2022-02-26

111.-Comentario a la “Amoris letitiae” y “laudato si” del Papa Francisco

 



Después de un largo periodo de gestación, llega a nuestras manos la esperada Exhortación Apostólica Postsinodal, que Francisco ha tenido a bien bautizar con el nombre de “Amoris Letitiae”. Es ahora cuando se abre un nuevo periodo de estudio, porque el documento está ahí para que pueda ser interpretado en clave de discernimiento, por quien corresponde. Todavía es pronto para opinar, pero yo tengo la sensación de que el documento, aunque no haya respondido a las expectativas desmesuradas de unos y otros, no ha irritado a nadie en demasía, salvo las excepciones de rigor y esto es muy buena señal, porque ello quiere decir que nos encontramos en la zona templada, en la que todo el mundo puede sentirse razonablemente cómodo, que es exactamente de lo que se trataba. Hubiera sido un contrasentido que un documento esencialmente reconciliatorio como éste, hubiere sido motivo de recelos y escisión. Francisco nos exhorta a todos a que colaboremos en el enriquecimiento de una verdad, que puede ser contemplada desde perspectivas distintas, sin que por ello quede comprometida la unidad esencial de doctrina y de praxis. Nadie sobra, nadie queda excluido en esta nueva aventura que hoy comienza.

 Previsiblemente habrá quienes digan que las cosas estaban bien como estaban y no hay porqué cambiar nada, habrá, por el contrario, quienes piensen que hay que dar un paso adelante. Todo indica que unos se van a encargar de nadar y otros de guardar la ropa. A lo mejor es que las cosas tienen que ser así. Allá cada cual… Lo que yo pretendo con estas líneas es ofrecer mi punto de vista de la forma más honestamente posible, como lo están haciendo los demás. El documento que acaba de llegarnos, en su conjunto me ha parecido importante, pero con un interés desigual según sean las motivaciones de cada uno. Tenemos una primera parte donde abundan las descripciones y análisis de la compleja situación familiar, susceptible de ser vivida desde la alegría que proporciona el amor. Sin negar valor a estas numerosas páginas esclarecedoras sobre lo que es y debe ser la realidad familiar, yo me quedo con el Capítulo Octavo, donde se plantea la situación de los separados católicos que han vuelto a casarse y que ya desde ahora, lo señalo como el centro de mi comentario.

Este capítulo, que más que leerlo hay que estudiarlo reflexivamente, arranca con unas clarificadoras palabras. “Los Padres sinodales han expresado que, aunque la Iglesia entiende que toda ruptura del vínculo matrimonial va contra la voluntad de Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos» ( Relatio Synodi 2014, 24)….El Sínodo se ha referido a distintas situaciones de fragilidad o imperfección. Al respecto, quiero recordar aquí algo que he querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el camino: «Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar. El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración. El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie.” A partir de aquí es fácil comprender el empeño del Papa en hacer llegar su cálido aliento paternal a los hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, recordándonos “que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña”. Para él está claro que el Derecho Canónico ha de ir atemperado por el espíritu del Evangelio y así poder decir que no está hecho el hombre para la ley sino la ley para el hombre, pero como siempre, habrá quien se resista a someterse a esta dinámica.

Según me ha parecido constatar a través de las redes sociales, no son pocos los que se mantienen inamovibles en sus posturas, como si nada hubiera pasado. La doctrina de la Iglesia, dicen, no ha cambiado nada con respecto al matrimonio, la familia,  la gracia,  los sacramentos; entonces ¿por qué vamos a  cambiar nosotros?.... sigamos como antes, aplicando la ley a los adúlteros. Cierto es que la doctrina de la Iglesia no ha cambiado, permanece intacta, en esto tienen toda la razón; lo que sucede es que esa doctrina ha sido complementada con otra doctrina, que también estaba ahí, sólo que en letra pequeñita y que ahora se le ha aplicado la lupa y se ha hecho legible. Naturalmente ello ha dado lugar a que la situación de los divorciados católicos pueda ser interpretada en un contexto más amplio del que se venía haciendo, exhortando a que “Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio” Veamos:   

 No existe la menor duda de que la norma objetiva es un bien inestimable, un referente moral que hay que tener siempre presente; pero ojo, no  es el único elemento a tener en cuenta, también hay que tomar en consideración las múltiples variantes personales y  circunstancias concurrentes  en cada situación ; esto es algo que todos los moralistas católicos nos lo  están recordando, lo que sucede es  que los humanos , muy dados a juzgar a los demás desde fuera, nos hemos ido quedando sólo con la norma universal absolutizada,  aplicándola a todos los casos por igual, lo cual no deja de ser una aberración. Prohibido está matar, por ejemplo, pero no es lo mismo hacerlo por sadismo que hacerlo en legítima defensa. Por eso se nos aconseja que «hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición»La ethica ordine geometrico demostrata” pudo  satisfacer a Baruch Spinoza, pero no a Tomás de Aquino, atento a la indeterminación de los casos concretos.

 Hablando en el lenguaje clásico de siempre, es obligado recordar que los criterios de moralidad siempre han sido dos: el objetivo y el subjetivo , la norma y la conciencia , algo que desgraciadamente  no siempre ha sido tenido en cuenta, por eso este documento pontificio amablemente se lamenta de ello  diciendo “ Nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.”

Ante la necesidad de conocer en su conjunto, tanto la norma como el hecho en cuestión, Sto. Tomás incluso se atreve a decir que «si no hay más que uno solo de los dos conocimientos, es preferible que éste sea el conocimiento de la realidad particular que se acerca más al obrar»: (Sententia libri Ethicorum, VI, 6 (ed. Leonina, t. XLVII).  En lógica consecuencia ninguna norma, ni siquiera la que se desprende de forma más inmediata de la ley Natural, debiera ser impuesta al sujeto apriorísticamente, sino que está ahí para ser utilizada como fuente de inspiración objetiva, que acompaña a la toma de una decisión personal. De aquí que en el contexto de la moral católica es perfectamente comprensible que en una situación objetiva de pecado nos encontremos con conciencias subjetivamente no culpables o que no lo sean plenamente. “Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano”.

 En referencia a los divorciados católicos vueltos a casar, existen atenuantes a los que el documento alude, señalándose situaciones, como el mismo Juan Pablo II  había reconocido, en que la separación de los cónyuges se hace inevitable o  moralmente necesaria; pero no es cuestión de detenernos en  este asunto y confeccionar un  exhaustivo catálogo de las diferentes circunstancias que pueden concurrir al acto, pues no dejaría de ser un cliché prefabricado no totalmente acomodable a cada situación concreta, ya que cada caso es un mundo aparte que habrá de  ser analizado por quien corresponda.

Es así como llegamos a la última resolución tomada por el Papa Francisco en este valioso documento, en torno a los católicos divorciados que han vuelto a vivir en pareja. No hay un veredicto definitivo, ni fórmula mágica que resuelva la cuestión, ni siquiera una nueva normativa general de tipo canónico aplicable a todos los casos.   Nada de eso.  La única salida a esta delicada situación es estudiar caso por caso. Se pone así en marcha la vía del discernimiento personal y pastoral de las situaciones particulares. Discernimiento es algo más, mucho más que aplicar las leyes a los casos irregulares en su conjunto “como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas”. A partir de ahora el asunto queda en manos de los directores espirituales, confesores  y presbíteros quienes, en conformidad con las enseñanzas de la Iglesia y las orientaciones precisas de su Ordinario, habrán de encargarse de orientar,  acompañar y decidir que tipo de exclusiones pueden ser removidas a los hermanos que tan  necesitados están de consuelo y ayuda espiritual.

Algo ha cambiado: “ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal”. Algo ha cambiado: a  quienes antes estaban excluidos y se les impedía acercarse al altar o al confesionario hoy se les convoca a un posible acto de reconciliación, porque el discernimiento es posible. Algo ha cambiado: porque las puertas que estaban cerradas a cal y canto han quedado entreabiertas y por sus rendijas se cuela un rayito de esperanza.   Lo triste es que ya llegamos tarde para acompañar y acoger a muchos hermanos que tal vez no fueron peores, ni merecieron  menos la misericordia que a los demás se nos dispensa a manos llenas.

¿Quién podrá negar la “alegría del amor” a los hijos de Dios y excluirles del consuelo de su perdón?  Yo quiero creer que el Sínodo de la Familia no sólo va a ser un rayo de luz, capaz iluminar la situación angustiosa en que encuentran  no pocos  divorciados católicos, sino que puede ser motivo de esperanza también para que en un futuro próximo se vayan dando respuestas adecuadas por la vía del recto discernimiento a  las asignaturas pendientes que aún existen  dentro de la Iglesia Católica.

El Papa Francisco  también nos ha regalado la encíclica ecológica “Laudato si”  que se dirige a todos los hombres de buena voluntad sin distinción de raza,  ideología o de religión, para concienciarnos a todos de la necesidad de cuidar la casa común. En ella se pone bien de manifiesto el  deplorable deterioro  ambiental a que hemos llegado, en aras de un progreso y desarrollo técnico mal entendido. Nuestra cultura de descarte nos ha llevado a poner en riesgo las reservas naturales y a convertir nuestro planeta en un inmenso vertedero que ha acabado por intoxicar las aguas y  polucionar una atmósfera que a veces resulta irrespirable, agravado por el incremento de sustancias tóxicas provenientes  del tráfico o de la industria, que están alterando el ritmo climático . A esto habría que añadir la salvaje depredación de las reservas naturales escondidas en las entrañas de la tierra, o en el fondo de los océanos

 Motivos hay más que suficientes para que el Papa Francisco haya lanzado la voz de alarma, con la intención de despertar las conciencias  de quienes  ostentan la fuerza política o el poder económico, ya que ni unos ni otros acaban de reaccionar ante el peligro que semejante deterioro ecológico puede suponer para nuestro planeta . El aldabonazo lanzado por el Papa llega en el momento oportuno, cuando la  “Cumbre del Clima”,  que se va celebrar en Paris dentro de unos meses, se dispone a tomar un nuevo  acuerdo mundial, llamado a sustituir al “Protocolo de Kioto”.

En esta hermosa encíclica se nos expone de forma pormenorizada,  no solamente los síntomas de un deterioro ecológico preocupante,  sino también el origen y la raíz de las mismos, en los que sin duda tanto tienen que ver  “ las fuerzas ciegas del inconsciente, las necesidades inmediatas, el egoísmo o la violencia”. Ya se sabe que  el ser humano cuando queda sometido a su propio poder  actúa de forma incontrolada, convirtiéndose en víctima del paradigma tecnocrático capaz de  arrasarlo todo.  Cuando nos abandonamos al relativismo y no existe norma alguna reguladora de la libertad,  lo que impera son los supuestos utilitaristas. En definitiva, en nuestra tierra  sucede lo que sucede, porque  el crecimiento tecnológico  no ha ido acompañado del crecimiento humano correspondiente.

  Una vez rotos los lazos que debieran mantener unido al ser humano con la  creación sólo cabe esperar lo peor. Francisco ha entendido muy bien que no puede haber ecología sin una base antropológica que garantice el respeto a la naturaleza. Así lo entendió también Pablo VI, cuando decía que «los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre ». ( Discurso a la FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970).

Se está necesitando, y así lo ha entendido Francisco, una visión integradora capaz de situar la problemática ambiental dentro del contexto humano, histórico y social y para ello va  a hacer falta la cooperación de todos los países; será preciso dialogar y llegar a acuerdos que luego sean cumplidos por todas las partes.  Va a ser necesario una política de entendimiento, que permita al mismo tiempo  algo tan difícil como la reducción de la contaminación de los países ricos por una parte   y el desarrollo de los países pobres por otra.  Dialogo  debe haber así mismo entre las diferentes campos científicos, dialogo entre   los diversos grupos ecológicos. “La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad”

Muchos cambios de hábitos y comportamientos cotidianos deben  producirse también en la sociedades opulentas, hasta llegar a un consumo más racionalizado,  a un comportamiento más respetuoso con la naturaleza, a  un mejor aprovechamiento de los recursos y a  la puesta a punto de una economía de residuos y reciclaje, que haga innecesarias las agresiones ambientales para la extracción de materias primas.

El papa Francisco  en esta Encíclica Ecológica sabe muy bien de lo que está hablando, mostrándose conocedor de toda la compleja problemática ambiental. Los análisis que hace sobre los síntomas de  autodestrucción del planeta azul, las causas que lo originan y los posibles remedios, son tan certeros que según pienso , no puede por menos que dejar satisfecho al ecologista más exigente. Ahora bien, nos equivocaríamos si pensáramos que aquí acaba todo. En  “Laudato si”  aparte del clamor de la tierra se percibe el clamor de los pobres, si es que ambos  gritos no son una misma cosa . Francisco nos dice que  no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, nos advierte también  que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están en mutua dependencia.

Después de haber leído este documento te queda la sensación de que la degradación ecológica y moral se dan la mano.  Las agresiones ambientales quienes acaban sufriéndolas son las gentes y los países  más pobres; al final  « el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre”. La última conclusión a la que nos lleva este tipo de consideraciones  sería ésta:  Siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”.  La tierra no es para que unos cuantos la exploten en detrimento de los demás, porque es un bien que a todos pertenece. Sin negar el legítimo derecho a la propiedad privada, es preciso afirmar con toda contundencia el destino común  y universal de los bienes planetarios, de tal modo que la tierra ha de ser vista como una herencia común otorgada por Dios a todo el género humano, sin excluir a nadie, sin privilegiar a ninguno. Cierto es que la tierra está ahí para nuestra supervivencia, podemos trabajarla, servirnos de ella; pero no explotarla y agredirla salvajemente, hasta el punto de poner en peligro su continuidad para las futuras generaciones .

 Ecología ambiental y ecología ético- social están pidiendo una  mutua aproximación . La firme decisión de cuidar de la naturaleza debe discurrir paralelamente con la firme decisión de combatir y erradicar la pobreza que está impidiendo a muchos hombres y mujeres vivir una vida digna. El deterioro ambiental,  que tanto  ha tenido que ver con la desigualdad existente en el reparto de la riqueza, no sólo ha de ser corregido, ha de satisfacer en lo posible los daños ocasionados.

 Por último,  a  través de la lectura de esta Encíclica del Papa Francisco, es fácil  también entrever un mensaje místico- religioso. Los vínculos que nos mantienen unidos a la tierra, viene a decirnos, nos acercan a Dios; la ruptura  con la tierra nos alejan de Él. La Naturaleza es  como un libro abierto en que Dios nos habla de sí mismo. La creación, sin ser en sí misma divina, refleja admirablemente  la hermosura y bondad de Dios, que hay que saber apreciar y reverenciar como algo sagrado salido de sus manos.  

“ El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado “ , nos dice Francisco. En la cultura occidental opera el inconsciente preventivo que nos mantiene a raya de todo panteismo. Hemos aprendido a diferenciar la distancia infinita que separa al Creador de la creatura; lo que no hemos aprendido suficientemente es que todo ser, por insignificante que sea,  está en perfecta armonía con su Creador. La íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres la supieron ver  los místicos y así «sintieron ser todas las cosas Dios». Místicos como S. Francisco de Asís   entraban en comunicación con todo ser  creado, al que consideraba como hermano. Místicos como S. Juan de la Cruz   no tuvieron inconveniente en decir  “ las montañas es mi Amado para mi…  Estos valles es mi Amado para mí” ( Cántico espiritual XIV-XV, 6-7)  

. Las criaturas que salieron de Dios, a Dios habrán de volver, como a su Fin Último. La Preciosa encíclica que comentamos concluye diciendo: “ Al final, la vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados” . Yo tengo para mí que nada de lo que salió del corazón de Dios  volverá a la nada y puede que hasta los animales , hermanos nuestros , a los que tantas veces maltratamos sin piedad, tengan su paraíso particular.

 

El Papa Francisco a través de la encíclica ecológica “Laudato si” se dirige a todos los hombres de buena voluntad sin distinción de raza,  ideología o de religión, para concienciarnos a todos de la necesidad de cuidar la casa común. En ella se pone bien de manifiesto el  deplorable deterioro  ambiental a que hemos llegado, en aras de un progreso y desarrollo técnico mal entendido. Nuestra cultura de descarte nos ha llevado a poner en riesgo las reservas naturales y a convertir nuestro planeta en un inmenso vertedero que ha acabado por intoxicar las aguas y  polucionar una atmósfera que a veces resulta irrespirable, agravado por el incremento de sustancias tóxicas provenientes  del tráfico o de la industria, que están alterando el ritmo climático . A esto habría que añadir la salvaje depredación de las reservas naturales escondidas en las entrañas de la tierra, o en el fondo de los océanos

 Motivos hay más que suficientes para que el Papa Francisco haya lanzado la voz de alarma, con la intención de despertar las conciencias  de quienes  ostentan la fuerza política o el poder económico, ya que ni unos ni otros acaban de reaccionar ante el peligro que semejante deterioro ecológico puede suponer para nuestro planeta . El aldabonazo lanzado por el Papa llega en el momento oportuno, cuando la  “Cumbre del Clima”,  que se va celebrar en Paris dentro de unos meses, se dispone a tomar un nuevo  acuerdo mundial, llamado a sustituir al “Protocolo de Kioto”.

En esta hermosa encíclica se nos expone de forma pormenorizada,  no solamente los síntomas de un deterioro ecológico preocupante,  sino también el origen y la raíz de las mismos, en los que sin duda tanto tienen que ver  “ las fuerzas ciegas del inconsciente, las necesidades inmediatas, el egoísmo o la violencia”. Ya se sabe que  el ser humano cuando queda sometido a su propio poder  actúa de forma incontrolada, convirtiéndose en víctima del paradigma tecnocrático capaz de  arrasarlo todo.  Cuando nos abandonamos al relativismo y no existe norma alguna reguladora de la libertad,  lo que impera son los supuestos utilitaristas. En definitiva, en nuestra tierra  sucede lo que sucede, porque  el crecimiento tecnológico  no ha ido acompañado del crecimiento humano correspondiente.

  Una vez rotos los lazos que debieran mantener unido al ser humano con la  creación sólo cabe esperar lo peor. Francisco ha entendido muy bien que no puede haber ecología sin una base antropológica que garantice el respeto a la naturaleza. Así lo entendió también Pablo VI, cuando decía que «los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre ». ( Discurso a la FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970).

Se está necesitando, y así lo ha entendido Francisco, una visión integradora capaz de situar la problemática ambiental dentro del contexto humano, histórico y social y para ello va  a hacer falta la cooperación de todos los países; será preciso dialogar y llegar a acuerdos que luego sean cumplidos por todas las partes.  Va a ser necesario una política de entendimiento, que permita al mismo tiempo  algo tan difícil como la reducción de la contaminación de los países ricos por una parte   y el desarrollo de los países pobres por otra.  Dialogo  debe haber así mismo entre las diferentes campos científicos, dialogo entre   los diversos grupos ecológicos. “La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad”

Muchos cambios de hábitos y comportamientos cotidianos deben  producirse también en la sociedades opulentas, hasta llegar a un consumo más racionalizado,  a un comportamiento más respetuoso con la naturaleza, a  un mejor aprovechamiento de los recursos y a  la puesta a punto de una economía de residuos y reciclaje, que haga innecesarias las agresiones ambientales para la extracción de materias primas.

El papa Francisco  en esta Encíclica Ecológica sabe muy bien de lo que está hablando, mostrándose conocedor de toda la compleja problemática ambiental. Los análisis que hace sobre los síntomas de  autodestrucción del planeta azul, las causas que lo originan y los posibles remedios, son tan certeros que según pienso , no puede por menos que dejar satisfecho al ecologista más exigente. Ahora bien, nos equivocaríamos si pensáramos que aquí acaba todo. En  “Laudato si”  aparte del clamor de la tierra se percibe el clamor de los pobres, si es que ambos  gritos no son una misma cosa . Francisco nos dice que  no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, nos advierte también  que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están en mutua dependencia.

Después de haber leído este documento te queda la sensación de que la degradación ecológica y moral se dan la mano.  Las agresiones ambientales quienes acaban sufriéndolas son las gentes y los países  más pobres; al final  « el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre”. La última conclusión a la que nos lleva este tipo de consideraciones  sería ésta:  Siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”.  La tierra no es para que unos cuantos la exploten en detrimento de los demás, porque es un bien que a todos pertenece. Sin negar el legítimo derecho a la propiedad privada, es preciso afirmar con toda contundencia el destino común  y universal de los bienes planetarios, de tal modo que la tierra ha de ser vista como una herencia común otorgada por Dios a todo el género humano, sin excluir a nadie, sin privilegiar a ninguno. Cierto es que la tierra está ahí para nuestra supervivencia, podemos trabajarla, servirnos de ella; pero no explotarla y agredirla salvajemente, hasta el punto de poner en peligro su continuidad para las futuras generaciones .

 Ecología ambiental y ecología ético- social están pidiendo una  mutua aproximación . La firme decisión de cuidar de la naturaleza debe discurrir paralelamente con la firme decisión de combatir y erradicar la pobreza que está impidiendo a muchos hombres y mujeres vivir una vida digna. El deterioro ambiental,  que tanto  ha tenido que ver con la desigualdad existente en el reparto de la riqueza, no sólo ha de ser corregido, ha de satisfacer en lo posible los daños ocasionados.

 Por último,  a  través de la lectura de esta Encíclica del Papa Francisco, es fácil  también entrever un mensaje místico- religioso. Los vínculos que nos mantienen unidos a la tierra, viene a decirnos, nos acercan a Dios; la ruptura  con la tierra nos alejan de Él. La Naturaleza es  como un libro abierto en que Dios nos habla de sí mismo. La creación, sin ser en sí misma divina, refleja admirablemente  la hermosura y bondad de Dios, que hay que saber apreciar y reverenciar como algo sagrado salido de sus manos.  

“ El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado “ , nos dice Francisco. En la cultura occidental opera el inconsciente preventivo que nos mantiene a raya de todo panteismo. Hemos aprendido a diferenciar la distancia infinita que separa al Creador de la creatura; lo que no hemos aprendido suficientemente es que todo ser, por insignificante que sea,  está en perfecta armonía con su Creador. La íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres la supieron ver  los místicos y así «sintieron ser todas las cosas Dios». Místicos como S. Francisco de Asís   entraban en comunicación con todo ser  creado, al que consideraba como hermano. Místicos como S. Juan de la Cruz   no tuvieron inconveniente en decir  “ las montañas es mi Amado para mi…  Estos valles es mi Amado para mí” ( Cántico espiritual XIV-XV, 6-7)  

. Las criaturas que salieron de Dios, a Dios habrán de volver, como a su Fin Último. La Preciosa encíclica que comentamos concluye diciendo: “ Al final, la vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados” . Yo tengo para mí que nada de lo que salió del corazón de Dios  volverá a la nada y puede que hasta los animales , hermanos nuestros , a los que tantas veces maltratamos sin piedad, tengan su paraíso particular.

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

  Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos ser...