Lo sucedido en el colegio mayor Elías Ahuja de Madrid cuando menos merece un comentario. Naturalmente habrá quien piense que la culpa de todo la tiene Franco. Interpretaciones tan descabelladas o más, hemos podido verlas reproducidas en la “mentira democrática” y la gente se lo ha tragado sin pestañear, porque el pueblo español no es que se distinga precisamente, por su capacidad crítica, de lo cual también se le echa la culpa al de siempre. Pues bien, lo cierto es que un hecho así resulta inimaginable y cualquiera que haya vivido en la España franquista lo sabe bien, que nunca un hecho tan vergonzoso se hubiera podido producir, por la sencilla razón de que las escuelas de entonces, lo mismo que en los Colegios Mayores, eran lugares, donde se velaba por la formación humana , donde los adolescentes y los jóvenes aprendían a ser personas de bien y honradas a carta cabal. Los chicos eran respetuosos con unas chicas que se hacían respetar porque habían sido educadas en la honestidad y en la limpieza de cuerpo y alma. Ésta y no otra era la clave para que los propios chicos, también educados en los mismos valores, tuvieran en gran estima a las chicas pudorosas, no como actualmente ocurre, en que a la hora de elegir compañera, los propios interesados confiesan que prefieren que sean un poco “guarronas”.
Motivos hay para estar preocupados, no tanto por el hecho en
sí del que todo el mundo habla, cuanto por lo que a través de él se dejé
entrever y que viene a confirmar lo que ya más o menos sabíamos. Estamos
viviendo una crisis aguda, que afecta a la relación entre los sexos. La
situación es grave, tanto que la ministrilla Irene Montero se vio obligada a
intervenir quirúrgicamente, sacando la ley del “solo el SÍ es SÍ”, tan
equivocada que lo que seguramente va a conseguir es agravar el problema.
Naturalmente que hay que tomar conciencia de la gravedad del asunto, pero sobre
todo urge saber cuál es su origen para enfrentarnos a él y tratar de darle
alguna solución.
Resulta verdaderamente grotesco e indignante que salgan en primera línea,
lamentándose y rasgándose las vestiduras, precisamente dirigentes políticos,
que por acción u omisión han sido sus principales causantes y no parece muy
difícil dar con quienes han sido, más
aún, desde hace tiempo se vienen denunciando prácticas educativas aberrantes,
inspiradas en la ideología de género, que bien podría ser visto, como un
instrumento pensado para la corrupción de menores. No nos engañemos, en gran
medida la falta de compenetración, no
solo entre las parejas jóvenes, sino también en las más maduritas, es fruto de
una educación equivocada, que más que educar lo que hizo y está haciendo es
deseducar.
El adoctrinamiento en
la ideología de género que se está llevando a cabo en los centros educativos,
no solo está siendo motivo de perversión moral, sino que está dando origen
larvadamente a una guerra entre los sexos y quien no lo vea así es que está
ciego. Guerra entre sexos en versión chusca, es exactamente lo que yo acierto a
ver en lo sucedido en el colegio agustino de Elías Ahuja y que ha puesto bien
de manifiesto el componente de un subconsciente masculino lleno aversión y
resentimiento. No sé si habrá réplica por parte de las chicas, pero hay razones
suficientes para pensar que si la hubiera, seguramente saldría a relucir un
subconsciente sexista no menos preocupante, tal como hemos podido ver en más de
una ocasión. Esto que acaba de suceder y
mucho más, hay que interpretarlo dentro del contexto amplio, enmarcado en un
feminismo corrosivo y demoledor, que anda diciendo por ahí que los hombres son
unos machistas depredadores, violadores irredentos, enemigos de las mujeres a
las que siempre han tenido esclavizadas.
Hace falta mucho cinismo para lamentarse por algo de lo que se es
responsable. Después de haber estado durante años, tratando de adoctrinar a los
escolares en la práctica de una sexualidad salvaje, puramente biológica, ahora
nos escandalizamos de que éstos se expresen en términos sexistas. ¿Acaso se puede esperar una respuesta
solidaria, comprometida y respetuosa con los demás a quienes han sido educados en un pansexualismo enfermizo, que solo
busca la satisfacción momentánea y
egoísta de los más bajos instintos?
Vamos a hablar claro, la educación sexual que se está
impartiendo en las escuelas además de
ser demoledora, está alimentando resentimientos y malentendidos, que propician el enfrentamiento entre hombre
y la mujer. Una información interesada sobre los juguetes
eróticos puede contribuir a despersonalizar la sexualidad
dejando fuera de toda relación humana y humanizadora y convertirla en una pura
estimulación mecánica. ¿Que sentido
tendría un aprendizaje de este tipo de cara a un relación conyugal, como la
propia naturaleza exige? Según he podido saber, el tipo de educación sexual que se imparte en
los centros, consiste en conocer el propio cuerpo, para así poder obtener el
máximo de placer posible, lo que ciertamente se corresponde con una cultura eminentemente
hedonista, no lo voy a negar, lo que sí que digo es que ésa no es la educación
sexual que se está necesitando, o cuando menos no lo es toda. Lo que se
necesita fundamentalmente y más que nada es conocer y explorar los espíritus y
dotarles de aquellos valores humanos y morales que hagan posibles que un sujeto
y una sujeta, distintos entre sí, se compenetren y mutuamente se apoyen y
complementen. Recalco lo de un sujeto y una sujeta distintos entre sí, porque
hay que partir de la evidencia científica de que hombre y mujer son diferentes.
Lo son morfológicamente, lo son genéticamente, lo son anatómicamente y sobre
todo lo son psicológicamente, con su sensibilidad propia y su modo
característico de entender la sexualidad.
Desde mayo del 68
existen fuerzas muy interesadas por implantar la indiferenciación sexual, sirviéndose para ello de las escuelas, los
parlamentos y los medios de comunicación, para sus siniestros propósitos ,
incluso la propia ONU, está haciendo valer su autoridad moral a favor de esto
mismo. Es seguramente por ello, que la identidad femenina atraviesa una crisis
sin precedentes. Todo comenzó por ocultar los sentimientos y afectos femeninos,
para así poder ingresar más fácilmente en el mundo laboral de los hombres; la
cosa fue a más y muchas mujeres acabaron
traicionándose a sí mismas,
sacrificando su propia identidad femenina, para
convertirse en “hombretonas” y
llegar a ser paradigma de lo que
se dio en llamar la mujer moderna. Frente a tanta confusión, una cosa parece
clara y es que la naturaleza de la mujer
es única e insustituible, estando llamada a realizar un tipo de
humanidad maravillosa y diferente de la del hombre, de modo que solo siendo
fiel a sí misma podrá lograr su plenitud. La falsificación de la mujer obra del
feminismo radicalizado “a lo Beauvoir” ha repercutido negativamente en las
relaciones de la pareja, pero a quien más daño ha hecho es a la propia mujer. A
simple vista, semejante afirmación resulta paradójica, por lo que está pidiendo
una explicación. Bien está que a la
mujer se la equipare con el hombre en todos los órdenes de la vida social, lo
que no deja de ser una desgracia es que a la mujer se la masculinice, robándole
su propia identidad, hasta verla convertida en una réplica del hombre. Ser
mujer es un don, un privilegio que el mundo necesita, por eso una mujer nunca
debiera dejar de serlo. Fue Julián Marías quien dijo que: “Cuando una mujer no
sabe a mujer, resulta una forma degradada de lo humano”. En la medida en que la mujer se olvida de su
condición de mujer, se está convirtiendo en un objeto fácilmente
manipulable. Bien entendido que esta
fidelidad de la que hablo es compatible con las preferencias personales y con
la vocación profesional de cada cual, sin necesidad de tener que renunciar a
nada, por supuesto tampoco a la maternidad y a la familia.
La Srª Irene Montero, ministra de la igualdad, tiene que
explicarnos qué está fallando en la política de género, para que cada vez haya más
desavenencias entre los jóvenes de distinto sexo, para que las agresiones
sexuales sean el pan nuestro de cada día, o para que unos universitarios nos obsequien con un
espectáculo de tan mal gusto. Ha de explicarnos porqué tantos chicos y chicas se muestran reacios a formar una familia estable y cuando se deciden a hacerlo son incapaces de
dar continuidad a un ilusionante proyecto en común.
Cuando en España se impuso por decreto la ley la coeducación, se nos dijo que ello iba a
favorecer la cooperación, el mutuo conocimiento, la convivencia, la cercanía,
la confraternización, la interrelación. Todo ha sido un camelo, Sra. ministra, lo
que está sucediendo es otra cosa bien distinta. Políticos, políticas y polítiques ¿por qué no
se van a sus casas y nos dejan en paz?