2021-09-22

15.- Los supuestos del relativismo cultural


 

                                                                    


Consideraciones como las que presenta este artículo y otras por el estilo nos llevan a decir con Habermas que la defensa del relativismo no puede considerarse en modo alguno concluyente. Son muchas las dificultades que se le presentan al relativista , algunas de ellas nada fáciles de sortear.

Cuando al conocimiento se le desposee de toda intencionalidad y pierde toda referencia a la realidad objetiva deja de ser ya conocimiento y esto es lo que viene pasando desde hace unas décadas. Por este camino se llegaba a la conclusión de que no hay hechos sólo existen representaciones. A partir de aquí ya viene todo lo demás, que deforma insistente y preocupante se viene repitiendo: La verdad no hay que buscarla sino que hay que crearla, todo es opinable porque las cosas acaban siendo como a cada cual le parece. Preocupante, digo, porque si no existen verdades inamovibles en las que a modo de pilares puedan servir de asidero, todo se desmorona. Si no existe ningún referente seguro en nuestro horizonte mental y espiritual estamos condenados a vivir perdidos y desorientados en una existencia sin sentido.

Benedicto XVI, desde los tiempos en que era Cardenal Prefecto, viene alertándonos de este peligro, como ya lo hiciera Juan Pablo II. No han sido lo únicos. Voces como la de Marcelo Pera ( Presidente del Senado italiano y catedrático de filosofía de la ciencia) se han hecho oír para gritar que “Los males que corrompen a Europa están en relación con el relativismo”. Estamos siendo testigos de un intento de acoso y derribo de todo lo que suene a principios inamovibles y patrones universales válidos para todos los tiempos y lugares, principios en los que se han venido sustentando las naciones, las sociedades, las familias, las instituciones, las personas.

Esta oleada de relativismo hace tiempo que comenzó a detectarse en el ámbito cultural. Con Jhon Dewey fue tomando cuerpo la idea de que culturalmente hablando nada hay fijo universal e inmutable, sino que todo es cambiante en consonancia con las circunstancias; pero habría de ser Oswald Spengler quien de forma aún más rotunda y manifiesta diera expresión al relativismo cultural que nos embarga. Para este pensador alemán hemos legado a un punto en que nada hay absoluto ni universalmente verdadero, no lo son la filosofía , la ciencia ni siquiera la matemática. No hay verdades eternas, cada época y cada cultura tiene su propia verdad. Este es el mensaje que se desprende de su famoso libro “La Decadencia de Occidente”. De verdades sólo se puede hablar en sentido referencial, dentro de un contexto determinado, como producto creado por una determinada cultura lo que nos coloca dentro del igualitarismo multicultural que nos lleva a tener que afirmar que todas las culturas son igualmente recomendables.

Para este tipo de relativismo los distintos elementos culturales cumplen la misión que puede cumplir el idioma en cada pueblo y así como no tiene sentido preguntarse si un idioma es más verdadero que otro, tampoco lo tendría el preguntarse si una cultura inspirada en le Vudú es más verdadera que la inspirada en la cultura Greco –Romana . Si queremos evaluar las distintas manifestaciones culturales hemos de hacerlo teniendo en cuenta el sistema en el que están inmersas y ello haría que cada cultura a su modo fuera igualmente portadora de verdad. Se trata de mundos a parte que hay que juzgarlos en razón de su coherencia interna, ya que no existe un criterio válido de verdad que podamos utilizar como patrón universal. Por esta misma razón los distintos conocimientos en el campo de la filosofía y de la ciencia van siendo diferentes según las épocas históricas. 

Para los relativistas, el que algo sea considerado como verdadero o no, depende del momento y las circunstancias. Lo que en el pasado se han venido dando como verdades intemporales y universales lo fueron ciertamente; pero sólo dentro de un paradigma, que se mantuvo en pie durante un tiempo limitado, mientras duró el consenso de la comunidad intelectual que le mantuvo en pie; pero cuando sus miembros fueron muriendo fue acabándose también dicho paradigma. Incluso proposiciones incontestables como parece serlo, que 4 es la mitad de ocho y el doble de dos, serían verdaderas en el contexto humano; pero en otro contexto no lo serían. El relativismo cultural a lo más que llega es a admitir una verdad supraindividual, una verdad perteneciente a una cultura; pero nunca una verdad universal, incluso las propias verdades culturales llevan impresas su fecha de caducidad que vienen marcada por su sitio de procedencia.

Las filosofías de Kuhn y sobre todo de Karl Popper han encajado perfectamente en este marco. Según la teoría de falsación de este último un solo caso es suficiente para echar a bajo una teoría científica; pero miles de casos constados durante siglos son insuficientes para alcanzar la plena certeza. Lo que quiere decir que nunca las adquisiciones científicas son definitivas, sino provisionales. Siempre hay que estar a la expectativa con esa ley científica, supuestamente bien probada, por si pudiera producirse un fallo en cualquier momento. Si esto es como nos dice Popper, en las leyes naturales se pueden producir en cualquier momento estrepitosos fallos. 

Así las cosas se ha llegado a la conclusión de que lo que llamamos filosofía o ciencia no son más que hipótesis teóricas, que en nuestra sociedad representan el mismo papel que las hipótesis mágicas representan en las sociedades primitivas. No habría entonces diferencias notables culturalmente hablando, sino que todas las culturas son iguales, expresión ésta que puede leerse en una enorme placa a la entrada del Museo Nacional Antropológico de la ciudad de Méjico. Éste es también el sentimiento que comparten la gran mayoría de los antropólogos “progres” en consonancia con el espíritu de ésta nuestra época marcadamente multiculturalista, antiimperialista y muy proclive a la tolerancia y al máximo respeto por el otro. Nada peor visto hoy día que la descalificación cultural. Salvaje diría Levi-Strauus solamente es quien llama salvaje al otro”.

En el día a día que nos está tocando vivir, el fenómeno de la inmigración es noticia de primera actualidad y ello hace que temas como éste del relativismo cultural tengan un significado y alcance especial, razón por la que nos vamos a detener en su análisis y valoración.

Valoración del relativismo cultural

Si la igualdad cultural de la que hace tiempo se viene hablando, fuera efusión de un sentimiento para proclamar el universal reconocimiento de la dignidad humana, que a veces, muchas veces, no ha sido reconocida a ciertas personas por el mero hecho de pertenecer a culturas diferentes, si fuera así, nada que objetar, más aún, si se propugnara la igualdad cultural como contrapeso a todo tipo de injusticias o al brutal imperialismo de siglos pasados o como expresión -protesta en contra del radical etnocentrismo , tal expresión no nos parecería del todo mal; pero no es este el alcance que se quiere dar a esta forma de hablar. Cuando se dice que todas las culturas son iguales, quiérese decir que todas las culturas están al mismo nivel intelectual y moral porque la verdad y el bien son construcciones igualmente humanas, tanto e unas como en otras. 

El debilitamiento intelectual que desde hace tiempo se viene padeciendo en Occidente nos ha llevado a un relativismo generalizado, convertido hoy por hoy en santo y seña no sólo de la filosofía contemporánea sino también de la sociedad en general.

Fruto de ello ha sido el igualitarismo paritario que puede ser tomado por las culturas menos desarrolladas como un alago, pero en el fondo lo que representa es un enorme perjuicio. Alentar a ciertas culturas a seguir siendo lo que son e impedir el progreso y desarrollo, so pretexto de no perder su propia identidad, no deja de ser un enorme disparate. Cuanto más se retrase la sustitución de la figura del Chamán por la del cirujano peor para todos. Esto nos llevaría a pensar hasta que punto la teoría del relativismo cultural está mal-interpretando los valores de solidaridad, tolerancia y respeto.

Spengler, como tantos otros, fue excesivamente duro con la conquista de América en la que pudo haber sus abusos y cierta barbarie por parte de algunos; pero por muy relativista que uno quiera ser ,es obligado reconocer que las aportaciones de España al Nuevo Mundo fueron valiosísimas, no sólo en el orden cientiífico ,( el uso de la rueda, la imprenta por ejemplo) sino que lo fue también en el orden moral y religioso, donde se cambiaron las prácticas de sacrificios humanos por un mensaje de amor y perdón para todos los hombres . Por muy relativista que se quiera ser, puestos a comparar una cultura de corte greco-romano con una cultura canivalista no se puede decir, que todo es cuestión de preferencias gastronómicas.

Al relativismo cultural se le viene acusando de albergar en su seno una interna contradicción . Sus seguidores niegan a los demás lo que de forma gratuita se atribuyen para sí. Según ellos nadie debiera hablar de verdades absolutas; pero ellos consideran que el relativismo lo es; porque si no lo fuera así dejaría de ser defendible. Nada debe darse por seguro; pero ellos dicen estar muy seguros de la postura que defienden. Tan definitiva resulta este tipo de objeción, que pueden llevarnos a pensar que el relativismo radical no es más que un contrasentido; pero olvidémonos de esto e imaginemos, aunque sea difícil, que existe algún tipo de razones que lo hace creíble; de inmediato se nos plantearía una nueva cuestión en estos términos. Si no existe ningún horizonte de verdad estable ¿Cómo mantener en pie la idea de progreso? ¿A donde mirar para orientarnos en la vida? 

A poco que nos introduzcamos en el campo de la ciencia nos damos cuenta, incluso los que no somos científicos, que no es nada fácil mantenerse firme en el relativismo, ya que aún concediendo que las verdades científicas, lo sean en referencia a alguna teoría; ello no nos impide pensar que el criterio por el que se rige la ciencia es el de verificabilidad universal. Las verdades científicas no están a expensas de lo que decidan los diferente grupos sociales. Las verdades científicas no son productos que se distribuyen según los diferentes grupos culturales . No se dan unas matemáticas para los negros y otras para los blancos . Una física para los orientales y otra para los occidentales. No es así como funciona la ciencia. Ahí tenemos una numerosa lista de hallazgos científicos con carácter de absolutez y universalidad: la teoría heliocéntrica , la gravitación universal, la circulación sanguínea, la existencia de átomos en la física y de genes en la biología, verdades que nos permiten hablar de progreso y avance científico. Ante nuestros ojos aparecen cada día un nutrido catálogo de nuevas tecnologías de las que los relativistas no ponen reparo alguno en aprovecharse de ellas. El progreso científico y tecnológico se impone como una realidad transcultural que se rige por criterios de universalidad. Se podrá decir que la ciencia tiene muchas limitaciones y así es; pero siempre será otra cosa bien distinta de ese pseudo -conocimiento errático que es la magia y el ocultismo. A mi no me cabe la menor duda de que en un supuesto caso de apendicitis aguda, el relativista teórico más convencido se olvidaría de sus principios y preferiría ponerse en manos de un cirujano y no en las de un brujo 

Estas y otras consideraciones por el estilo nos llevan a decir con Habermas que la defensa del relativismo no puede considerarse en modo alguno concluyente. Son muchas las dificultades que se le presentan al relativista , algunas de ellas nada fáciles de sortear. Tal vez por ello, el mismo Popper se ve obligado a matizar su postura para acabar diciendo que "aunque hoy hemos renunciado a la idea de conocimiento absolutamente cierto no hemos renunciado a la idea de buscar la verdad . Sin la idea reguladora de verdad la crítica carece de sentido". Ya Aristóteles hace tiempo que había sentenciado que esta teoría no es cosa de hombre y que va contra natura porque los hombres sabemos que hay algo y no sólo lo sabemos sino que necesitamos saberlo para seguir vivos. No va con la naturaleza humana renunciar a encontrar un día el porqué y el para qué de nuestra existencia. El hombre no puede vivir por mucho tiempo instalado en la inseguridad e incertidumbre; necesita de algo a que agarrarse, es preciso creer en algo para seguir luchando; necesitamos de la verdad y el bien para orientar nuestros pasos en dirección correcta.

Sin verdad la libertad del hombre no deja de ser un sueño imposible, porque no es la libertad del hombre la que crea la verdad sino justamente al revés es la verdad del hombre la que nos hace libres. La libertad de pensamiento no es para quien pueda decir del hombre todo lo que le venga en gana, sino decir aquello que le es propio. El relativismo ha de dejar de presentarse como la liberadora del hombre porque desde el momento que rompe con toda verdad, nada hay ya que pueda proteger al propio hombre que queda convertido en un objeto fácilmente manipulable, expuesto a todos los caprichos y a merced de los que mandan, llámense como se llamen. A partir de aquí comienzan a tomar sentido expresiones que nos hablan de la dictadura del relativismo que está haciendo posible que la fuerza de la razón sea sustituida por la razón de la fuerza. Siempre sucede lo mismo; cuando se renuncia a las verdades objetivas, a criterios fijos y estables se acaba cayendo en manos de los oportunistas de turno que acaban por imponer caprichosamente sus propios dogmas.

Esto es algo de lo que está pasando hoy también en nuestra sociedad. Los hombres de nuestros tiempo vivimos instalado en un relativismo que abarca todos los órdenes. No existe un compromiso serio con la verdad y con el bien. Ya casi nadie cree en verdades inmutables ni en amores que duren para siempre, las gentes se contentan con verdades provisionales, para ir tirando y las parejas se juran amor eterno mientras éste dure. Las semillas del pensamiento débil esparcidas en el último tercio del siglo XX pueden haber comenzado a dar sus frutos.


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