2022-02-14

57.- Medios de comunicación y opinión pública

 




Cuando hablamos de que los grupos de poder se encargan de imponer las verdades a los demás, no estamos hablando de la fuerza física, existen modos más sofisticados. Hoy de lo que cabe hablar es de las influencias y manipulaciones ejercidas por el poderoso entorno mediático. Los medios de comunicación han llegado a tanto que se puede decir que ellos son los verdaderos creadores de la opinión publica, que es tanto como decir que son los verdaderos creadores de la verdad. El panorama actual no les podía ser más propicio. Millones de ciudadanos tienen acceso diariamente a los periódicos, en casi todos los hogares por modestos que sea entran las imágenes de televisión y las hondas de la radio que van dejando su mensaje a unas mentes que acaban sucumbiendo ante su fascinación. Para una gran masa de ciudadanos verdad es lo que los medios de comunicación dicen y aquello que se callan es que no ha existido, carece de interés o es falso. El silencio se ha convertido en la peor de las censuras, tanto más cuanto que pasa desapercibida para la gran masa de hombres que siguen creyéndose espíritus libres y bien informados. El silencio condena al ostracismo a aquellas verdades que no interesa decir. Los sujetos hoy día pueden pensar libremente se dice; pero ¿Quién verdaderamente pueden hacerlo sin dejar de sustraerse a la influencia de los medios. 

En este mundo nuestro donde se ha desterrado la Verdad, las mentiras se pregonan impunemente a los cuatro vientos. Todo es opinable , todo es interpretable y si esto sucede en temas de actualidad, mucho más si se hace referencia a la historia.. Resultan vergonzosas las interpretaciones que se están haciendo del pasado más reciente en aras de los intereses políticos de cada momento. La imparcialidad histórica brilla por su ausencia. 

 En los medios de comunicación nos podemos encontrar con los defensores del relativismo que al tiempo que piden respeto para todo tipo de opinión muestran un rechazo visceral e inquebrantable a los que no piensan como ellos. Tolerancia para unos intransigencia para otros. Son respetuosos con el pluralismo social después de haber excluidos previamente a todos los que no les gustan. Un claro ejemplo de lo que estoy diciendo lo encontramos en un famosísimo periodista columnista del diario El Mundo. En un reciente artículo trataba precisamente sobre este tema. En él se podían leer frases como éstas: "El actual relativismo filosófico y político es el nombre que puede acoger , hoy por hoy, todas las tendencias del pensamiento occidental que se ha hecho fragmentario, ocasional, abierto y múltiple , desde Roland Barthes a El nombre de la rosa.... el relativismo tiene mucha fascinación para la mente europea , más en estos tiempos que ha superado los grandes absolutismos políticos, religiosos y filosóficos" . Lo que no nos dice dicho columnista de donde le viene al relativismo esa fascinación de la que habla. No nos dice tampoco cual es la última razón que le lleva a enfrentarse de forma tan agresiva con una de las figuras más importantes de finales y comienzo de siglo como lo es Benedicto XVI. Sin duda en este su artículo como en otros quedan patentes sus grandes dotes de escritor y periodista, pero cuando se habla de temas como éste hace falta algo más, hace falta demostrar que se sabe de que se está hablando. Aunque, a decir verdad, esto es lo que menos importa a los lectores, que al final se van a quedar con lo que dice un famoso periodista en un periódico de reconocido prestigio. 

 Si no está respaldada por los medios de comunicación ya se puede cansar de aducir razones y argumentaciones la inteligencia más clarividente que no serán tenidas en cuenta, pues al final con lo que la gente se queda es con lo que se escribe en los periódicos o con lo que se ve en la televisión . En un mundo donde no hay convicciones firmes pueden ser suficientes seis meses de campaña bien dirigida y orquestada para hacer de lo blanco negro y de lo negro blanco. Los dueños de los medios tienen en sus manos el poder de convicción más grande que se haya conocido, mientras sigan disponiendo del argumento irrefutable del dinero. Por arte de magia la realidad al final aparecerá como los dueños de los medios quieran que aparezca. Algo semejante a lo que sucediera en tiempos de los sofistas. 

 Los medios de comunicación a través de la opinión pública extienden su influencia también al mundo de la política. Hoy día en gran parte de los países desarrollados, las masas son las que dan y quitan poder. Es la aritmética de los votos la que al final decide los asuntos de la política y a ella se recurre como solución a todo tipo de problema que pueda presentarse. No existe principio alguno que esté por encima de la decisión de la mayoría. El único dogma inapelable en los sistemas democráticos es el respeto incondicional a los votos de los ciudadanos, ellos son los que decide que es lo verdadero y que es lo falso, qué es lo que se debe hacer y qué es lo que no se debe hacer. Ningún derecho natural es reconocido si no lleva las bendiciones del parlamento, en cambio cualquier derecho positivo puede quedar legitimado siempre que cuente con el apoyo suficiente. Todo dependerá de lo que la mayoría quiera pues ella es la depositaria de la verdad, de tal modo que la verdad sólo es verdad si la vota la mayoría. En la Segunda República española se sometió a votación la existencia de Dios y como mayoritariamente salió que no, la cuestión quedó zanjada y a lo que se ve en éstas seguimos políticamente hablando. 

 A los sujetos, según se dice, se les permite pensar libremente, tener las creencias acordes con su fe, adherirse al sistema de valores que moral o religiosamente más les satisfaga; pero aún así no es fácil sustraerse al relativismo político que al final acaba haciéndose presente en todas las manifestaciones de la vida en la familia, en el matrimonio, en la enseñanza , en los diversos ámbitos de la cultura. Nada hay escrito ni definido en este mundillo de la política según las más puras exigencias del pluralismo relativista y esto quiérase o no, coloca en situación comprometida a todos aquellos que tratan de mantenerse firmes en sus convicciones, a los que creen en verdades y en principios inamovibles, valederos tanto a nivel personal como a nivel público, ciudadanos que cree en el pluralismo político; pero por coherencia no pueden aceptar que éste tenga que ser necesariamente relativista. ¿ Por qué hay que dar como dogma, se preguntan, el que todo en política ha de relativizarse? ¿ Por qué ha de ser verdadero lo que la mayoría diga? 

 Algo hay por encima de todas las instancias políticas que es la propia dignidad del hombre que pide ser respetada, algo hay por encima del Parlamento que son la Verdad y el Bien a los que todo político debiera sentirse obligado. Necesario es reconocer que la política tiene sus propias exigencias morales, que nos colocan más allá de las conveniencias personales o de partido, si no se entiende así lo más probable es que el ciudadano tarde o temprano acabe desconfiando de la política. Nada hay más peligroso viene a decir Juán Pablo II en Veritatis Splendor que las democracias relativistas. 

 Desde muy antiguo viene considerándose a la política como el arte de hacer posible lo imposible sin reparar en medios, porque como diría Gracián todo lo dora un buen fin. Desgraciadamente, al final, son los resultados y no la ética, los que distinguen la política acertada de lo que no lo es. Lo políticamente correcto a veces poco tiene que ver con la verdad y la decencia, lo que pone de manifiesto que la política se rige más bien por lo que más conviene en cada momento, lo cual no deja de ser preocupante.




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