2022-02-13

36 Algo no va bien nuestra sociedad

 


 

 


 

 Si alguien allá por  los años sesenta  hubiera tenido que imaginar la España del siglo XXI, con seguridad que tal representación no reflejaría la realidad del momento presente. ¡Ah!.. a  nuestra  España nos la han cambiado, la de ahora,  poco tiene que ver con la España que yo conocí en mi juventud. Me pregunto, si ello pueda ser debido a que el recuerdo mejora el pasado , tal vez...  la crisis generalizada a nivel mundial lo explique todo; pero no, siempre llego a la  misma conclusión, que es la de que, para entender el cambio tan radical y rápido operado en España ha tenido que haber mucha claudicación, (por no decir traición), muchas ansias de revanchismo y no poco  papanatismo por parte de la ciudadanía que se tragó el anzuelo de la transición. La ruina de la familia, de la escuela,  de la sociedad, y de la propia nación han sido tan devastadora y aceleradas que supera lo imaginable ¿ Que se podía y se puede esperar de una sociedad materialista olvidada de Dios que se fundamenta en el juego de intereses  políticos, que convierte el consenso y la mayoría aritmética en el único principio universal inapelable? Pues bien,  no se trata ya de previsiones, ahí están los resultados, para el que quiera verlos.

  El materialismo y  la pérdida de sentido trascendente de la vida están llevando a las democracias occidentales a una situación deplorable. Los signos socio-culturales, que en ellas se detectan,  son los característicos de las sociedades enfermas. La actual crisis que padece Occidente es francamente alarmante. El egoísmo y el hedonismo envilecedor se hacen presentes en múltiples manifestaciones de la vida de nuestro tiempo. Se vive para el disfrute del momento presente. Las jóvenes generaciones, han hecho del “ Carpe diem” en su versión pagana, el sentido de sus vidas. “Disfruta hasta la saciedad”. “Aparca el coche y ponte morado de alcohol”. “Experiméntalo todo mientras puedas”. “Vive a tope y muérete  joven y bonito”. Hasta cierto punto resulta lógico que así piensen, quienes han ido creciendo en el vacío, con una carencia  de valores e ideales.

 Nunca como  hoy se ha hablado tanto de libertad y liberación, cuando lo cierto es, que seguramente, nunca como ahora  las gentes han estado tan esclavizadas por los más bajos instintos. La presunta represión sexual de antaño ha sido sustituida por la brutal obsesión sexual de ahora. Una ola de hipersexualidad nos invade. Hombres y mujeres han convertido al sexo en tema generalizado de sus conversaciones, se hace uso y abuso del sexo, se negocia con el sexo, se vive para el sexo. Hoy quien no esté  bien dotado sexualmente hablado no es nadie.

 Se nos ha querido hacer creer que la democracia  es el régimen de las libertades, que con ella comenzaríamos a ser  hombres libres, liberados, cuando en realidad, lo que hoy abundan, son los hombres esclavos de sí mismos, que es la peor de las esclavitudes. En el supuesto “régimen de libertades” en que vivimos, se da también por sentada la  libertad de expresión; pero lo que en realidad prima es  una interesada y manipulada información parcialista, con la que los forofos y propagandistas del sistema hacen méritos, ejerciendo en ocasiones como detractores de personajes y acontecimientos memorables de nuestra historia o  de la historia universal, que quedan fuera  de los esquemas ideológicos y pretensiones del sistema. Ellos sí tienen fácil el acceso a las emisoras de radio o la televisión, a los periódicos o a las revistas y demás medios de comunicación. Pero ¿ que sucede con el que va por libre e independiente?  Es un hecho que quien ha decidido permanecer fiel a sus principios y convicciones sin doblegarse a las exigencias del sistema,  a ése le será difícil hacerse oir en este “régimen de libertades”. Todo sabemos lo que sucedió con el periódico  “ El Alcazar.”

 El desprecio por la dignidad humana, la falta de respeto a un derecho tan fundamental, como es la vida de las personas más indefensas, la alarmante espiral de violencia callejera y doméstica, que venimos padeciendo en España, nos transportan a la preocupante realidad española, convirtiéndose en  indicadores que nos avisan de que algo no va bien, por más que algunos intenten encontrar explicaciones para todo. ¿ No será que nos está haciendo falta recuperar en nuestra sociedad algo que se ha perdido?

 Instalados como estamos en una cultura relativista, nos estamos acostumbrando a ver con naturalidad  todo lo que pasa, por muy  absurdo y monstruoso que ello sea .No sé lo que la mayoría de la gente piensa al respecto, pero yo  al  menos, por más vueltas que le doy, no logro conciliar el sentido cristiano de la vida, basado en  valores absolutos y verdades reveladas, con un sistema instalado en el relativismo antropocentrico. Desde los tiempos de la Grecia Clásica vemos  ya a los demócratas sofistas impregnar de relativismo sus enseñanzas, algo que  de ningún modo pudo ser asumido por los grandes maestros del pensamiento, como fueron Sócrates y Platón a quienes su conciencia no les permitió  ser ni  relativistas, ni  demócratas. Yo tampoco, en mi condición de católico, lo confieso, podría nunca encontrarme cómodo en un sistema, donde faltara la referencia a las verdades absolutas en las que creo y espero.

 Bien mirado, los sistemas relativistas, demoledores de todas las convicciones y seguridades, resultan ser no menos perjudiciales que el materialismo marxista, tantas veces condenado por la Iglesia, sobre todo teniendo en cuenta que bajo la capa de   tolerancia, el relativismo nos muestra su engañoso atractivo, como medio eficaz para la convivencia pacífica.  Ya S. Pio X no disimuló su repulsa a la Democracia cristiana y a sus seguidores y Juan Pablo II en la encíclica Veritatis Splendor nos advierte que  “después de la caída del marxismo, existe hoy un riesgo no menos grave, la alianza entre democracia y relativismo ético” severas palabras que no han tenido el eco deseado, siendo silenciadas, incluso en los ámbitos católicos. El problema está ahora en saber si  puede darse un sistema democrático “stricto sensu” que no sea relativista. ¿ No lo son acaso los actualmente vigentes?

 Naturalmente, el problema del relativismo no es una cuestión que afecte solamente a la cultura, sino que representa toda una atmósfera, en la que se ven inmersas múltiples manifestaciones del comportamiento personal y social. Por esto mismo siempre he pensado, que lo que está en peligro no es sólo la cultura de nuestros ciudadanos, sino su ethos personal, su formación moral y humana,  hasta el punto que si no se actúa a tiempo, el mal puede ser  difícilmente reparable.  Si alguien piensa que exagero, que se pare un momento a reflexionar sobre el vaciamiento religioso o moral , la carencia de valores, la ausencia de  esas seguridades que todo hombre necesita para vivir y seguir siendo hombre, la pérdida del principio de autoridad, el omnipermisivismo imperante, todo ello y muchas cosas más, que explican la situación social en que nos encontramos,  así como la  indignidad de ciertas actitudes, hábitos, comportamientos y prácticas generalizadas en la ciudadanía.

Cuesta trabajo pensar que los dirigentes políticos y sociales  no sean conscientes de lo que está pasando. Yo quiero creer que ellos mismos están atrapados en esta misma atmósfera de relativismo que les impide actuar. El juego democrático en el que se mueven, les obliga a tener en cuenta todas las opiniones múltiples y contradictorias de donde surge el caos y la confusión, haciendo de la vida cultural,  un asunto enmarcado en un imposible y absurdo neutralismo, donde todo vale. Todos debiéramos saber que la  cultura de la que tanto se habla, es algo más que un conjunto de opiniones múltiples y contradictorias; por el contrario como su propia etimología indica, ha de servir al cultivo y mejoramiento del hombre, para lo cual  ha de descansar en unos principios  universalmente válidos, con unas referencias sólidas y seguras, que arrancan de la propia naturaleza humana, la cual  en esencia  es inmutable, universal y que nos indica cual ha de ser el fin último del hombre al que todos  debemos tender. Como  bien  se ve, estos cimientos en los que debe descansar una auténtica cultura, rebasan las meras opiniones subjetivas múltiples y contradictorias.

 En línea con el relativismo imperante en nuestra sociedad,  nos encontramos, como no podía ser por menos, con un  falso permisivismo que casi  todo lo tolera, sea lo que sea. Es verdad que hoy se está hablando mucho de la cultura de los valores: pero estamos en las mismas ¿ que valores son esos ?  pues sencillamente, de lo que se nos habla es de unos valores laicos, descafeinados, es decir, aquellos que interesan al sistema, silenciando y ocultando los valores fuertes que engrandecen y dignifican a la persona. Más aún,  cuando en ocasiones se hace referencia  a algún valor cívico-moral significativo, como puede ser el de la libertad o el de la tolerancia, resulta, que cada cual desde su  subjetivismo, pone en marcha su personal interpretación, que a veces poco o nada tiene que ver con la realidad de las cosas y es que el relativismo institucional que nos está tocando vivir, no va más allá de las puras valoraciones subjetivas. De este modo, con frecuencia se llega a confundir libertad con libertinaje, tolerancia con omnipermisividad, amor con sexo, verdad con certeza, folklore con religión , ética con estética y en general  se confunden los valores morales con las valoraciones interesadas  o caprichosas que cada sujeto realiza, no acertando a distinguir entre lo que es la objetividad del valor en sí y las valoraciones  subjetivas que del mismo se puedan hacer

 En esta situación en la que nos encontramos no es nada fácil afrontar la verdad del hombre, descubrir cual es su misión, cual es su naturaleza y cual el sistema de valores, al que debiéramos ajustar nuestro comportamiento; pero sobre todo es difícil descubrir nuestra dimensión trascendente, que es lo que verdaderamente puede dar

 

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