Estamos ante una festividad que ha ido cambiando de sentido según las circunstancias que nos ha tocado vivir. Lo que en un principio se pretendió fue dar testimonio claro y manifiesto de la soberanía de Jesucristo sobre todo lo creado, sobre todos los pueblos y naciones, sobre todos las instituciones humanas, sobre todo los reyes, potestades, poderes y fuerzas humanas, en unos tiempos en que el laicismo representaba una amenaza con su visión radicalmente inmanentista de la vida tanto por lo que se refiere a las personas como a los pueblos en su conjunto. Con la festividad de Cristo Rey lo que el Papa Pio XI pretendía era defender valientemente la soberanía de Cristo y colocarle en el lugar que por derecho propio le corresponde, pues aunque es cierto que su reinado no es de este mundo no es menos cierto que Él ha sido, es y seguirá siendo Rey de reyes por mucho que los oportunismos políticos aconsejen silenciarlo o maquillar esta realidad.
La fiesta de Cristo rey fue instituida por
Papa Pio XI el 11 de Diciembre de 1925 a través de la Encíclica “Quas Primas” sin duda con la clara intencionalidad
pedagógica espiritual de contrarrestar al ateismo entonces en boga, naturalmente de ese tiempo a
esta parte, las cosas han cambiado mucho, tanto que hoy día es difícil apreciar
esta intencionalidad originaria. Como mucho el realismo de Cristo ha quedado
difuminado y reducido al fuero interno,
para decir que sigue imperando en los corazones de las gentes, sin que
aparezca alusión alguna a la vida de los
pueblos ya que ello podría molestar a
algunos y esto por lo que se ve, no va
con los tiempos en los que el contemporizar con todo y con todos viene a ser la
norma de obligado cumplimiento. Así ha
sido
A
partir del 1970 esta festividad ha ido perdiendo su significado original y el
sentido que hoy se le confiere es más bien místico y de carácter cósmico y
escatológico. Así pues mientras en 1925 en la oración litúrgica se pedía a Dios
“que todos los pueblos disgregados por la herida del pecado se sometan al
suavísimo imperio del Reino de Cristo” hoy sin embargo reza así: “ Toda la
creación liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te
glorifique sin fin” y es que durante este periodo de tiempo, casi un siglo, han pasado
muchas cosas, entre ellas la celebración del Concilio Vaticano II con la
declaración de la libertad religiosa, lo que que ha motivado que esta
festividad quede desligada de cualquier posible connotación política. Ahora en
lo que se insiste exclusivamente, es en que la potestad de Cristo está en lo espiritual, y que su misión no es
tanto llevar a cabo una revolución pacífica para establecer un bienestar
material equitativo y justo, sino en el restablecimiento de la verdades espirituales. Se esconde el hecho cierto de que la potestad de los reyes, mandatarios o gobernantes viene de
Dios y que en este sentido nadie puede sustituir al Supremo Legislador
sin contravenir un orden que está por encima de la voluntad de los hombres, de
los pueblo y de las naciones. Tal como
queda resumido en esta breve sentencia evangélica: “ Todo poder me ha sido dado en el cielo y en
la tierra”.
En
un día como hoy debiéramos recordar las palabras de Pio XI en la
encíclica “Quas Primas” “¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos,
las familias y las sociedades se dejarán gobernar por Cristo… “si ahora
mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello
proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un
remedio eficacísimo a la peste que hoy infecciona a la humana sociedad.
Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y
abominables intentos… Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las
gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo
Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los
pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la
Religión Cristiana fue igualada con las demás religiones falsas, y rebajada
indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la
arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: Hubo
algunos de éstos que imaginaron sustituir la Religión de Cristo con cierta
religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron
Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la
impiedad y en el desprecio de Dios…. “Para condenar y reparar de alguna manera esta
pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo,
¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de
Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno
silencio el nombre suavísimo de Nuestro Redentor, en las reuniones
internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo, y con
mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad”….
“La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a
las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, no
sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes”.
Estas palabras pronunciadas hace un siglo
están hoy en plena vigencia y responden perfectamente a las necesidades del
momento. El laicismo no es cosa del pasado es uno de los problemas más graves
con que nos enfrentamos los cristianos. Nuestro silencio, nuestra pasividad e
inoperancia están envalentonando a políticos, escritores, periodistas
anticristianos y en general a todos aquellos, que se oponen al Reinado de
Cristo, que son muchos, por desgracia. ¿Si nosotros, que nos llamamos cristianos,
callamos, quien va a hablar? Quizás hoy como nunca los cristianos debiéramos
sentir la necesidad de unirnos para militar juntos bajo la bandera de Cristo
Rey del Universo entero, para hacer valer los derechos de Dios, que hoy en
muchos pueblos y naciones se le están negando. ¿Es el reino de Dios el que estamos anunciando
o es el reino del egoísmo insolidario del “sálvese el que pueda”?¿ Podemos
permanecer con la boca cerrada sabiendo que media humanidad se está muriendo de
hambre en contra del plan preconcebido por Dios? Si algo debiéramos tener claro
los cristianos, es que en las enseñanzas de Jesucristo tienen un lugar privilegiado
los pobres que hoy se ven desplazados de
nuestro mundo y algo habrá que hacer
para que esto no sea así ¿Por qué hemos de silenciarlo tanto abuso? ¿
Porqué no gritarlo en los foros , en los parlamento, en las calles y plazas que
el reinado de Cristo es un reinado de paz de justicia y de bienestar para todos
y no solamente para unos pocos solamente?
¿ por qué hemos dejado de proclamar este deber universal incluso en las
iglesias? ¿Por qué? ¿ No será por cobardía? ¿ No será que nos hemos dejado
influir de esa falsa prudencia expresada a través de lo políticamente correcto ?
No
sólo Pio XI También León XIII nos dejó bellas paginas en sus encíclicas dignas
de ser recordadas, sobre todo en la “Inmortale Dei”, considerada como la Carta
Magna del Estado Cristiano, donde después de haber establecido cuidadosamente
la separación entre el poder civil y el eclesiástico con sus competencias
propias para ser ejercidas de forma autónoma e independiente, el Papa postula la
coordinación y colaboración de ambos como partes de un mismo todo querido por
Dios en clara alusión a la Cristiandad. “«...Hubo un tiempo, se nos dice, en
que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la
eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado
en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose
en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por
Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde
y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y
a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían
unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este
modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza.» . Es de lamentar
la sequía de documentos políticos en la Iglesia Posconciliar, sobre todo
teniendo en cuenta la desorientación e ignorancia reinante entre los católicos
sobre estos asuntos. Hoy existen cuestiones políticas sin resolver o resueltas
sólo a medias porque faltan criterios claros y unánimes. ¿ Saben los católicos
de donde proviene la legitimidad de toda autoridad? ¿ Saben los católicos que
por encima de la mayoría parlamentaria está la ley natural, (es decir la ley de
Dios), que obliga tanto a creyentes como a no creyentes? ¿ Saben que cuando
todo depende de la voluntad de los hombres se cae irremediablemente en el relativismo totalitario? ¿ Saben los
católicos que una Constitución sin Dios lesiona los derechos divinos? ¿ Saben
que ninguna actividad humana en la que está incluida la actividad política puede
sustraerse al imperio divino? De la falta de formación político-religiosa se
está derivando consecuencias funestas. Así podemos ver a hombres y mujeres
católicos metidos a políticos que actúan sin principios y a bandazos movidos
sólo por criterios pragmáticos de rentabilidad política. Naturalmente mientras
esto sea así, al cristianismo le van a quedar pocas opciones de cambiar la sociedad,
de velar por la familia, de ennoblecer la política, de encauzar la educación.