Una vez
producida la muerte de Dios a manos los maestros de la sospecha, sabido es que
el escenario de Occidente cambia de decorado y entra en escena un nuevo modelo
de humanismo antropocéntrico dispuesto a rivalizar con el humanismo
cristianismo, al que le ha ido comiendo terreno. Europa perdía sus señas de
identidad y pasaba a ser una nación
secularizada , que es lo que ahora tenemos.
Atrás quedaron aquellos tiempos de la cristiandad donde trono
y altar venían a ser una misma cosa, donde ser cristiano lo era todo para todos
sin excepción. La vida de las personas y de las
naciones en Europa durante el periodo
que va del siglo IX al siglo XV sólo era comprensible desde una experiencia
religiosa cristiana. Fueron los tiempos
en que todos los pueblos de Europa eran como una sola nación, unidos
bajo el signo de la cruz, en que todos hablaban una misma lengua, el latín,
había una sola fe, la católica, se regía por un
mismo código moral , inspirado en el decálogo, tiempos en que Dios
lo era todo tanto para personas como para instituciones. Decir Europa entonces
era tanto como decir Cristiandad y decir Cristiandad era tanto como decir
Europa. Fue el largo periodo dominado por el teocéntrismo, donde como
decía Daniel- Rops. Nada se hacía que no
tuviera a Dios como fin, como testigo o como juez”
Todo estaba impregnado de sentido sobrenatural, bien distinto a lo
situación actual en que por una parte la
presencia de Dios brilla por su ausencia y por otra el cristianismo ha sido
desplazado de su lugar natural, sin que se sepa muy bien si lo primero ha sido
causa de lo segundo o viceversa. De un cristianismo arraigada en el cuerpo social hemos pasado a un cristianismo arrinconado a
la sacristía, su presencia es prácticamente nula en las instituciones, apenas
cuenta con el apoyo de otras fuerzas , mucho menos con el del poder civil y por si fuera poco, no goza de la simpatía
popular.
Hay que ser sinceros y reconocer
que el cristianismo de hoy no lo tiene fácil y que seguramente esté viviendo
uno de los momentos más complicados de la historia, aún así el Papa Francisco ha podido viajar al Parlamento
Europeo donde fue recibido por el presidente
Martin Schulz, quien le ofreció una solemne ceremonia de bienvenida con
interpretación de los himnos del Vaticano y de Europa con el izado también de bandera para que inmediatamente después el Papa fuera presentado a los
miembros de la Mesa y la Conferencia de Presidentes de dicho Parlamento. Todo
muy protocolario, como la ocasión requería, todo muy muy artificioso y rodeado
de gran parafernalia; pero aún así este
evento ha puesto de manifiesto que Roma, como Centro que es del
cristianismo, goza todavía de cierto prestigio moral y que su principal
representante sigue siendo en cierta manera
para muchos la conciencia del mundo civilizado.
La voz valiente y testimonial del
Santo Padre se alzó en defensa de la
dignidad de las personas y los derechos humanos siendo escuchada con respeto y
acogida al final con grandes aplausos. La llamada de Francisco a Europa para
que redescubra lo mejor de sí misma se instala en el discurso de Juán Pablo II instando a este Viejo Continente a redescubrir
sus raíces. Este evento excepcional nos
ha dejado también una cierta sensación amarga. No han tardado en aparecer los
de siempre para decir que el Parlamento
Europeo no es el lugar para un papa
porque la religión pertenece al ámbito privado y, por lo tanto, bajo ningún
concepto se puede considerar admisible su presencia en instituciones, escuelas
y espacios públicos. No nos engañemos sigue habiendo no pocas fuerzas
interesadas en impedir que la religión haga de contrapeso al poder
político decidido a gobernar a los pueblos como si Dios no existiera tal y como
corresponde a un buen agnóstico. Así se
explica que no se tengan en cuenta los derechos divinos, se prohíban los símbolos religiosos en los lugares públicos, vayan desapareciendo los componente religioso
en los actos público, se secularicen los funerales de estado y en general se
hayan retirado de la circulación un conjunto de manifestaciones que venían
siendo componentes de una tradición querida por el pueblo y que por lo tanto no
había ninguna necesidad de cambiarlo; pero no acaba aquí la cosa , lo más grave
de todo es que se cuestiona y dificulta la acción de los cristianos en la vida
publica , no se les reconoce un espacio social se les
niega el derecho a participar en las cuestiones de interés público, condenándoles
así a vivir su religiosidad a hurtadillas con
el pretexto de que lo religioso queda
fuera de la esfera política. Su voz debe
ser silenciada, sus manifestaciones
públicas prohibidas, si algún derecho
tienen a existir sería única y
exclusivamente en el ámbito estrictamente privado ¿Por qué? pues porque en un Estado aconfesional sobra
todo lo que huele a religioso. ¿Por qué? porque para ser libre, se dice, no hay
que creer en nada…. Falacias y más falacias.
La
verdad es que los cristianos son ciudadanos con los mismos derechos y deberes
que los demás y como al resto de los ciudadanos hay que dejarles expresar sus
opiniones y aprender a respetarlas. ¿ No habíamos quedado en que la libertad
religiosa ha de serlo para todos? Cierto que los católicos deben de sentirse obligados a reconocer los valores del pensamiento secular, claro que sí ; pero
al mismo tiempo, en mutua correspondencia
tienen todo el derecho exigir el respeto debido para los valores
religiosos. El cristianismo está dando
sobradas muestras de que quiere abrirse al mundo y dialogar con él pero hay gente que no se presta a ello
Es
preciso hacer saber a la ciudadanía que
los cristianos no aspiran a tener privilegios de ninguna clase, no los
quieren ni los necesitan , se conforman con bien poco, basta con que no se les
excluya de la vida político-social, con
que se les permita intervenir en el diálogo abierto sobre cultura , familia, educación
y moralidad, es suficiente con que se les trate como los demás exigen ser
tratados. No, no piden prebendas; pero, como es natural, tampoco están por las injusta discriminación. Su
aspiración de hacerse presentes en nuestro mundo no responde a las ansias de
poder, sino a una vocación de servicio, su propósito no es condenar sino salvar,
quieren alzar su voz no para adoctrinar, ni imponer nada a nadie, sino para
proponer un mensaje de esperanza,
Aspiran a convivir pacíficamente
con los demás, colaborando codo a codo con ellos en la construcción de un mundo
mejor . En esta tierra nuestra nadie debiera
sobrar , todos somos necesarios
para mantener vivos los ideales de justicia y de paz, para devolver la dignidad
a las personas que la hayan perdido o se la hayan arrebatado, para tender una
mano a los más necesitados o arrimar el hombro cuando la ocasión lo requiera. El
cristianismo puede ofrecer hermosos ejemplos de personas que viven por y para
los demás; uno de ello lo tenemos en Teresa de Calcuta , la santa de las
cloacas, quien detrás de cada desgraciado y miserable con que tropezaba
en su camino, sólo veía al hombre necesitado. A su casa llegaban los enfermos y
moribundos de todas las religiones y lo que a ella le importaba era aliviar sus
dolores, ayudándoles a morir en paz con su Dios. Teresas de Calcuta hay muchas repartidos por
todo el mundo que comparten sus vidas con los más necesitados, con los
olvidados y marginados con los enfermos de
sida o de ébola .
Yo no consideraría una desgracia que el cristianismo tuviera cada
vez más peso específico en nuestra sociedad, a la vista de las cifras que están ahí y hablan por sí
solas. La Iglesia solamente en
España tiene abiertos 107 hospitales;
1004 centros de salud, entre ambulatorios, dispensarios, asistencia
minusválidos, transeúntes, enfermos terminales de sida; 365 centros para
personas marginales ( Expresidarios, exprostitutas); 937 orfanatos para niños
abandonados , lo que supone un ahorro para el estado de muchísimos millones de
euros, sin contar los servicios de carítas, obras misionales , comedores
sociales que en estos tiempos de crisis
constituyen la última esperanza para familias y niños víctimas del hambre. ¿
Alguna institución fuera del cristianismo podría ofrecer algo parecido?
Naturalmente que el Parlamento Europeo no es el lugar para sermones como dice
el anticlericalismo de rancio abolengo encabezado por Mélenchon ; pero sí para
que un hombre valiente le cante a Europa las cuatro verdades que nadie se
atreve a decir