2022-02-17

108.- Las exigencias del mundo laboral del futuro va a condicionar los aprendizajes



Dado que en la vida no todo es conocimiento, hay que seguir preguntándose por esa educación de mañana, que nos ha de ir preparando para la acción. Los estudiosos prevén que la característica del mundo laboral en el siglo XXI va a ser una constante rotación. De seguir así las cosas, el trabajador de mañana necesitará de un tipo de educación que le capacite para una diversidad de funciones. Los constantes cambios ocupacionales van a exigir al futuro trabajador una continuada actualización y reciclaje. La educación no acabará con la obtención del título. Las condiciones laborales le van a pedir permanente actualización de sus conocimientos, lo que tal vez le obligue a estar en dependencia de por vida de los Centros Educativos, con los que paradójicamente se verán obligados a estar en contacto desde la distancia.

Estos constantes cambios de ocupación, aparte de una dependencia de por vida de los Centros Educativos, van a necesitar de un autodidactismo que posibilite prontas respuestas a las nuevas situaciones que se vayan presentando, con un derroche de iniciativa y creatividad.

El mundo laboral del siglo XXI se nos presenta pues bajo el signo de la provisionalidad y el continuo cambio de empleo. El futuro trabajador no va a ser un profesional especializado en determinado tipo de actividad en la que se haya de emplear toda su vida, sino que a lo largo de su existencia tendrá que ir ejerciendo múltiples ocupaciones. Deberá estar capacitado para ejercer los diferentes oficios que se le vayan ofreciendo según las necesidades. En consideración a estas previsiones la educación que vamos a necesitar, será una educación flexible, que dote a los sujetos de la versatilidad necesaria, para atender a los múltiples requerimientos.

Por exigencias de los tiempos, la formación que debiera recibir el futuro profesional sería aquella en la que la teoría y la praxis fueran íntimamente relacionadas. Las Escuelas y las Universidades, si es que así se las pueda seguir llamando, tendrán como misión principal dotar al sujeto de la capacidad suficiente para acomodarse a los cambios, según las necesidades laborales del momento. No va a ser suficiente con un título de especialista, sea el que sea. Ya se está hablando de fechas de caducidad de los títulos universitarios, como sucede con los productos enlatados, lo que significa que cada cierto tiempo deberán ser revalidados. Seguramente en atención a esto se están diversificando las carreras y las titulaciones se van acortando. Así por ejemplo, las licenciaturas, ya sólo duran cuatro años. La educación, si quiere responder a estas exigencias de futuro, habrá de tener en cuenta este nuevo perfil del trabajador en el siglo 

 Los aprendizajes técnicos polivalentes van a ser una exigencia en el siglo XXI y lo deseable es que ello no interfiera en nuestra propia identidad como seres humanos. Resulta oportuno preguntarnos ¿cuáles debieran ser los rasgos de esa educación que mejor pudiera servir al hombre del siglo XXI? Para poder responder a esta pregunta nada mejor que abordar de frente unas esenciales cuestiones, que estuvieron presentes en los humanismos de todos los tiempos. Siguiendo la mejor tradición pedagógica me preguntaré ¿qué es lo que tengo que saber?¿qué es lo que debo hacer?¿qué puedo esperar? En la medida en que se pueda ir dando respuesta satisfactoria a estos interrogantes, se irá dando con la clave de ese proyecto educativo que andamos buscando.

Vayamos con la primera cuestión, enmarcada en la dimensión cognoscitiva. ¿Qué tipo de conocimiento habremos de necesitar y cómo podremos adquirirlo? Desde siempre la educación, de una forma o de otra, ha ido asociada al ejercicio del aprendizaje. Educación, enseñanza, aprendizaje, han sido términos bastante afines. La Escuela ha representado siempre un encuentro con el conocimiento y la cultura. A la escuela siempre se ha ido con la intención de aprender mucho y bien. Hoy seguimos buscando el aprendizaje de conocimientos, sólo que preferimos que éstos sean conocimientos útiles, que sirvan para algo y que nos permitan triunfar en esta sociedad competitiva que nos ha tocado vivir. Las enseñanzas técnicas son hoy día las más apetecidas, porque se supone que con ellas se podrá conseguir un puesto de trabajo bien remunerado, las que mejor ayudarán a situarse en la vida, las que permitirán ganar dinero... en fin lo que todos ya sabemos. En cambio los conocimientos in-útiles han quedado a la cola de las preferencias estudiantiles.

Como profesor de Filosofía durante muchos años he podido constatar el espíritu pragmático del que están imbuidos la mayoría de nuestros estudiantes. ¿Para qué sirve esto de la Filosofía? me preguntaban ya el primer día de clase. Pues... mirad, la Filosofía seguramente no os va a sacar de "apuros" económicos, les decía, pero en la vida hay otros "apuros" que nada tienen que ver con el dinero y que ponen en juego la felicidad del hombre. ¿No os gustaría estar preparados para hacerles frente? Esta elemental reflexión es la que yo quiero tener presente al diseñar la educación del mañana.

Nos equivocaríamos si pensáramos que en el siglo XXI los únicos conocimientos que nos van a hacer falta son los saberes prácticos. Naturalmente que tal tipo de saberes van a ser importantísimos y hay que tenerlos en consideración. Diré más, puede incluso que resulten imprescindibles para andar por la vida, pero ellos no lo han de ser todo; necesitamos también del saber de humanidades. Es preciso poner fin al desajuste que hemos estado viviendo en estos últimos años a favor de una enseñanza excesivamente tecnificada; esperamos que en el futuro puedan corregirse estos excesos y motivos de esperanza no faltan. La voz de alarma se ha dejado oír en los círculos más preparados . Ahí tenemos autoridades intelectuales clamando, para que este saber de humanidades no desaparezca de nuestros Centros de Enseñanza. Es mucho lo que nos jugamos en ello. Por cuya razón tenemos casi la obligación de ser optimistas. En los tiempos que nos esperan el conocimiento habrá de ser la clave para el desarrollo material y económico; esto es seguro. Lo que a nosotros nos gustaría decir también, es que el conocimiento habrá de ser la clave para el desarrollo humano.

Eso en cuando al contenido de los conocimientos, por lo que respecta a los modos y maneras del aprendizaje ya damos por sentado que las cosas van a cambiar sustancialmente, los métodos los medios y técnicas de aprendizaje van a ser revolucionarios , lo están siendo ya. No aventuramos nada si afirmamos que en el siglo XXI ya no nos servirá el aprendizaje por acumulación, al estilo tradicional. No servirá para mucho el almacenaje de conocimientos o el tener la cabeza repleta de contenidos. Lo que va a contar en definitiva va a ser el saber adquirirlos. Lo importante no será tanto el aprender cosas cuanto el "aprender a aprenderlas". De lo que se trata es de poder tener al alcance de la mano un vasto bagaje cultural. El fácil acceso a un arsenal de datos de conocimiento a través de la informática, más concretamente a través de Internet, cambiará en breve la Escuela y la Universidad. Estamos pasando con bastante celeridad de la información escrita en papel, al texto electrónico de lectura en pantalla. Si bien se mira, toda una revolución para el mundo de la enseñanza

No acaban aquí las cosas. La reflexión en torno a la actividad humana nos da pie para hablar de unos criterios educativos destinados a regular el comportamiento moral de los individuos y de los pueblos. Las gentes hablan de la necesidad de una regeneración ética. Por aquí y por allá se cacarea lo imprescindible que resulta una educación en valores. Todo parece indicar que, a la educación del siglo XXI hay que pedirle que ayude a las nuevas generaciones a un correcto comportamiento moral. Para que esto sea así, para que la educación del mañana pueda comportar esa formación moral de la que andamos tan necesitados, la educación tiene que ayudarnos primeramente a salir del pozo del relativismo cultural en el que estamos inmersos.

Si queremos superar el vacío moral nos harán falta principios sólidos y estables que nos sirvan de referencia. Necesitaremos criterios que nos permitan el discernimiento moral y así poder diferenciar lo que es bueno, malo o regular. No podemos seguir por más tiempo desvinculados de las exigencias morales, porque no es nada recomendable confundir el bien ético con el bien útil. Es una necesidad urgente recuperar ese aspecto formativo que la educación tuvo en muchos momentos de la historia. Hoy, en tiempos de crisis y moralmente desconcertados, necesitamos como nunca una educación que nos ayude a convivir unos con otros y a comportarnos como lo que somos, o mejor como lo que debiéramos ser.

A la educación de los próximos años habrá que pedirle, que se ponga al servicio de un sistema sólido de valores, jerárquicamente establecidos y deje de ser un instrumento en menos de los gobiernos, para potenciar sólo aquellos valores que favorecen al sistema.

Llegamos así a la tercera pregunta ¿Qué podemos esperar? La educación del siglo XXI difícilmente va a merecer el nombre de educación si no está alentada por una aspiración humana, que en último término se traduce como el Fin Último del hombre. La educación de todos los tiempos y la del siglo XXI no puede ser una excepción, ha tenido entre sus objetivos prioritarios orientarnos hacia la meta final representada por el Bien Supremo que solamente podemos encontrarlo en Dios. Utilizando una expresión tomista, cabe decir que el fin de la educación es: " alcanzar el estado perfecto del hombre en tanto que hombre", ( Summa Theol. Q.188. art.1) con lo que se nos quiere dar a entender que, a través de la educación, el hombre puede llegar a alcanzar lo que por naturaleza le corresponde. La perfección humana no puede ir separada de la Verdad y del Bien, convertidos para el hombre en objetivo de los sublimes anhelos de toda existencia que aspira a trascenderse a sí misma para perderse en Dios. Pedimos a la educación del futuro que mantenga vivas nuestras aspiraciones en el campo del desarrollo técnico, pero también en el campo de lo humano y espiritual, porque ello es lo que hace que se pueda seguir hablando educación.

De una cosa podemos estar seguros y es de que los avances de la informática no van a ser suficientes para poder responder a la cuestión sobre el sentido de nuestra existencia. En los años venideros no va a ser suficiente el progreso técnico y material, como tampoco lo es ahora. Necesitaremos mantener viva la esperanza de seguir siendo hombres. Por muy civilizado que se le pueda imaginar al hombre del siglo XXI, si deja de ser hombre habrá perdido la batalla del futuro. Es importante que la educación siga alentando la esperanza de poder recuperar los valores humanos y espirituales que hoy parecen perdidos. Un proyecto educativo para el siglo XXI es esperanzador, mientras tenga en cuenta la dignidad del hombre y se preocupe por enseñarle a ser persona

244.-Tenemos la obligación de defender nuestra civilización cristiana.

  Si en algo estamos todos de acuerdo es que la fe y los valores cristianos son la base de la civilización occidental. Renunciar a ellos ser...