Dado que en la vida no todo es conocimiento, hay
que seguir preguntándose por esa educación de mañana, que nos ha de ir
preparando para la acción. Los estudiosos prevén que la característica del
mundo laboral en el siglo XXI va a ser una constante rotación. De seguir así
las cosas, el trabajador de mañana necesitará de un tipo de educación que le
capacite para una diversidad de funciones. Los constantes cambios ocupacionales
van a exigir al futuro trabajador una continuada actualización y reciclaje. La
educación no acabará con la obtención del título. Las condiciones laborales le
van a pedir permanente actualización de sus conocimientos, lo que tal vez le
obligue a estar en dependencia de por vida de los Centros Educativos, con los
que paradójicamente se verán obligados a estar en contacto desde la distancia.
Estos constantes cambios de ocupación, aparte de
una dependencia de por vida de los Centros Educativos, van a necesitar de un
autodidactismo que posibilite prontas respuestas a las nuevas situaciones que
se vayan presentando, con un derroche de iniciativa y creatividad.
El mundo laboral del siglo XXI se nos presenta
pues bajo el signo de la provisionalidad y el continuo cambio de empleo. El
futuro trabajador no va a ser un profesional especializado en determinado tipo
de actividad en la que se haya de emplear toda su vida, sino que a lo largo de
su existencia tendrá que ir ejerciendo múltiples ocupaciones. Deberá estar
capacitado para ejercer los diferentes oficios que se le vayan ofreciendo según
las necesidades. En consideración a estas previsiones la educación que vamos a
necesitar, será una educación flexible, que dote a los sujetos de la
versatilidad necesaria, para atender a los múltiples requerimientos.
Por exigencias de los tiempos, la formación que debiera recibir el futuro profesional sería aquella en la que la teoría y la praxis fueran íntimamente relacionadas. Las Escuelas y las Universidades, si es que así se las pueda seguir llamando, tendrán como misión principal dotar al sujeto de la capacidad suficiente para acomodarse a los cambios, según las necesidades laborales del momento. No va a ser suficiente con un título de especialista, sea el que sea. Ya se está hablando de fechas de caducidad de los títulos universitarios, como sucede con los productos enlatados, lo que significa que cada cierto tiempo deberán ser revalidados. Seguramente en atención a esto se están diversificando las carreras y las titulaciones se van acortando. Así por ejemplo, las licenciaturas, ya sólo duran cuatro años. La educación, si quiere responder a estas exigencias de futuro, habrá de tener en cuenta este nuevo perfil del trabajador en el siglo
Los aprendizajes técnicos polivalentes van a ser una exigencia en el siglo XXI y lo deseable es que ello no interfiera en nuestra propia identidad como seres humanos. Resulta oportuno preguntarnos ¿cuáles debieran ser los rasgos de esa educación que mejor pudiera servir al hombre del siglo XXI? Para poder responder a esta pregunta nada mejor que abordar de frente unas esenciales cuestiones, que estuvieron presentes en los humanismos de todos los tiempos. Siguiendo la mejor tradición pedagógica me preguntaré ¿qué es lo que tengo que saber?¿qué es lo que debo hacer?¿qué puedo esperar? En la medida en que se pueda ir dando respuesta satisfactoria a estos interrogantes, se irá dando con la clave de ese proyecto educativo que andamos buscando.
Vayamos con la primera cuestión, enmarcada en la
dimensión cognoscitiva. ¿Qué tipo de conocimiento habremos de necesitar y cómo
podremos adquirirlo? Desde siempre la educación, de una forma o de otra, ha ido
asociada al ejercicio del aprendizaje. Educación, enseñanza, aprendizaje, han
sido términos bastante afines.
Como profesor de Filosofía durante muchos años he
podido constatar el espíritu pragmático del que están imbuidos la mayoría de nuestros
estudiantes. ¿Para qué sirve esto de
Nos equivocaríamos si pensáramos que en el siglo
XXI los únicos conocimientos que nos van a hacer falta son los saberes
prácticos. Naturalmente que tal tipo de saberes van a ser importantísimos y hay
que tenerlos en consideración. Diré más, puede incluso que resulten
imprescindibles para andar por la vida, pero ellos no lo han de ser todo;
necesitamos también del saber de humanidades. Es preciso poner fin al desajuste
que hemos estado viviendo en estos últimos años a favor de una enseñanza
excesivamente tecnificada; esperamos que en el futuro puedan corregirse estos
excesos y motivos de esperanza no faltan. La voz de alarma se ha dejado oír en
los círculos más preparados . Ahí tenemos autoridades intelectuales clamando,
para que este saber de humanidades no desaparezca de nuestros Centros de
Enseñanza. Es mucho lo que nos jugamos en ello. Por cuya razón tenemos casi la
obligación de ser optimistas. En los tiempos que nos esperan el conocimiento
habrá de ser la clave para el desarrollo material y económico; esto es seguro.
Lo que a nosotros nos gustaría decir también, es que el conocimiento habrá de
ser la clave para el desarrollo humano.
Eso en cuando al contenido de los conocimientos,
por lo que respecta a los modos y maneras del aprendizaje ya damos por sentado
que las cosas van a cambiar sustancialmente, los métodos los medios y técnicas
de aprendizaje van a ser revolucionarios , lo están siendo ya. No aventuramos
nada si afirmamos que en el siglo XXI ya no nos servirá el aprendizaje por
acumulación, al estilo tradicional. No servirá para mucho el almacenaje de
conocimientos o el tener la cabeza repleta de contenidos. Lo que va a contar en
definitiva va a ser el saber adquirirlos. Lo importante no será tanto el
aprender cosas cuanto el "aprender a aprenderlas". De lo que se trata
es de poder tener al alcance de la mano un vasto bagaje cultural. El fácil
acceso a un arsenal de datos de conocimiento a través de la informática, más
concretamente a través de Internet, cambiará en breve
No acaban aquí las cosas. La reflexión en torno a
la actividad humana nos da pie para hablar de unos criterios educativos
destinados a regular el comportamiento moral de los individuos y de los
pueblos. Las gentes hablan de la necesidad de una regeneración ética. Por aquí
y por allá se cacarea lo imprescindible que resulta una educación en valores.
Todo parece indicar que, a la educación del siglo XXI hay que pedirle que ayude
a las nuevas generaciones a un correcto comportamiento moral. Para que esto sea
así, para que la educación del mañana pueda comportar esa formación moral de la
que andamos tan necesitados, la educación tiene que ayudarnos primeramente a
salir del pozo del relativismo cultural en el que estamos inmersos.
Si queremos superar el vacío moral nos harán
falta principios sólidos y estables que nos sirvan de referencia. Necesitaremos
criterios que nos permitan el discernimiento moral y así poder diferenciar lo
que es bueno, malo o regular. No podemos seguir por más tiempo desvinculados de
las exigencias morales, porque no es nada recomendable confundir el bien ético
con el bien útil. Es una necesidad urgente recuperar ese aspecto formativo que
la educación tuvo en muchos momentos de la historia. Hoy, en tiempos de crisis
y moralmente desconcertados, necesitamos como nunca una educación que nos ayude
a convivir unos con otros y a comportarnos como lo que somos, o mejor como lo
que debiéramos ser.
A la educación de los próximos años habrá que
pedirle, que se ponga al servicio de un sistema sólido de valores,
jerárquicamente establecidos y deje de ser un instrumento en menos de los
gobiernos, para potenciar sólo aquellos valores que favorecen al sistema.
Llegamos así a la tercera pregunta ¿Qué podemos
esperar? La educación del siglo XXI difícilmente va a merecer el nombre de
educación si no está alentada por una aspiración humana, que en último término
se traduce como el Fin Último del hombre. La educación de todos los tiempos y
la del siglo XXI no puede ser una excepción, ha tenido entre sus objetivos
prioritarios orientarnos hacia la meta final representada por el Bien Supremo
que solamente podemos encontrarlo en Dios. Utilizando una expresión tomista,
cabe decir que el fin de la educación es: " alcanzar el estado perfecto
del hombre en tanto que hombre", ( Summa Theol. Q.188. art.1) con lo que
se nos quiere dar a entender que, a través de la educación, el hombre puede
llegar a alcanzar lo que por naturaleza le corresponde. La perfección humana no
puede ir separada de