2023-02-15

195.- ¿Posee legitimidad la Constitución del 1978?

 


La Constitución del 1978 fue objeto en su día de los más encendidos elogios, incluidos clérigos y obispos, a pesar de que no es oro todo lo que reluce, ni mucho menos. Ahora que hemos podido saber que el aborto también tiene cobertura constitucional, es el momento de ir planteándonos la legitimidad de una “Carta Magna” en la que, de forma enmascarada, subyacen perniciosos y nocivos desatinos, que degradan la conciencia ciudadana  y ponen en riesgo la  sana convivencia  humana y social. Basta ya de comulgar con ruedas de molino, basta ya de silencios cómplices, que para lo único que han servido es para llegar a una situación que cada vez resulta más dramática.

En este orden de cosas, que conforman lo que podíamos denominar “las falacias constitucionales”, es obligado comenzar por el principio para denunciar la propaganda mendaz  a bombo y platillo, que de “la Constitución de 1978” se viene haciendo. De ella se dice que representa “el marco legal de convivencia que nos hemos dado todos los españoles” cuando la realidad es muy otra, si tenemos en cuenta que los españoles que votaron a su favor no llegó al 60 %, en medio de una parafernalia electoralista. manipuladora y propagandística.  Aquí están los datos que hablan por sí solos. Sobre un censo electoral en España de 26.632.189 solamente votaron “Sí” 15.706.078, entiéndase a su conjunto y no a cada una de las partes que la integran.  Entonces lo que habría que decir por pura lógica matemática,  no es que todos los españoles estuvimos de acuerdo sobre cual habría de ser  nuestro proyecto político, sino que hablando con propiedad, esto lo decidieron solo una mayoría exigua, dándose el  agravante  de que en varias provincias, de las que conforman las actuales autonomías, los votos favorables a la Constitución en cuestión estuvieron por debajo del censo electoral correlativo y si esto se puede decir en referencia al año 1978 ¿qué podríamos decir  en referencia al año 2023, donde ha habido, no solamente un cambio de  escenario, sino también  un cambio de actores más avispados y críticos ?

 Los tiempos no pasan en balde y por mucho que se quiera ocultar, el sentir de muchos  españoles ha ido cambiando.  No son pocos los que en todos estos años de la transición han podido abrir los ojos y darse cuenta de que las cosas son bastante distintas de cómo los políticos nos las quieren pintar, de modo que si hoy asistiéramos a un referéndum sobre la actual constitución, sin manipulación y propaganda política de por medio, seguramente el resultado reflejaría un descontento de españoles bastante generalizado. Lo cual quiere decir que nos encontramos en una situación ficticia y contradictoria, pues por una parte estamos diciendo que vivimos dentro de un marco legislativo que nosotros mismos nos hemos impuesto y al mismo tiempo nos sentimos profundamente insatisfechos del mismo. ¿Cómo se entiende esto?

Aparte de lo dicho, hay otro tipo de consideraciones que nos invitan a la reflexión,  en una nación como España que es  mayoritariamente católica, aunque solo lo sea por tradición.  Si tenemos en cuenta la doctrina social de la Iglesia, sobre todo por lo que respecta a Papas como Pio IX con  su “Sylabus herrorum”, León XIII con su encíclica  “Inmortale Dei “, Pio X con su encíclica “Pascendi”, o Pio XI con su encíclica “Quas Primas”, resultaría harto difícil conciliar estas enseñanzas pontificias con una constitución atea, como la que hoy padecemos en España. Para explicar esta injusta incongruencia se podrá recurrir, como frecuentemente se hace, al argumento manido de que, después del Concilio Vaticano II, este tipo de documentos referidos han quedado obsoletos y carentes de interés, lo cual es a todas luces falso.  El Concilio Vaticano II no ha quitado ni validez, ni legitimidad, a tales doctrinas, como no podía ser de otra manera, con lo cual es lícito suponer que siguen vigentes. Si esto es así  muchos españoles se ven en una situación  un tanto comprometida,  al saber  que  por su condición de católicos están llamados a “instaurare Omnia in Christo”,  en una nación donde se gobierna como si Dios no existiera.  ¿No resulta sorprendentemente contradictorio que esto suceda en una nación como España tradicional y mayoritariamente católica?  No faltan pues, fundadas razones, para pensar que una constitución atea, como la nuestra, no solamente es anticatólica, sino que es también antiespañola.               

El veredicto dictado recientemente por los jueces, según el cual la práctica ignominiosa del aborto es constitucionalmente asumible, debiera alertarnos y ponernos sobre aviso, porque ello significa que dentro de nuestro marco legal   es posible negar el derecho fundamental a la vida  a un ser humano,  lo cual no deja de ser una cuestión gravísima.  Algo parecido sucede con otros  asuntos inherentes a la ideología de género, homosexualidad, transexualismo, etc. que  sin revestir el carácter de criminalidad que conlleva el aborto, resultan claramente inmorales por repugnar a la ley natural. Ante semejante situación uno se ve obligado a cuestionar la propia Constitución y preguntarse si ante tanta inmoralidad e injusticia no habría que comenzar a preguntarse por su legitimidad.

Con frecuencia se confunden las cosas y se piensa que la legalidad lo es todo y no es así.  La legalidad para que sea expresión de la justicia, ha de tener en cuenta los principios naturales interpretados por la recta razón, tal era la fórmula aceptada de forma generalizada desde los tiempos de Aristóteles y de la que actualmente parece que nos hemos olvidado, para vincularlo todo a la voluntad personal de los legisladores, al estilo del más puro iuspositivismo .

230.-Conclusiones extraíbles de la catástrofe en Valencia.

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