Vivimos unos tiempos singularísimos, posiblemente los más innovadores de la historia que hemos bautizado con el nombre de posmodernidad en ellos nos hemos ido desprendiendo de todo aquello que no estuviera en línea con el subjetivismo relativista.
Dios ha desaparecido de nuestro horizonte, ha desaparecido también la razón como fuente de la verdad y de el orden, ha desaparecido la ley natural ha desaparecido en fin todo fundamento objetivo de la conciencia moral y nos hemos quedado sin referencias al pasado y sin esperanzas de futuro. Al no existir la verdad y el bien en sí mismos los hombres de la posmodernidad se ven en la necesidad de tener que crearlos a través de un consenso social que va a ser el sólido fundamento de las modernas democracias que han sido sacralizadas. Se comenzó por relativizar lo absoluto para acabar absolutizando lo relativo. Después de haber abdicado de cualquier tipo de seguridades la democracia ofrece a los ciudadanos como paradigma para convivir pacíficamente y orientarse en la vida a través del pacto social
Partiendo del supuesto relativista posmoderno de que nada hay establecido previamente es el Estado quien queda con las manos libres para poder legitimarlo todo a través de la voluntad ciudadana, con el consiguiente riesgo de caer en el totalitarismo parlamentario que todo lo dispone y todo lo gobierna, dándose así la curiosa paradoja de que huyendo del despotismo de la verdad omnímoda impuesta por la diosa razón hemos acabado cayendo en los brazos de la posverdad que covenientemente administrada permite hacer y deshacer sin ningún tipo de control o cortapisas.
La posmodernidad ha generado un tipo de cultura donde se han invertido los términos. La realidad ya no es lo que existe objetivamente sino lo que a cada cual le parece ver, de lo que se trata ya no es de descubrir hechos verdaderos acerca del mundo real sino de crearlos. El hombre se ha convertido en la medida de todas las cosas, siendo los estados quienes a través de los pactos y los acuerdos se encargan de dirimir los posibles conflictos sociales. La sociedad occidental ha decidido que sea el Estado quien nos diga que es lo legítimo y lo ilegitimo que sea él quien decida que es lo correcto, que es lo conveniente. En definitiva lo que hoy importa no es la verdad de las cosas, sino la verdad de las mayorías tal como dijera en su día Konrad Adenauer: “ Lo importante en política no es tener razón, sino que se la den a uno”
Si Reparamos un momento de lo que pasa a nuestro alrededor nos daremos cuenta como el sentir de las mayorías se impone despóticamente sobre las minorías. Como “lo democrático” ha pasado a ser la categoría suprema exclusiva y excluyente. Si no te cobijas bajo el paraguas democrático de nada te va a servir que te asista la razón. Ser demócrata ha llegado a ser el título indispensable para poder vivir en esta sociedad, si no gozas de esta consideración estás perdido, nadie te va a tener en consideración , vas a quedar estigmatizado. Es como si con la llegada de la democracia la humanidad hubiera alcanzado su realización suprema y hubiéramos llegado al fin de la historia.
Se da por supuesto su carácter definitivo e intemporal sin que exista la posibilidad de otra alternativa, lo cual no deja de ser exagerado pues nada en política es para siempre y por otra parte lo que es un mero instrumento no debiera ser tratado como un fin en sí mismo. No hace falta recurrir a los severos juicios de Platón contra la democracia para darse cuenta que de lo que estamos hablando no es de un modelo intemporal al que necesariamente tiene que ajustarse el arte de la política. Todo lo más como dice Aristóteles o Sto. Tomas la democracia no es más que una forma de gobierno posibles como tantas otras. Así lo reconoce también “Pacem in terris” con estas palabras : “No puede establecerse una norma universal sobre cual sea la forma mejor de gobierno, ni sobre los sistemas más adecuados para el ejercicio de las funciones públicas”
Formas legítimas de gobierno hay muchas sin que “a priori” pueda decirse cual es la mejor, todo dependerá de las formas y circunstancias. Otra cosa es que dado el relativismo cultural de la época esta opción política pueda tener ventaja sobre las demás por puro oportunismo coyuntural. Si nos atenemos al criterio groseramente pragmático que es el que hoy impera tal vez encontraríamos algún motivo para decir que la democracia es actualmente el modelo político que más conviene. Lo que sucede es que no sólo de oportunismos vive el hombre
Bien mirado el relativismo ha llegado a ser un elemento consustancial no sólo en el mundo de la cultura, sino también en el mundo de la política, incluso no son pocos los que piensan que el relativismo es “conditio sine qua non” de la democracia.
En estos momentos de vaciamiento donde no hay nada a que agarrarse el criterio utilitarista en forma de soberanía popular puede resultar un alivio para quien no tiene ningún tipo de convicción. La verdad supraindividual que el Estado ofrece deja satisfechos a quienes rinden una especie de culto al narcisismo colectivo expresado en forma de cifras. Es por esto que la democracia hoy día tiene en Occidente un reconocimiento tan generalizado y
Sin duda la iglesia reclama que la democracia se asiente en unos fundamentos y valores insoslayables que están por encima de la voluntad de los hombres; pero ¿que sucede cuando esto no es así? Difícil situación para aquellos ciudadanos que creen que la verdad y el bien existen ¿ que pueden hacer frente a un Estado supeditado a las opiniones humanas que varían según los tiempos y circunstancias según las latitudes e intereses colectivos o personales? porque una cosa está clara, las cosas no dejan de ser lo que son aunque la mayoría opine lo contrario. Como bien decía Erich Fromm “ El hecho de que miles de personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes, el hecho de compartan muchos errores no convierten estos en verdades”.
De los hombres y mujeres de buena voluntad con firmes convicciones especialmente si son católicos se espera una reacción ante una democracia que no es lo que debiera ser. Lo que hasta ahora hemos tenido es una condescencendencia, una contemporización que nos ha llevado hasta donde ahora nos encontramos. Los frutos están ahí y cualquiera puede verlos.
Los hombres y mujeres de firmes convicciones especialmente los católicos se encuentran ante a un difícil situación. Están los que se ponen de perfil y ni siquiera se plantean el problema. Los que tienen firmes convicciones incompatibles con el relativismo democrático, los que tratan de salvar la objeción de conciencia recurriendo a la teoría de la doble verdad , una aplicable a la vida pública y otra aplicable a la vida privada, a mi siempre me ha parecido esta actitud algo así como poner una vela a Dios y otra al diablo
Parto del supuesto de que las democracias no son respetuosas con el Bien y con la Verdad sino que se fundan en el relativismo? No solo las reglas democráticas son relativista y merecen ser puestas en cuestión, también lo es la democracia en cuanto sistema político que no admite otro criterio que no sea la voluntad popular. Cuando se abandonan todos los principios absolutos , se olvidan las verdades intemporales , se reniega de los fundamentos últimos del orden jurídico y moral , lo único que nos queda es un relativismo inconsistente que nos hace ir a la deriva.
¿ No es relativismo confiarlo todo a la aritmética de los votos que hoy es de una manera y mañana de otra? .
Bajo este supuesto no cabe duda que es difícil de compaginar el relativismo con las convicciones firmes de la fe católica. De aquí arranca la objeción de conciencia para aquel católico que quiera mantenerse fiel a sus principios.
¿Como podrá apoyar, colaborar o simplemente apostar por un sistema político que se olvida de Dios, que no reconoce verdades y principios básicos e indiscutibles sobre los que se asientan la realidad del hombre, la sociedad y la familia? ¿No estará manteniendo con su voto a un sistema relativista que está en las antípodas de sus convicciones? A no pocos votantes católicos les produce inquietud interior depositar su voto, a sabiendas de que con ello está favoreciendo prácticas que su religión no permite, como puede ser el aborto. Hay católicos que no acaban de acostumbrarse a tener que elegir el llamado “mal menor”, porque les parece que éste sigue siendo al fin y al cabo un mal aborrecible. ¿Cómo puede sentirse a gusto dentro de un Estado en el que las leyes positivas no quedan supeditadas a la ley natural?
El orden político tiene sus normas y principios fundamentados en el régimen parlamentario que tiene como criterio supremo e inapelable la voluntad popular con sus propias verdades sus leyes y preceptos democráticos por otra parte esta el orden religiosos con sus principios y sus preceptos supremos fundados en Dios . En definitiva la democracia se me muestra como fuente de donde dimana toda la legalidad por otra parte Dios se me muestra también como principio supremo de legitimidad . ¿Que hará un creyente que a la vez quiere ser demócrata ¿ Como poder servir a dos Señores? ¿ Que hacer cuando lo que dice el Cesar no se corresponde con lo que manda Dios? Necesariamente tiene que aparecer la objeción de conciencia que nos coloca frente a la abstención
Pocas cosas tan falsas como decir que la abstención no vale para nada, tampoco hay razón alguna para pensar que la abstención es una forma de abdicar de la participación en la política. Por el contrario es la única forma institucionalizada y pacífica que tiene el ciudadano para expresar su inconformismo político, el único modo de poder decir que no se contenta con lo que hay porque ha traído funestas consecuencias en el plano humano y por tanto aboga otra cosa mejor, lo cual, se mire por donde se mire no sólo es conveniente y útil para salir del clientelismo político en el que nos encontramos. Hay que recordar que la Iglesia Católica a pesar de sus exortaciones, animó al abstencionismo cuando se votó la Constitución Europea en el año 2005. En esta ocasión el presidente de la Conferencia Episcopal Española Mons. Antonio Mª Rouco sacó una nota en la que consideraba legítima la abstención. Nadie y mucho menos los responsables políticos e institucionales, ignora que con un alto índice de participación ciudadana en los procesos electorales el régimen sale fortalecido, mientras que las urnas vacías lo que hacen es debilitarlo, de aquí que la abstención al igual que la denominada resistencia pasiva, puede tener y de hecho tiene, consecuencias políticas importantes
¿Dónde está escrito que la abstención es inmoral? debiéramos presuponer rectitud de intención a los que se niegan a votar.
La historia pone bien de manifiesto que en política no hay nada que dure para siempre, las formas y los modos han ido cambiando según las épocas y las circunstancias. Anclarse en un modelo de Estado único y definitivo que haya de durar siempre, aparte de que es imposible, supondría cerrar las puertas a nuevas posibilidades de futuro.
La libertad Como bien decía K. Woytila “ Una vez que se ha quitado la verdad del hombre es pura ilusión pretender hacerle libre” El presunto gobierno del pueblo y para el pueblo, no es más que la dictadura de las mayorías hábilmente dirigida y encauzada que está haciendo, que el hombre como sujeto personal, responsable pierda protagonismo favoreciendo a la masa despersonalizada y a veces hasta deshumanizada. Más que como persona hoy al hombre se le ve como a un ser gregario. Yo me pregunto ¿no habrá llegado ya la hora de buscar algo mejor que lo que tenemos? ¿ No habrá un momento de lucidez que haga ver a los hombres de buena voluntad que por este camino la humanidad no tiene futuro? Preguntas, sólo son preguntas. ¿ No puede uno preguntar?