2022-02-16

80.- El largo proceso de discriminación educativa de la mujer

 

  

    

 


Partimos del convencimiento de que la discriminación social discurre paralela a la discriminación educativa. La historia nos constata como el acceso de la mujer a la educación ha sido un logro fundamental en sus revindicaciones. Ya casi nadie duda que la escasa participación de la mujer en la vida publica de las sociedades se debió no tanto al hecho de ser mujer cuanto a su condición de analfabeta o semianalfabeta. Esto es algo reconocido por las propias mujeres. Desde el momento que a alguien se le excluye de la educación se le está excluyendo  de otros ámbitos de participación. Las palabras ya en el siglo XIX de  una mujer comprometida  como lo fue Sofía Tortilán pueden resultar muy clarificadoras al respecto. “Queremos, nos dice, una mujer ilustrada para todo. Para nosotras la verdadera emancipación consiste  en sacudir el ominoso yugo de la ignorancia que es el que hoy nos hace esclavas del hombre, de la sociedad, de las preocupaciones y del fanatismo. El primer derecho que debemos conquistar es el de instruirnos , puesto que nuestras cualidades son tan aptas para recibir la luz de la verdad y de la ciencia como las del hombre”. Así es como lo entendemos todos o casi todos ahora , después de tantos siglos de discriminación.

Una buena instrucción y preparación para el ejercicio de la profesión representa el acceso a la independencia económica y ésta conduce de forma natural a otras independencias.

 

Desgraciadamente el hecho ha sido que durante mucho tiempo, la cultura representaba un campo vedado para la generalidad de las mujeres. No hablemos de las civilizaciones marcadas por el signo del androcentrismo, también en las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma, (algo menos en Egipto) la educación de la mujer estuvo bastante desatendida. La mujer ateniense estaba confinada en el gineceo y no participaba a penas de las inquietudes del varón, a lo más se la enseñaba a hilar, coser, tejer, guisar, el manejo de algún instrumento musical como la lira y el cultivo de las primeras letras , aquí quedaba todo. Solamente a partir del periodo helenístico pudiera hablarse de cierto tipo de educación femenina organizada. En esta situación de inferioridad de la mujer con respecto al hombre tuvo que ver la influencia de figuras prominentes como Aristóteles, Galeno e Hipócrates que con sus respectivos supuestos biológico-filosóficos dificultaron el acceso de las mujeres a una educación en igualdad con el hombre. Posibilidad que por otra parte fue defendida por Platón.

En cuanto a Roma baste decir que las leyes consideraban a la mujer propiedad del marido.    

 

 No solamente los prejuicios sobre la capacidad intelectual de la mujer, también la propia organización social y familiar jugaron en contra de la instrucción femenina, consagrándola en el papel de esposa y madre, aún con todo nunca ha dejado de haber nombres ilustres de mujeres en el campo de las letras y las ciencias. No sólo las leyendas nos hablan de mujeres sabias, médicas, legisladoras, poetisas, también la historia. Ahí tenemos en la antigüedad a la poetisa Safos, a Aglaonike a Hipatía a Catalina de Alejandría.

 

Durante la edad Media  como es sabido se inicia una decadencia cultural que conduce a una especie de oscurantismo generalizado en el que queda  inmerso de manera especial el mundo de la mujer. En esta época a las mujeres les está prohibida la educación, hasta el punto de que no se les permite aprender a leer o escribir por considerar que ello es fuente de perdición para ellas. Lo curioso del caso es que mientras desde las instancias religiosas se alimentaba las creencias de que la instrucción de la mujer ponía en peligro el orden establecido, sacándola del hogar y añadiéndola más malicia a la que por naturaleza ya tiene, el hecho es que las mujeres que en esta época escapan del analfabetismo son precisamente aquellas  consagradas  a la vida religiosa y que pasaron sus días escondidas entre cuatro muros. Ejemplos de lo que decimos pueden ser  Roswitna, monja benedictina del siglo X, que en herencia a parte de estimables poemas, nos dejó, unos conocimiento matemáticos de la época.  Más relevante es aún el nombre de Hildegarda, abadesa benedictina del siglo XII, que fue capaz de escribir tanto tratados dogmáticos como obras de medicina.

 

Con la llegada del Renacimiento y sobre todo con la revolución científica, van siendo más las mujeres que se incorporan al mundo de la cultura, así nos encontramos que en la corte de Isabel la Católica existe un elenco de nombres digno de ser mencionado: Juana de Contreras, María de Pacheco, Isabel de Vergara, Magdalena de Bobadilla, Lucía Medrano, Florencia Pinar, Teresa de Cartagena, Isabel de Villena  y sobre todo hay que mencionar a Beatriz Galindo ( La latina) camarista de la reina, que desmintió el dicho popular de que “la mujer que estudia latín no puede tener buen fin”.

 

En este rápido paseo por la historia llegamos al periodo que va del siglo XV al XIII. En el podemos asistir al debate sobre la capacidad de la mujer para recibir la misma educación, en igualdad con el hombre. Un debate que se intensifica con la llegada del siglo de las luces. Rousseau y Kant toman parte en él y en cierta manera se erigen en portavoces de la mentalidad de la época. Aseguran que la mujer carece de autonomía y de capacidad dada su condición de insuperable inferioridad. Se las reconoce el carácter sensible; pero no el intelectual, con estos supuestos se pretendía decir que la mujer tenía que buscar su sentido  en la maternidad y no en la educación. Hubo no obstante alguien quien como Condorcet que, en este siglo de las luces, se opuso a este sentir y se negó a admitir que la capacidad intelectual de la mujer fuera menor que la del hombre, por lo que pedía para ella una instrucción más completa. Él fue quien defendió que el Estado debiera ofrecer a las mujeres el derecho de recibir la misma educación que la del hombre. Desafortunadamente la influencia d Condorcet era bastante menor que la de los dos pesos pesados citados anteriormente y su opinión no prevaleció. En definitiva la legislación vigente de este siglo seguía manteniéndose en la idea  de la analfabetización femenina, si bien en una  real célula de 1783 aparece pro primera vez la necesidad de alfabetizar a la mujer

Es de notar en esta época por una parte  los efectos de la Reforma y de la contra-reforma que comenzaron a aconsejar una mejor instrucción de la mujer, para que no fuera presa fácil de las celadas religiosas y por otra la proliferación de instituciones religiosas femeninas dedicadas a la enseñanza: Ursulinas, clarisa , visitación . Sólo en Francia en 1789 están presentes en 300 ciudades. Este dato pudiera inducir a pensar que se estaba a punto de alcanzar la igualdad educativa; pero en realidad no era así. Basta con reparar en que este tipo de colegio religioso femenino estaba reservado a las clases pudientes, sin olvidar que el tipo de educación que ofrecían en estos momentos no era de gran nivel, que hizo que la nobleza y la burguesía trataran de encontrar otro tipo de educación para sus hijas .

 

La educación que en esta centuria se ofrecía a las mujeres privilegiadas que podían acceder a ella no era comparable con la que se ofrecía  a los varones. El tiempo de escolarización era bastante menor, las ausencias y abandonos bastante frecuentes y el tipo de orientación curricular bastante diferenciado. En estos colegios femeninos la instrucción intelectual ocupaba un puesto secundario,en cambio la instrucción religiosa era fundamental. Más que otra cosa, lo que se pretendía era formar  buenas esposas, buenas madres capaces de educar bien a los hijos y a la servidumbre. Para poder satisfacer las exigencias fundamentales de la cultura se les enseñaba a leer y a escribir, si bien , la formación iba orientada a adquirir habilidades  domésticas, labores de aguja, incluso el dibujo podía formar parte de estos aprendizajes.

 

En cualquier caso cabe decir que el siglo revolucionario en lo ideológico y lo político  no lo fue tanto en el aspecto educativo. En este siglo de la libertad, la fraternidad y la igualdad se sigue considerando a la mujer como al segundo sexo, por más que comenzaran a oírse  voces discrepantes que denunciaban que esta diferencia entre los sexos respondía a privilegios injustos y carente de una fundamentación natural. En cualquier caso no deja de ser un hecho positivo que algunas mujeres de familias nobles y pudientes tuvieran acceso a la educación pues con ello se reconocía la capacidad de algunas y ello habría de ser  el primer paso para poder reconocer esta capacidad a todas. 

 

Durante el siglo XIX se iría avanzando en  dirección a conseguir una educación presidida por el principio de igualdad, muy a pesar de los filósofos románticos de la época cuyos mensajes eran claramente discriminatorios. El varón era para ellos  el sujeto de la razón, las leyes y la libertad; la mujer en cambio lo era de la maternidad y del gobierno de la casa.  En la lucha por la igualdad educativa las mujeres tienen poco que deber a Hegel, Chopenhauer, Kierkegaar, o Nietszche este último de clara tendencia misógina, autor de frases que hoy resultan especialmente desafortunadas y crueles como la que dice que cuando vayas con mujeres no olvides el látigo.

 

Tampoco las mujeres tienen que agradecer mucho a la ciencia positiva del siglo XIX. Fueron muchas las teorías pseudocientíficas de este momento histórico que trataron de aportar pruebas experimentales a favor de la inferioridad femenina. Recordemos la frenología de Gall basada en la externa conformación del cráneo, Bischoff que pensaba que el desarrollo intelectual de la mujer se detenía a edad temprana, Spencer trató de demostrar que la actividad intelectual y la procreación son incompatibles. Muchos libros de la época aparecían con el título.” La inferioridad de la mujer”. Incluso se habló de que la sangre de las mujeres contenía más agua que la de los varones y por el contrario, menos corpúsculos rojos y menos hemoglobina, más aún se llegó a decir que la menstruación y el embarazo las colocaba en situación de constante enfermedad. A partir de estas patrañas se quiso seguir defendiendo la discriminación educativa en razón del sexo. Aún así todo ello no fue suficiente para detener el imparable proceso educativo de la mujer.

 

Un elenco de mujeres ilustres jalonan este siglo: recordemos a Cecilia Böhl de Faber, que no por capricho tuvo esconderse bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, Concepción Arenal , Que tuvo que cursar sus estudios universitarios disfrazada de hombre, Lise Meitner ( física francesa) Emilia Pardo Bazán; pero quizás lo más importante es que la escolarización femenina va en aumento. La ley Falloux de 1858 ya exigía que en las comunas de más de 800 habitantes hubiera una escuela para niñas. En España la ley Moyano era incluso más exigente. Debería existir una escuela para niñas por cada 500 habitantes. Naturalmente estamos hablando de escolarización porque lo que es la educación femenina seguía bastante diferenciada de la del varón. A las niñas se las seguía educando en los valores clásicos: discreción en el hablar, castidad, modestia, compostura y sentido doméstico. Más que de una educación intelectual se trata todavía de una educación de adorno. Los niveles superiores de instrucción seguían siendo privilegio de los hombres. Recordemos el caso de concepción Arenal. (Sus clases eran boicoteadas y a ellas sólo asistía el bedel).

 

Así llegamos en nuestro recorrido histórico al siglo XX que había de ser  decisivo en la carrera hacia la igualdad educativa, en el la mujer tiene ya acceso a los niveles superiores, Al margen de toda ideología política nos vamos a detener en los avances realizados en  España durante este siglo. Hasta la guerra civil existían en España dos visiones educativas contrapuestas, expresión de lo que se venía llamando las dos Españas. Junto a la influencia de la Iglesia Católica se hizo presente, la Institución Libre de Enseñanza. Comienza ya a hablarse de coeducación incluso ésta llegó a imponerse a comienzos de siglo en aquellas escuelas en las que se experimentaba el ensayo pedagógico llevado a cabo por Francisco Ferrer, hasta que por la ley de 1 de mayo de 1936 quedara derogada la coeducación. Las razones pudieron ser varias . A parte de las consideraciones morales o pedagógicas pudo influir la consideración de que el papel de la mujer y del hombre, estaba bastante diferenciado en la sociedad de comienzos de siglo. Tampoco  la pionera Inglaterra de los años 40 tenía muy claro este asunto.

 

Las sociedades durante este periodo evolucinaban muy rápido y la España de Franco no fue una excepción. Así en el curso 1946-47 el 34’7 % de los alumnos de secundaria son ya mujeres. A partir de los años 60 , irrumpe con fuerza una nueva imagen moderna de mujer, vigorosa, sociable, dinámica, lanzada a conquistas laborales, en fin algo que casi todos los aquí presentes hemos podido vivir.  Todo ello hacía aconsejable un nuevo sistema educativo que llegaría con en 1970 con la Ley General de Educación siendo ministro de Educación el Sr. Villar Palasí, con ella se ponía fin al centenario sistema educativo conocido como la ley Moyano.  Esta ley supuso una verdadera revolución.  En ella se establecía un periodo obligatorio de enseñanza hasta los 14 años gratuita para todos los españoles y españolas, sin ningún tipo de discriminación. Poniendo en práctica el principio de igualdad de oportunidades. Se llegó a alcanzar con menos medios, niveles de instrucción que ya les quisiéramos hoy en nuestras escuelas.

 En este proceso de incorporación de las mujeres a la educación hemos llegado al siglo XXI  en el que en los países culturalmente desarrollados existe una equiparación sin ningún tipo de discriminación en razón del sexo; pero todavía queda mucho por hacer en países donde la mujer recibe un trato diferente con respecto al hombre

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

  Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos ser...