2022-03-01

164.- tiempo de conversión.

 


La cuaresma  inicia su andadura con el Miércoles de Ceniza  y convoca a los fieles  a hacer memoria de nuestro fugaz paso  por la vida. Hacemos una tregua en nuestro cotidiano vivir para pararnos a reflexionar sobre nuestras inquietudes trascendentes. Al hombre de hoy no le gusta hablar de estas cosas pero es una necesidad hacerlo porque forma parte de ese destino inexorable  en que se ve envuelta la condición humana   

 El Miércoles de Ceniza  nos susurra suavemente al oído que  “del polvo venimos; al polvo retornaremos”  y así será por mucho que tratemos de ocultarlo.  Nada más haber nacido ya es tiempo para ir aprendiendo a convivir con el dolor y  a tomar conciencia cierta de que a la vuelta de la esquina nos  está esperando el sepulturero.  A la vida llegamos llorando y de ella tendremos que salir  con angustia y miedo. Sumidos en esta  triste situación que a todo ser humano afecta sea rico o pobre, rey o villano todos los optimismos humanos se habrán de estrellar estrepitosamente. Nuestros días están contados  y nadie podrá ponernos a salvo de los acontecimientos ocultos  que el destino nos tiene reservados. Así es la vida e inútil resulta tratar de enmascarar la realidad;  de poco sirve cerrar los ojos como hacen muchos hombres y mujeres que solo les preocupa  al momento presente,  para ellos también  se abre una tregua marcada por  el espíritu de la cuaresma  como contrapunto a la representación  carnavalesca en la que tan a gusto  nos encontrarnos.

  Hemos nacido para ser felices y tenemos el deber de serlo. Eso nadie lo duda.  Ahora bien esa aspiración más que legítima  en manera alguna resulta incompatible  con que hagamos un alto en el camino y nos  dispongamos durante cuarenta días al año, a ordenar nuestras vidas   bajo la mirada atenta del espíritu.  En el fondo de  la conciencia humana anidan aspiraciones espirituales  que parecían muertas y conviene reanimar en estos días para iniciar con buen pie un proceso de conversión interior. Siempre ha sido así. La Cuaresma hay que verla como tiempo de gracia, que  nos brinda la oportunidad de colocarnos frente a nuestro verdadero destino.  Es una retirada a la aridez del desierto, de todo punto necesaria, para descubrir allí las exigencias de una existencia auténtica que nos pone a salvo de las falaces seducciones mundanas, que aparecen ante nuestros ojos en forma paraísos artificiales,  llamémosles, poder , vanidad,  desidia, pereza, hedonismo  y que al final  siempre acaba en la insatisfacción o desesperanza.

La filosofía del “comer,  beber, bailar  y gozar que todo se va acabar”  sólo resulta comprensible desde la óptica de un presente carente de perspectiva, que sólo acierta a interpretar la realidad humana de tejas abajo; sin percatarse de que esta  misma realidad es susceptible también de ser interpretada desde otros parámetros,  que nos introducen  en el ámbito de la trascendentalidad, desde donde la vida y la muerte, la felicidad e infelicidad, adquieren un sentido diferente, el mismo que la Cuaresma pone ante nuestra consideración, sin que por ello quede comprometida la alegría de vivir: porque no es cierto que el espíritu cuaresmal vaya contra la vida, ni trate de sofocar  la legítima aspiración humana a disfrutar de la vida que Dios nos ha dado.  Todos  estamos llamados a disfrutar la alegría de vivir en este mundo terrenal como primicia del gozo eterno, solo tenemos que tener cuidado de  una cosa que es la de no excluir a Dios sino colocarle en el centro de nuestras aspiraciones porque nadie como Él sabrá saciar nuestras ansias de felicidad.  ¿ Acaso los más felices de la tierra no fueron los santos?      

Nos equivocaríamos  si el mensaje cuaresmal lo interpretáramos en clave de un dolorismo deshumanizador. Es cierto que durante la cuaresma habremos de oír de forma insistente y reiterativa expresiones que nos hablan  de la llamada a la conversión, de morir al hombre viejo , de penitencia y sacrificio, de purificación interior; se nos recordará que hay que vivir en el mundo como si no viviéramos en él  y de muchas cosas más por el estilo ; pero ello no significa que no tengamos que vivir la vida  a tope, como tampoco significa que hemos de renunciar a vivir en plenitud. Nada de eso,  todo lo contrario, el mensaje cuaresmal nos anima a vivir una vida  en plenitud, ésa que surge de un espíritu libre que nos convierte en dueños de nosotros mismos y no en esclavos, ni de los demás,  ni por supuesto de nuestras propias pasiones. Se nos  anima a vivir una vida responsable que asume con normalidad todos los compromisos inherentes a la condición humana, tanto en el orden natural como sobrenatural, sin dejar resquicio alguno al sin-sentido de ninguna de nuestras acciones; una vida de entrega y sacrificio a los demás que multiplica por dos nuestras potencialidades, en fin se nos pide una vida digna de los hijos de Dios , que viene a ser el prototipo de una vida plena y auténtica.

Sin negar que la Cuaresma  está pensada para poner en práctica el espíritu de penitencia y austeridad, lo que cabe resaltar sobre todo , es la llamada al arrepentimiento de quien sabiéndose pecador, se duele por ello y con humildad trata de acercarse al Dios de la misericordia en busca de su perdón; pero  sin que nada de esto signifique la exaltación del dolorismo y mucho menos ponga en entredicho la legitima aspiración de los hombres y mujeres a ser dichosos. Cuando se nos pide que tenemos que cambiar de rumbo y dejar atrás los egoísmos, la vida disoluta y pecaminosa, lo que se nos está pidiendo no es que renunciemos a la felicidad, sino que la busquemos  por los caminos del espíritu, que es donde, con seguridad, habremos de encontrarla  

 A partir de aquí, podemos entender  que la llamada a la conversión es  la  lógica consecuencia después de haber experimentado en nuestra propia vida, que no es fuera  sino dentro donde encontraremos el reposo que necesitamos, que no va a ser  en la carne, sino en el espíritu donde  hallaremos la plena satisfacción de nuestro ser, tal como se anuncia en el evangelio   “buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”.  Con esta Cuaresma iniciada se nos viene a dar una nueva oportunidad para adentrarnos en el interior de  nuestro ser y encontrar allí  el sentido profundo de nuestras vidas, descubrir la alegría que se esconde en la  entrega a Dios y a los hermanos,  y poder en fin descansar  en paz, sabiendo que a través de la fe y de la esperanza nos llegará la luz que necesitamos para poder discernir los caminos que conducen a la Pascua.

 

 

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