2022-02-27

134.- Objección de conciencia y democracia relativista

 



Vivimos unos tiempos singularísimos, posiblemente los más innovadores de la historia que hemos bautizado con el nombre de posmodernidad en ellos nos hemos ido desprendiendo de todo aquello que  no  estuviera en línea con el subjetivismo  relativista.

Dios ha desaparecido de nuestro horizonte,  ha desaparecido también la razón como fuente de la verdad y de el orden, ha desaparecido la ley natural ha desaparecido en fin todo fundamento objetivo de la conciencia moral y nos hemos quedado sin referencias al pasado y sin esperanzas de futuro.  Al no existir la verdad y el bien en sí mismos  los hombres de la posmodernidad se ven en la necesidad de tener que crearlos a través de un consenso social  que va a ser el sólido fundamento de las modernas democracias  que han sido sacralizadas. Se comenzó por relativizar lo absoluto  para acabar absolutizando lo relativo. Después de haber abdicado de cualquier  tipo de seguridades  la democracia  ofrece a los ciudadanos como paradigma  para convivir pacíficamente y orientarse en la vida a través del pacto social  

 Partiendo del supuesto relativista posmoderno de que nada hay establecido previamente  es el Estado quien queda con las manos libres para poder legitimarlo todo a través de la voluntad ciudadana, con el consiguiente riesgo de caer en el totalitarismo parlamentario que todo lo dispone y todo lo gobierna, dándose así la curiosa paradoja de que huyendo  del despotismo de la  verdad omnímoda  impuesta por la diosa razón hemos acabado cayendo en los brazos de la posverdad  que covenientemente administrada  permite hacer y deshacer sin ningún tipo de control o cortapisas.  

La fuerza  y el poder del Estado democrático  puede ser tanta y  las  formas de manipulación tan diversas que es difícil no caer en excesos y arbitrariedades. Políticos , periodistas y fuerzas ocultas están contribuyendo a que la libertad real de las personas sea más aparente que real  A propósito de esto sería oportuno recordar las palabras de Benedicto XVI que dejó escritas en un artículo titula do “Verdad y Libertad", cuando todavía era el cardenal Ratzinger. Aquí están: “La sensación de que la democracia no es la forma correcta de libertad es bastante común y se propaga cada vez más…¿en qué medida son libres las elecciones? ¿En qué medida son manipulados los resultados por la propaganda, es decir, por el capital, por un pequeño número de individuos que domina la opinión pública? ¿No existe una nueva oligarquía, que determina lo que es moderno y progresista, lo que un hombre ilustrado debe pensar?...¿Quién podría dudar del poder de ciertos intereses especiales, cuyas manos sucias están a la vista cada vez con mayor frecuencia? Y en general, ¿es realmente el sistema de mayoría y minoría realmente un sistema de libertad? ¿Y no son los grupos de intereses de todo tipo manifiestamente más fuertes que el parlamento, órgano esencial de la representación política? En este enmarañado juego de poderes surge el problema de la ingobernabilidad en forma aún más amenazadora: el predominio de la voluntad de ciertos individuos sobre otros obstaculiza la libertad de la totalidad”.

La posmodernidad ha generado un tipo de cultura donde se han invertido los términos. La realidad ya no es lo que existe objetivamente sino lo que  a cada cual le parece ver, de lo que se trata ya no es de descubrir hechos verdaderos acerca del mundo real sino de crearlos. El hombre se ha convertido en la medida de todas las cosas, siendo los estados quienes a través de los pactos y los acuerdos se encargan de dirimir los posibles conflictos sociales. La sociedad occidental ha decidido que sea el Estado quien nos diga que es lo legítimo y lo ilegitimo que sea él quien decida que es lo correcto, que es lo conveniente. En definitiva lo que hoy importa no es la verdad de las cosas, sino la verdad de las mayorías tal como  dijera en su día Konrad  Adenauer: “ Lo importante en política no es tener razón, sino que se la den a uno”

 Si Reparamos un momento de lo que pasa a nuestro alrededor nos daremos cuenta como el sentir de las mayorías se impone despóticamente sobre las minorías.  Como “lo democrático” ha pasado a ser la categoría suprema exclusiva y excluyente. Si no te cobijas bajo el paraguas democrático de nada te va a servir que te asista la razón. Ser demócrata ha llegado a ser el título indispensable para poder vivir en esta sociedad, si no gozas de esta consideración estás perdido, nadie te va a tener en consideración , vas a quedar estigmatizado.  Es como si  con la llegada de la democracia  la humanidad hubiera alcanzado su realización suprema y hubiéramos llegado  al fin de la historia.

  Se da por supuesto  su carácter definitivo e intemporal  sin que exista la posibilidad  de otra alternativa, lo cual no deja de ser exagerado  pues nada  en política es para siempre y por otra parte lo que es un mero instrumento no debiera ser tratado como un fin en sí mismo. No hace falta recurrir a  los severos juicios de Platón contra la democracia  para  darse cuenta que de lo que estamos hablando no es de un modelo intemporal al que necesariamente tiene que ajustarse  el arte  de la política. Todo lo más  como dice Aristóteles o Sto. Tomas la democracia no es  más que una forma  de gobierno posibles como tantas otras. Así lo reconoce tambiénPacem in terris” con estas palabras : “No puede establecerse una norma universal sobre cual sea la forma mejor de gobierno, ni sobre los sistemas más adecuados para el ejercicio de las funciones públicas”

 Formas legítimas de gobierno hay muchas sin que “a priori” pueda decirse cual es la mejor,  todo dependerá de las formas y circunstancias.  Otra cosa es que dado el relativismo cultural de la época  esta  opción política  pueda tener ventaja sobre las demás por puro oportunismo coyuntural. Si nos atenemos al criterio groseramente pragmático que es el que hoy impera tal vez encontraríamos algún motivo para decir  que la democracia es actualmente el modelo político que más conviene. Lo que sucede es que no sólo de oportunismos vive el hombre

 

Bien mirado el relativismo ha llegado a ser un elemento consustancial no sólo en el mundo de la cultura, sino también en el mundo de la política, incluso no son pocos los que  piensan que el relativismo es “conditio sine qua non” de la democracia.

 

En estos momentos de vaciamiento  donde no hay nada  a que agarrarse el criterio utilitarista en forma de soberanía popular puede resultar un alivio para quien no tiene ningún tipo de convicción. La verdad supraindividual que el Estado ofrece  deja satisfechos a quienes rinden una especie de culto al narcisismo colectivo expresado en forma de cifras. Es por esto que la democracia hoy día  tiene en Occidente un reconocimiento tan  generalizado y

 

La iglesia por su parte se ha manifestado en infinidad de ocasiones favorable a la democracia en cuanto que favorece la separación  de  poderes, garantiza una convivencia pacífica y  posibilita la participación ciudadana; pero ojo también nos advierte que existe un tipo de democracia que no puede ser asumida desde la perspectiva cristiana. Una democracia que se cree fin en sí misma, que pospone la defensa de la dignidad de la persona  que legitima el pluralismo en clave de relativismo moral, una democracia para la que no hay verdades absolutas sino sólo opiniones, que no admite otros principios que estén por encima de la voluntad popular y que por tanto son innegociables no es buena democracia “ Después de la caída del marxismo, dice Juan Pablo II en su encíclica Veritatis spendor)
 existe hoy un riesgo no menos grave ; la alianza entre democracia y relativismo ético que quita a la convivencia cualquier referencia moral segura”.

 

Sin duda la iglesia reclama que la democracia se asiente en unos fundamentos y valores insoslayables que están por encima de la voluntad de los hombres; pero ¿que sucede  cuando esto no es así? Difícil situación  para aquellos ciudadanos que creen que la verdad y el bien existen ¿ que pueden hacer frente a un Estado supeditado a las opiniones humanas que varían según los tiempos y circunstancias según las latitudes e intereses colectivos o personales?  porque una cosa está clara, las cosas no dejan de ser lo que son aunque la mayoría opine lo contrario. Como bien decía Erich Fromm “ El hecho de que miles de personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes, el hecho de compartan  muchos errores no convierten estos en verdades”.

 

De los hombres y mujeres de buena voluntad con firmes convicciones especialmente si son católicos se espera una reacción ante una democracia que no es lo que debiera ser. Lo que hasta ahora hemos tenido es una condescencendencia, una contemporización que nos ha llevado hasta donde ahora nos encontramos. Los frutos están ahí y cualquiera puede verlos.

 

Los hombres y mujeres de firmes convicciones especialmente los católicos se encuentran ante a un difícil situación. Están los que se ponen de perfil y ni siquiera se plantean el problema. Los que tienen firmes convicciones incompatibles con el relativismo democrático, los que tratan de salvar la objeción de conciencia recurriendo a la teoría de la doble verdad , una aplicable a la vida pública y otra aplicable a la vida privada, a mi siempre me ha parecido  esta actitud algo así como poner una vela a Dios y otra al diablo    

 

 Parto del supuesto de que las democracias no son respetuosas con el Bien y con la Verdad  sino que se fundan en el relativismo? No solo las reglas democráticas son relativista  y merecen ser puestas en cuestión, también  lo es la democracia en cuanto sistema político que no admite otro criterio que no sea la voluntad popular. Cuando se abandonan todos los principios absolutos , se olvidan las verdades intemporales , se reniega de los fundamentos últimos del orden jurídico y moral , lo único que nos queda es un relativismo inconsistente que nos hace ir a la deriva.

¿ No es relativismo confiarlo todo a la aritmética de los votos que hoy es de una manera y mañana de otra? .

 

 Bajo este supuesto no cabe duda que es difícil de compaginar el relativismo con las convicciones firmes de la fe católica. De aquí arranca la objeción de conciencia para aquel católico que quiera mantenerse fiel a sus principios.
¿Como podrá apoyar, colaborar o simplemente apostar por un sistema político que se olvida de Dios, que no reconoce verdades y principios básicos e indiscutibles sobre los que se asientan la realidad del hombre, la sociedad y la familia?
¿No estará manteniendo con su voto a un sistema relativista que está en las antípodas de sus convicciones? A no pocos votantes católicos les produce inquietud interior depositar su voto, a sabiendas de que con ello está favoreciendo prácticas que su religión no permite, como puede ser el aborto. Hay católicos que no acaban de acostumbrarse a tener que elegir el  llamado “mal menor”, porque les parece que éste sigue siendo al fin y al cabo un mal aborrecible. ¿Cómo puede sentirse a gusto dentro de un Estado en el que las leyes positivas no quedan supeditadas a la ley natural?

El orden político tiene sus normas y principios fundamentados en el régimen parlamentario que tiene como criterio supremo e inapelable  la voluntad popular con sus propias verdades sus leyes y preceptos democráticos por otra parte esta el orden religiosos con sus principios y sus preceptos supremos fundados en Dios . En definitiva la democracia se me muestra como fuente de donde dimana toda la legalidad por otra parte Dios se me muestra también como principio supremo de legitimidad . ¿Que hará un  creyente que a la vez   quiere ser demócrata ¿ Como  poder servir a dos Señores? ¿ Que hacer cuando lo que dice el Cesar  no se corresponde con lo que manda Dios?  Necesariamente tiene que aparecer la objeción de conciencia  que nos coloca frente a la abstención

Pocas cosas tan falsas como decir que la abstención no vale para nada, tampoco hay razón alguna para pensar que la abstención es una forma de abdicar de la participación en la política. Por el contrario es la única forma institucionalizada y pacífica que tiene el ciudadano para expresar su inconformismo político, el único modo de poder decir que no se contenta con lo que hay porque ha traído funestas consecuencias en el plano humano  y por  tanto aboga  otra cosa mejor, lo cual, se mire por donde se mire no sólo es conveniente y útil para salir del clientelismo político en el que nos encontramos. Hay que recordar que la Iglesia Católica a pesar de sus exortaciones, animó al abstencionismo cuando se votó la Constitución Europea en el año 2005. En esta ocasión el presidente de la Conferencia Episcopal Española Mons. Antonio Mª Rouco sacó una nota en la que consideraba legítima la abstención. Nadie y mucho menos los responsables políticos e institucionales, ignora  que con  un alto índice de participación ciudadana en los procesos electorales el régimen sale fortalecido, mientras que  las urnas  vacías lo que hacen es debilitarlo, de aquí  que la abstención al igual que la denominada resistencia pasiva, puede tener y de hecho tiene, consecuencias políticas importantes

¿Dónde está escrito que la abstención es inmoral? debiéramos presuponer  rectitud de intención a los que se niegan a votar.

  La historia pone bien de manifiesto que en política no hay nada que dure para siempre, las formas y los modos han ido cambiando según las épocas y las circunstancias.  Anclarse en un modelo de Estado único y definitivo que haya de durar siempre, aparte de que es imposible, supondría cerrar las puertas a nuevas posibilidades de futuro.

La libertad  Como bien decía  K. Woytila “ Una vez que se ha quitado la verdad del hombre es pura ilusión pretender hacerle libre” El presunto gobierno del pueblo y para el pueblo, no es más que la dictadura de las mayorías hábilmente dirigida y encauzada que está haciendo, que el hombre como sujeto personal, responsable pierda protagonismo favoreciendo a la masa despersonalizada y a veces hasta deshumanizada. Más que como persona hoy al hombre se le ve como a un ser gregario. Yo me pregunto ¿no habrá llegado ya la hora de buscar algo mejor que lo que tenemos? ¿ No habrá un momento de lucidez que haga ver a los hombres de  buena voluntad que por este camino la humanidad no tiene futuro? Preguntas, sólo son preguntas. ¿ No puede uno preguntar?

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

  Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos ser...