La alternancia en los gobiernos es una forma de garantizar
la perpetuidad del régimen actualmente vigente.
Lo cual quiere decir que, por muchas elecciones que haya o deje de
haber, todo está pensado para que nada cambie en el orden constitucional en que se
sustenta nuestro actual sistema
político. La “sacrosanta democracia” está blindada y en ningún momento ni va a
ser puesta en solfa, ni va a sentirse amenazada porque se la sitúa por encima
del bien del mal.
Hay que reconocer que este juego democrático “del quítate tú
para ponerme yo”, eso que los políticos
llaman alternancia en el gobierno de la nación, fue un invento genial,
porque sirve de desaguadero y permite un
cierto alivio cuando la situación se hace insostenible. Un simple relevo de caballos es suficiente
para seguir cabalgando por la ruta marcada, como si nada hubiera pasado. Lo
llevamos viendo en España durante décadas. Pasado un tiempo los españoles
necesitan esa alternancia para que las ilusiones no mueran, aunque luego todo
siga igual y la farsa continue. Por este camino la regeneración político-social
no va a llegar nunca, porque el supuesto recambio se hace con piezas de
repuesto, que ya han demostrado ser defectuosas e inútiles.
Nuestra obstinación
y testarudez política hace que nos olvidemos que los actuales aspirantes a
gobernar a España pertenecen a la familia de viejos conocidos, como el Sr.
Griñán, o el Sr Bárcenas y tantos otros de infausta memoria, a los que un día
se les vio el plumero y nos avergonzamos de ellos. ¿Acaso durante el tiempo que llevamos de
democracia ha habido algún partido gobernante que no haya tenido que salir por
la puerta trasera? En este
contexto, Voltaire pudo decir . “La
política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los
hombres sin memoria”. Son ya muchas las
veces que nos hemos sentido traicionados por las mentiras de políticos
embusteros de uno u otro signo, para seguir confiando en ellos. La gente irá a votar, sí, pero lo hará, no
tanto por entusiasmo hacia los suyos, cuanto por rechazo visceral al
adversario. Es un hecho fácilmente constatable que las gentes del PP están
pidiendo a voces que el Sr. Sánchez haga las maletas y se vaya de la Moncloa,
ésta y no otra sería la última razón de su voto y lo mismo sucede con los
votantes de izquierdas, dispuestos a todo antes de que gane la “Derechona”. Es
decir, que de votantes convencidos pocos, la mayoría de ellos no se calientan
la cabeza, simplemente se atienen al principio pragmático que reza: “ Del mal
el menos.”
No dudo que sea de urgencia sacar de la Moncloa al
profanador de tumbas, Sr. Sánchez, pero de nada serviría quitar a uno y poner a
otro, si las cosas van a seguir poco más o menos, tal y como nos tienen
acostumbrados. Son ya muchos años con la misma historia, que siempre se repite.
¿ Algo me puede hacer pensar a mí que en
la actual convocatoria electoral no va a pasar lo mismo? Pues a pesar de todo ahí seguimos con nuestra
incondicional e irrevocable actitud; así hasta que se hunda España por
completo, así hasta que nos hundamos todos.
La situación por la que atravesamos los españoles no es nada
buena; dígase lo que se diga. Si comparamos nuestro actual país con la España
próspera de nuestros padres y abuelos, nos
daremos cuenta, no ya solo que se han perdido los valores humanos,
familiares y nacionales, es que también hemos salido perdiendo por lo que al plano económico se refiere. Hay que decirlo alto y claro. En
la España de Franco un ciudadano a los cuarenta años disfrutaba de una
estabilidad laboral que le permitía vivir con dignidad, seguridad e
independencia, disponía de casa propia con o sin hipotecas y había construido
un hogar con todo lo necesario para poder vivir decorosamente, donde el
matrimonio, con sus numerosos hijos, disfrutaban de los deleites familiares y
por si fuera poco se permitían el lujo de poder ahorrar. Eso era antes, ahora
son muchos los españolitos que tienen que conformarse con la limosna que les
ofrece el estado en prevención de una posible revuelta social.
En cuanto a las cuestiones trascendentales, mejor no
hablar. Es de todo punto necesario saber
discernir entre lo que se nos cuenta y la realidad de los hechos. Desde los
tiempos de los sofistas griegos los políticos siempre se han caracterizado por
su capacidad de persuasión, sabedores de que “en política, como bien decía Adenauer, “lo importante no es
tener razón, sino que se la den a uno.” Justo es reconocer que los políticos
embaucadore han sabido mover muy bien los hilos para que la farsa montada por
ellos mismos aparezca con visos de verosimilitud. Aunque por distintas razones es evidente que,
tanto el PSOE como el PP, están encantados con una democracia hecha a su
medida, a la que han ensalzado sobremanera, convirtiéndola en valor absoluto
por encima del sentimiento nacional, que desde la transición se viene cotizando
a la baja. Tan es así que, mucho me temo que, si hubiera que elegir entre las
dos, serían más los dispuestos a morir en defensa de la democracia que en
defensa de la patria.
Los motivos de esta predilección democrática por parte del
PSOE son de pura conveniencia política. Este sistema les ha sido servido para
implantar en España su sectaria ideología “socialistoide”, algo que les hubiera
sido muy difícil conseguir de otra forma. Para corroborar esto que digo, solo
es preciso recordar las consignas de su líder, Largo Caballero, que por activa
y por pasiva no se cansó de decir que, si la España socialista no llegaba por
vía democrática, había que recurrir a la revolución. Sustancialmente este mensaje está presente en
la actualidad. Ante la posibilidad de que España volviera a renacer y las cosas
retornaran al punto de partida por vía institucional, ¿las izquierdas lo
consentirían? Si los españoles de bien volvieran a asentirse orgullosos de la
España olvidada, ¿Lo consentirían? Son
ellos mismos quienes nos aseguran que antes de renunciar a lo que ellos
consideran unos logros sociales, estarían dispuestos, si llega la ocasión, a
defenderlos con uñas y dientes, porque tienen asumido como dogma
inamovible que ellos representan el
progreso y lo demás es pura regresión.
Este es el verdadero rostro del socialismo, que aparece cuando se despoja de la
careta democrática.
La predilección democrática por parte del PP tampoco puede
decirse que tenga su origen en un sentimiento romántico o altruista, sino en un
frio cálculo de intereses. El PP es un partido liberal y todos sabemos que el
liberalismo tiene como valor universal la libertad, a la que se la idolatra y
se la coloca por encima de Dios mismo y se sus sagrados preceptos, por cuya
razón son muchos los autores que consideran que liberalismo y catolicismo son
irreconciliables. De hecho, sobre el liberalismo pesan reiteradas condenas de
la Iglesia Católica. En este contexto liberal en el que se mueve el PP. nada
mejor que la democracia relativista en la que la Verdad y el Bien dependen de
la libre decisión de los hombres, como dependen también el concepto de Nación y
de Patria. El absoluto es la libertad,
nada por encima de ella. Lo cual no deja de ser un craso error, como lo sería
poner la carreta delante de los bueyes y lo es, por cuanto la libertad no es en sí misma un fin sino un medió, todo
lo importante que se quiera, pero tan solo un medio. Tristemente quienes previsiblemente gobernarán España en los próximos años son
víctimas de sus propias ideologías, a las que sirven y a las que están
supeditados. No nos engañemos, ni el PP ni el PSOE tienen otro absoluto que no
sea el propio partido y si para conseguir
el poder hay que vender parte de España al mejor postor, lo harán o ¿es que
no lo han hecho ya en anteriores legislaturas?