Partimos del convencimiento de que la discriminación social discurre paralela a la discriminación educativa. La historia nos constata como el acceso de la mujer a la educación ha sido un logro fundamental en sus revindicaciones. Ya casi nadie duda que la escasa participación de la mujer en la vida publica de las sociedades se debió no tanto al hecho de ser mujer cuanto a su condición de analfabeta o semianalfabeta. Esto es algo reconocido por las propias mujeres. Desde el momento que a alguien se le excluye de la educación se le está excluyendo de otros ámbitos de participación. Las palabras ya en el siglo XIX de una mujer comprometida como lo fue Sofía Tortilán pueden resultar muy clarificadoras al respecto. “Queremos, nos dice, una mujer ilustrada para todo. Para nosotras la verdadera emancipación consiste en sacudir el ominoso yugo de la ignorancia que es el que hoy nos hace esclavas del hombre, de la sociedad, de las preocupaciones y del fanatismo. El primer derecho que debemos conquistar es el de instruirnos , puesto que nuestras cualidades son tan aptas para recibir la luz de la verdad y de la ciencia como las del hombre”. Así es como lo entendemos todos o casi todos ahora , después de tantos siglos de discriminación.
Una
buena instrucción y preparación para el ejercicio de la profesión representa el
acceso a la independencia económica y ésta conduce de forma natural a otras
independencias.
Desgraciadamente
el hecho ha sido que durante mucho tiempo, la cultura representaba un campo
vedado para la generalidad de las mujeres. No hablemos de las civilizaciones
marcadas por el signo del androcentrismo, también en las civilizaciones
clásicas de Grecia y Roma, (algo menos en Egipto) la educación de la mujer
estuvo bastante desatendida. La mujer ateniense estaba confinada en el gineceo
y no participaba a penas de las inquietudes del varón, a lo más se la enseñaba
a hilar, coser, tejer, guisar, el manejo de algún instrumento musical como la
lira y el cultivo de las primeras letras , aquí quedaba todo. Solamente a
partir del periodo helenístico pudiera hablarse de cierto tipo de educación
femenina organizada. En esta situación de inferioridad de la mujer con respecto
al hombre tuvo que ver la influencia de figuras prominentes como Aristóteles,
Galeno e Hipócrates que con sus respectivos supuestos biológico-filosóficos
dificultaron el acceso de las mujeres a una educación en igualdad con el
hombre. Posibilidad que por otra parte fue defendida por Platón.
En
cuanto a Roma baste decir que las leyes consideraban a la mujer propiedad del
marido.
No solamente los prejuicios sobre la capacidad
intelectual de la mujer, también la propia organización social y familiar
jugaron en contra de la instrucción femenina, consagrándola en el papel de
esposa y madre, aún con todo nunca ha dejado de haber nombres ilustres de
mujeres en el campo de las letras y las ciencias. No sólo las leyendas nos
hablan de mujeres sabias, médicas, legisladoras, poetisas, también la historia.
Ahí tenemos en la antigüedad a la poetisa Safos, a Aglaonike a Hipatía a
Catalina de Alejandría.
Durante
la edad Media como es sabido se inicia
una decadencia cultural que conduce a una especie de oscurantismo generalizado
en el que queda inmerso de manera
especial el mundo de la mujer. En esta época a las mujeres les está prohibida
la educación, hasta el punto de que no se les permite aprender a leer o
escribir por considerar que ello es fuente de perdición para ellas. Lo curioso
del caso es que mientras desde las instancias religiosas se alimentaba las
creencias de que la instrucción de la mujer ponía en peligro el orden
establecido, sacándola del hogar y añadiéndola más malicia a la que por
naturaleza ya tiene, el hecho es que las mujeres que en esta época escapan del analfabetismo
son precisamente aquellas
consagradas a la vida religiosa y
que pasaron sus días escondidas entre cuatro muros. Ejemplos de lo que decimos
pueden ser Roswitna, monja benedictina
del siglo X, que en herencia a parte de estimables poemas, nos dejó, unos
conocimiento matemáticos de la época.
Más relevante es aún el nombre de Hildegarda, abadesa benedictina del
siglo XII, que fue capaz de escribir tanto tratados dogmáticos como obras de
medicina.
Con
la llegada del Renacimiento y sobre todo con la revolución científica, van
siendo más las mujeres que se incorporan al mundo de la cultura, así nos
encontramos que en la corte de Isabel
En
este rápido paseo por la historia llegamos al periodo que va del siglo XV al
XIII. En el podemos asistir al debate sobre la capacidad de la mujer para
recibir la misma educación, en igualdad con el hombre. Un debate que se intensifica
con la llegada del siglo de las luces. Rousseau y Kant toman parte en él y en
cierta manera se erigen en portavoces de la mentalidad de la época. Aseguran
que la mujer carece de autonomía y de capacidad dada su condición de
insuperable inferioridad. Se las reconoce el carácter sensible; pero no el
intelectual, con estos supuestos se pretendía decir que la mujer tenía que
buscar su sentido en la maternidad y no
en la educación. Hubo no obstante alguien quien como Condorcet que, en este
siglo de las luces, se opuso a este sentir y se negó a admitir que la capacidad
intelectual de la mujer fuera menor que la del hombre, por lo que pedía para
ella una instrucción más completa. Él fue quien defendió que el Estado debiera
ofrecer a las mujeres el derecho de recibir la misma educación que la del
hombre. Desafortunadamente la influencia d Condorcet era bastante menor que la
de los dos pesos pesados citados anteriormente y su opinión no prevaleció. En
definitiva la legislación vigente de este siglo seguía manteniéndose en la
idea de la analfabetización femenina, si
bien en una real célula de 1783 aparece
pro primera vez la necesidad de alfabetizar a la mujer
Es
de notar en esta época por una parte los
efectos de
La
educación que en esta centuria se ofrecía a las mujeres privilegiadas que
podían acceder a ella no era comparable con la que se ofrecía a los varones. El tiempo de escolarización
era bastante menor, las ausencias y abandonos bastante frecuentes y el tipo de
orientación curricular bastante diferenciado. En estos colegios femeninos la
instrucción intelectual ocupaba un puesto secundario,en cambio la instrucción
religiosa era fundamental. Más que otra cosa, lo que se pretendía era
formar buenas esposas, buenas madres
capaces de educar bien a los hijos y a la servidumbre. Para poder satisfacer
las exigencias fundamentales de la cultura se les enseñaba a leer y a escribir,
si bien , la formación iba orientada a adquirir habilidades domésticas, labores de aguja, incluso el dibujo
podía formar parte de estos aprendizajes.
En
cualquier caso cabe decir que el siglo revolucionario en lo ideológico y lo
político no lo fue tanto en el aspecto
educativo. En este siglo de la libertad, la fraternidad y la igualdad se sigue
considerando a la mujer como al segundo sexo, por más que comenzaran a
oírse voces discrepantes que denunciaban
que esta diferencia entre los sexos respondía a privilegios injustos y carente
de una fundamentación natural. En cualquier caso no deja de ser un hecho positivo
que algunas mujeres de familias nobles y pudientes tuvieran acceso a la
educación pues con ello se reconocía la capacidad de algunas y ello habría de
ser el primer paso para poder reconocer
esta capacidad a todas.
Durante
el siglo XIX se iría avanzando en
dirección a conseguir una educación presidida por el principio de
igualdad, muy a pesar de los filósofos románticos de la época cuyos mensajes
eran claramente discriminatorios. El varón era para ellos el sujeto de la razón, las leyes y la libertad;
la mujer en cambio lo era de la maternidad y del gobierno de la casa. En la lucha por la igualdad educativa las
mujeres tienen poco que deber a Hegel, Chopenhauer, Kierkegaar, o Nietszche
este último de clara tendencia misógina, autor de frases que hoy resultan
especialmente desafortunadas y crueles como la que dice que cuando vayas con
mujeres no olvides el látigo.
Tampoco
las mujeres tienen que agradecer mucho a la ciencia positiva del siglo XIX.
Fueron muchas las teorías pseudocientíficas de este momento histórico que
trataron de aportar pruebas experimentales a favor de la inferioridad femenina.
Recordemos la frenología de Gall basada en la externa conformación del cráneo,
Bischoff que pensaba que el desarrollo intelectual de la mujer se detenía a
edad temprana, Spencer trató de demostrar que la actividad intelectual y la
procreación son incompatibles. Muchos libros de la época aparecían con el
título.” La inferioridad de la mujer”. Incluso se habló de que la sangre de las
mujeres contenía más agua que la de los varones y por el contrario, menos
corpúsculos rojos y menos hemoglobina, más aún se llegó a decir que la
menstruación y el embarazo las colocaba en situación de constante enfermedad. A
partir de estas patrañas se quiso seguir defendiendo la discriminación
educativa en razón del sexo. Aún así todo ello no fue suficiente para detener
el imparable proceso educativo de la mujer.
Un
elenco de mujeres ilustres jalonan este siglo: recordemos a Cecilia Böhl de
Faber, que no por capricho tuvo esconderse bajo el pseudónimo de Fernán Caballero,
Concepción Arenal , Que tuvo que cursar sus estudios universitarios disfrazada
de hombre, Lise Meitner ( física francesa) Emilia Pardo Bazán; pero quizás lo
más importante es que la escolarización femenina va en aumento. La ley Falloux
de 1858 ya exigía que en las comunas de más de 800 habitantes hubiera una
escuela para niñas. En España la ley Moyano era incluso más exigente. Debería
existir una escuela para niñas por cada 500 habitantes. Naturalmente estamos
hablando de escolarización porque lo que es la educación femenina seguía
bastante diferenciada de la del varón. A las niñas se las seguía educando en
los valores clásicos: discreción en el hablar, castidad, modestia, compostura y
sentido doméstico. Más que de una educación intelectual se trata todavía de una
educación de adorno. Los niveles superiores de instrucción seguían siendo
privilegio de los hombres. Recordemos el caso de concepción Arenal. (Sus clases
eran boicoteadas y a ellas sólo asistía el bedel).
Así
llegamos en nuestro recorrido histórico al siglo XX que había de ser decisivo en la carrera hacia la igualdad
educativa, en el la mujer tiene ya acceso a los niveles superiores, Al margen
de toda ideología política nos vamos a detener en los avances realizados
en España durante este siglo. Hasta la
guerra civil existían en España dos visiones educativas contrapuestas,
expresión de lo que se venía llamando las dos Españas. Junto a la influencia de
Las sociedades
durante este periodo evolucinaban muy rápido y
En este proceso de incorporación de las
mujeres a la educación hemos llegado al siglo XXI en el que en los países culturalmente
desarrollados existe una equiparación sin ningún tipo de discriminación en razón
del sexo; pero todavía queda mucho por hacer en países donde la mujer recibe un
trato diferente con respecto al hombre