2025-03-25

234.- Del "prohibido prohibir" al pensamiento único de izquierdas

 

Todo comenzó en aquel ya lejano mayo del 68 en que unos muchachos, sin proyecto de futuro alguno, se echaron a la calle gritando desaforadamente aquello de “ni ley ni amo”, “prohibido prohibir”, o aquellas otras consignas tan trascendentales como "Queremos un sitio donde mear, no un sitio donde rezar" "¡Viva la comuna!" "Cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución”. En realidad, su propósito  no era otro que  meter  la piqueta y destruir el orden establecido, para que toda  regulación social  quedara sepultada entre los escombros, tal  como haría el  perfecto “bribón liberticida”,   a quien lo que verdaderamente le importa es disfrutar del sexo en todas sus manifestaciones y  aprovecharse de una libertad ilimitada, carente de toda responsabilidad y compromiso;  Ah.., se me olvidaba decir  que también protestaban contra la guerra del  Vietnam, desde las bien dispuestas barricadas del barrio latino parisino.

 Sabido es que el espíritu de mayo del 68 jugó un papel importante en los tiempos de la transición española.  Alguien se encargó de hacer ver a los españoles que la muerte de Franco suponía el fin de una época tenebrosa, dominada por un dictador sin entrañas, que había tenido a la nación subyugada y a sus habitantes no se les había permitido ni siquiera respirar. Había llegado pues el momento de hacer ver a los ciudadanos que era posible otra forma de vivir, sin imposiciones por parte de nadie y que eso de tanta prohibición era una obsesión propia de unos “fachorras” trasnochados, aburridos, que habían perdido las ganas de vivir y lo que procedía hacer ahora, era dar la vuelta al calcetín   y comenzar a pensar en un país de Jauja, donde lo único que estuviera prohibido fuera  cualquier tipo de prohibición.  Naturalmente la oferta, por muy descabellada que pudiera parecer a primera vista, no dejaba de tener un secreto encanto y fascinación, porque ¿A quién no le gusta poder hacer, en todo, su santísima voluntad y disfrutar de todos los caprichos sin ningún tipo de impedimento?  El caso es que, la cosa acabó tal cual todos sabemos.  Una noche de orgía con la resaca correspondiente, de la cual todavía no nos hemos recuperado.

Como no podía ser por menos, el tiempo se encargaría de evidenciar lo disparatado de este sueño psicodramático, poniendo bien a las claras que “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”. Los primeros en darse cuenta fueron los “rojeras”.  De ello pudo apercibirse ese “podemita”, que casi nadie conoce por su nombre de pila, cuando tuvo que sufrir en sus carnes el escrache en su lujoso Chalet de Galapagar, viéndose obligado a recurrir a la policía, para impedir que la ciudadanía hiciera con él lo que él había hecho con otros. Comprendo que no le sonara a música celestial tener que escuchar día y noche: “Pablito deja de soñar o no te dejaremos dormir”, pero debió hacerse a la idea de que una persona, tan omnipermisiva y tolerante como él, estaba obligado a aguantar esas impertinencias, mucho más cuando el mismo había demostrado ser un hincha destacado de ese deporte, que había practicado y defendido públicamente. El mundo está lleno de gente que ve la paja en el ojo ajeno y no ve la viga en el propio.       

 Algo parecido sucedió con Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. Muy bonito poder proferir, sin ningún tipo de trabas ni cortapisas, las infamias que a uno le apetece contra Franco y deslegitimar su mandato como Jefe del Estado,  cargo que desempeño durante más de tres décadas; lo que dejaba de ser bonito es que alguien saliera a la palestra    para poner las cosas en su sitio, apoyándose en argumentos sólidos y contundentes. No, eso ya no era de recibo, eso ya no era lo políticamente correcto en democracia.  Se hacía necesario, por tanto, cambiar la consigna de “prohibido, prohibir”, que tan buenos resultados produjo en los tiempos de la transición, por otra distinta; era mejor decir  “Prohibido por decreto ley todo manifiesto pro franquista”  que es, más o menos, lo que perpetraron los mencionados personajillos, nada más hacerse con las riendas del gobierno de España. A la ley de “Memoria histórica” y “Memoria democrática” me remito. Ambas vienen a ser un apéndice de la ideología “del pensamiento único del progresismo de izquierdas”, donde los dogmas religiosos fueron sustituidos por los dogmas políticos, se absolutizó lo relativo y se relativizó lo absoluto, se persiguió a los que no se ajustaban a sus exigencias, haciendo la vida imposible a instituciones como el Valle de los Caídos o la Fundación Nacional Francisco Franco. “No podía haber libertad para los enemigos de la libertad”, dando por supuesto, que los enemigos de la libertad no eran los libertinos sino los otros.

 Con todo lo que llevamos pasado nos merecemos algún tipo de recompensa, al menos, yo no  quiero perder la esperanza de que la gente acabe por descubrir el verdadero rostro de una izquierda soberbia y engreída, que durante mucho tiempo se consideró y aún se considera, dotada de una superioridad moral que le capacita para ejercer funciones inquisitoriales y  señalar con su dedo acusador implacable y terrible, a dogmatismos, autoritarismos,  y todo cuanto queda fuera de su marco ideológico. La realidad es que la izquierda se ha convertido en un esperpento, expresión de un progresismo tóxico, despótico, doctrinario y fanatizado, que no soporta el que alguien discrepe de su credo político. Por algo Peter Singer, uno de los filósofos más influyentes del momento, recomendaba a sus colaboradores, que se sirvieran de pseudónimo para no convertirse en blanco de las furias izquierdistas y añadía: “Actualmente, la mayor oposición a la libertad de pensamiento   y discusión proviene de la izquierda

 Si me he animado a hacer estas reflexiones ha sido para tratar de hacer ver, lo complicada que  resulta  la  política en su versión maquiavélica  y  cuán poco creíbles son los políticos, que nada más pisar moqueta, se olvidan de sus compromisos; lo cual vale tanto para los políticos de izquierdas, vinculados al pensamiento único, como para los políticos acomplejados de derechas, que sumisamente siguen sus pasos. Después que la posmodernidad nos haya dejado sin certeza alguna, ya solo nos queda “la razón política”. Se nos han ido los patriotas, los idealistas, los héroes y los santos y lo que nos ha quedado  son políticos de tres al cuarto. ¡Que asco! Dan ganas de abandonar el barco, pero no lo haré, seguiré incordiando, si me dejan. Os lo prometo. Tengo para mí, que no vamos a librarnos del Estado fallido, mientras la política no quede supeditada a la ética y del “homo políticus”, en el que ahora nos encontramos,  pasemos al “homo ethicus”, tal como lo entendieron   Platón y Aristóteles.     

2025-02-23

233.- Se ha cumplido el centenario de la encíclica " Quas primas" de Pio XI

 


El 11 de diciembre de 1925 el papa Pio XI sacaba a la luz la encíclica “Quas primas”, que habría de significar mucho en el magisterio social de la Iglesia. Seguramente esta encíclica es el documento más importante de su papado y en el que queda resumida su acción programática. Eran unos tiempos, aquellos, de gran turbulencia, conocidos como la “época entre ambas guerras mundiales”. Las relaciones internacionales estaban seriamente dañadas, las discordias internas, el enfrentamiento de las clases sociales y las luchas partidistas, eran monedas de cambio, la familia y la escuela en ruinas, la sociedad enferma; tiempos en que el laicismo ponía en serio peligro los fundamentos de la civilización cristiana, con un anticlericalismo en auge, oponiéndose a que la iglesia ejerciera la función del magisterio, que por derecho propio le correspondía y le sigue correspondiendo. Afligido por la situación que atravesaba un mundo sumergido en el odio y la violencia, Pío XI clama por la necesidad de proponer
el Reino de Cristo como vía segura de alcanzar la verdadera paz.

  Este papa, consciente de los males que aquejaban a la sociedad, se enfrentó valientemente a ellos y propuso certeramente las vías de solución. Su intención pedagógica al escribir “Quas primas”, no fue otra que salir al paso de la pública apostasía, protagonizada por el laicismo y el secularismo, para hacer comprender a los pueblos y naciones que la única solución a la situación presente era hacer valer el imperio de Cristo  y extenderlo a todo el género  humano, como ya lo había enseñado su predecesor León XIII. Claramente y sin tapujos, quedaba denunciado que excluir a Cristo y su ley de la vida pública era abrir la puerta a la discordia entre los pueblos, así de tajante se mostró Pio XI, para que a partir de aquí en las filas católicas no hubiera dudas y en las filas del secularismo y del laicismo, sus palabras se dejaran sentir como un aldabonazo, capaz de despertar las conciencias dormidas.

“Sin mí nada podéis hacer” Son palabras del mismo Jesucristo y en consonancia, con ellas, la encíclica “Quas primas” establece lo siguiente: El origen de los males familiares,  sociales y políticos, que aquejan a los tiempos presentes, hay que buscarlos en el alejamiento de Cristo, que es lo mismo que también Juan Pablo II denunciara en más de una ocasión.  Este olvido de Dios y de su ley, ya venía gestándose desde el modernismo. Se comenzó cuestionando la supremacía de Cristo, luego se le negaron a la Iglesia derechos fundamentales, posteriormente se infravaloró a la religión cristiana, poniéndola a la altura de cualquier otra religión, para acabar sometiendo la autoridad religiosa a la autoridad civil del estado aconfesional o simplemente ateo, hasta el punto de que comenzaran a proliferar los estados que creían que lo que había que hacer, era gobernar como si Dios no existiera. Todo lo cual trajo como consecuencia un diluvio de desgracias, que afectaron y siguen afectando, a la esfera de la vida personal, a la familia y a la vida pública de los pueblos y mientras no se corrijan los errores de origen, el mal universal continuará.

Solo en Jesucristo encontrará el mundo lo que se necesita en todos los órdenes de la vida.   “Instaurare omnia in Christo” (Restaurar todas las cosas en Cristo) había sido también el lema del pontificado de Pio X, que consumió su vida en reparar la nefasta apostasía del laicismo. Era preciso levantar la voz porque, “cuanto mayor es el indigno silencio con que se calla el dulce nombre de nuestro Redentor, en las conferencias internacionales y en los Parlamentos, tanto más alta debe ser la proclamación de ese nombre por los fieles y la energía en la afirmación y defensa de los derechos de su real dignidad y poder” (núm. 13). Había que proclamar a los cuatro vientos, que adorar y obedecer a Jesucristo no sólo es una obligación privada sino pública, que afecta por igual a las conciencias personales como a las instituciones públicas.

Pio XI fue plenamente consciente de que el laicismo y secularismo anticristiano no respondía a una moda pasajera, llamada a desvanecerse prontamente, por ello la Iglesia tenía que disponerse y prepararse para hacerle frente sin desfallecer, porque la batalla se preveía larga y dura. En previsión de que esto habría de ser así, Pio XI instituyó en esta misma encíclica la festividad de Cristo Rey, con el claro propósito de que cada año esta celebración sirviera de “memorándum” a todos los fieles católicos, al tiempo que diera a conocer al mundo entero cuan suave es el reino de Cristo, fundamentado en la caridad, la justicia y la paz, donde el gobernar se convierte en un servicio de amor.  Se pensaba que una vez fuera reconocida la potestad de Cristo, que le coloca por encima de los gobernantes y autoridades públicas, los estados se convertirían en un oasis de paz, presidida por la libertad, tranquilidad, disciplina y concordia.  Pio XI no tenía la menor duda de que la festividad de Cristo Rey estimularía a las fuerzas católicas y supondría un cortafuegos a la enfermedad infecciosa del laicismo beligerante.

La doctrina de este documento, expuesta con claridad y autoridad, estaba llamada a representar uno de los referentes fundamentales del magisterio social de la Iglesia, un faro iluminador que guiara las conciencias a buen puerto, pero las cosas no iban a suceder como estaba previsto.  Después de 100 años de existencia, lo que podemos decir es que, en consideración a los signos de los tiempos y por razones tácticamente coyunturales, a partir del Concilio Vaticano II se produce un viraje espectacular, que hizo que la encíclica “Quas Primas” quedara sepultada en el olvido y el silencio. ¿Qué había sucedido? pues que a partir de entonces se cambia el palo por la zanahoria, el anatema es sustituido por la mano tendida y el enfrentamiento por la comprensión. Aparecen nuevos conceptos, como por ejemplo la libertad religiosa, el respeto a la conciencia individual; se coloca en primer plano la dignidad de la persona humana, el decálogo es sustituido por los derechos humanos, se defiende la separación Iglesia y Estado, y se comienza a hablar con toda naturalidad de la sana laicidad. Diríase que el “Humanismo integral” de Jacques Maritain, maestro y amigo personal de Pablo VI, pasó a ser el humanismo oficial de la Iglesia Católica y como tal, su influencia se dejaría sentir en los documentos conciliares, referentes a la doctrina social de la Iglesia. Naturalmente todos estos cambios que se habían producido, necesariamente iban a tener difícil anclaje en organigrama marcado por Pio XI.   

Esta es la razón por la que la encíclica “Quas Primas” ha quedado, no digo yo desautorizada, pero sí descatalogada, al menos en parte.  El hecho es que, apenas se la menciona, raramente se le comenta, se habla poco   de ella y cuando se hace, es de pasada.  De este modo el olvido y el silencio han dejado sin efecto a uno de los documentos pontificios que estaba llamado a ser un testimonio esclarecedor, en unos tiempos de ambigüedad y languidez políticas, en los que el laicismo campa a sus anchas.  Sí, porque en manera alguna puede decirse que el laicismo es cosa del pasado, por el contrario sigue siendo un huésped incómodo instalado en nuestra sociedad, con una hoja de ruta inspirada en el “odium Dei”, que  lo que pretende es sustituir a Dios por el hombre  y dejar sin contenido el ideal cristiano, bellamente plasmado en el himno triunfal de:“Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat”, que las generaciones precedentes nos trasmitieron  y que los que católicos de hoy no debiéramos cansarnos de repetir.  Hoy como nunca, estamos siendo testigos de una apostasía generalizada en nuestra sociedad, que nos está llevando a la ruina espiritual y por lo menos de esto debiéramos ser conscientes los católicos. En el horizonte, lo que se vislumbra es un modelo de estado utópico, una especie de paraíso en la tierra, sin Dios. Sobre esta base, la agenda del año 2030 viene trabajando y conviene estar apercibido sobre este tipo de estatolatría que se nos quiere implantar.  Ciertamente el reino de Cristo no es temporal, pero como nos recuerda la encíclica de Pio XI, no es menos cierto que su potestad se proyecta sobre el mundo, ya que por voluntad de Dios: “Todo poder le ha sido otorgado, tanto en el cielo y en la tierra.”

Como conclusión, me gustaría acabar diciendo  que, a pesar de todas las vicisitudes,  la encíclica “Quas primas” continua vigente  y aunque su oportunidad en los tiempos que corren, sea cuestionada, lo cierto es que la veracidad de su doctrina nadie puede  ponerla en duda, pues  responde escrupulosamente al  espíritu del evangelio y está en  perfecta armonía con las Sagradas Escrituras  y la tradición, lo que hace aconsejable que se la tenga en cuenta, mucho más en este momento histórico de endiablada cristofobia.   Después de cien años de existencia, yo no dudo, que una lectura reposada de esta memorable encíclica  resultaría de gran utilidad, cuando menos habría de servir para que no pocos cristianos  recordaran verdades fundamentales  como son que “Cristo es el Señor de la historia ante el cual toda rodilla se dobla”,  que “la autoridad no proviene de pueblo sino de Dios”, que  “ninguna ley positiva puede considerarse justa, si está en desacuerdo con la ley  eterna”, que “una constitución sin Dios lesiona los derechos divinos”, que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”  y, sobre todo, que no deja de ser  un ejercicio de cinismo, tratar de ser cristiano en la vida privada para dejar de serlo en la vida pública . En general podía decirse que esta encíclica de Pio XI ha de ser vista como un test objetivo, que pone a prueba nuestra autenticidad y el grado de compromiso con el Reino de Cristo.      

2025-01-14

232,- La noche mágica de los niños ricos es la triste noche de los niños pobres

 





La Adoración de los Reyes Magos es una festividad que se viene celebrando desde tiempos muy antiguos, por lo menos se remonta al S. III; esta conmemoración venía a ser el colofón de la Navidad y el mundo cristiano, a través de ella, festejaba la manifestación del Niño Dios, haciéndose presente a todos los habitantes de la tierra, por eso era conocida esta fiesta con el nombre de Epifanía. Los protagonistas eran unos personajes misteriosos, procedentes de Oriente, que guiados por una estrella fueron conducidos hasta Belén para rendir pleitesía al Rey de reyes, que yacía en un humilde pesebre. Dichos personajes, no se sabía ni quiénes ni cuántos eran, hasta que en tiempos de León Magno se determinó oficialmente que se trataba de tres personalidades relevantes, que respondían a los nombres de Baltasar, como representante de África, Melchor, perteneciente a Europa y Gaspar, originario de Asia. En ellos estaban representados los tres continentes conocidos por entonces y en ellos quedaban también significadas las distintas edades del hombre:  juventud, madurez y ancianidad.

 La Epifanía, durante mucho tiempo fue considerada como la fiesta ecuménica, en que todo el mundo podía alegrarse por ver al Dios nacido. Según se había anunciado por los profetas, era el regalo que Dios hacía a los hombres y mujeres de todos los tiempos y de toda condición, o para ser más exactos, era el Misterio de Amor en el que Dios mismo se nos daba como regalo. Para poder alegrarse de esta locura divina había que tener la inocencia de los niños, pero para nuestra desgracia esta inocencia se ha perdido y lo que tendríamos que hacer es recuperarla cuanto antes. Sí, porque de otro modo, el mundo andará falto de sonrisas, de ternura, de amor, de cálidas acogidas, ya que, como decía Dostoievski: “El hombre que guarda muchos recuerdos de su infancia, ése está salvado para siempre”.

Cada uno de los Magos ofreció al Niño Dios un rico presente, circunstancia ésta  que dio pie a que se pusieran en práctica determinados comportamientos, que acabarían que marcando el rumbo posterior de esta festividad;  de este modo, a partir del siglo XIX, se introdujo en España la costumbre de hacer regalos y convertir esta celebración  en  un acontecimiento social, que fue desplazando el sentido  religioso hasta convertirse en un pretexto para intercambio de regalos.

 

 A partir de aquí, el 6 de enero dejó de ser una fecha en que no todos podían compartir la misma alegría a partes iguales. Los niños ricos se despertarían viendo cumplidos sus sueños, mientras que los niños pobres no podrían contener su llanto al contemplar su pobre calzado vacío de ilusiones.   

La triste noche de Reyes de los niños pobres, en la que nadie se acuerda de ellos, es el contrapunto a las dulces navidades de los niños ricos. De este modo, las fiestas más entrañables del año han ido dejando de ser el regalo más preciado, que Dios había preparado para todos a partes iguales.  

Desgraciadamente, la infancia solo se vive una vez y hay muchos niños y niñas en el mundo que dejarán de serlo sin haber saboreado el hechizo de la Navidad, por lo que nunca jamás podrán recuperar sus sueños infantiles, ésos mismos que sus pequeñas manecitas, les hubiera gustado acariciar. Miguel Hernández se pasó toda la vida lamentando esta frustración: “Ningún rey coronado/tuvo pie, tuvo gana/para ver el calzado/de mi pobre ventana. /Por el cinco de enero,/de la majada mía/mi calzado cabrero/a la escarcha salía./ Y hacia el seis, mis miradas / hallaban en sus puertas/mis abarcas heladas,/mis abarcas desiertas”. Grazie Magazine quiere dedicar un recuerdo emocionado y cariñoso a todos los niños desamparados,  como consecuencia de la falta de solidaridad de un mundo convulso y  deshumanizado   

234.- Del "prohibido prohibir" al pensamiento único de izquierdas

  T odo comenzó en aquel ya lejano mayo del 68 en que unos muchachos, sin proyecto de futuro alguno, se echaron a la calle gritando desafora...