
Las distintas posturas morales caracteristica de las sociedades
pluralistas, como la nuestra, convierte en un tarea poco menos que imposible
educar en equipo, es así que puede suceder que la formación moral que el niño
recibe en la familia no tenga continuidad en la escuela. Más aún dentro de a
misma escuela encontramos la diversidad de tendencias que quedan reflejadas no
sólo en las enseñanzas de los mismos profesores, sino también en sus actitudes
y comportamientos muy diferentes unos de otros. En el equipo de profesores de un mismo educando hay
visiones diferente sobre que es la persona, como diferente es el sistema de
valores con que ésta debe estar adornada, y no digamos nada en cuanto a la jerarquización
de los mismos. Para unos lo que es un valor positivo para otro es un contravalor, para unos la ética está
fundamentada en unos principios inamovibles, mientras que para otros todo es
relativo lo que es tanto como decir que la moral no existe y hay que dejar a cada cual que haga lo que le apetezca hacer. Es
así como hemos llegado a crear un peligroso clima de permisividad, presidido
por el todo vale que anula todo lo demás, porque cuando todo vale, es que ya
nada vale.
Se podrá decir que por encima de todas las diferencias que puedan
existir, hay siempre unos cuantos valores universalmente aceptados por el equipo de educadores sobre los que
poder fundamentar la formación del educando ; pero aún en este supuesto vuelve
a surgir la dificultad a la hora de llenarles de contenido a esos supuestos
valores y darles una interpretación. Para ilustrar esto que estoy diciendo
baste un ejemplo. La libertad es un valor universalmente aceptado, ahora
bien la concepción que unos y otros
tenemos de la libertad ya no es la
misma: Hay que educar en libertad , sí pero que es la libertad? ¿ qué uso hay
que hacer de ella? , no digamos si entramos en otras consideraciones. El
resultado último ante tanta disparidad educativa es el desconcierto del
educando que al final no sabe que camino
tomar ni que carta quedarse.
El vacío ético de nuestro sistema educativo se intenta
rellenar con un conjunto de valores cívicos que recogen las esencias del
sistema actualmente vigente y que se presentan como dogmas políticos
indiscutibles a los que hay que prestar un asentimiento incondicional. Ahí
tenemos en perspectiva la aparición de una nueva asignatura con el nombre
de “Educación para la ciudadanía” que
promete ser muy esperanzadora en orden al adoctrinamiento político de los
escolares, un cauce para hacer llegar las consignas políticas del estado, que en
definitiva es lo que a los políticos más les importa.
La aspiración de todos los
regímenes en materia educativa viene a
ser siempre la misma, crear un ciudadano
sumiso y complaciente con el sistema, capaz de perpetuar su presencia a lo
largo de muchas generaciones. Nos hemos olvidada de la persona para crear un
modelo de ciudadano a imagen y semejanza de lo que el Estado espera de él. Esto
es lo que está sucediendo. La instrumentalizació política de la escuela es el
gran peligro hoy para la educación. No sólo los poderes centrales, también los
autonómicos quieren sacar tajada de la actual situación. Ahí tenemos las aulas
convertidas en foros propagándísticos de una cultura aldeana, tendenciosamente
regionalista cuando no separatista. A
todo esto hay que poner fin, sólo olvidándonos de los espúreos intereses
políticos que están en juego y centrando nuestra atención y nuestro esfuerzo en
el desinteresado desarrollo integral de la persona es como podremos hablar de
una educación auténtica como tarea del hombre y para el hombre.
Este tipo de educación auténtica de la que venimos hablando por donde
quiera que se le mire, implica un compromiso serio y definitivo con la verdad
del ser humano y de las cosas. Son verdades que están ahí y que no es lícito
manipular caprichosamente, porque la verdad es algo por encima de los deseos
del hombre y de sus caprichos .
Un compromiso también con el Bien absoluto como referencia obligada de
moralidad que nos coloca en al dirección adecuada para el reconocimiento de la
dignidad del hombre , juntamente con sus derechos y deberes fundamentales.
A estos jóvenes que no saben hacer con sus vidas, que son muchos, hay
que hablarles del sentido profundo y oculto de la existencia hay que ponerlos
en camino para que por ellos mismos vayan descubriendo ese apasionante proyecto
de vida que les permita llegar a ser persona
La educación hace tiempo que dejó de ser una tarea humana en la que ya
no se contemplan las finalidades últimas del hombre, hemos dejado de
preguntarnos para que educamos y solo nos importan las técnicas y métodos de aprendizaje,
nos hemos olvidado del fondo y nos hemos quedado con las formas. Por todo ello
es urgente recuperar el humanismo perdido.