En algún momento de nuestras vidas a los padres nos
ha inquietado la conducta de nuestros hijos y nos hubiera gustado disponer de
unas recetas mágicas que nos indicaran como educarles. ¿Qué he de hacer para
educar bien a mis hijos? Ésta es una de esas cuestiones importantes que unos
padres pueden plantearse, sin duda; pero para poder dar respuesta adecuada a
esta cuestión, es preciso tener ideas claras sobre lo que es la educación y
para qué sirve |
Desde hace algún tiempo una de los
fallos de la pedagogía viene siendo, que se habla mucho del ¿como educar?
Despreocupándose de qué es la educación y de cual es o debe ser su finalidad
. Se habla mucho de instruir y menos de educar , mucho de informar y menos de
formar , cuando lo verdaderamente importante no es tanto atiborrar la cabeza
de conocimientos, cuanto de ir creando hábitos y actitudes de comportamiento.
Hemos llegado a prestar tanta atención a los modos y procedimientos
didácticos, que no se habla ya de otra cosa. Para comprobar esto, basta con
echar una ojeada a la bibliografía pedagógica de los últimos años. Las
técnicas de aprendizajes, procedimientos para aprender mucho y rápidamente,
medios educativos, métodos didácticos, son cuestiones que vienen ocupando el
grueso de la literatura pedagógica. Es decir mucho sobre el cómo y muy poco
sobre "el qué" y el "para qué". No quiero
yo con esto decir que los medios sean malos o que nos hemos de olvidar de
ellos, gracias a los medios, la enseñanza hoy resulta más eficaz y atractiva
que en tiempos pasados, hemos de felicitarse, porque nuestros medios de
enseñanza son óptimos, pero también lamentarse de que se les haya sacado de
contexto Es por esto por lo que conviene disponer de un concepto clarificador
de lo qué es y debe ser la educación. Los
manuales de pedagogía nos ofrecen más de 200 definiciones de la misma , me
imagino que me agradecerán que no las reproduzca, aquí ahora. Tranquilos. Si
hago mención de este dato, es para poner de manifiesto que existen
diferencias serias a la hora de entender la educación y por tanto que no
resulta nada fácil poner un poco de orden en este capital asunto. Ya Kant nos
advertía, que tratar de definir la educación, era uno de los problemas más
difíciles y graves, con los que el hombre se podía encontrar ; pero que aún
así este era un problema que necesariamente había que afrontar para poder
llevar a feliz término la tarea educativa. Desde
siempre la educación, de una forma o de otra, ha venido asociada al ejercicio
de aprender. Educar, enseñar, aprender, han sido unos términos con un
significado paralelo. Según esto "educare" estaría en la
raíz etimológica de la educación que significaría conducir, cuidar, ir
introduciendo desde fuera aquellos contenidos que pudieran resultar útiles
para la vida del educando. En tal sentido, el maestro o el educador es la
persona instruida, que trata de comunicar sus conocimientos al educando. A
partir de aquí cobra sentido la escuela institucionalizada, llamada a suplir
a los padres en la función transmisora de conocimientos más o menos
especializados. En tal concepción educativa , lo importante es el aprendizaje
de técnicas , de contenidos, de hábitos orientados desde fuera. Ahora bien,
sin negar la importancia que en el cultivo del hombre pueda tener el aspecto
instructivo, es claro que la educación no puede reducirse exclusivamente a él
. Cabe interpreta la educación como algo más y no sólo como un meter cosas
desde fuera, también se debe ir sacando y extrayendo las potencialidades que
el sujeto lleva dentro. Bajo este punto de vista la educación no se derivaría
del término latino "educare" sino del término latino "educere"
que significa extraer, sacar fuera. Fue
Sócrates quien nos hizo ver el atractivo de esta otra perspectiva de la
educación. Para este gran maestro y pedagogo, la educación es un desarrollo
de las virtualidades que todos llevamos dentro, es un alumbramiento de la
verdad que anida en el interior humano. El ejercicio del educador le compara
Sócrates al ejercicio de las parteras, como lo fue su propia madre, cuya
misión es ayudar a sacar a luz el fruto que se lleva dentro. No hace
falta ser muy sagaz para intuir que una y otra perspectiva educativa pueden
ser complementarias entre sí. De lo que se trata es de extraer donde
anteriormente se ha ido depositando y desde fuera ir ayudando al
enriquecimiento de la mente, de tal modo que con ayuda del propio educando,
el educador pueda potenciar el autodesarrollo de las propias capacidades del
educando. Así
llegamos a poder definir la educación con una fórmula que ha hecho fortuna y
que reza así: "perfeccionamiento intencional de las
potencialidades específicamente humanas." El hombre,
a diferencia del animal, es un ser capaz de irse superando a sí mismo; por
eso el hombre es un sujeto educable y perfectible; en cambio al animal no se
le puede educar, tan sólo se le puede domesticar. La
educación, al tiempo que potencia las capacidades humanas, está haciendo
posible la tarea del desarrollo integral de la persona y en tal sentido
vendría a ser un asunto, que tiene que ver con la humanización del hombre, a
través de la cual podemos llegar a ser nosotros mismos, o mejor, llegar a ser
el que estamos llamados a ser. El proceso educativo, pues, apunta a la plena
realización del ser humano y comporta un compromiso, que tiene como intención
última el acercamiento a Dios, en cuanto Fin Último del hombre Teniendo
en cuenta los dos aspectos, tanto del "educare" como del
"educere", la educación representa, por parte del que educa,
un enseñar y por parte del educando comporta un aprender, dando a este
término aprender un sentido amplio, en el que se incluye también aprender a
ser persona. Lo que el educando ha de aprender pues, han de ser no sólo
conocimientos útiles para la vida, que le permitan triunfar en una sociedad
competitiva. Ciertamente se ha de aprender mucho y bien, para asegurarse un
futuro, para poder ser un buen profesional, capaz de realizar bien su trabajo
y situarse bien en la vida; aprender para llegar a ser un sujeto culto....Todo
esto está muy bien y es lo que los padres esperan conseguir de sus hijos,
cuando se esfuerzan por llevarles a los mejores colegios, donde se les
garantice una buena formación técnica y humanística. Pero aquí no deberían
acabar las exigencias educativas de los padres. Ellos son los primeros que
deberían tomar conciencia de que la instrucción técnica y humanística no lo
es todo; que es más importante la formación humana, el desarrollo personal;
aprender en una palabra a ser personas. La
instrucción de la inteligencia ha de ir acompañada de la formación de la
voluntad, de otra forma, no estaríamos hablando de una educación integral.
Los conocimientos deben ir acompañados de actitudes; los hábitos de
aprendizaje han de ir acompañados de los hábitos morales, que hagan posibles
unas disposiciones correctas de ser y comportarse , pues en definitiva, lo
que está necesitando nuestra sociedad, es de hombres con principios. ¿Es
necesaria la educación? Una vez
definida la educación como un proceso de autodesarrollo perfectivo, que surge
del interior del sujeto, cabe preguntarse ahora, si es buena la intervención
desde fuera en este proceso, o más bien, lo que debiéramos hacer, es dejar a
la naturaleza que obre según sus propias leyes. La respuesta que a lo largo
de la historia se ha ido dando a esta pregunta, dependía y sigue dependiendo
de la concepción que se tenga del hombre. En la concepción angelical, que es
la que los naturalistas tienen del hombre, éste aparece como un ser bueno por
naturaleza, tan bueno, que ya nada se le puede añadir. Piensan, que al igual
que los demás seres naturales, el hombre llevaría inscrito en su corazón las
leyes de su interno desarrollo, de modo que si el hombre es bueno por
naturaleza y esencialmente inocente, lo que tendríamos que hacer, es procurar
no alterar este curso natural y tratar de no comprometer la espontaneidad del
niño. Quienes así piensan mantienen el máximo respeto por el desarrollo
natural y piensan que toda intromisión proveniente del exterior es
desaconsejable, más aún que liberando al niño de los cuidados
proteccionistas, están liberándole también de unas fuerzas opresoras y
esclavizantes. En torno a
esta concepción naturalista se agrupan las tendencias progresistas que han
venido dominando el panorama pedagógico de los últimos tiempos. La llamada
"Escuela Nueva" ha hecho suyos estos optimismos y nos ha
brindado una visión de lo que debe o no debe ser la educación, bien distinta
por cierto de la que venia manteniendo la Escuela Tradicional. El mensaje
del progresismo pedagógico era éste: Hay que intervenir lo menos posible en
la educación de los niños, porque toda intervención significa manipulación o
adoctrinamiento, con el consiguiente peligro de robarles su verdadera
personalidad. Dejémosles solos, vienen a decirnos, para que ellos mismos
decidan ser aquello que quieren ser. En este sentido cobra significado, que
la mejor educación es la que no existe y que el mejor educador es el que ,
como el buen árbitro de fútbol, pasa desapercibido; si quieres ayudar al niño,
vela para que nada, ni nadie pueda interferir en el proceso natural. El niño
no necesita que nadie le enseñe, él solo va aprendiendo con la vida. Nada
pues de intervensionismos. ¿Es necesario acaso enseñar a las plantas cómo
tienen que crecer, o a la rosa cómo y cuándo tienen que florecer?...Lo saben
por la propia ley interna de su naturaleza. Ésta es la consecuencia
pedagógica de una fe ciega en el hombre, que tanto ha calado en nuestra
sociedad actual. A partir de aquí se pueden explicar muchas cuestiones, como
pueden ser por ejemplo la "omnipermisividad", que nos lleva
a consentir todo a los niños, o la dejación de los padres, que influenciados
por estas ideas, no se atreven a intervenir. Los frutos de todo esto , ya se
están viendo: generaciones de niños consentidos y caprichosos, que tienen
dificultades a la hora de tener que hacer frente a los problemas de la vida. Mucho me
gustaría poder compartir esta visión optimista del naturalismo y poder decir
que el hombre es bueno por naturaleza, ojalá fuera cierto que en su interior
sólo hay lugar para el bien , pero no es así, la cruda realidad nos lo
desmiente a cada momento y nos viene a decir que, el hombre es un ser
enigmático y complejo, capaz de lo mejor y de lo peor . Basta una simple
observación, para darnos cuenta de que los sentimientos humanos más sublimes
se dan la mano, con los más mezquinos, que las intenciones del hombre a veces
son elevadas; pero también a veces son rastreras . Estamos lejos de esa
bondad natural del hombre. Más acorde
con la realidad está, el decir que, el hombre se encuentra a mitad de camino
entre el ángel y la bestia. De él se puede esperar que sea un santo o un
héroe pero también que sea un cobarde y un depravado. Los que hemos sido
educados según los principios del humanismo cristiano, sabemos muy bien que
la naturaleza del hombre fue dañada en los comienzos de nuestra historia, a
consecuencia del pecado original; desde entonces hay que hablar de un hombre,
que necesita no sólo ser redimido, sino también ser educado para que vuelva a
encontrarse a sí mismo. La experiencia nos ha demostrado fehacientemente, que
el no intervenir a tiempo puede traer consecuencias funesta para toda la vida
y esto es un poco lo que hoy está pasando. Los niños en las edades más
tempranas necesitan que se les ayude , que se les corrija, que se les oriente
y si esto no se hace, serán los propios niños los que se mostrarán
decepcionados, porque eso precisamente es lo que esperan y están necesitando
de los mayores. Un día lamentarán nuestra despreocupación y nos podrán echar
en cara que les hayamos dejado ir creciendo sin valores y faltos de
exigencias . Los padres
tienen la obligación de intervenir en la educación de sus hijos. Es una
necesidad que es preciso afrontar, pues a través de la educación es como se
puede ayudar a restaurar esa naturaleza caída. Nada nos puede hacer pensar
que una educación responsable esté en contra de la naturaleza, sino que está
llamada a entenderse con la misma, primero para corregir y encauzar algunas
de sus inclinaciones y también para potenciar las virtualidades positivas que
en ella se encuentran de forma innata, de tal modo que, orientando por una
parte las posibles desviaciones y favoreciendo por otra las buenas
disposiciones naturales, podamos llegar a conseguir la plena realización del
hombre, que es exactamente a lo que apunta la auténtica educación. Con toda
la razón del mundo se ha podido decir que la educación es el arte por medio
del cual el hombre puede llegar a ser hombre; por eso mismo la educación es necesaria
para el hombre. Los casos de "hombres-lobos" conocidos, que fueron
creciendo al margen de toda educación, apenas han podido superar los niveles
de pura animalidad. ¿ Es
posible educar? Una vez
que tenemos ya claro que la educación es una tarea necesaria, cabe saber
ahora si esa tarea es también realizable; por ello hemos de preguntarnos ¿es
posible una educación, inmersos como estamos en una sociedad pluralista,
presidida por el neutralismo y el relativismo?......Nuestra sociedad ha
abdicado de principios y verdades eternas e inmutables. Nuestra sociedad
carece de referencias básicas universales y seguras. En nuestra sociedad todo
es justificable, todo vale. Su característica distintiva es el pluralismo. No
existe una concepción única del hombre, que se imponga a las demás; hay
muchos modelos de hombre; los hay para todos los gustos. ¿Cuál de todos ellos
es el auténtico? ¿Qué modelo de hombre puede servirnos de referencia en
nuestra tarea educativa? En una sociedad pluralista como la nuestra esta pregunta
tiene difícil respuesta, porque los modelos propuestos son múltiples y
diferenciados. Lo que para unos es válido para otros no lo es. Lo que para
unos es educar para otros es deseducar. . Lo que
sucede es que el neutralismo en la práctica es imposible, ya que siempre se
acaba enseñando lo que uno es y además, porque desde el neutralismo no se
puede educar, dado que, el neutralismo, al colocar todas las posturas en el
mismo plano, está considerando que todo es igualmente justificable y si esto
fuera así ¿qué sentido tiene que el educador se esfuerce en cambiar las
cosas?, bastaría con dejarlas como están. Hablar de neutralismo en materia de
educación tiene un sentido parecido, al que pudiera tener un cuchillo sin
mango que no tiene hoja. No es posible educar desde la ambigüedad moral,
espiritual o religiosa; si algo necesita el educador es tener las ideas
claras sobre lo que es conveniente y no conveniente; tener bien delimitadas
las fronteras que separan lo malo, lo regular, lo bueno y lo óptimo. Si hoy resulta
tan difícil educar es porque no sabemos muy bien para qué educamos, y
consiguientemente nos faltan modelos educativos que puedan servirnos de
referencia. Estamos desorientados y perdidos, no sólo en el campo de la
educación, sino en el de la vida misma, nos hemos olvidado de los principio y
verdades absolutas, capaces de dar sentido a nuestra existencia, hemos
perdido los ideales y nos hace falta un Fin Último hacia el que orientar
nuestros pasos. Los padres ya no pueden trasmitir ideales a sus hijos, porque
ni ellos mismos los tienen. Hay padres que dicen: no saber educar a sus
hijos, porque no saben ellos mismos, donde está lo malo lo bueno y lo mejor .
¿ Como podrá formar a los demás, quien previamente no ha comenzado por
formarse a sí mismo?. Ciertamente es difícil educar en tales condiciones. Si
queremos hacer de la educación una tarea no diré fácil pero sí posible,
tendremos que salir del relativismo y comprometernos con unos objetivos, con
unos principios, con unas verdades, con unos valores que dignifiquen al
hombre, no sólo en su condición natural, sino también sobrenatural. Con la
mirada puesta en un Fin Último, sabremos como elevar las aspiraciones del
hombre, no sólo en el ámbito de la técnica, también de lo humano y
espiritual, porque a eso es a lo que apunta la educación , a un mejoramiento
del hombre en toda su integridad. La mejor
tradición pedagógica viene alimentando desde hace tiempo la aspiración de un
tipo de educación universalista válido para todos los tiempos y latitudes.
¿Es posible tal modelo educativo, incluso en el seno de nuestra sociedad
pluralista? Una educación que tuviera en cuenta las exigencias y necesidades
de la común naturaleza humana universal pudiera ciertamente satisfacer las
aspiraciones de todos los hombres. No podemos olvidar que es mucho más lo que
nos une , que lo que nos separa . Todos participamos de los mismos temores y
esperanzas, sentimos la misma necesidad de ser felices, todas y todos
compartimos un mismo destino, tenemos que llegar a una misma meta. La
educación universalista de la que hablo, aspira a dar respuesta a estas
universales exigencias que tiene y siempre ha tenido el hombre. Si un día
tenemos claro el sentido de la vida tendremos claro el sentido de la
educación , porque la educación no es más que una tarea del hombre y para le
hombre . Para hacer posible una educación responsable nada mejor que arrancar
de una antropología auténtica. De este modo caemos en la cuenta que, una
educación con carácter universalista comienza a ser posible cundo se toma en
serio el encuentro con uno mismo , el encuentro con los demás y por supuesto
el encuentro del hombre con Dios. Hoy en
tiempos de crisis, plagados de convencionalismos y escepticismos, vacíos de
ideales, es una necesidad urgente recuperar el sentido trascendente de la
existencia. · |