La
Adoración de los Reyes Magos es una festividad que se viene celebrando desde
tiempos muy antiguos, por lo menos se remonta al S. III; esta conmemoración venía
a ser el colofón de la Navidad y el mundo cristiano, a través de ella, festejaba
la manifestación del Niño Dios, haciéndose presente a todos los habitantes de
la tierra, por eso era conocida esta fiesta con el nombre de Epifanía. Los
protagonistas eran unos personajes misteriosos, procedentes de Oriente, que
guiados por una estrella fueron conducidos hasta Belén para rendir pleitesía al
Rey de reyes, que yacía en un humilde pesebre. Dichos personajes, no se sabía
ni quiénes ni cuántos eran, hasta que en tiempos de León Magno se determinó
oficialmente que se trataba de tres personalidades relevantes, que respondían a
los nombres de Baltasar, como representante de África, Melchor, perteneciente a
Europa y Gaspar, originario de Asia. En ellos estaban representados los tres
continentes conocidos por entonces y en ellos quedaban también significadas las
distintas edades del hombre: juventud,
madurez y ancianidad.
La Epifanía, durante mucho tiempo fue
considerada como la fiesta ecuménica, en que todo el mundo podía alegrarse por
ver al Dios nacido. Según se había anunciado por los profetas, era el
regalo que Dios hacía a los hombres y mujeres de todos los tiempos y de toda
condición, o para ser más exactos, era el Misterio de Amor en el que Dios mismo
se nos daba como regalo. Para poder alegrarse de esta locura divina había que
tener la inocencia de los niños, pero para nuestra desgracia esta inocencia se
ha perdido y lo que tendríamos que hacer es recuperarla cuanto antes. Sí,
porque de otro modo, el mundo andará falto de sonrisas, de ternura, de amor, de
cálidas acogidas, ya que, como decía Dostoievski: “El hombre que guarda
muchos recuerdos de su infancia, ése está salvado para siempre”.
Cada
uno de los Magos ofreció al Niño Dios un rico presente, circunstancia ésta que dio pie a que se pusieran en práctica
determinados comportamientos, que acabarían que marcando el rumbo posterior de
esta festividad; de este modo, a partir
del siglo XIX, se introdujo en España la costumbre de hacer regalos y convertir
esta celebración en un acontecimiento social, que fue desplazando el
sentido religioso hasta convertirse en
un pretexto para intercambio de regalos.
A partir de aquí, el 6 de enero dejó de ser una
fecha en que no todos podían compartir la misma alegría a partes iguales. Los
niños ricos se despertarían viendo cumplidos sus sueños, mientras que los niños
pobres no podrían contener su llanto al contemplar su pobre calzado vacío de
ilusiones.
La triste noche de Reyes de los niños pobres, en la
que nadie se acuerda de ellos, es el contrapunto a las dulces navidades de los
niños ricos. De este modo, las fiestas más entrañables del año han ido dejando
de ser el regalo más preciado, que Dios había preparado para todos a partes
iguales.
Desgraciadamente, la infancia solo se vive una vez y hay muchos niños y
niñas en el mundo que dejarán de serlo sin haber saboreado el hechizo de la
Navidad, por lo que nunca jamás podrán recuperar sus sueños infantiles, ésos
mismos que sus pequeñas manecitas, les hubiera gustado acariciar. Miguel
Hernández se pasó toda la vida lamentando esta frustración: “Ningún
rey coronado/tuvo pie, tuvo gana/para ver el calzado/de mi pobre ventana. /Por
el cinco de enero,/de la majada mía/mi calzado cabrero/a la escarcha
salía./ Y hacia el seis, mis miradas / hallaban en sus puertas/mis abarcas
heladas,/mis abarcas desiertas”. Grazie Magazine
quiere dedicar un recuerdo emocionado y cariñoso a todos los niños desamparados,
como consecuencia de la falta de
solidaridad de un mundo convulso y
deshumanizado