Después de un largo
periodo de gestación, llega a nuestras manos la esperada Exhortación Apostólica
Postsinodal, que Francisco ha tenido a bien bautizar con el nombre de “Amoris
Letitiae”. Es ahora cuando se abre un nuevo periodo de estudio, porque el
documento está ahí para que pueda ser interpretado en clave de discernimiento,
por quien corresponde. Todavía es pronto para opinar, pero yo tengo la
sensación de que el documento, aunque no haya respondido a las expectativas
desmesuradas de unos y otros, no ha irritado a nadie en demasía, salvo las
excepciones de rigor y esto es muy buena señal, porque ello quiere decir que
nos encontramos en la zona templada, en la que todo el mundo puede sentirse razonablemente
cómodo, que es exactamente de lo que se trataba. Hubiera sido un contrasentido
que un documento esencialmente reconciliatorio como éste, hubiere sido motivo
de recelos y escisión. Francisco nos exhorta a todos a que colaboremos en el
enriquecimiento de una verdad, que puede ser contemplada desde perspectivas
distintas, sin que por ello quede comprometida la unidad esencial de doctrina y
de praxis. Nadie sobra, nadie queda excluido en esta nueva aventura que hoy
comienza.
Previsiblemente habrá quienes digan que las
cosas estaban bien como estaban y no hay porqué cambiar nada, habrá, por el
contrario, quienes piensen que hay que dar un paso adelante. Todo indica que
unos se van a encargar de nadar y otros de guardar la ropa. A lo mejor es que
las cosas tienen que ser así. Allá cada cual… Lo que yo pretendo con estas
líneas es ofrecer mi punto de vista de la forma más honestamente posible, como
lo están haciendo los demás. El documento que acaba de llegarnos, en su conjunto
me ha parecido importante, pero con un interés desigual según sean las
motivaciones de cada uno. Tenemos una primera parte donde abundan las
descripciones y análisis de la compleja situación familiar, susceptible de ser
vivida desde la alegría que proporciona el amor. Sin negar valor a estas numerosas
páginas esclarecedoras sobre lo que es y debe ser la realidad familiar, yo me
quedo con el Capítulo Octavo, donde se plantea la situación de los separados
católicos que han vuelto a casarse y que ya desde ahora, lo señalo como el
centro de mi comentario.
Este capítulo, que más
que leerlo hay que estudiarlo reflexivamente, arranca con unas clarificadoras palabras.
“Los Padres sinodales han expresado que,
aunque la Iglesia entiende que toda ruptura del vínculo matrimonial va contra
la voluntad de Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos de sus
hijos» ( Relatio Synodi 2014, 24)….El Sínodo se ha referido a distintas
situaciones de fragilidad o imperfección. Al respecto, quiero recordar aquí
algo que he querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no
equivoquemos el camino: «Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia:
marginar y reintegrar. El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén
en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la
integración. El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie.” A
partir de aquí es fácil comprender el empeño del Papa en hacer llegar su cálido
aliento paternal a los hijos más frágiles, marcados por el amor herido y
extraviado, recordándonos “que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un
hospital de campaña”. Para él está claro que el Derecho Canónico ha
de ir atemperado por el espíritu del Evangelio y así poder decir que no está
hecho el hombre para la ley sino la ley para el hombre, pero como siempre,
habrá quien se resista a someterse a esta dinámica.
Según me ha parecido
constatar a través de las redes sociales, no son pocos los que se mantienen
inamovibles en sus posturas, como si nada hubiera pasado. La doctrina de la
Iglesia, dicen, no ha cambiado nada con respecto al matrimonio, la
familia, la gracia, los sacramentos; entonces ¿por qué vamos
a cambiar nosotros?.... sigamos como
antes, aplicando la ley a los adúlteros. Cierto es que la doctrina de la
Iglesia no ha cambiado, permanece intacta, en esto tienen toda la razón; lo que
sucede es que esa doctrina ha sido complementada con otra doctrina, que también
estaba ahí, sólo que en letra pequeñita y que ahora se le ha aplicado la lupa y
se ha hecho legible. Naturalmente ello ha dado lugar a que la situación de los
divorciados católicos pueda ser interpretada en un contexto más amplio del que
se venía haciendo, exhortando a que “Nadie puede ser condenado para siempre,
porque esa no es la lógica del Evangelio” Veamos:
No existe la menor duda de que la norma
objetiva es un bien inestimable, un referente moral que hay que tener siempre
presente; pero ojo, no es el único
elemento a tener en cuenta, también hay que tomar en consideración las múltiples
variantes personales y circunstancias
concurrentes en cada situación ; esto es
algo que todos los moralistas católicos nos lo
están recordando, lo que sucede es que los humanos , muy dados a juzgar a los
demás desde fuera, nos hemos ido quedando sólo con la norma universal absolutizada, aplicándola a todos los casos por igual, lo
cual no deja de ser una aberración. Prohibido está matar, por ejemplo, pero no
es lo mismo hacerlo por sadismo que hacerlo en legítima defensa. Por eso se nos aconseja que «hay
que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas
situaciones y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren
a causa de su condición» “La
ethica ordine geometrico demostrata” pudo
satisfacer a Baruch Spinoza, pero no a Tomás de Aquino, atento a la
indeterminación de los casos concretos.
Hablando en el lenguaje clásico de siempre, es
obligado recordar que los criterios de moralidad siempre han sido dos: el
objetivo y el subjetivo , la norma y la conciencia , algo que desgraciadamente no siempre ha sido tenido en cuenta, por eso
este documento pontificio amablemente se lamenta de ello diciendo “ Nos
cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden
lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su
propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas.
Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.”
Ante la necesidad de conocer
en su conjunto, tanto la norma como el hecho en cuestión, Sto. Tomás incluso se
atreve a decir que «si no hay más que uno
solo de los dos conocimientos, es preferible que éste sea el conocimiento de la
realidad particular que se acerca más al obrar»: (Sententia libri Ethicorum, VI, 6
(ed. Leonina, t. XLVII).
En lógica consecuencia
ninguna norma, ni siquiera la que se desprende de forma más inmediata de la ley
Natural, debiera ser impuesta al sujeto apriorísticamente, sino que está ahí
para ser utilizada como fuente de inspiración objetiva, que acompaña a la toma
de una decisión personal. De aquí que en el contexto de la moral católica es
perfectamente comprensible que en una situación objetiva de pecado nos
encontremos con conciencias subjetivamente no culpables o que no lo sean
plenamente. “Es mezquino detenerse sólo a
considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general,
porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la
existencia concreta de un ser humano”.
En referencia a los divorciados católicos vueltos
a casar, existen atenuantes a los que el documento alude, señalándose
situaciones, como el mismo Juan Pablo II había reconocido, en que la separación de los
cónyuges se hace inevitable o moralmente
necesaria; pero no es cuestión de detenernos en
este asunto y confeccionar un
exhaustivo catálogo de las diferentes circunstancias que pueden
concurrir al acto, pues no dejaría de ser un cliché prefabricado no totalmente
acomodable a cada situación concreta, ya que cada caso es un mundo aparte que
habrá de ser analizado por quien
corresponda.
Es así como llegamos a la
última resolución tomada por el Papa Francisco en este valioso documento, en
torno a los católicos divorciados que han vuelto a vivir en pareja. No hay un veredicto definitivo,
ni fórmula mágica que resuelva la cuestión, ni siquiera una nueva normativa
general de tipo canónico aplicable a todos los casos. Nada de eso.
La única salida a esta delicada situación es estudiar caso por caso. Se
pone así en marcha la vía del discernimiento personal y pastoral de las
situaciones particulares. Discernimiento es algo más, mucho más que aplicar las
leyes a los casos irregulares en su conjunto
“como si fueran rocas que
se lanzan sobre la vida de las personas”. A
partir de ahora el asunto queda en manos de los directores espirituales, confesores y presbíteros quienes, en conformidad con las
enseñanzas de la Iglesia y las orientaciones precisas de su Ordinario, habrán
de encargarse de orientar, acompañar y
decidir que tipo de exclusiones pueden ser removidas a los hermanos que
tan necesitados están de consuelo y
ayuda espiritual.
Algo ha
cambiado: “ya no es
posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada
«irregular» viven en una situación de pecado mortal”.
Algo ha cambiado: a quienes antes
estaban excluidos y se les impedía acercarse al altar o al confesionario hoy se
les convoca a un posible acto de reconciliación, porque el discernimiento es
posible. Algo ha cambiado: porque las puertas que estaban cerradas a cal y canto
han quedado entreabiertas y por sus rendijas se cuela un rayito de esperanza. Lo triste es que ya llegamos tarde para
acompañar y acoger a muchos hermanos que tal vez no fueron peores, ni
merecieron menos la misericordia que a
los demás se nos dispensa a manos llenas.
¿Quién podrá negar la “alegría
del amor” a los hijos de Dios y excluirles del consuelo de su perdón? Yo quiero creer que el Sínodo de la Familia no sólo va a ser un rayo de luz, capaz
iluminar la situación angustiosa en que encuentran no pocos divorciados católicos, sino que puede ser
motivo de esperanza también para que en un futuro próximo se vayan dando
respuestas adecuadas por la vía del
recto discernimiento a las
asignaturas pendientes que aún existen dentro de la Iglesia Católica.
El Papa Francisco también nos ha regalado la encíclica ecológica “Laudato si” que se dirige a todos los hombres de buena voluntad sin distinción de raza, ideología o de religión, para concienciarnos a todos de la necesidad de cuidar la casa común. En ella se pone bien de manifiesto el deplorable deterioro ambiental a que hemos llegado, en aras de un progreso y desarrollo técnico mal entendido. Nuestra cultura de descarte nos ha llevado a poner en riesgo las reservas naturales y a convertir nuestro planeta en un inmenso vertedero que ha acabado por intoxicar las aguas y polucionar una atmósfera que a veces resulta irrespirable, agravado por el incremento de sustancias tóxicas provenientes del tráfico o de la industria, que están alterando el ritmo climático . A esto habría que añadir la salvaje depredación de las reservas naturales escondidas en las entrañas de la tierra, o en el fondo de los océanos
Motivos hay más que suficientes para que el Papa
Francisco haya lanzado la voz de alarma, con la intención de despertar las
conciencias de quienes ostentan la fuerza política o el poder
económico, ya que ni unos ni otros acaban de reaccionar ante el peligro que
semejante deterioro ecológico puede suponer para nuestro planeta . El
aldabonazo lanzado por el Papa llega en el momento oportuno, cuando la “Cumbre
del Clima”, que se va celebrar en Paris
dentro de unos meses, se dispone a tomar un nuevo acuerdo mundial, llamado a sustituir al “Protocolo
de Kioto”.
En esta hermosa encíclica se nos expone de forma pormenorizada, no solamente los síntomas de un deterioro
ecológico preocupante, sino también
el origen y la raíz de las mismos, en los que sin duda tanto tienen que ver “ las fuerzas ciegas del inconsciente, las
necesidades inmediatas, el egoísmo o la violencia”. Ya se sabe que el ser humano cuando queda sometido a su
propio poder actúa de forma incontrolada,
convirtiéndose en víctima del paradigma tecnocrático capaz de arrasarlo todo. Cuando nos abandonamos
al relativismo y no existe norma alguna reguladora de la libertad, lo que impera son los supuestos utilitaristas. En definitiva, en nuestra tierra sucede lo que sucede, porque el crecimiento tecnológico no ha ido acompañado del crecimiento humano
correspondiente.
Una vez rotos los lazos que debieran mantener
unido al ser humano con la creación sólo
cabe esperar lo peor. Francisco ha entendido muy bien que no puede haber
ecología sin una base antropológica que garantice el respeto a la naturaleza.
Así lo entendió también Pablo VI, cuando decía que «los progresos científicos
más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento
económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso
social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre ». ( Discurso a la
FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970).
Se está necesitando, y
así lo ha entendido Francisco, una visión integradora capaz de situar la
problemática ambiental dentro del contexto humano, histórico y social y para
ello va a hacer falta la cooperación de
todos los países; será preciso dialogar y llegar a acuerdos que luego sean
cumplidos por todas las partes. Va a ser
necesario una política de entendimiento, que permita al mismo tiempo algo tan difícil como la reducción de la
contaminación de los países ricos por una parte
y el desarrollo de los países
pobres por otra. Dialogo debe haber así mismo entre las diferentes
campos científicos, dialogo entre los diversos grupos ecológicos. “La gravedad
de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en
un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad”
Muchos cambios de hábitos
y comportamientos cotidianos deben producirse también en la sociedades opulentas,
hasta llegar a un consumo más racionalizado, a un comportamiento más respetuoso con la
naturaleza, a un mejor aprovechamiento
de los recursos y a la puesta a punto de
una economía de residuos y reciclaje, que haga innecesarias las agresiones
ambientales para la extracción de materias primas.
El papa Francisco en esta Encíclica Ecológica sabe muy bien de
lo que está hablando, mostrándose conocedor de toda la compleja problemática
ambiental. Los análisis que hace sobre los síntomas de autodestrucción del planeta azul, las causas
que lo originan y los posibles remedios, son tan certeros que según pienso , no
puede por menos que dejar satisfecho al ecologista más exigente. Ahora bien,
nos equivocaríamos si pensáramos que aquí acaba todo. En “Laudato si” aparte del clamor de la tierra se percibe el
clamor de los pobres, si es que ambos gritos no son una misma cosa . Francisco nos
dice que no podemos dejar de reconocer
que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social,
nos advierte también que la degradación ambiental y la
degradación humana y ética están en mutua dependencia.
Después de haber leído
este documento te queda la sensación de que la degradación ecológica y moral se
dan la mano. Las agresiones ambientales
quienes acaban sufriéndolas son las gentes y los países más pobres; al final « el alimento que se desecha es como si se
robara de la mesa del pobre”. La última conclusión a la que nos lleva este tipo
de consideraciones sería ésta: “ Siendo creados
por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos
invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión
que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”. La tierra no es para que unos cuantos la exploten
en detrimento de los demás, porque es un bien que a todos pertenece. Sin negar
el legítimo derecho a la propiedad privada, es preciso afirmar con toda
contundencia el destino común y
universal de los bienes planetarios, de tal modo que la tierra ha de ser vista
como una herencia común otorgada por Dios a todo el género humano, sin excluir
a nadie, sin privilegiar a ninguno. Cierto es que la tierra está ahí para
nuestra supervivencia, podemos trabajarla, servirnos de ella; pero no
explotarla y agredirla salvajemente, hasta el punto de poner en peligro su
continuidad para las futuras generaciones .
Ecología ambiental y ecología ético- social
están pidiendo una mutua aproximación .
La firme decisión de cuidar de la naturaleza debe discurrir paralelamente con
la firme decisión de combatir y erradicar la pobreza que está impidiendo a
muchos hombres y mujeres vivir una vida digna. El deterioro ambiental, que tanto
ha tenido que ver con la desigualdad existente en el reparto de la
riqueza, no sólo ha de ser corregido, ha de satisfacer en lo posible los daños
ocasionados.
Por último, a
través de la lectura de esta Encíclica del Papa Francisco, es fácil también entrever un mensaje místico-
religioso. Los vínculos que nos mantienen unidos a la tierra, viene a decirnos,
nos acercan a Dios; la ruptura con la
tierra nos alejan de Él. La Naturaleza es
como un libro abierto en que Dios nos habla de sí mismo. La creación,
sin ser en sí misma divina, refleja admirablemente la hermosura y bondad de Dios, que hay que
saber apreciar y reverenciar como algo sagrado salido de sus manos.
“ El universo no surgió
como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o
de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor. El amor de
Dios es el móvil fundamental de todo lo creado “ , nos dice Francisco. En la
cultura occidental opera el inconsciente preventivo que nos mantiene a raya de
todo panteismo. Hemos aprendido a diferenciar la distancia infinita que separa
al Creador de la creatura; lo que no hemos aprendido suficientemente es que
todo ser, por insignificante que sea,
está en perfecta armonía con su Creador. La
íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres la supieron ver los místicos y así «sintieron ser todas las
cosas Dios». Místicos como S. Francisco de Asís entraban en comunicación con todo ser creado, al que consideraba como hermano.
Místicos como S. Juan de la Cruz no
tuvieron inconveniente en decir “ las
montañas es mi Amado para mi… Estos
valles es mi Amado para mí” ( Cántico
espiritual XIV-XV, 6-7)
. Las
criaturas que salieron de Dios, a Dios habrán de volver, como a su Fin Último. La
Preciosa encíclica que comentamos concluye diciendo: “ Al final, la vida eterna
será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada,
ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente
liberados” . Yo tengo para mí que nada de lo que salió del corazón de Dios volverá a la nada y puede que hasta los
animales , hermanos nuestros , a los que tantas veces maltratamos sin piedad,
tengan su paraíso particular.
El Papa Francisco a
través de la encíclica ecológica “Laudato si” se dirige a todos los hombres de
buena voluntad sin distinción de raza, ideología o de religión, para concienciarnos a
todos de la necesidad de cuidar la casa común. En ella se pone bien de
manifiesto el deplorable deterioro ambiental a que hemos llegado, en aras de un
progreso y desarrollo técnico mal entendido. Nuestra cultura de descarte nos ha
llevado a poner en riesgo las reservas naturales y a convertir nuestro planeta
en un inmenso vertedero que ha acabado por intoxicar las aguas y polucionar una atmósfera que a veces resulta
irrespirable, agravado por el incremento de sustancias tóxicas provenientes del tráfico o de la industria, que están
alterando el ritmo climático . A esto habría que añadir la salvaje depredación
de las reservas naturales escondidas en las entrañas de la tierra, o en el
fondo de los océanos
Motivos hay más que suficientes para que el Papa
Francisco haya lanzado la voz de alarma, con la intención de despertar las
conciencias de quienes ostentan la fuerza política o el poder
económico, ya que ni unos ni otros acaban de reaccionar ante el peligro que
semejante deterioro ecológico puede suponer para nuestro planeta . El
aldabonazo lanzado por el Papa llega en el momento oportuno, cuando la “Cumbre
del Clima”, que se va celebrar en Paris
dentro de unos meses, se dispone a tomar un nuevo acuerdo mundial, llamado a sustituir al “Protocolo
de Kioto”.
En esta hermosa encíclica se nos expone de forma pormenorizada, no solamente los síntomas de un deterioro
ecológico preocupante, sino también
el origen y la raíz de las mismos, en los que sin duda tanto tienen que ver “ las fuerzas ciegas del inconsciente, las
necesidades inmediatas, el egoísmo o la violencia”. Ya se sabe que el ser humano cuando queda sometido a su
propio poder actúa de forma incontrolada,
convirtiéndose en víctima del paradigma tecnocrático capaz de arrasarlo todo. Cuando nos abandonamos
al relativismo y no existe norma alguna reguladora de la libertad, lo que impera son los supuestos utilitaristas. En definitiva, en nuestra tierra sucede lo que sucede, porque el crecimiento tecnológico no ha ido acompañado del crecimiento humano
correspondiente.
Una vez rotos los lazos que debieran mantener
unido al ser humano con la creación sólo
cabe esperar lo peor. Francisco ha entendido muy bien que no puede haber
ecología sin una base antropológica que garantice el respeto a la naturaleza.
Así lo entendió también Pablo VI, cuando decía que «los progresos científicos
más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento
económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso
social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre ». ( Discurso a la
FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970).
Se está necesitando, y
así lo ha entendido Francisco, una visión integradora capaz de situar la
problemática ambiental dentro del contexto humano, histórico y social y para
ello va a hacer falta la cooperación de
todos los países; será preciso dialogar y llegar a acuerdos que luego sean
cumplidos por todas las partes. Va a ser
necesario una política de entendimiento, que permita al mismo tiempo algo tan difícil como la reducción de la
contaminación de los países ricos por una parte
y el desarrollo de los países
pobres por otra. Dialogo debe haber así mismo entre las diferentes
campos científicos, dialogo entre los diversos grupos ecológicos. “La gravedad
de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en
un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad”
Muchos cambios de hábitos
y comportamientos cotidianos deben producirse también en la sociedades opulentas,
hasta llegar a un consumo más racionalizado, a un comportamiento más respetuoso con la
naturaleza, a un mejor aprovechamiento
de los recursos y a la puesta a punto de
una economía de residuos y reciclaje, que haga innecesarias las agresiones
ambientales para la extracción de materias primas.
El papa Francisco en esta Encíclica Ecológica sabe muy bien de
lo que está hablando, mostrándose conocedor de toda la compleja problemática
ambiental. Los análisis que hace sobre los síntomas de autodestrucción del planeta azul, las causas
que lo originan y los posibles remedios, son tan certeros que según pienso , no
puede por menos que dejar satisfecho al ecologista más exigente. Ahora bien,
nos equivocaríamos si pensáramos que aquí acaba todo. En “Laudato si” aparte del clamor de la tierra se percibe el
clamor de los pobres, si es que ambos gritos no son una misma cosa . Francisco nos
dice que no podemos dejar de reconocer
que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social,
nos advierte también que la degradación ambiental y la
degradación humana y ética están en mutua dependencia.
Después de haber leído
este documento te queda la sensación de que la degradación ecológica y moral se
dan la mano. Las agresiones ambientales
quienes acaban sufriéndolas son las gentes y los países más pobres; al final « el alimento que se desecha es como si se
robara de la mesa del pobre”. La última conclusión a la que nos lleva este tipo
de consideraciones sería ésta: “ Siendo creados
por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos
invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión
que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”. La tierra no es para que unos cuantos la exploten
en detrimento de los demás, porque es un bien que a todos pertenece. Sin negar
el legítimo derecho a la propiedad privada, es preciso afirmar con toda
contundencia el destino común y
universal de los bienes planetarios, de tal modo que la tierra ha de ser vista
como una herencia común otorgada por Dios a todo el género humano, sin excluir
a nadie, sin privilegiar a ninguno. Cierto es que la tierra está ahí para
nuestra supervivencia, podemos trabajarla, servirnos de ella; pero no
explotarla y agredirla salvajemente, hasta el punto de poner en peligro su
continuidad para las futuras generaciones .
Ecología ambiental y ecología ético- social
están pidiendo una mutua aproximación .
La firme decisión de cuidar de la naturaleza debe discurrir paralelamente con
la firme decisión de combatir y erradicar la pobreza que está impidiendo a
muchos hombres y mujeres vivir una vida digna. El deterioro ambiental, que tanto
ha tenido que ver con la desigualdad existente en el reparto de la
riqueza, no sólo ha de ser corregido, ha de satisfacer en lo posible los daños
ocasionados.
Por último, a
través de la lectura de esta Encíclica del Papa Francisco, es fácil también entrever un mensaje místico-
religioso. Los vínculos que nos mantienen unidos a la tierra, viene a decirnos,
nos acercan a Dios; la ruptura con la
tierra nos alejan de Él. La Naturaleza es
como un libro abierto en que Dios nos habla de sí mismo. La creación,
sin ser en sí misma divina, refleja admirablemente la hermosura y bondad de Dios, que hay que
saber apreciar y reverenciar como algo sagrado salido de sus manos.
“ El universo no surgió
como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o
de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor. El amor de
Dios es el móvil fundamental de todo lo creado “ , nos dice Francisco. En la
cultura occidental opera el inconsciente preventivo que nos mantiene a raya de
todo panteismo. Hemos aprendido a diferenciar la distancia infinita que separa
al Creador de la creatura; lo que no hemos aprendido suficientemente es que
todo ser, por insignificante que sea,
está en perfecta armonía con su Creador. La
íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres la supieron ver los místicos y así «sintieron ser todas las
cosas Dios». Místicos como S. Francisco de Asís entraban en comunicación con todo ser creado, al que consideraba como hermano.
Místicos como S. Juan de la Cruz no
tuvieron inconveniente en decir “ las
montañas es mi Amado para mi… Estos
valles es mi Amado para mí” ( Cántico
espiritual XIV-XV, 6-7)
. Las
criaturas que salieron de Dios, a Dios habrán de volver, como a su Fin Último. La
Preciosa encíclica que comentamos concluye diciendo: “ Al final, la vida eterna
será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada,
ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente
liberados” . Yo tengo para mí que nada de lo que salió del corazón de Dios volverá a la nada y puede que hasta los
animales , hermanos nuestros , a los que tantas veces maltratamos sin piedad,
tengan su paraíso particular.