El calendario litúrgico de la Iglesia Católica celebra este domingo día 6 de Noviembre, la festividad de los Santos Mártires de la Cruzada Española. Esta efemérides coincide con la reciente entrada en vigor de la ley de Memoria Democrática, motivo por el cual, seguramente, la Acción Católica de Propagandistas (ACdP) ha tomado la iniciativa de rememorar la más gloriosa gesta de la Iglesia Española, que tuvo como protagonistas a más de 10.000 mártires y patriotas de nuestro tiempo, que valientemente supieron morir por Jesucristo y por una España Católica, durante el periodo que va de 1931 a 1939, perdonando a sus verdugos que, dicho sea de paso, hasta el día de hoy no han dado ninguna muestra de arrepentimiento por haber perpetrado tantos y tan descomunales crímenes.
Después de que todas las empresas contactadas dedicadas a la
instalación de carteles se mostraran reacias a aceptar el encargo de colocar carteles reivindicativos de la
memoria de nuestros mártires y en contra
de la memoria histórica, (lo que da nuestras del grado de opresión y miedo en
que vive nuestra sociedad), al fin una
de ellas se prestó a colaborar con ACdP colocando
en las marquesinas de la mayoría de las ciudades españolas un recordatorio de
la persecución sangrienta de este periodo histórico, en el que murieron un
ingente número de personas de toda clase
y condición, por el mero hecho de
negarse a renunciar a su fe, suceso éste
que la ley de memoria histórica trata de tergiversar, maquillar o silenciar.
En estos tiempos de
mentiras por parte de unos, de cobardes silencios y traiciones por parte de
otros, pocas cosas tan oportunas y justas como la de reprobar la salvaje
persecución de millares de españoles inocentes, brutalmente torturados y
asesinados por motivos religiosos. Hasta el historiador antifranquista
Madariaga, se vio obligado a decir que: “Nadie que tenga buena fe y buena
información puede negar los horrores de aquella persecución durante años. Bastó
únicamente el hecho de ser católico para merecer la pena de muerte, infligida a
menudo de las formas más atroces”. En honor a la verdad esta declaración ha
de ser bien recibida, por cuanto, a no pocos cristianos acomplejados, les
faltaría el coraje suficiente para proferir expresiones semejantes. Por esto mismo la noticia de que un grupo de
católicos salga a la calle a pecho descubierto para dar testimonio de su fe y
mostrar su admiración y orgullo por unos compatriotas comprometidos con su fe y
con España, tiene que ser motivo de satisfacción, la pena es que solo sean un
grupito y no haya sido el pueblo de Dios en su conjunto encabezado por sus
jerarcas.
La verdad de lo que
sucedió en España en la década de 1930, está siendo tergiversada en aras de
intereses bastardos inconfesables, cuando por el bien general de España y de
todos los españoles debiera resplandecer, entre otras razones porque cosas así están
llamadas a servirnos de ejemplo para que nunca más la ignominia, la inquina y
la perversión, se adueñen de nuestra nación. España y La Europa de nuestro
tiempo tienen que despertar de su letargo, dejarse de prejuicios
y aprender de la historia. Lo peor que podía sucedernos es que el derramamiento
de tanta sangre generosa hubiera sido en vano, sin que sirviera para nada,
porque unos hombres desalmados así lo hayan dispuesto. ¡Que Dios no lo permita!
En la tarea de hacer la
revisión de un determinado periodo histórico, es fundamental la honestidad intelectual,
que exige una investigación seria y rigurosa de los hechos, ajena a todo prejuicio
partidista, que ha de ser llevada a cabo por un historiador competente, imparcial
y nunca alentado por el revanchismo y las ansias de venganza de quien es juez y
parte, dispuesto a utilizar las hojas del Boletín del Estado para oficializar
su mentira. La llamada “Ley de Memoria Histórica” no pasa de ser una vulgar
patraña, torpemente urdida, que torticeramente trata de ocultar la masacre
religiosa que tuvo lugar en los turbios tiempos de la Segunda República, de
cuyas víctimas mayormente católicas, nunca se habla y si se hace mención de
algunas de ellas es para decir que “algo habrían hecho”. De este modo borrada
la memoria de los mártires carece de sentido el hablar de persecución religiosa
y si el genocidio religioso no existió, naturalmente tampoco hubo criminales y
verdugos abyectos, sino valientes luchadores por la libertad, contra los cuales
fue dictada la pena capital por los tribunales franquistas sedientos de sangre,
que se cebaron con víctimas inocentes. He aquí una forma diabólica de convertir los
verdugos en víctimas y viceversa. La filfa en cuestión, no puede ser más burda,
si bien tiene a su favor, por una parte, que la mayoría de la población
española hoy día, bien sea por desidia, por pereza o por lo que fuere, no hace
uso de otros instrumentos de verificación que no sean los medios de
comunicación tóxicos y por otra, que quienes conocen bien lo que pasó se callan
cobardemente y guardan silencio. Esto vendría a explicar el hecho de que la
mayoría de la sociedad española permanezca indolente frente a lo que no deja de
ser una gigantesca ignominia.
A pesar de todo, nada nos
impide celebrar que el grupo ACdP haya decidido reivindicar a nuestros
mártires de la segunda República, tanto los canonizados como los que nunca lo
serán, los mismos que nos dejaron escrita a sangre y fuego una de las páginas
más gloriosas y brillantes de la cristiandad, para que la posteridad pueda
admirar en ellos los valores humanos y religiosos que siempre caracterizaron a la
nación española y a la cultura occidental. Después de casi un siglo de haber santificado
con su sangre nuestro suelo patrio, vaya para ellos nuestra más profundo amor y
agradecimiento