El matrimonio,
familia y sociedad, forman un engranaje
que gira en torno a un mismo eje. Acertar con el modelo de matrimonio es
acertar con el modelo de familia y cuando esto lo hayamos logrado tendremos
garantizado el modelo de sociedad deseable.
De aquí que antes de hablar de
regeneración social sea preciso enderezar el rumbo de la familia y previo a
todo, tenemos que tener muy claro, cual es el tipo de matrimonio que
más conviene y que más estamos necesitando. No nos cansamos de preguntarnos ¿Cómo
será la sociedad que vamos a dejar en herencia a los que vienen detrás de
nosotros?; pero bien mirado tal vez
fuera preferible preguntarnos por los
hijos que vamos a legar como herencia a
la posteridad, porque de ellos va a depender el rumbo de la historia. Los niños
de hoy serán los dirigentes del mañana y todo dependerá de la educación que a
ellos les hayamos dado. ¿Nos preocupa cuál es su concepción de la vida, cuales
sus valores prioritarios? ¿Estamos haciendo algo para que sus aspiraciones e
ideales sean nobles, para que sus convicciones y creencias sean elevadas?...
No nos
engañemos, los hijos son fruto del matrimonio y de la familia donde crecen y se
desarrollan, necesitados están de un padre y una madre que les quieran y les
eduquen, que les protejan cuando son niños y les acompañen en la etapa
complicada de la adolescencia y la juventud;
todo esto es mucho más fácil al calor de un hogar consistente y estable,
en el marco de un ambiente de cordialidad y mutua compenetración, donde los
esposos se sepan comprometidos en un proyecto común, que les ha de durar toda
una vida, hasta verle completamente realizado .
El
matrimonio y la familia tradicionales, de tiempos pasados, han venido
respondiendo a las expectativas de lo que debe ser una institución natural, con
unas finalidades claramente definidas, con unas exigencias y responsabilidades
libremente asumidas y con un vínculo que
les dotaba de firmeza y seguridad. Exactamente todo lo contrario de lo que está sucediendo en los tiempos actuales, en
que hemos quedado sin orientación, totalmente perdidos y carentes de toda referencia, hasta llegar a
instalarnos en la pura
provisionalidad. Hoy lo normal es hablar de las parejas de hecho, matrimonios entre homosexuales, matrimonios
compartidos, matrimonios a plazos, parejas a prueba , matrimonios expréss, es decir vivir juntos mientras la cosa dure; pero claro está, vivir juntos no es lo
mismo que vivir unidos. Hacen falta pocos gramos de sentido común para
darse cuenta que sobre este terreno movedizo va a ser imposible construir una
sociedad consistente. Para esa sociedad mejor, en la que todos soñamos, estable
y firme, lo que se necesitan son uniones sólidas, que ofrezcan garantías de
continuidad al proyecto familiar. La familia como diría Mauriac “es un rayo de
amor eterno expandido a través de la
raza”
A mi modo de ver, en lo referente al
matrimonio y la familia, no se ha sabido
discernir bien entre lo que es esencial
y lo que es puramente histórico. Todo hubiera sido mucho más fácil y
mejor, si respetando aquello se
hubiera tratado de profundizar en esto
último. La necesaria renovación que los tiempos exigían se ha podido hacer
respetando las esencias familiares, sin caer en un antifamiliarismo que nos
está llevando a un desquiciamiento y que más bien pronto que tarde va a tener
consecuencias sociales desastrosas. Lo sabemos por la historia. Todos los
movimientos antifamiliaristas han acabado en un rotundo fracaso.
No
digo yo que las instituciones no estén sujetas a una evolución, en consonancia
con los tiempos, ello es necesario y a decir verdad algo se ha avanzado al
respecto. Ciertamente las estructuras y los roles dentro del matrimonio y la
familia han quedado más justamente diseñados hoy que lo estaban en el pasado. Hemos de felicitarnos de que la época del
matriarcado quedara atrás; hemos de
alegrarnos igualmente de que estemos en la fase de superar el patriarcado y que
dentro de nuestro horizonte occidental estemos a punto de lograr que los
esposos compartan en igualdad la patria
potestad y que el reparto de papeles de los padres en la familia respondan al
criterio de paridad. Todo esto está muy bien y dentro del respeto a las
esencias, hemos de continuar para dar solución adecuada a los problemas
familiares del mundo actual.
Uno
de los más urgentes es el de que se pueda compatibilizar el trabajo con la
paternidad. Los esposos tienen el derecho y los gobiernos el deber de
garantizar el que se pueda seguir trabajando, sin que por ello sufran menoscabo
sus deberes para con los hijos y sus obligaciones de hogar . En los tiempos en
que vivimos pueden permanecer intactas
las finalidades familiares, las atenciones al hogar y los hijos compartidas,
sin que por ello se vea alterado el ritmo del trabajo y la productividad. Sólo hace falta voluntad política y
empresarial para poderlo llevar a cabo
Por
lo que respecta al matrimonio cristiano la urgencia principal la tenemos en
llegar a armonizar la paternidad responsable con uno de los fines del
matrimonio, expresado en términos de “ Remedium concupiscenciae”. Sabido es que
el control de natalidad , aconsejable en gran número de los matrimonios
actuales, está teniendo consecuencias en las relaciones conyugales. Esto viene siendo así de tiempos atrás y de
lo que se trata es de traer paz a las conciencias de muchos cónyuges cristianos,
que viven atormentados por este problema. En atención a ello el papa Francisco
recientemente se pronunciaba de forma coloquial; pero muy expresiva diciendo
que “para ser un buen católico no hace falta tener hijos como conejos” pero
entonces ¿que pasa con aquellos que no puedan abstenerse, ni tienen vocación de
célibes? El Papa adelantándose a la pregunta respondió: “Conozco muchas
soluciones lícitas” y agregó: Pablo VI , (el papa de la encíclica Humanae
Vitáe) aconsejó a sus confesores que fueran misericordes y compasivos y que
entendiesen las situaciones . Naturalmente que las palabras de Francisco
revelan que no es ajeno a la trascendentalidad del tema, sin duda es consciente
de que nos encontramos ante un delicado problema, difícil de resolver, pero hay
que hacerlo porque los matrimonios jóvenes que tienen que sufrirlo se
encuentran en situación dolorosa, sin saber muy bien qué camino tomar . La
Iglesia Maestra, que ha hablado sabiamente sobre estas cuestiones, porque las
conoce a fondo, sabrá ser con toda seguridad
esa Madre solícita, capaz traer la ayuda que los matrimonios atribulados
necesitan, para que puedan vivir con gozo esa comunidad de amor a la que fueron
llamados y ¿qué mejor momento para hacerlo que este año de la
misericordia?