2024-01-02

208.- ¿ Que hemos hecho con la Navidad?



Las cosas ocurren y no por casualidad, detrás de cada acontecimiento hay siempre una razón o causa que las explica y esto es exactamente lo que nos gustaría saber en torno al  cambio de signo de las Navidades.  Es un hecho que a nivel de calle el significado profundo  de la Navidad se ha perdido, han desaparecido  las tradiciones navideñas, se han perdido, los iconos religiosos, Jesús, María y José, para ser sustituidos por fetiches,  dando entrada al personaje grotesco de Papá Noel, que no es más que un mito o  colocando en lugar preferente al pino, cargado de simbolismo pagano que alude al regreso de la vegetación, tomando como punto de partida el solsticio de invierno,  tal como sucede también con las luces de neón con las que se iluminan los  espacios públicos de los pueblos y ciudades y que vienen a representar el triunfo del sol naciente, característico de las  festividades paganas saturnales.

 Todo lo hemos cambiado y la Navidad ha quedado reducida a un mero nombre vacío de contenido trascendente. Triste es decirlo, pero en el supuesto caso de que un marciano decidiera visitarnos y recorrer nuestros pueblos y ciudades durante estos días, no le sería fácil descubrir que nuestro planeta tierra había sido escenario hace dos mil años del más trascendental acontecimiento de los siglos, ante el cual todo palidece. No merece dedicar una palabra más, para corroborar un hecho que se nos muestra de forma tan evidente.   Lo que sí procede es preguntarse ¿por qué esto ha tenido que ser así?

La argumentación a la que frecuentemente se recurre para justificar este cambio, está basada en que dentro de una sociedad pluralista no caben celebraciones con connotaciones religiosas, para evitar cualquier tipo de discriminación y así todos puedan celebrarla por igual. De modo que las festividades navideñas tan arraigadas, para  que puedan ser patrimonio de todos,  hay que dotarlas de  un cierto carácter de neutralidad, o dicho con otras palabras, hay que hacer de la Navidad una fiesta de todos y para todos, para que nadie se sienta excluido y  ello solo es posible expurgándola de toda alusión religiosa.

Acabemos pues con las representaciones religiosas, que no se escuchen ya más villancicos  y que desaparezca cualquier resquicio que nos lleve a recordar aquella Noche Santa en que Dios, abandonando su Cielo, se hizo uno de los nuestros y quiso probar la aventura de vivir en nuestro mundo. Nada que nos haga recordar el inefable ministerio de la humanización de Dios, que dignifica y enaltece al hombre.  En su lugar promocionemos el esparcimiento, el consumismo y las comilonas, porque todo el mundo tiene derecho a darse una tregua en su rutinario vivir, con la obligación de estar alegres por unos días, sin saber por qué y tratar de divertirse como buenamente pueda, sin olvidarnos de las enternecedoras reuniones familiares, que a veces acaban como el rosario de la aurora. Todo tan lógico y natural, se nos dice, que parece mentira que haya alguien que no lo entienda. Hay más, para no herir sensibilidades, La Unión Europea recomienda sustituir la expresión FELIZ NAVIDAD por FELICES FIESTAS. Como se ve a La Liga de los Estados Árabes se les da ya todo hecho y no necesitan para nada pensar en la guerra santa.

 

En realidad, la estrategia para acabar con las Navidades no es diferente a la seguida para instaurar un Estado sin Dios. Primero se invoca el neutralismo para hacer posible la gobernabilidad de una sociedad pluralista y luego se recurre a la identificación entre neutralismo y laicismo, cuando todos sabemos que el laicismo de neutralismo tiene bien poco y si por algo se caracteriza es por su fanatismo intransigente. El laicismo negará tajantemente todo lo que le interese negar, sin aportar prueba alguna y silenciará aquellos documentos serios, avalados por la tradición y por la historia, que nos hablan de que la Navidad de Jesús sucedió en un tiempo preciso de nuestro calendario y en un espacio localizado geográficamente, como es Belén, un pueblecito palestino de la Cisjordania, que en estos momentos está sufriendo los rigores de una guerra.   

 

Semejante forma de argumentación laicista, no deja de ser una grosera argucia, bastante más disparatada que tratar de hacer una tortilla sin huevos. El Papa lo ha dicho claramente: “Jesús, solo Él, es la verdadera Navidad.” Aun con todo, la argumentación  contra la Navidad Cristiana se nos presenta con un envoltorio atractivo, colocando como señuelos los sentimientos humanitarios de solidaridad, de altruismo y  de confraternización universal, cuando en realidad  de lo que se trata es de descristianizar a Europa.

Se nos dirá que, si a la Navidad se la ha despojado de todo componente religioso, ha sido para no herir sensibilidades y yo me pregunto ¿Alguien puede sentirse ofendido por la presencia de un Niño, que nos habla con ternura y nos trae un mensaje de paz y de amor? ¿A quién puede molestar que Dios, para estar más cerca de nosotros, haya puesto un pie en nuestra tierra?  O ¿es que nos estamos volviendo locos los hombres? Se nos dirá que, el cambio de signo de la Navidad responde a una exigencia del bien general de la sociedad. Todo, pura milonga. No nos engañemos, estas fuerzas oscuras que están moviendo los hilos de todo lo que está pasado, no tienen otro móvil sino es el “Odium Dei”, hay que decirlo claramente y contra esto hay que rebelarse, tratando de recuperar el sentido genuino de la Navidad.  La solución no está en convertir la Navidad en una carnavalada, sino en la reconversión del corazón humano. El hombre ha perdido la inocencia, se ha vuelto soberbio y prepotente y si quiere volver a vivir la Navidad, tiene que recuperar la mirada limpia de ese niño que todos llevamos dentro, pues como decía Martín Descalzo: "La Navidad es un misterio de infancia” y solo haciéndonos como niños podremos acercarnos a Él”.


 Para finalizar diré que a mí personalmente no me parece nada mal, sino todo lo contrario,
que la Sra. Meloni , Primera Ministra de Italia, haya presentado un proyecto de ley  bajo el título “Respeto y protección de las tradiciones religiosas italianas”, con el fin de proteger las festividades religiosas cristianas. De lo que se trata es de recuperar la identidad de las fiestas Navideñas, después del invento del laicismo de instaurar las “Fiestas de invierno” en su lugar. 

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