Lo primero que quiero dejar claro es que estoy en contra de
cualquier tipo de violencia ejercida por el hombre sobre la mujer. En manera alguna pienso que sea tolerable
ningún tipo de atropello o sometimiento femenino, por lo que bienvenido sea
todo cuanto se haga para impedir cualquier tipo de abusos. Ello no
impide ser crítico con la ley del “solo el sí es sí”,
aprobada ya en el parlamento y a la espera de que el Senado conceda el
visto bueno. En manera alguna, parce ser ésta la ley que estábamos necesitando,
entre otras cosas porque deja muchas dudas, lo mismo que la ley de la violencia
de género, sobre la igualdad de trato dispensado al sexo masculino y porque no
parce ser respetuosa con el principio de la presunción de inocencia. EL hecho
cierto de que existen hombres violadores y asesinos, en manera alguna quiere
decir que todos los hombres lo seamos, ni tampoco que de una parte están las
mujeres que son las buenas y de otra los hombres que son los malos o viceversa.
Cualquier planteamiento que se haga en esta dirección, cuando menos resulta
peligroso y naturalmente conduce al enfrentamiento entre hombres y mujeres, lo
cual no es nada recomendable.
Buenos y malos, verdugos y víctimas los podemos encontrar
tanto en una parte como en otra. Con ello lo que quiero decir es que por mucha
gravedad que conlleve el maltrato, violación y asesinato de mujeres, ello no
debiera hacernos olvidar el otro drama presente entre los hombres, a veces,
víctimas inocentes de la mentira y la calumnia, condenados a sufrir
silenciosamente su calvario sin que nadie les haga caso, hasta que no pueden
más y acaban suicidándose. Que ha habido
denuncias falsas contra ellos, que han acabado destrozándoles la vida, es un
hecho que nadie puede negar, lo que todavía falta por saber es cuántos de los
numerosos suicidios de hombres, cada año, cada mes… son debidos a esta
canallada. No hace tanto tiempo, el juez
Francisco Serrano lamentaba el ataque visceral al hombre, por el hecho de ser
hombre, hasta el punto de calificarlo de “genocidio” por lo que instaba a
investigar "cuántos hombres que han sido denunciados por sus parejas y que
han pasado por una detención se han suicidado o lo han intentado, siendo luego
los asuntos archivados o sobreseídos". La cuestión es de tal calado, que
no debiera dejar indiferente a nadie, por más feminista que uno quiera ser.
En realidad, esta ley a la que nos referimos, de furibunda
tendencia feminista, que en poco será aprobada definitivamente, viene a echar
más leña al fuego y a incrementar una cierta alarma social ya bastante generalizada.
A partir de ahora, los hombres van a tener que aprender a moverse en un campo
sembrado de minas, porque si son acusados y no tienen a mano una prueba
fehaciente, póngase por caso un documento firmado, mejor si viene avalado por
un notario, lo van a tener crudísimo, puesto que su palabra y personal
testimonio de poco va a poder servirles. La situación como se les presenta es
como para asustar a cualquiera.
Según Irene Montero, la
ley del “solo el sí es sí” será recordada
como un acontecimiento histórico ya que por fin “la libertad sexual va a ser
un derecho en nuestro País, cambiándose la violencia por libertad y el miedo
por el deseo”. Después de escuchar estas palabras de la
ministra comunista de igualdad, pareciera como que hasta ahora los hombres nos habíamos
dedicado a salir en manada impunemente a la calle en busca de la presa y ahora
ya esto se acabó, debido naturalmente a Dña. Irene, hasta hace bien poco dignísima
cajera de supermercado por méritos propios; ella y no otra, habría logrado por
fin un hito en la Historia de la Humanidad desde los tiempos del “australopithecus
erectus”, cual fuera el de liberar a la
mujer de la opresión varonil . Mil gracias, Dña. Irene, aunque a decir verdad
muchos hombres comienzan a sentir miedo de que las leyes del LGTBI acaben por
hacerles la vida imposible y no solamente los hombres, sino también las mujeres
que no son de su cuerda, quienes, dicho sea de paso, seguramente son la gran
mayoría.
Tanto la ley de
violencia machista como esta otra del “solo el sí es sí” resultan
especialmente perjudiciales para el hombre, porque les colocan en una situación
de inferioridad, pero tampoco es que favorezca a la mujer que de ninguna manera
quisiera asistir a un escenario de lucha de sexos, como en tiempos pasados lo
fuera la lucha de clases. Es muy difícil
pensar que a las mujeres les pueda ir bien, mientras su futuro esté en manos de
mentes fantasiosas, entregadas por entero a ideologías disparatadas y
perniciosas
En estos últimos
tiempos hemos podido ver como la ideología de género, que es una pura aberración,
ha tratado de imponerse como pensamiento único y partiendo como parte de unas premisas
falsas lo único que cabe esperar son resultados nefastos. No hace falta ser médico para saber que, si a
un enfermo se le diagnostica una enfermedad irreal, las terapias para curar el
mal no van surtir efecto y esto precisamente es lo que está pasando en el mundo
femenino.
Estamos cansados, no
podemos seguir así por más tiempo, asistiendo a una constante sangría de vidas
femeninas. Los años van pasando y la macabra situación de la mujer no mejora.
Ello debiera alertarnos de que algo estamos haciendo mal o cuando menos nos
obliga a poner en cuarentena algunos de las hipótesis, que oficialmente se dan
por ciertas, como es por ejemplo el suponer que todo lo malo que le pasa a la
mujer es debido exclusivamente a la violencia machista. ¿Por qué no cambiamos
de estrategia y contemplamos este drama desde otras perspectivas? Antes de que
suceda el asesinato de una mujer a manos de un hombre ya se tiene preparada de
antemano, la respuesta apriorística: “ello no puede ser debido más que a la
violencia machista”. Sin duda que esta respuesta sirve para apuntalar a la
ideología de género, pero una cosa es eso y otra bien distinta es que se
corresponda con la realidad de los hechos. Si hemos de hacer caso a estudios
serios realizados por sociólogos y antropólogos, aparte del instinto dominador
del hombre, hay muchos otros motivos que pueden dar explicación de muchos trágicos
desenlaces, que es preciso tenerlos en cuenta porque, en la medida en que
vayamos poniéndoles remedio, se verá favorecida la situación de la mujer. La
lista de los motivos que están en la
base de esta desgraciada situación es larga; aparte del androcentrismo, los expertos nos hablan de la banalización
del sexo , las infidelidades, la falta de respeto mutuo, los celos enfermizos, la
desestructuración de la familia, la pobreza, el alcohol, la droga, la hipertrofia
de la sexualidad, la exclusión social. En este contexto, el caso de familias de
emigrantes, que viven en total desamparo lejos de los suyos, merecería un
capítulo aparte. Basta ya de hipocresías. No podemos lamentarnos por una parte
de lo que está pasando y por otra favoreciendo las circunstancias que lo hacen
posible. ¿Qué es lo que queremos: mantener a toda consta la ideología de género
o poner fin al drama de la mujer? La solución no está en promover el
enfrentamiento y la guerra entre los sexos, sino en una responsable educación, donde
se fomenten los valores sólidos como la generosidad, comprensión, entrega, respeto
y ayuda mutua, el cariño desinteresado, el aprender a perdonar. Porque sigue
siendo verdad aquello de que “quien siembra amor cosechará
amor y quien siembra odio lo que cosechará es odio". En estos tiempos
nuestros de vaciamiento espiritual, moral y religioso, los hombres necesitan creer
en sus propias mentiras e imponérselas a los demás, bajo el pretexto de
liberación, cuando en realidad no son más que instrumentos de opresión. Varias
de las leyes del actual gobierno socialista pueden ser una buena muestra de
esto que estoy diciendo.