Consideraciones como las que presenta este artículo y
otras por el estilo nos llevan a decir con Habermas que la defensa del
relativismo no puede considerarse en modo alguno concluyente. Son muchas las
dificultades que se le presentan al relativista , algunas de ellas nada
fáciles de sortear. |
Cuando al conocimiento se le desposee de toda
intencionalidad y pierde toda referencia a la realidad objetiva deja de ser
ya conocimiento y esto es lo que viene pasando desde hace unas décadas. Por
este camino se llegaba a la conclusión de que no hay hechos sólo existen
representaciones. A partir de aquí ya viene todo lo demás, que deforma
insistente y preocupante se viene repitiendo: La verdad no hay que buscarla
sino que hay que crearla, todo es opinable porque las cosas acaban siendo
como a cada cual le parece. Preocupante, digo, porque si no existen verdades
inamovibles en las que a modo de pilares puedan servir de asidero, todo se
desmorona. Si no existe ningún referente seguro en nuestro horizonte mental y
espiritual estamos condenados a vivir perdidos y desorientados en una
existencia sin sentido. Benedicto XVI, desde los tiempos en que era Cardenal Prefecto, viene
alertándonos de este peligro, como ya lo hiciera Juan Pablo II. No han sido
lo únicos. Voces como la de Marcelo Pera ( Presidente del Senado italiano y
catedrático de filosofía de la ciencia) se han hecho oír para gritar que “Los
males que corrompen a Europa están en relación con el relativismo”. Estamos
siendo testigos de un intento de acoso y derribo de todo lo que suene a
principios inamovibles y patrones universales válidos para todos los tiempos
y lugares, principios en los que se han venido sustentando las naciones, las
sociedades, las familias, las instituciones, las personas.
Esta oleada de relativismo hace tiempo que comenzó a detectarse en el ámbito
cultural. Con Jhon Dewey fue tomando cuerpo la idea de que culturalmente
hablando nada hay fijo universal e inmutable, sino que todo es cambiante en
consonancia con las circunstancias; pero habría de ser Oswald Spengler quien
de forma aún más rotunda y manifiesta diera expresión al relativismo
cultural que nos embarga. Para este pensador alemán hemos legado a un punto en que nada hay absoluto ni universalmente
verdadero, no lo son la filosofía , la ciencia ni siquiera la matemática. No
hay verdades eternas, cada época y cada cultura tiene su propia verdad. Este
es el mensaje que se desprende de su famoso libro “La Decadencia de
Occidente”. De verdades sólo se puede hablar en sentido referencial, dentro
de un contexto determinado, como producto creado por una determinada cultura
lo que nos coloca dentro del igualitarismo multicultural que nos lleva a
tener que afirmar que todas las culturas son igualmente recomendables.
Para este tipo de relativismo los distintos elementos culturales cumplen la
misión que puede cumplir el idioma en cada pueblo y así como no tiene sentido
preguntarse si un idioma es más verdadero que otro, tampoco lo tendría el
preguntarse si una cultura inspirada en le Vudú es más verdadera que la
inspirada en la cultura Greco –Romana . Si queremos evaluar las distintas
manifestaciones culturales hemos de hacerlo teniendo en cuenta el sistema en
el que están inmersas y ello haría que cada cultura a su modo fuera
igualmente portadora de verdad. Se trata de mundos a parte que hay que juzgarlos
en razón de su coherencia interna, ya que no existe un criterio válido de
verdad que podamos utilizar como patrón universal. Por esta misma razón los
distintos conocimientos en el campo de la filosofía y de la ciencia van
siendo diferentes según las épocas históricas.
Para los relativistas, el que algo sea considerado como verdadero o no,
depende del momento y las circunstancias. Lo que en el pasado se han venido
dando como verdades intemporales y universales lo fueron ciertamente; pero
sólo dentro de un paradigma, que se mantuvo en pie durante un tiempo
limitado, mientras duró el consenso de la comunidad intelectual que le
mantuvo en pie; pero cuando sus miembros fueron muriendo fue acabándose
también dicho paradigma. Incluso proposiciones incontestables como parece
serlo, que 4 es la mitad de ocho y el doble de dos, serían verdaderas en el
contexto humano; pero en otro contexto no lo serían. El relativismo cultural
a lo más que llega es a admitir una verdad supraindividual, una verdad
perteneciente a una cultura; pero nunca una verdad universal, incluso las
propias verdades culturales llevan impresas su fecha de caducidad que vienen
marcada por su sitio de procedencia.
Las filosofías de Kuhn y sobre todo de Karl Popper han encajado perfectamente
en este marco. Según la teoría de falsación de este último un solo caso es
suficiente para echar a bajo una teoría científica; pero miles de casos
constados durante siglos son insuficientes para alcanzar la plena certeza. Lo
que quiere decir que nunca las adquisiciones científicas son definitivas,
sino provisionales. Siempre hay que estar a la expectativa con esa ley
científica, supuestamente bien probada, por si pudiera producirse un fallo en
cualquier momento. Si esto es como nos dice Popper, en las leyes naturales se
pueden producir en cualquier momento estrepitosos fallos.
Así las cosas se ha llegado a la conclusión de que lo que llamamos filosofía
o ciencia no son más que hipótesis teóricas, que en nuestra sociedad
representan el mismo papel que las hipótesis mágicas representan en las
sociedades primitivas. No habría entonces diferencias notables culturalmente
hablando, sino que todas las culturas son iguales, expresión ésta que puede leerse
en una enorme placa a la entrada del Museo Nacional Antropológico de la ciudad
de Méjico. Éste es también el sentimiento que comparten la gran mayoría de
los antropólogos “progres” en consonancia con el espíritu de ésta nuestra
época marcadamente multiculturalista, antiimperialista y muy proclive a la
tolerancia y al máximo respeto por el otro. Nada peor visto hoy día que la
descalificación cultural. Salvaje diría Levi-Strauus solamente es quien llama
salvaje al otro”.
En el día a día que nos está tocando vivir, el fenómeno de la inmigración es
noticia de primera actualidad y ello hace que temas como éste del relativismo
cultural tengan un significado y alcance especial, razón por la que nos vamos
a detener en su análisis y valoración.
Valoración del relativismo cultural Si la igualdad cultural de la que hace tiempo se viene hablando, fuera
efusión de un sentimiento para proclamar el universal reconocimiento de la
dignidad humana, que a veces, muchas veces, no ha sido reconocida a ciertas
personas por el mero hecho de pertenecer a culturas diferentes, si fuera así,
nada que objetar, más aún, si se propugnara la igualdad cultural como
contrapeso a todo tipo de injusticias o al brutal imperialismo de siglos
pasados o como expresión -protesta en contra del radical etnocentrismo , tal
expresión no nos parecería del todo mal; pero no es este el alcance que se
quiere dar a esta forma de hablar. Cuando se dice que todas las culturas son
iguales, quiérese decir que todas las culturas están al mismo nivel intelectual
y moral porque la verdad y el bien son construcciones igualmente humanas,
tanto e unas como en otras.
El debilitamiento intelectual que desde hace tiempo se viene padeciendo en
Occidente nos ha llevado a un relativismo generalizado, convertido hoy por
hoy en santo y seña no sólo de la filosofía contemporánea sino también de la
sociedad en general.
Fruto de ello ha sido el igualitarismo paritario que puede ser tomado por las
culturas menos desarrolladas como un alago, pero en el fondo lo que representa
es un enorme perjuicio. Alentar a ciertas culturas a seguir siendo lo que son
e impedir el progreso y desarrollo, so pretexto de no perder su propia
identidad, no deja de ser un enorme disparate. Cuanto más se retrase la
sustitución de la figura del Chamán por la del cirujano peor para todos. Esto
nos llevaría a pensar hasta que punto la teoría del relativismo cultural está
mal-interpretando los valores de solidaridad, tolerancia y respeto.
Spengler, como tantos otros, fue excesivamente duro con la conquista de América
en la que pudo haber sus abusos y cierta barbarie por parte de algunos; pero
por muy relativista que uno quiera ser ,es obligado reconocer que las
aportaciones de España al Nuevo Mundo fueron valiosísimas, no sólo en el
orden cientiífico ,( el uso de la rueda, la imprenta por ejemplo) sino que lo
fue también en el orden moral y religioso, donde se cambiaron las prácticas
de sacrificios humanos por un mensaje de amor y perdón para todos los hombres
. Por muy relativista que se quiera ser, puestos a comparar una cultura de
corte greco-romano con una cultura canivalista no se puede decir, que todo es
cuestión de preferencias gastronómicas.
Al relativismo cultural se le viene acusando de albergar en su seno una
interna contradicción . Sus seguidores niegan a los demás lo que de forma
gratuita se atribuyen para sí. Según ellos nadie debiera hablar de verdades
absolutas; pero ellos consideran que el relativismo lo es; porque si no lo
fuera así dejaría de ser defendible. Nada debe darse por seguro; pero ellos
dicen estar muy seguros de la postura que defienden. Tan definitiva resulta
este tipo de objeción, que pueden llevarnos a pensar que el relativismo
radical no es más que un contrasentido; pero olvidémonos de esto e
imaginemos, aunque sea difícil, que existe algún tipo de razones que lo hace
creíble; de inmediato se nos plantearía una nueva cuestión en estos términos.
Si no existe ningún horizonte de verdad estable ¿Cómo mantener en pie la
idea de progreso? ¿A donde mirar para orientarnos en la vida?
A poco que nos introduzcamos en el campo de la ciencia nos damos cuenta,
incluso los que no somos científicos, que no es nada fácil mantenerse firme
en el relativismo, ya que aún concediendo que las verdades científicas, lo
sean en referencia a alguna teoría; ello no nos impide pensar que el criterio
por el que se rige la ciencia es el de verificabilidad universal. Las
verdades científicas no están a expensas de lo que decidan los diferente
grupos sociales. Las verdades científicas no son productos que se distribuyen
según los diferentes grupos culturales . No se dan unas matemáticas para los
negros y otras para los blancos . Una física para los orientales y otra para
los occidentales. No es así como funciona la ciencia. Ahí tenemos una
numerosa lista de hallazgos científicos con carácter de absolutez y
universalidad: la teoría heliocéntrica , la gravitación universal, la
circulación sanguínea, la existencia de átomos en la física y de genes en la
biología, verdades que nos permiten hablar de progreso y avance científico.
Ante nuestros ojos aparecen cada día un nutrido catálogo de nuevas
tecnologías de las que los relativistas no ponen reparo alguno en
aprovecharse de ellas. El progreso científico y tecnológico se impone como
una realidad transcultural que se rige por criterios de universalidad. Se
podrá decir que la ciencia tiene muchas limitaciones y así es; pero siempre
será otra cosa bien distinta de ese pseudo -conocimiento errático que es la
magia y el ocultismo. A mi no me cabe la menor duda de que en un supuesto
caso de apendicitis aguda, el relativista teórico más convencido se olvidaría
de sus principios y preferiría ponerse en manos de un cirujano y no en las de
un brujo
Estas y otras consideraciones por el estilo nos llevan a decir con Habermas
que la defensa del relativismo no puede considerarse en modo alguno
concluyente. Son muchas las dificultades que se le presentan al relativista ,
algunas de ellas nada fáciles de sortear. Tal vez por ello, el mismo Popper se
ve obligado a matizar su postura para acabar diciendo que "aunque hoy
hemos renunciado a la idea de conocimiento absolutamente cierto no hemos
renunciado a la idea de buscar la verdad . Sin la idea reguladora de verdad
la crítica carece de sentido". Ya Aristóteles hace tiempo que había
sentenciado que esta teoría no es cosa de hombre y que va contra natura
porque los hombres sabemos que hay algo y no sólo lo sabemos sino que
necesitamos saberlo para seguir vivos. No va con la naturaleza humana
renunciar a encontrar un día el porqué y el para qué de nuestra existencia.
El hombre no puede vivir por mucho tiempo instalado en la inseguridad e
incertidumbre; necesita de algo a que agarrarse, es preciso creer en algo
para seguir luchando; necesitamos de la verdad y el bien para orientar nuestros
pasos en dirección correcta.
Sin verdad la libertad del hombre no deja de ser un sueño imposible, porque
no es la libertad del hombre la que crea la verdad sino justamente al revés es la
verdad del hombre la que nos hace libres. La libertad de pensamiento no es
para quien pueda decir del hombre todo lo que le venga en gana, sino decir
aquello que le es propio. El relativismo ha de dejar de presentarse como la
liberadora del hombre porque desde el momento que rompe con toda verdad, nada
hay ya que pueda proteger al propio hombre que queda convertido en un objeto
fácilmente manipulable, expuesto a todos los caprichos y a merced de los que
mandan, llámense como se llamen. A partir de aquí comienzan a tomar sentido
expresiones que nos hablan de la dictadura del relativismo que está haciendo
posible que la fuerza de la razón sea sustituida por la razón de la fuerza.
Siempre sucede lo mismo; cuando se renuncia a las verdades objetivas, a
criterios fijos y estables se acaba cayendo en manos de los oportunistas de turno
que acaban por imponer caprichosamente sus propios dogmas.
Esto es algo de lo que está pasando hoy también en nuestra sociedad. Los
hombres de nuestros tiempo vivimos instalado en un relativismo que abarca
todos los órdenes. No existe un compromiso serio con la verdad y con el bien.
Ya casi nadie cree en verdades inmutables ni en amores que duren para
siempre, las gentes se contentan con verdades provisionales, para ir tirando
y las parejas se juran amor eterno mientras éste dure. Las semillas del pensamiento
débil esparcidas en el último tercio del siglo XX pueden haber comenzado a
dar sus frutos. |
2021-09-22
15.- Los supuestos del relativismo cultural
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